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Nos sobran los motivos: 28 voces celebran a Sabina en su despedida

Nos sobran los motivos: 28 voces celebran a Sabina en su despedida

Rebaña Joaquín Sabina (Úbeda, 1949) su gira Hola y Adiós, con la que, cuando menos, se despedirá definitivamente de los grandes cosos, sumergiendo a su masiva y heterogénea feligresía en un tsunami emotivísimo de orfandad, felicidad y agradecimiento. Coruña, Granada, Barcelona, Valencia, Bilbao y Madrid: seis ciudades seis, y este río ambulante va a dar en la mar, que no es el morir, sino el permanecer en una época donde casi todo es efímero, comida rápida, cartón piedra. Cuánto ha calado el bardo en la tropa por prójimo, por brujo, por compadre. Lógico, a ver: portan su rúbrica, entre otras maravillas, “Eva tomando el sol”, “Corre, dijo la tortuga”, “Amor se llama el juego”, “Aves de paso” o “Yo me bajo en Atocha”. Su carnívoro y vasto cancionero sostiene un vuelo y un brillo, apaga fuegos con gasofa, electriza en la euforia, acompaña en el llanto y consuela al abandonado como se debe, o sea, ciscándose en quien abandona, deliciosamente torticero y cínico, como José Alfredo.

Sabina se corta la coleta marchando por la puerta grande y nosotros, en Zenda, hemos querido celebrarlo preguntando a un puñado de escritores, periodistas, músicos, actores, humoristas y políticos quién es Sabina para ellos y cuál es su canción favorita y por qué. Disfruten de este festín de arte y, sobre todo, de vida.

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Antonio García de Diego (músico, productor y director musical de la banda de Sabina): “Mi objetividad va a ser relativa. Estoy muy condicionado porque he trabajado con él. En un principio, Joaquín era un cantautor con un lenguaje musical muy distinto, que se separaba del lenguaje musical cansino de los cantautores y, entre comillas, bastante primario, por mucha carga social y política que pudieran tener. Este hombre era más corrosivo, más potente, y más en los tiempos que corrían. Luego tuve la suerte de trabajar con él. Parece ser que me buscó, y ahí empezó un vínculo, al menos, por mi parte, de aprendizaje y agradecimiento: he crecido mucho profesionalmente con él. Eso es lo que más valoro, aparte de haberlo disfrutado: Joaquín es el cantante con el que más me he emocionado, y eso ya es un plus. No digo que con otra gente que haya tocado no haya sentido impulsos emocionantes, pero con Joaquín han sido muy grandes, muy fuertes. Básicamente, lo resumo en eso: Joaquín es emoción, sabiduría (a veces lo reivindico más como sabio que como poeta; sus sentencias son categóricas) y, sobre todo, el agradecimiento a alguien que ha sacado de mí mucho más de lo que yo podía creer que tenía. Todo eso es gracias a esa sabiduría que tiene innata alguna gente.

¿La canción que más me ha gustado? Me han gustado muchas. Soy muy musiquero. La canción perfecta, para mí, es “Peces de ciudad”. Es la simbiosis perfecta entre la letra y la música. Esa letra que casi nadie entiende. Como dice Joaquín: “No sé muy bien lo que quiero decir, pero es lo que quiero decir”. Es una canción que sigo tocando y se me siguen cayendo los lagrimones, de una riqueza musical, armónica y de melodía impresionante”.

Arturo Pérez-Reverte (escritor y académico de la RAE): “Sabina puso música y palabras a los jóvenes y no tan jóvenes de mi generación. Sus letras, extraordinarias, retrataron mejor que cualquier novelista o periodista el ambiente, los personajes y la España de los años ochenta. Recuerdo cuando íbamos a verlo a La Mandrágora, frente a Lucio, donde cantaba con Alberto Pérez y Javier Krahe. Tenía una voz infame y, por eso, vendía las mejores canciones a otros artistas; él tenía el buen humor de no tomarse demasiado en serio a sí mismo. Al final, como era lógico, acabó imponiéndose su talento, y se convirtió en la indiscutible estrella de esos años que es ahora.

Es imposible limitar la grandeza de Sabina a una sola canción. “Pacto entre caballeros” o “Princesa” son, entre muchas otras, algunas de las grandes historias que contó, pero hay una que pertenece a una etapa más tardía que me gusta más que ninguna por su humor y su contenido: “19 días y 500 noches”.

Durante mucho tiempo, luché por que entrara Sabina en la Real Academia Española. No me ayudó mucho y, entre él y los académicos que se negaban, se frustró la operación. Es uno de mis remordimientos no haberlo conseguido, porque lo merecía”.

Darío Adanti (dibujante y humorista): “Joaquín Sabina es esa mezcla del cantautor de la contracultura del siglo XX de tiempos de rock and pop con el juglar ambulante de la tradición europea, ese que cuenta historias épicas aunque, en su caso, es la épica de las vidas rotas que deambulan las noches por las calles de nuestras ciudades y que son vidas quebradas que podrían ser, también, las nuestras.

Mi canción preferida es “Con la frente marchita” porque cuando habla de esa mujer que tiene un puesto en el Rastro, al describirla con fotos de Evita y el Che, sé de quienes habla Joaquín, sé qué y quién es esa mujer, es una más de esas compatriotas de la generación anterior a la mía que fueron masacrados por querer hacer la revolución. La canción, con esa capacidad de síntesis que logran los buenos poetas, describe el drama del exilio político argentino en la última dictadura, la más sangrienta de nuestra historia. Cuando la escucho veo a aquella generación revolucionaria sudamericana que acabó masacrada o, en el mejor de los casos, trasplantada a la fuerza a alguna ciudad de España y algún puesto en el Rastro sin saber quiénes de los suyos, allá, del otro lado del Atlántico, estaba bien o había caído”.

Efe / Javier Lizon

Esperanza Aguirre (política): “Sabina me ha gustado muchísimo desde hace mucho tiempo y me sigue gustando una barbaridad. Mi canción favorita es “Y nos dieron las diez”. No me acuerdo en qué programa de televisión, pero sí sé que yo era candidata por primera vez a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Fue a finales del 2002 o a comienzos del 2003, cuando el “No a la Guerra”. Yo no llevaba ese cartel, por supuesto, pero él sí, le agarré y estuvimos bailando. Fue un momento muy bonito”.

Juan Carlos Baglietto (cantautor): “Ruego que Sabina no se retire. En realidad, no se va a retirar nunca: siempre va a estar presente en todos los corazones de las personas que lo queremos y admiramos, como artista y, en mi caso particular, como persona: Sabina es, para mí, familia. Tuvimos una relación muy cercana durante muchos años. Hasta el punto de que uno de mis cuatro hijos se llama Joaquín por él y él eligió ser su padrino. Y salió cantante y artista, como el padrino. Aprecio, admiro y quiero, como decía antes, a Joaquín por su obra inmensa y por el cariño, la cercanía y la amistad con la que nos relacionamos.

En cuanto a la canción favorita…, hay muchas, pero prefiero elegir la canción que hace muchos años me mostró en un hotel, trasnochados, que es “Eclipse de mar”. Me ofreció que la cantara e hice una versión de esa canción que llevo en mi corazón y la grabé. Muchas veces me ha contado Joaquín que, como yo le cambié algunas cosas, la gente que escuchaba su versión le decía: ‘No es exactamente así, Baglietto la canta distinto’. Aunque la distancia conspire un poco, está siempre ese amor que nos hemos tenido y nos tenemos. ¡Salud y muchos años!”.

Ángeles Caballero (periodista y escritora): “Joaquín Sabina es ese señor al que no le prestaba demasiada atención hasta que, allá por noviembre de 2001, comencé a salir con un hombre que por entonces sólo tenía dos amores inquebrantables: el club de baloncesto Estudiantes y el de Úbeda. Un novio que canturreó como si le fuera la vida en ello ‘Y sin embargo’ en el coche en una de nuestros primeros desplazamientos, con el que pacté escuchas y descubrí que ese hombre con voz de nicotina le ponía nombre a cosas que yo sentía y no decía. Sabina es ese hombre por el que lloraré cuando no esté como lloré cuando se fue la Jurado, es ese hombre al que ya reconocen nuestros hijos cuando vamos en el coche, después de un millón de años y un millón de desplazamientos. Mi canción favorita es “Esa boca es mía” porque es la que arranca una cinta de TDK de 90 minutos que me grabó Tomás al poco tiempo de conocernos. Y que espero que suene en mi funeral tras una vida en la que habré intentado ‘defender el pan y la alegría’”.

Juan Luis Cano (periodista y humorista): “Comenzaba inquieta la década de los ochenta. Yo solía ir a un local de música en directo, de nombre “La Mandrágora”, a escuchar a Don Claudio y Jaime, un dúo maravilloso formado por mi ‘hermano’ Jaime Barella y su amigo Fernando y allí, de vez en cuando, también actuaban otros cuatro artistas: Javier Krahe, Joaquín Sabina, Alberto Pérez y Antonio Sánchez. Esa fue la primera vez que vi a Sabina en directo. Después vinieron a nuestro programa de radio, El Flexo, de la cadena SER, alguna vez, y a lo largo de los años, varias veces más a Gomaespuma. Tiempo después de aquellas actuaciones ‘mandragóricas’, el día de su primer gran concierto en el teatro Salamanca, cenamos en una gran mesa con ellos y con muchas personas más y Joaquín nos firmó un disco (uno para los cuatro: Jaime Barella, Guillermo Fesser, Santiago Alcanda y yo), del que aún recuerdo su dedicatoria: “A Jaime Barella y otras yerbas”, o sea que los otros tres sólo formábamos mera compaña. Tocábamos, si hubiera habido que repartir el disco, a unas siete canciones cada uno y de todas ellas sigue siendo una de mis favoritas de todas las que ha compuesto Sabina a lo largo de su carrera, “Calle Melancolía”, quizás por lo que tiene para mí de nostalgia juvenil”.

Luis Alberto de Cuenca (poeta rey): “Joaquín Sabina es para mí un trovador del siglo XXI. Los trovadores de la Provenza medieval, a partir de Guillermo de Aquitania, reinventaron la lírica en Europa, aportando una tendencia a la transgresión y una sabiduría formal que los hacía irresistibles. Sabina lleva décadas asombrando al personal con los mismos planteamientos de aquellos trovadores. Como ellos, pertenece al futuro. Permanecerá. Lo queremos y lo admiramos.

“Peor para el sol” es, con mucho, mi canción favorita de Joaquín. La letra es ejemplar y la música deliciosa. La historia de amor que desarrolla la canción es digna de figurar en las vitrinas del dolce stil novo. El hecho de que la mujer vuelva al día siguiente al mismo bar donde conoció al narrador de la historia para perseverar en su idilio con él —algo que siempre quiso evitar— me parece hiperromántico. Y últimamente me he vuelto muy romántico”.

Jorge Fernández Díaz (escritor y periodista): “En términos argentinos –porque Sabina es argentino, ¿no?- yo diría sin exagerar que es un Discépolo moderno. Un poeta popular que no compuso tangos –pero casi- y que escribió algunas de las historias más sensibles, lúcidas y emocionantes de su tiempo. Me fascina, muy particularmente, su don de la condensación: como Borges es capaz de narrar una novela entera en un soneto. Se podría hacer un tratado de mil páginas sobre el amor y sus contradicciones colocando en fila sus canciones más emblemáticas y sinceras.

En cuanto a mi canción favorita… Podría elegir muchas, pero por ser un poco más original me mojaré con la última. “Un último vals” es un tema crepuscular que puede rivalizar, en calidad poética, con cualquiera de sus hits históricos. Un réquiem para sí mismo, una despedida a lo grande, que además quedó inmortalizada en un vídeo donde está rodeado de amores y de amigos célebres. Así como Borges concebía el paraíso bajo la forma de una biblioteca, Sabina lo concibe como un bar de medianoche, en la barra frente a un whisky y rodeado de sus camaradas de toda la vida. Allí estará para siempre”.

Jero García (boxeador, escritor, coach): “El maestro Sabina no deja de ser aquel tipo que, a finales de los 80, cruzaba la Plaza de Tirso de Molina a primeras horas de la mañana en busca de reposo.

Ese hombre, con andares de pistolero, siempre saludaba a un chaval enfundado en un mono azul dos tallas más grande de lo debido y que lucía una cabellera frondosa y rizada, a lo Maradona.

—Buenos días, Pelos.

Le decía, cada mañana, cuando se cruzaban las miradas.

—Buenos días, Joaquín —respondía aquel melenudo que hacía muy poco había alcanzado la mayoría de edad.

Años después, uno es Dios en la tierra de los cantautores y el otro apenas un aprendiz de escritor. Uno canta como nadie sus textos y el otro los llora, pero nunca había derramado lágrimas recordando aquellos viejos tiempos en los que se cruzaba con quien fue su ídolo, lo es y lo será por siempre.

“Pongamos que hablo de Madrid” es mi canción favorita, y hoy gasto tinta sobre ella y sobre su autor. Nunca un sudor de bolígrafo valió tanto su precio, porque jamás pensé que algún día volvería a cruzarme en otra plaza con el maestro; esta vez, en la mejor de todas, la Plaza de las Palabras. Se cruzaron nuestros caminos y, aunque mar en Tirso de Molina no hay, fugitivo en agujeros fui: eso nos toca por ser del Atlético de Madrid”.

Josu García (músico, guitarrista en el álbum 19 días y 500 noches): “Conocí a Joaquín en 1987, en la fiesta de presentación de su fantástico álbum Hotel, dulce hotel, de la mano de un gran amigo mío ya fallecido que tenía una buena relación con el de Úbeda. Yo estaba recién llegado a Madrid y me sentía un poco torpe y provinciano entre tantos grandes músicos, actores, periodistas y escritores a los que admiraba. Pero, para mi sorpresa, y sin haber acumulado yo para entonces ningún mérito o poseer una mínima relevancia artística, Joaquín fue extremadamente atento, empático y  cariñoso. Eso me hizo me hizo forjar una excelente idea de su persona (en lo musical ya era yo devoto de sus malabares con los acordes y, sobre todo, con las palabras).

Doce años más tarde, durante la preparación del álbum 19 días y 500 noches (en el que tuve el gran honor de participar como guitarrista), viví una época bastante cercana a él, época que incluyó interminables veladas en su casa de la calle Relatores, en las que se cantaba y se celebraba la vida sin miedo y sin tapujos.

Por ese entonces, mi gran amigo Pablo Martín y yo teníamos un grupo que comenzaba su andadura, y que todavía no estaba siquiera bautizado. Joaquín, en una de esas veladas a las que he hecho referencia, nos ‘regaló’ un nombre que él tenía registrado: ‘La Tercera República’. Fue un espontáneo gesto de generosidad que aún hoy en día me impacta al recordarlo.

Es el más grande en eso que llaman “canción de autor”. El mago de la rima interna y del juego perverso, divertido y audaz con las palabras. Y un gran tipo. Ese es para mí Joaquín Sabina.

¿Canción favorita? Acometo la dificultad de la pregunta apostando por una canción sobrecogedora, de un lirismo extraordinario, impregnada de una tragedia monstruosa pero mezclada con un costumbrismo hiperrealista que realmente asusta. Se trata de “De Purísima y Oro”. Un retrato estremecedor y patético de una época felizmente superada”.

Esteban González Pons (político y escritor): “Sabina es un gran poeta contemporáneo, uno de los mejores, el que ha actualizado la rima consonante dotándola de la naturalidad que había perdido, como en el soneto previo a “Nos sobran los motivos”. Lo que Sabina hace es verdadera poesía, la que es de todos y no sólo de las ratas de biblioteca. Es autor de hallazgos insuperables como ‘la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta’, o ‘antes de que me quieras como se quiere a un gato’, o ‘cuando cenes en el bar del hospital’. Algunas de sus canciones es toda la poesía que escuchará en su vida el 99% de los españoles.

Si le han dado el Nobel a Dylan y el príncipe de Asturias a Leonard Cohen, no veo por qué a Sabina, aunque el preferiría el Princesa de Asturias, no veo por qué, digo, no han de concederle el Cervantes. Propongo el Cervantes para Sabina y admito apuestas sobre si lo aceptará y sobre si, aceptándolo, acabará yendo a recogerlo.

Su sentido del humor, su descaro y su falta de complejos son inéditos en la poesía española, en la que cuanto no sea místico resulta una grosería. Sin Sabina yo no me habría atrevido a escribir Libro de Pecados sin dejar de ser político, a su pícara santidad me encomiendo como autor.

A sabiendas de que se va a descojonar, me declaro sabiniano.

He crecido con sus canciones, de algún modo nos hemos hecho viejos a la vez. Él un poco más, claro. De modo que “Adivina, adivinanza” es mi canción de la facultad, “Cuando era más joven” la de la mili, “Con la frente marchita” la de mis veinte y treinta, con “Yo me bajo en Atocha” y “Contigo” pasé los años de Madrid, “De purísima y oro” es la infancia de mis padres, con “Máter España” me fui a Bruselas y “Más de cien mentiras” sirve para todas las estaciones.

La historia de “Y nos dieron las diez” y “Ojos de gata”, de Sabina una, de Enrique Urquijo la otra, de un amante exitoso una, de un fracasado la otra, refleja bien cómo ha crecido de roto el corazón de mi generación, cómo podemos ser tan tunantes, pero tan melancólicos al mismo tiempo. Más de un chaval de mi quinta ordenará grabar un verso de Sabina sobre su tumba”.

Silvia Grijalba (escritora, directora del Cervantes de Hamburgo): “Joaquín Sabina para mí es el artífice de que en España empezáramos a considerar a los letristas de canciones de rock como poetas. Él fue el que se quitó los complejos, se rodeó de poetas y se equiparó a ellos. Abrió la vía para que las siguientes generaciones presumieran de pluma sin timidez. La canción que más me gusta de Joaquín Sabina es “Princesa”. Me interesa esa letra en la que un hombre cabal no se deja arrastrar por una mujer fatal. Un ejemplo de que las mujeres tenemos peor cabeza para este tipo de cosas del amor”.

Angel Antonio Herrera (periodista y poeta): “Sabina es quien mejor me ha leído, en canción, la propia vida, entre la imaginación y la nostalgia. Un búcaro de sus versos cantados encierra alguna de nuestras mejores noches, o peores. Se nos ha adelantado en el alejandrino que no hicimos y en la vida salvaje que sólo sostuvimos una temporada. Por encima o por debajo de todo lo suyo hay una torería ante el precipicio, que no solo incluye el trato con vampiras de paso sino la contemplación en soledad del propio espejo, donde solo la poesía nos explica.

En cuanto a la canción preferida, pues no la tengo porque son varias, o muchas. “Peces de ciudad”, “Peor para el sol”, “De purisima y oro”, “Y sin embargo”, “Tan joven y tan viejo” y muchas otras son podio del cancionero en español y, por tanto, lo mejor de nuestro karaoke interior. En su repertorio inmenso no sólo hay jarana diversa sino el retrato largo de un hombre que entendió que vivir es exagerar, que amar es exagerar, que morir es exagerar”.

Elvira Lindo (escritora): “Para mí, Joaquín Sabina es un artista que ha sabido dar voz al sentir de varias generaciones. Es algo así como convertirte en portavoz de un estado de ánimo colectivo. Una de las canciones que más me gustan de él es “Calle Melancolía”. Es una canción que refleja un momento de mi vida, que lo describe en mi memoria tal cual fue. Me gusta la letra y me gusta la música. Recuerdo haberla cantado y haberla ‘pinchado’ frecuentemente en mis programas de radio”.

Antonio Lucas (poeta y periodista): “Es el gato de Úbeda más madrileño de Madrid. Sobre todo, es el tipo que ha confeccionado una manera de estar en Madrid. No de sentirla o no sentirla, sino de estar en Madrid: de entender la ciudad de un modo muy distinto a como hasta que llegó él. Esta ciudad maravillosa, vitriólica, disparatada, centrada y todo a la vez: Madrid cogió un quilate distinto. Por lo menos, para los cientos, miles y millones de personas que han coreado las canciones de Sabina, que entran y salen siempre de Madrid. Luego, es un cantautor, un músico que, poniendo la oreja en el suelo, como los sioux para ver por dónde viene el galope del Séptimo de Caballería, ha conseguido hacer una poesía de la música, un sonetismo de la calle. Ha logrado que, en sus textos, de repente, se convoque una tribu muy desplegada y, a la vez, muy extravagante. En los conciertos de Sabina, además del prodigio generacional, probablemente, verás esa polarización de la calle coreando “19 días y 500 noches”. Uno del PCE y otro de la banda de Vox. Es el tío del que no dudas cuando lo cantas. En cuanto a mi canción favorita, mira que tienes cojones tú, preguntar sólo por una… Es “Contigo””.

Edu Madina (político): “Pensé siempre, y sigo pensando, que Joaquín Sabina es el músico español que mejor ha descrito, en muchas de las canciones que ha cantado, las atmósferas de la vida urbana de nuestro tiempo. No ha hecho falta vivir en Madrid para ver el reflejo en sus letras de los lugares por los que ha ido pasando nuestra vida; amores y desamores, éxitos y fracasos, noches etílicas en dulces barras de bar y amargas madrugadas en el metro. Uno de los grandes referentes de la cultura en nuestro país. Uno de los grandes nombres de nuestra música.

En cuanto a canción(es) favorita(s)…, una, “Eclipse de mar”. Siempre que escucho música de Sabina termino buscando esta canción. No puedo describir qué tiene, pero hay algo en ella que la hace especial para mí. Quizá sea el clima que crea, quizá el conjunto de la letra o quizá la entonación de Sabina en la estrofa central “Hoy amor, igual que ayer, como siempre… El diario no hablaba de ti”. Algo hay dentro de esta canción que me emociona de manera especial.

Y dos, “Peces de ciudad”. Quiero citarla porque fue una canción importante para mí y para muchos de mis amigos más cercanos en momentos muy difíciles. Sonó el 23 de febrero de 2002 por las calles de Bilbao al paso de una multitudinaria manifestación de repulsa tras un atentado terrorista de ETA”.

José Mota (humorista): “Sabina es Quevedo y viceversa: Quevedo era el Sabina del Siglo de Oro. Un poeta ingenioso, mordaz, con la lengua más afilada que la espada, capaz de rimar lo sublime y lo vulgar en un mismo verso. Sabina es Quevedo con guitarra: bohemio, de bar sin zapatillas, con la misma ironía castiza, pero cambiando el tintero por un cigarro y una copa de whisky. Quevedo escribía sonetos contra Góngora; Sabina canta tangos contra la rutina. Ambos saben que el amor es hermoso… hasta que te arruina la vida. Por eso, una canción especialmente significativa para mí, entre tantas, podría ser “Amor se llama el juego”. Sabina es un pescador de vivencias, un alfarero del hastío, un burlador del desencanto. Y un bálsamo para las arrugas del alma. Gracias por tanto, Joaquín”.

Julia Navarro (escritora): “Sabina es el referente de una época. Sus canciones me han acompañado durante muchos años, durante el día y muchas noches, han estado muy presentes en mi vida. Cada vez que me subía a mi coche, metía un CD con canciones de Sabina. Tiene una voz única, desgarrada. Es un poeta, con su tono irónico, con esa capacidad de reírse de sí mismo, de ironizar sobre los amores y los desamores. Mis canciones favoritas de él… Ay, déjame elegir dos: “19 días y 500 noches” e “Y nos dieron las diez””.

Juan Manuel de Prada (escritor): “Sabina es el último juglar de nuestra cultura, un juglar acanallado y cheli, con toda la noche sobre sus espaldas y el fuego de un sol todavía inédito en la mirada. En su música hay mucha literatura, tanta que parece que la boca se le llena de un cuajarón de tinta rasposa cuando canta. Es un poeta con una sílaba que se queda afónica, con una cuerda que se ha roto en alguna esquina de la noche; y esto hace que su música tenga un brío y un dolor nuevos, una melancolía y una sorna incomparable.

Creo que me quedaría con “De purísima y oro”, porque me arece alguno así como un Aleph en el que se congrega vertiginosamente toda la historia e intrahistoria de la posguerra, es como una mirada panorámica y a la vez caleidoscópica sobre el pasado tan lejano y tan reciente”.

Javier Rioyo (periodista, guionista y director de documentales): “Para mí, Sabina es aquel Joaquín que llegó al barrio después de Londres. Se convirtió en el mejor comunicador de la vida alegre, con todas sus derrotas. Con él disfruté, reí, bebí y compartí algunos días y bastantes noches. Sabina somos nosotros. Mi canción favorita es “Pongamos que hablo de Madrid”. Allí superó las felices noches de mandrágoras, inició el camino de contarse a sí mismo y contar la ciudad. La primera de tantos clásicos. Las hay mejores, pero esa me devuelve felicidad, cercanía y verdad”.

Manolo Rodríguez (músico, guitarrista de Joaquín Sabina y Viceversa): “Me dedico a la postproducción de sonido desde que dejé de tocar la guitarra profesionalmente, hace 30 años. Al principio, sólo me interesaba de las canciones el sonido de la producción y la mezcla, las guitarras y sus efectos, la batería y el bajo llevando el peso, incluso la voz, pero sólo por su sonido dentro de una canción o tema; nunca me interesó el contenido de la letra, hasta que conocí a Sabina. Ahí cambió todo. La primera letra que me impactó fue “Qué demasiao”, escuchada en la versión de Pulgarcito. Luego vinieron el resto de canciones, las que grabé en sus primeros discos y le acompañé como guitarrista, además de conocerle durante varios años, aprender de él y de su forma de entender la vida.

Hasta que dejó de contar conmigo y ya no pude escucharle más durante años. Fue como una novia que te deja y no te libras jamás del vuelco que te da el corazón saber de ella. Con los años el dolor va pasando, pero siempre te enfadas contigo por no haber sabido mantener su interés en mi forma de tocar y en mi personalidad como guitarrista, músico o persona. Ojalá hubiera seguido tocando con Sabina hasta su retirada. Admiración absoluta por su genio.

Muchas canciones favoritas, pero por decir una: “Rebajas de Enero”, de mi época con Sabina, porque a todos gustó mi guitarra en esa canción y especialmente a Joaquín, y cuando la escucho me emociona mucho”.

Reynaldo Sietecase (periodista y escritor): “Conocí a Joaquín Sabina de un modo que lo define. Fue en 1992, cuando todavía no era tan popular en Argentina y se daba algunos gustos, como caminar por Buenos Aires sin el acoso de sus fanáticos. En una de esas recorridas, compró mi segundo libro de poemas, Cierta curiosidad por las tetas, claramente atraído por el título que remite a un verso de César Fernández Moreno. Su curiosidad por la poesía, en este caso, operó el milagro laico que hizo que nuestras vidas se cruzaran unos meses después cuando llegó a Rosario, donde entonces vivía, para unos conciertos. Nuestra relación está atravesada por la admiración que le tengo al enorme cantor y al fino poeta que confluyen en su existencia. Nos traficamos versos y conversaciones. Muchas menos veces de las que hubiese deseado. La poesía fue un puente perdurable. Su obra es síntesis de ternura, ironía e inteligencia. Nunca dejó de comprometerse con las causas justas y siempre estuvo cerca de los perdedores. Como el Philip Marlowe de Chandler, sólo vendió su alma por amor o amistad. Sus canciones serán por siempre parte fundamental de la banda sonora de nuestra existencia.

En cuanto a la canción… Es difícil elegir una canción en una obra tan deslumbrante. Forzado a este juego impiadoso me quedo con “Peces de ciudad”, ese himno a la aventura y el desarraigo, que en algunos conciertos de Buenos Aires tuvo la gentileza de dedicarme. Una condecoración invisible que luzco en el corazón”.

Pedro Simón (periodista): “Para mí, Sabina es la mejor peor voz del último medio siglo en España. Un Bob Dylan nacido en Úbeda. El folk urbano más exportable que ha dado la música española. ¿Una canción? “Princesa”. Irrumpió como un bulldozer a mediados de los 80 y, en los barrios como Carabanchel, aquella princesa de la canción podía ser una vecina, una compañera de pupitre, una chica de tu calle… Frente a las princesas de tiara y tul, Sabina le cantaba por fin a aquellas princesas de papel plata y dientes mellados. Las nuestras, de algún modo. Para mí, ese es el mejor Sabina, el que mira a las periferias de oscuras monarquías”.

Juan Soto Ivars (escritor): “Sabina es el tío al que le plagiaba versos para llevarme a las chicas al huerto cuando era un joven, el hombre al que le plagié los cojones cuando me tocó abrirme paso entre adultos y estafadores, y el viejo al que me gustaría plagiarle el amor de las masas cuando me toque retirarme. Mi canción favorita, por motivos estrictamente biográficos, es “Cuando era más joven””.

David Summers (líder de Hombres G): “Sabina es, ante todo, una referencia. Para todos aquellos que intentamos ordenar las palabras para crear y transmitir emociones, es decir, para hacer magia, Sabina es nuestro maestro. Es un poeta extraordinario, un canalla enamorado, un borracho con voz cascada, y una cascada de sentimientos, un demonio de luz, un auténtico rolling stone. Para mí, es un privilegio haber convivido con su música y haber tenido la oportunidad de aprender de él durante la mayor parte de mi vida. Sólo tengo palabras de agradecimiento por todo lo que nos ha dado. Le mando un abrazo fraternal, como dicen en nuestra América.

Me encantan muchas de sus canciones, pero te diré “Calle Melancolía” porque, hace muchos años, fui a verle al maravilloso Teatro Metropolitan, en Ciudad de México, y alguien le diría que yo estaba entre el público y me la dedicó con muchísimo cariño. Es probable que él no lo recuerde, pero yo nunca lo olvidaré”.

Rosa Villacastín (periodista): “Para mí, Sabina es el referente de una época que, desgraciadamente, está desapareciendo. Me gustan sus canciones, su estilo de chico de barrio, su desgarro. Me quedaría con “Y nos dieron las diez”; me gustan otras muchas, pero no quiero alargarme. Me pregunto: si se retiran Serrat, Joaquín o Miguel Ríos, ¿con quién podremos soñar? No lo sé y me entristece. En la despedida de Serrat, lloré como una niña. Cuando muera, he pedido que me despidan con “Mediterráneo””.

Luis Zahera (actor): “A Sabina lo relaciono con Nueva York. Estuve dos años en Nueva York, en el 90 y en el 91, espabilándome. Me llamó muchísimo la atención que allí, todos los españoles, todos los gallegos, escuchaban a Joaquín Sabina. Yo lo conocí allí, en aquel momento. Notabas que aquellos emigrantes se apoyaban muchísimo en esas letras, tío. Las ponían una y otra vez. Hacías una barbacoa, y sonaba Sabina; una comida en casa de alguien, y sonaba Sabina. Todo tiene una moda, un lugar y un tiempo, pero veías que aquellos poemas cantados les ayudaban. Me parecieron mágicas sus letras. Poesía. Es un poeta, una cosa fuera de lo normal. Y te diría que mi canción preferida es “Calle Melancolía””.

Posdata –testimonio enviado con el reportaje publicado–:

 

Alejandro Talavante (torero): “Sabina es, quizá, el instrumento que más me ayudó a conocerme a mí mismo. Mis padres siempre lo escuchaban en casa y me pasé parte de mi adolescencia desenredando sus metáforas para llegar a comprender cómo funcionan muchas cosas en la vida pero, sobre todo, cómo funciona el corazón, el que ha sido siempre mi brújula.

 

Después, gracias a su pasión por el toreo, le invité a los toros y él me invitó a su casa en Tirso de Molina, en la que, en un momento dado, fui al baño y allí tenía sus premios más importantes.

Cuando volví al salón me cantó la canción ‘De purísima y oro’, me dijo que iba a resucitar en Las Ventas de Madrid y que él iría a presenciar esa resurrección… Ese día, cuando cruzaba la puerta grande en medio de la multitud, pensé en su irónica sonrisa.

De Sabina sería más sencillo decir cual no es mi canción favorita, pero si tengo que quedarme con alguna sería, sin duda, ‘Eclipse de Mar’”.

 

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Félix Freites
Félix Freites
2 meses hace

Dieguitos y Mafaldas, pinta a una generación (o a todas) de Argentinos y también deseas que el viento “le levante a Paula la pollera”.
Que digo de mi admirado, según Pérez-Reverte luchó por que Joaquín entrara a RAE, aún hay tiempo, Maestro, mientras también esperaríamos que el Nobel le reconozca al igual que a Eric Clapton, pero en letras españolas.
…que el diccionario detenga las balas”…