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Oda sonora

La formación original de A Tribe Called Quest. De izquierda a derecha: Jarobi White, Q-Tip, Ali Shaheed Muhammad y Phife Dawg. Foto: Ernie Paniccioli / Sony Pictures Classics.

Ahora sería un buen momento para parafrasear las palabras con las que Alejandro Zambra recordaba el enamoramiento entre su madre y Luciano, el amigo del padre de Zambra con el que luego su madre se emparejó tras la separación. La cosa no va de chismes, pero Zambra escribía en El amor después del amor (Tema libre, Anagrama, 2019) que ellos “se conocieron en los sesenta y cualquiera se enamora a fondo con tanta buena música”. Pues algo parecido le ocurrió al poeta, editor y periodista Hanif Adburraqib con la música que empezaban a hacer unos jovenzuelos A Tribe Called Quest (ATCQ) en cintas de casete. Joven él mismo (Columbus, Ohio, 1983), el flechazo le llegó muy pronto. Sus amores, cuatro adolescentes de Queens que supieron ver con sabia prestancia que la tradición está para respetarla y subvertirla al mismo tiempo. Sus nombres de guerra: Q-Tip, Phife Dawg, Ali Shaheed Muhammad y Jarobi White, éste último caído en refriega antes del segundo largo del grupo, el catedralicio The Low End Theory (1991). Pensándolo bien, no se trató de amores. Amor solo había uno, y era la música. Ahí no yerra la fajilla promocional del libro: “¿Puede un disco cambiarte la vida? Esto es mucho más que un ensayo sobre hip hop: es una carta de amor, a un grupo, a una cultura, a la música”. Un amor de los noventa.

"Entre los cortes de aquella media docena de vinilos inmortales aparecen sampleados una nómina selectísima de grandes artistas, que funcionan tanto como fondo de armario como prendas de gala"

Todo lo que cuenta Abdurraqib sucede entre la eclosión del walkman y el ocaso del minidisc, aunque la historia llega como coda hasta 2018, cuando el poco combativo mumble rap (el rap balbuceo) ya espera nuevas formas de expresión que lo sustituyan y sepulten sin compasión. En medio de todo eso, la vida y milagros de un grupo que revolucionó la escena musical de tradición negra, con el blues y el jazz como sedoso telón de fondo para rapear sobre lo divino y lo humano que les tocó vivir entre el mandato de George Bush, padre, y Bill Clinton, con esa anomalía intermedia que significó Barack Obama.

“El jazz lo crearon gentes empeñadas en sobrevivir en una época que no quería que sobrevivieran, y por eso es un género lleno de mitos”, asegura Adburraqib. Música que sirve de palimpsesto para generar nuevos encuentros con la conciencia que alienta a una juventud siempre necesitada de héroes y de mentores. Entre los cortes de aquella media docena de vinilos inmortales aparecen sampleados una nómina selectísima de grandes artistas, que funcionan tanto como fondo de armario como prendas de gala para la arquitectura sonora de estos clásicos instantáneos de la música contemporánea. La lista es grande y ecléctica, abierta a estilos siempre orgánicos. En ella sobresalen Eric Dolphy, Sly Stone Weather Report, Julian Cannonball Adderley, Jimi Hendrix, Ron Carter, Funkadelic, Average White Band, The Last Poets, Rotary Connection, Little Feat, Eugene McDaniels, Brother Jack McDuff, Slave o Lou Reed. Mucho jazz, mucho hard-bop, mucho soul y rarezas que pudieron concretarse gracias al trabajo primigenio que Q-Tip hizo de la mano del rapero, productor y luminaria Large Professor, el mago del corta y pega que propició la revolución musical que el grupo iniciaría con aquellas entrañables y rudimentarias cintas magnetofónicas que sonaban en las pletinas de los años ochenta.

"A veces llega alguien justo a tiempo, mientras arde fuera el mundo, para ponernos unas manos cálidas en los ojos y mostrarnos con ese gesto una oscuridad que nunca hubiésemos imaginado tan acogedora"

Pero si es cierto que Hanif Abdurraqib ha escrito una oda pormenorizada del grupo de hip hop más influyente de la década de los noventa —hay tantas cosas que no se entenderían sin ellos, de The Roots a D’Angelo, de Erykah Badu a Common, de Roy Hargrove a Kendrick Lamar, de Mos Def a J Dilla—, no es menos cierto que su propuesta también es moral, en el sentido de que aspira a radiografiar un periodo de la historia en el que mensaje y ritmo iban de la mano en pos de la excelencia. “I don’t really mind if it’s over your head / ‘cause the job of resurrectors is to wake up the dead” («Me da igual que no lo entiendas / porque los resucitadores están para despertar a los muertos»), dicen los ATCQ en su composición Jazz (We’ve Got). Eso vale también para la poesía que contiene este ensayo sensible, ameno, documentadísimo, detallado y muy placentero. Estas Notas reivindican, finalmente, la alegría de haber contemplado la vida de uno de los mejores grupos de todos los tiempos mientras pasaba por delante de las vidas de un auditorio afortunado, entre los que nos contamos muchos de nosotros. Sí, Adburraqib es uno más entre muchos a los que la música de A Tribe Called Quest hizo mejores sus días. El recuerdo escrito de aquellos años hará las delicias de los aficionados al género y a cuanto curioso se acerque a estas páginas, porque a veces llega alguien justo a tiempo, mientras arde fuera el mundo, para ponernos unas manos cálidas en los ojos y mostrarnos con ese gesto una oscuridad que nunca hubiésemos imaginado tan acogedora.

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Autor: Hanif Abdurraqib. Traductor: Juan Manuel Salmerón Arjona. Título: Go ahead in the rain: Notas para A Tribe Called Quest. Editorial: Alpha Decay. Venta: Todos tus libros, AmazonFnac y Casa del Libro.

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