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Cien metros, una novela central

Cien metros, una novela central

Erein publica una nueva edición de Cien metros, de Ramón Saizarbitoria, novela escrita en 1972 pero que permaneció inédita hasta 1976, y cuya primera tirada fue secuestrada por la policía y su autor denunciado ante la justicia. A continuación os ofrecemos el prólogo de Jon Kortazar.

PRÓLOGO

Leer Cien metros en 2016

Comienzo a escribir este texto sobre Cien metros de Ramon Saizarbitoria en septiembre de 2016. Escrita en 1972, la obra se editó en 1976 y conoció una temprana traducción al castellano en 1979. Ante los textos que van a crear lo que se puede llamar “memoria de la segunda generación”, Ramon Saizarbitoria publicó Cien metros en un momento en que el franquismo se encontraba aún vivo, y bien vivo (bastaría con recordar los fusilamientos de septiembre de 1975), y ello afectó de manera importante a la historia de la edición y recepción de la novela. A pesar de que el autor era partícipe de una editorial legal, Lur, era prácticamente imposible pensar en la impresión de la obra en el primer lustro de los 70 en España, por lo que el autor intentó editarla en el país vasco-francés. Se demoró prudentemente su publicación hasta febrero de 1976, pero se dictó una orden de secuestro y la obra fue retirada de las librerías por la policía y el autor denunciado ante el Tribunal de Orden Público. Ramon Saizarbitoria no tuvo que acudir a juicio porque fue absuelto en la Amnistía General de 1977. Todos estos hechos llevaron a que la obra fuera recibida –equivocadamente– como una apología de la lucha armada.

Escribir una novela en 1972 con un miembro de una organización armada que huye de la policía como protagonista no es lo mismo que hacerlo en 2016. Ha cambiado el estado de opinión. Bajo el franquismo, ETA mantenía un apoyo explícito de amplios sectores dela población y una simpatía que se manifestaba en la izquierda europea. Las afirmaciones de Jean Paul Sartre propiciaron un mensaje favorable a la lucha contra la dictadura franquista, y no está de más recordar el tiempo que llevó conseguir la ayuda de Francia en la lucha contra ETA. Cuando la organización combate la dictadura crea un estado de opinión quecambia cuando se dedica a amenazar a la democracia, por imperfecta que pudiera parecer,con una importante Ley de Amnistía entrelos dos momentos históricos que se cierran y abren en 1975. Y desde luego, cualquier simpatía desaparece cuando decreta ese inmoral estado de socialización del sufrimiento, momento en el que la política se utiliza para la infelicidad de la ciudadanía y no para la creación de las condiciones de superación en la sociedad.

Cuando Ramon Saizarbitoria escribe esta novela, estamos en un momento en el que existía una cierta fascinación por la organización, porque luchaba contra el franquismo. De manera matizada, porque la novela muestra esa opinión de manera muy compleja, el texto se inscribe en esa sensación general. Viene en mi ayuda una nota del historiador Santiago de Pablo, que en referencia a Creadores de sombra. ETA y el nacionalismo vasco a través del cine, una obra sobre la filmografía que tiene a ETA como tema principal, declara a su entrevistador lo siguiente: “Identifica una etapa inicial con una visión romántica y casi heroica de los etarras donde no aparecen víctimas. ‘El retrato durante mucho tiempo ha sido benévolo’, opina. Siguió otra fase, a partir de los noventa, de escasez de títulos. Y es a partir de 2000 cuando regresan las películas con una visión más crítica hacia la banda” (El País 24.09.2016).

Vamos a leer en 2016 una novela publicada en 1976, aunque probablemente en ella no existan ni la visión romántica, ni la heroica que se mencionan en la frase anterior.

Cien metros, una novela central

Como se ha descrito muchísimas veces en el mundo de la crítica vasca, la novela recrea una loca carrera de un activista (sin que se mencione la organización a la que pertenece), de quien solo conocemos su nombre, José, rodeado por la policía en la Plaza Vieja de Donostia, ahora llamada Plaza de la Constitución, hasta que cae malherido frente a un estudiante que espera frente a un bar cerrado. La novela, organizada como un puzzle, muestra una estructura bien trabada en diversos planos narrativos.

Todos los capítulos comienzan con una breve crónica de la rutina escolar de un niño (que pronto entenderemos que es el protagonista) y el castigo al que se le somete por su identidad vasca, obligado a copiar innumerables veces una frase larguísima. El segmento sobre la huida parte siempre desde el estadio externo del personaje, y con una óptica fotográfica y objetiva, en ningún caso aséptica, secuenta cómo se mueve, focalizando su aspecto exterior para llegar en una mise en abîme, en una narración dentro de la narración, a su mundo interior en el que se encuentran cinco episodios clave de su pasado: el castigo paterno; el descubrimiento del amor y las experiencias sexuales con Michele Manassé, uno de los hilos de la unidad del libro; la amistad con Manuel, un compañero de comando que dejará la organización; y la muerte de su padre, para desde el interior y el pasado volver a emerger a la realidad de la huida. Estos planos narrativos se completan con otros tres elementos que se van combinando en la estructura: los recortes de los diarios que cuentan la verdad oficial de lo sucedido, las conversaciones de la ciudad y su descripción en una guía de estilo costumbrista y el inquietante interrogatorio al personaje que esperaba frente al bar cerrado, que en un giro sorpresivo e irónico se ve envuelto en un ardid del destino del que no podrá escapar.

El último capítulo sigue al cadáver del militante y cuenta algunas reacciones a su muerte.

La novela ha conocido numerosas ediciones en lengua vasca y ha sido traducida al castellano, inglés e italiano. Muy probablemente se leyó como una novela que, de manera sobresaliente en toda la obra de Ramon Saizarbitoria, abordaba un tema presente en la sociedad vasca en el momento en que se asistía alenfrentamiento entrela dictadura y la contestación armada. Puede que los primeros lectores de la novela hayan querido ver una visión romántica,como describe Santiago de Pablo. En las siguientes líneas seguiremos una vía de interpretación quesubraya elcarácter antiheroíco del protagonista.

Pero vayamos por partes. Para empezar, ¿cuál es el género literario al que se adscribe? Descrita como novela en el sistema literario vasco, donde no abundan hasta bien entrado los 70 del siglo XX, en mi opinión, se trata de una novela breve, adjetivo que no sólo designa de manera obvia su extensión sino que hace referencia también a su vertiente técnica y a su cercanía al relato, puesto que la obra toma del cuento dos aspectos que me parecen centrales: la ausencia de grandes descripciones y la importancia concedida a los detalles como elementos simbólicos.

Comenzando por la ausencia de descripciones extensas, en el texto se observan grandes vacíos: no se realiza una explicación en profundidad de las causas que llevan a José a la militancia (exceptuando un castigo escolar, que supone una imposición y una castración de su identidad, quizás la militancia nacionalista de su padre, gudari, soldado en la Guerra Civil), ni existe una descripción de su personalidad. Los relatos y las novelas breves, tan cerca del elemento poético, prefieren la sugerencia y la interpretación de los detalles. Uno de ellos, y no el menos importante, reside en la lectura del espacio: la Plaza Vieja fue, en su tiempo, utilizada como plaza de toros, por lo que la muerte de ese militante escenifica una corrida, donde la víctima será rematada por los ejecutores. Es bien cierto que en las novelas de Saizarbitoria, también en esta, se ha explorado la represión franquista y la forma en que los victimarios se convierten también en víctimas. José es una víctima por las circunstancias históricas de la dictadura que le ha tocado vivir. En la configuración literaria del personaje, es fácil decirlo ahora, echo en falta una mayor complejidad, puesto que el personaje es demasiado pasivo en la concreción de sus opciones, excepto en una que tiene que ver con la forma en que elige morir.

Sobre sentido lúdico y sentido trágico

Siempre me han llamado la atención las menciones quese hacen en la novela al deporte: su mismo título, alguna alusión al baloncesto en el texto original… No son, sin embargo, deudoras de ningún exceso de celo realista: la Plaza de la Constitución no mide 100 metros ni en diagonal. El detalle me siguió intrigando hasta que caí en la cuenta de una pequeña disrupción cronológica en la novela. Según uno de los recortes de un póster callejero nos encontramos en San Sebastián. Festivales de España. Verano del 74. Pero entonces ¿qué hace esa otra nota de prensa?: “DISMINUYEN LAS ESPERANZAS ESPAÑOLAS. Madrid 28. (De nuestra redacción). Es difícil que España consiga una medalla en los Juegos”.

¿De qué Juegos se habla? Evidentemente, de los Juegos Olímpicos. Y entonces obtienen sentido las referencias deportivas. Pero ¿qué Juegos Olímpicos? No pueden ser más que los de Múnich en 1972, con su reguero de sangre en el ataque de Septiembre Negro al equipo olímpico israelí.

Merece la pena abrir el foco del objetivo: la novela sitúa la muerte de José, por cierto una muerte inútil, dentro de un contexto de violencia general. Esa violencia mantiene en el texto un marco simbólico y metafísico, que se expresa en las canciones de Prévert: el mundo gira en sus charcos de sangre; y en una lectura nihilista no es posible salir de ese círculo en el que el mundo se ve envuelto en una elipsis de muerte. Pero la novela atiende también a un marco histórico en el que se sugiere la existencia de una situación injusta a la que se responde con violencia, como en la sede olímpica de Múnich y en su aeropuerto. Pero también se tienen en cuenta otras violencias institucionalizadas. Pensemos. ¿Dónde está ahora Michele Manassé? “En Chile (breve pausa), ahora vive en Chile. Se fue allí”, dirá el estudiante a la policía que le apremia. Antes ya se nos había dicho que hablaba español con acento chileno. Y ¿qué había sucedido en Chile en septiembre (otra vez negro) de 1973? El golpe de Pinochet. Si la novela se sitúa en 1974, Manassé ha vuelto a Chile para lucharcontra la dictadura impuesta por el ejército. En ese mundo que gira inmerso en sangre, en esas luchas históricas de los palestinos en conflicto con los israelíes y de los socialistas chilenos contra la dictadura aparece también José, en un nivel más pequeño y poco comparable con aquellos, en su lucha contra la dictadura injusta.

Una novela contada en varios niveles

Como hemos descrito antes, la narración se mueve en diversos planos y se dirige desde el mundo exterior, desde las reacciones físicas y fisiológicas, hacia el interior, hacia los recuerdos más íntimos del personaje. Esos recuerdos, no hace falta acudir al análisis psicoanalítico, configuran el mundo propio de José. Tres figuras conforman su red afectiva más importante: Michele Manassé, Manuel y su padre.

Frente a lo poco que sabemos de José, Michele Manassé siempre me pareció un personaje más complejo que el protagonista. Ante un José, que a veces se muestra pasivo, Manassé parece ser dueña de sus decisiones: “Michele Manassé” 21-IV-46 0 RH+/ “Juive et vielle”. En un juego irónico, el autor concede al personaje su misma fecha de nacimiento (21-IV), pero no el año, porque en 1944, año del nacimiento de Ramon Saizarbitoria, es probable que los padres de Michele estuvieran sufriendo la represión nazi, por lo que la sitúa tras el final de la Guerra Mundial. Judía, sabedora de la represión nacionalsocialista. Judía politizada y radical. Y que toma “sus precauciones”, es decir, utiliza anticonceptivos. Manassé es la persona que simboliza a la mujer post-68 que adopta sus decisiones personales y políticas. Que deja el País Vasco y se va a Chile a luchar por la libertad.

Manassé representa también la libertad sexual, y regala una llave a sus grandes amigos. Una llave que nos reserva uno de los grandes giros narrativos de la novela. Cuando José se ve rodeado por la policía busca la presencia de un testigo, para que pueda relatar su muerte, y sobre todo, para no morir solo. En ese momento José lleva la llave que le dio Michele Manassé, pero el estudiante anónimo, de sorpresa, también fue amante de la judía francesa y lleva otra llave igual a la que porta el protagonista. Todo parece una coincidencia, una coincidencia irónica, pero que lleva a la policía a pensar erróneamente que el estudiante y José se conocen y son cómplices. El estudiante en ningún momento podrá probar su inocencia. El escritor Mikel Hernández Abaitua ha interpretado la coincidencia como un símbolo de que, en una dictadura, todo el mundo es sospechoso –culpable– hasta que no se demuestre lo contrario. Puede pensarse que en una dictadura (y quizás en la vida misma) el azar aparece como uno delos impulsores dela vida que deben vivir los personajes. En mi opinión, el hecho de que dos personas que no se conocen hayan tenido la misma amante y posean llaves idénticas confiere al azar una fuerza incontrolable de los destinos humanos, y por ello, además de una lectura política, el uso de la casualidad y el azar posibilita una lectura simbólica (e irónica) sobre la configuración del futuro de las personas.

Manuel, el compañero de comando que fue herido e internado en Neuchatel, Suiza, no porcasualidad el mismo país en el que cursó sus estudios Ramon Saizarbitoria, escenifica la posibilidad de la reinserción, de poder abandonar la lucha armada, a pesar de que antes abogase por llevar a cabo acciones suicidas. En el sanatorio suizo conoce a una española emigrante y secasa con ella. Joséconservará en su memoria el momento en quelo vio en la playa de Sokoa,con su mujere hija. Y le hubiera querido decir que no tenía nada contra él y que comprendía su opción de abandonar la organización y reintegrarse en la vida civil. Además, en la asamblea que se decidió su expulsión, se mostró en contra de la resolución, porque le parecía absurdo expulsar a alguien que ya había dejado la organización. Ramon Saizarbitoria ha insistido en muchas ocasiones en la centralidad de este personaje, como una metáfora clave de su pensamiento. Manuel representa la posibilidad política de otra vía, que más tarde ETA truncó con el asesinato de Yoyes. Habían cambiado las cosas. En su diario –que el libro Yoyes desde la ventana recoge–, en un capricho del destino de sabor borgiano, Dolores González Catarain, Yoyes, relata que la víspera de su muerte vio la película Cien metros (en 1984 se estrenó la versión cinematográfica de la novela) y que le impresionó de forma profunda.

El protagonista mantiene con su padre una relación ambigua y compleja. En el primer capítulo recuerda el castigo que su padre le infligió en la infancia por mojar y estropear unas sandalias, jugando con las olas, hecho que sucede, ¿cómo no?, “en septiembre”, en época de mareas vivas. El castigo paterno se enmarca en un contexto general de represión, en una conciencia de víctima que ya aparece en la infancia. Sin embargo, en el capítulo quinto, el recuerdo de su padre es más personal e importante. En párrafos densos se relata la muerte del padre que representa para él una suerte de rito iniciático, en donde uno de los presentes sentenciará: “Ahora ya eres un hombre”. La identificación entre hijo y padre se forja en otro precepto pronunciado en la misma secuencia por otro de los asistentes: “Este será gudari”, evocando la historia del padre, soldado vasco, quien pasará a su hijo el testigo de una memoria infausta. Diría que en esa sentencia existe una identificación con la militancia del padre en el nacionalismo y en su participación en la guerra; era y es una frase común entre militantes de esa ideología, y no hay por qué pensar, como puede hacerse muy fácilmente en la actualidad en una lectura retrospectiva, que el personaje se refiera a ETA. Por la cronología, José no es todavía un adulto, parece más bien un adolescente, la escena podría situarse en los años 50, antes pues del nacimiento de la organización. Pero resulta importante señalar que el padre simboliza la tierra padre (y no la tierra madre), y en última instancia, la patria.

La novela descubre el significado del destino del hijo y del padre haciendo coincidir temáticamente las dos muertes: tras la muerte del padre acontece la del hijo. La identificación entre ambos queda reforzada por ese momento climático de la novela, en su relato de una muerte anunciada, una suerte de víacrucis secularizado. Esta compleja relación conecta con las reflexiones y declaraciones que el autor ha mantenido acerca de la patria vasca. En este sentido habría que recordar el ensayo que Saizarbitoria publicó en 1999 Aberriren alde (eta kontra) [A favor de la patria (y en su contra)] y la frase definitoria “No quiero morir por la patria. Quiero que la patria me deje en paz” (ABC, 23.03.2002).

La patria, el padre, no le dejó en paz a José.

Una novela antiheróica

Cuando Jon Juaristi refiere que Cien metros se ha convertido en una novela mal leída, quiere subrayar que, mientras los lectores han pretendido y buscado una visión positiva de la lucha armada contra la dictadura, en la novela se manifiesta lo contrario, una narración que sugiere que la lucha era inútil, en cuanto que desde el principio el personaje sabe que su huida no lleva a ningún lado. De hecho la huida del protagonista tiene mucho que ver con el suicidio, y en este sentido Mikel Hernández Abaitua ha dado a conocer que, mientras escribía la obra, Ramon Saizarbitoria leía El suicidio. Estudio de sociología (1897), del padre de la sociología moderna Émile Durkheim, con cuyo nombre bautizó la ciudad donde transcurre la acción de su primera novela. En este sentido el relato refleja una actitud antiheroica. Además podríamos referirnos a las múltiples alusiones en el texto a un tiempo circular que se repite y que contradice y anula el tiempo lineal en el que se basa la utopía. Además, Saizarbitoria ha dejado claro que la acción del militante es recibida con indiferencia, cuando no con cinismo y superficialidad, por los habitantes de la ciudad en la que suceden los hechos. Esa especie de coro de tragedia griega que se configura en los comentarios de los convecinos refleja una actitud distante, como si la vida transcurriera lejos del escenario de la muerte de José. Las metáforas creadas con objetos resultan una de las claves en la novela y en un momento, en el punto final, el protagonista es comparado a una teja que falta en un tejado. Una teja, no mucho, un objeto sin sentido. Algo que nadie echará en falta.

El protagonista corre, tanto por razones tácticas (tener un testigo del hecho) como por razones personales, hacia el personaje que, sentado fuera de un bar cerrado, es testigo de cuanto acontece. José no quiere morir solo, desea una muerte en compañía, con la cercanía de alguien, busca una protección que llama instintiva: “El buscar gente, el querer sentir la presencia de la gente, es instintivo en ti en los momentos en los que te ves en peligro”. Resulta evidente también que busca que el testigo dé testimonio de su muerte.

Un último giro irónico, sin embargo, deja entrever la inutilidad de la acción: cuando José muere nadie, ni siquiera el narrador, sabrá qué ha dicho. Lo único que se transcribe es: “Un ruido sordo que puede ser mierda, deja, viva, gora”. Si el personaje hubiera pronunciado “viva”, su vida hubiera tenido sentido, pero si hubiera dicho “mierda”, está clara la inutilidad de su trayectoria. Ramon Saizarbitoria utiliza con abundancia en sus obras la técnica del narrador agnóstico, quien no puedeconocer la realidad, y por tanto, le resulta imposibletranscribirla. Nunca sabremos qué ha dicho,como últimas palabras, el personaje. Además, ahondando si cabe más en la ironía, el estudiante testigo que las hubiera podido oír, no sabe euskara, por lo que en el caso de que las hubiera pronunciado, no habrían sido entendidas. El testimonio de la muerte de José, que éste busca acercándose al testigo de la escena, resulta inútil. Solo existe el silencio. Y a lo más, “un grito animal”. Nada.

Publicar en 1976

Tanto la escritura como la publicación de la obra sufrieron diversos avatares. La aparición de la novela en 1976 tiene consecuencias para su autor, tal como hemos anunciado en las primeras líneas de este prólogo. Al autor se le abrió el sumario 702/76 en el Juzgado de Orden Público n. 1 de San Sebastián. Tras la Ley Fraga, había dos posibilidades de relación con la Censura al publicar una obra: presentarla a examen y seguir sus dictados, o bien publicarla sin el informe de la censura, que podía posteriormente revisar la obra, para aceptarla o prohibirla. Fue esto último lo que sucedió con Cien metros.

Un juez ordenó el secuestro de la edición y la retirada de los ejemplares distribuidos por las librerías. Curiosamente, el informe de la censura, que transcribimos, pone el acento en cuestiones distintas a la violencia armada de la organización. El texto, extraído del libro sobre la censura de Joan Mari Torrealdai, es el siguiente:

“El protagonista, que simboliza a todo el pueblo vasco, es perseguido, cazado y torturado por la fuerzas de Orden Público. En la trama de esta novela se mezclan hechos cotidianos provenientes de los medios informativos confrontándolos con la persecución, sufrimientos y torturas que se aplican al protagonista, que se niega a delatar a sus compañeros de grupo. En el parangón entre el protagonista y el pueblo vasco, se termina haciendo una apología del joven identificándole con la tierra que va a recoger su cadáver. Dos son pues las características que se deducen del libro: crítica ofensiva e inaceptable hacia el Gobierno y su actuación en el País Vasco, ofensas hacia la Policía y Fuerzas de Orden Público y velado espíritu separatista en contradicción con nuestra normativa Jurídica. Utilizando un sentido peyorativo y despectivo, cada vez que se hace hablar a los Policías, el autor utiliza el castellano para marcar aún más la diferencia entre Vasconia y el resto de España. Por todo lo anterior estimamos que el presente depósito no debe ser aceptado por presumible existencia de figura delictiva: y de acuerdo con lo ordenado en el artículo 64 de la Ley de Prensa e Imprenta debería ser puesto a disposición de la Autoridad Judicial correspondiente”.

Se subrayan dos aspectos: la crítica hacia el Gobierno y el espíritu separatista. Se omite, en cambio, la referencia a la lucha armada. Esa lectura, apresurada como puede observarse en la referencia a la tortura que se aplica al protagonista, inexistente en la novela, resulta curiosa porque el informador censor refrenda con su silencio la opinión del lector competente que no encuentra en la novela ningún elogio de la violencia.

Publicar una novela como esta en 1976 no resultaba gratuito. Por todo ello, y dado que la percepción sobre ETA ha cambiado desde hace ya muchos años, quien se acerque a la novela tendrá que tener en cuenta el contexto histórico. Ramon Saizarbitoria ha reflexionado sobre la posibilidad de que su lectura se haga ahora con otra perspectiva y ha mostrado una actitud crítica sobre su posición: “Me costó darme cuenta [del espíritu de ETA], me hubiera gustado espabilar antes y me arrepiento de no haberlo hecho” (El Correo 17.12.2016).

Esta novela puede encontrarse en medio de una paradoja. En el momento de su edición fue mal leída, porque se pensaba que elogiaba la lucha armada, y ahora puede terminar siendo mal leída, por las mismas razones, pero por otro segmento de lectores. La historia puede cambiar nuestras actitudes, nuestras valoraciones, pero la fuerza simbólica de Cien metros vence las posibles reticencias que pudiera haber acerca de la obra.

Sinopsis de Cien metros, de Ramon Saizarbitoria

Esta breve pero intensa novela narra los últimos minutos de vida de su protagonista, un militante de los primeros años de ETA que huye de la Policía por la parte vieja de San Sebastián, hasta ser abatido en la entonces Plaza del 18 de Julio, hoy Plaza de la Constitución.

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Autor: Ramón Saizarbitoria. Título: Cien metros. Editorial: Erein. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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