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Obras

Los tres libros que he leído de Édouard Levé (1965-2007) son géneros en sí mismos y los tres me han dejado con la boca abierta. Quienes conozcan Autorretrato o Suicidio sabrán a lo que me refiero. El primero es una sucesión de más de cien páginas de datos minúsculos, gustos banales, recuerdos poco significativos y experiencias comunes redactados en frases escuetas, que separados no serían más que una boutade, pero que sumados y por acumulación funcionan como uno de los autorretratos más fascinantes y sofisticados que se pueda imaginar. El segundo es la implacable descripción de un suicidio en segunda persona, que el autor envió a su editor dos semanas antes de suicidarse él mismo en la vida real. Este Obras recién publicado por primera vez en castellano por la editorial Eterna Cadencia constituye la tercera joya de esa corona.

"No resulta sencillo clasificar las obras que propone Levé. Van de lo literario a lo meramente experimental"

Todos los autores que llegan a la literatura desde terrenos periféricos tienen algo refrescante y nuevo. Levé lo hizo desde el arte (en realidad sus ocupaciones principales fueron la pintura y la fotografía) y por tanto con una mirada experimental. Obras es, en realidad, la confluencia de esos dos mundos. Se recogen aquí 533 posibles proyectos artísticos y perfomáticos (se dice pronto, repito: 533) que el autor pensó pero no llegó a desarrollar. O mejor: desarrolló, pero sólo en la primera de sus propuestas: “Un libro describe obras que su autor imaginó, pero que no ha realizado” dice el número 1 de los 533 apéndices con propuestas para obras de arte. Casi podría parecer una idea delirante de Bouvard y Pecuchet: una ingente catalogación de proyectos sin realizar, la enciclopedia de un artista en su estado germinal.

"Obras se lee con la lentitud y la fascinación con la que uno visitaría ese museo imaginado, y también con el divertimento técnico de la especulación sobre cómo materializar cada uno de esos proyectos"

No resulta sencillo clasificar las obras que propone Levé. Van de lo literario a lo meramente experimental, algunas conforman piezas clásicas, otras son performances descacharrantes. Levé va del ready-made pasando por el arte efímero hasta la mera fotografía clásica. A riesgo de meterme en un terreno en el que me falta mucho por conocer, tengo la sensación de que todas las propuestas se aglutinan alrededor de tres grandes centros de energía: la aleatoriedad, el vacío y la interferencia de series. En el grupo de obras que giran sobre la aleatoriedad Levé se impone una norma insensata —al estilo en el que Perec y los oulipianos lo hacían en algunas de sus piezas literarias— y luego trata de hacer una obra respetando religiosamente esa norma. Por ejemplo, el número 3 (“Se dibuja la cabeza de Proust en las páginas de El tiempo perdido. Las palabras que atraviesan el contorno de su cara forman una frase gramaticalmente correcta”) o el 413: (“Un hombre copia meticulosamente las pinturas abstractas realizadas por un mono”). Los proyectos de obras referentes al vacío juegan siempre con un elemento recién desaparecido o ausente, o tal vez un contenido que se desconoce. Por ejemplo el 2: (“Se dibuja el mundo de memoria. Faltan países, las fronteras cambian”), el 237: (“Un artista dibuja un objeto imaginado a partir de una palabra del diccionario cuyo significado ignora. La obra está conformada por el dibujo, yuxtapuesto a una fotografía en igual tamaño del objeto real”). El tercer gran grupo lo conforman las propuestas de obras en las que se produce una interferencia de series, como por ejemplo la 50 (“Se doblan las voces de los actores de una vieja película muda con los diálogos que pronunciaron realmente, descifrados por sordos que leen los labios. El doblaje no tiene relación ni con las imágenes ni con los subtítulos”) o la 113: (“Se recorta la figura de un perro de una imagen pornográfica”).

Obras se lee con la lentitud y la fascinación con la que uno visitaría ese museo imaginado, y también con el divertimento técnico de la especulación sobre cómo materializar cada uno de esos proyectos, algunos de producción dificultosa. Aun así, la tentación de revisitar la figura de Levé desde su propio suicidio hace que haya también otra posible lectura un poco más siniestra: la de entender este Obras como una suerte de legado final, un museo de todas las obras que el propio Levé habría podido llevar a cabo si se hubiese permitido vivir.

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Autor: Édouard Levé. Traducción: Matías Battistón.TítuloObras. Editorial: Eterna Cadencia. Venta: FNAC

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