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Oviedo, origen del Camino

Oviedo, origen del Camino

Del 21 al 24 de febrero se celebró en el salón de actos del Colegio Oficial de Abogados de Oviedo (COA) el ciclo de conferencias “Asturias, origen del Camino y de la Nación española”, patrocinado por el Ayuntamiento de la ciudad y organizado por la Asociación de Escritores con la Historia y el COA.

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La primera conferencia trató de los “Visigodos en Asturias: Un trozo de hierro en el alma”, a cargo del escritor Ignacio del Valle, quien afirmó que cuando los bárbaros invaden el Imperio Romano, los godos deciden adoptar la civilización romana. A lo largo de décadas, los visigodos, asentados en el sur de la Galia, realizan correrías sobre Hispania, siendo conscientes de que la Península es una buena tierra para vivir, por lo que deciden fundar el Reino Visigodo de Hispania, con Toledo como su capital. Los astures, igual que en tiempos de los romanos, eran considerados entonces un pueblo de irreductibles insumisos. Los godos deciden dominar la Península Ibérica, y en tiempos de Leovigildo invaden el reino de los Suevos, conquistando el noroeste de Iberia; años después es el rey Wamba quien consigue someter a los astures y vascones. Gracias a esa romanización son varios los reyes que se preocupan por dotar al reino de un marco jurídico; Chindasvinto es quien redacta un nuevo código de Derecho. Un aspecto determinante de esos tiempos es la labor de apostolado y evangelización que realizan los frailes por todo el reino. En el año 587 Recaredo abjura del arrianismo y se convierte al cristianismo. Dos años más tarde el concilio de Toledo sella la unidad espiritual y territorial del reino. Entre los visigodos hay figuras intelectuales como san Isidoro de Sevilla, autor de las Etimologías, obra que recopila todo el saber de la época, y el Beato de Liébana, autor de los Comentarios al Apocalipsis.

Se estima que los godos que se asientan en la Península son pocos, del orden de cien mil, caracterizándose por ser desconfiados, poco fiables y desavenidos, más preocupados por las luchas intestinas y las conspiraciones palaciegas para asesinar a todos los que ocupaban el trono o aspiraban a él. Prueba de ello es que, cuando los árabes invaden la Península en el año 711, el rey don Rodrigo está guerreando en el norte con los vascones, momento que aprovecha el conde don Julián, gobernador de Ceuta, para traicionarle, permitiendo que los invasores musulmanes atraviesen el Estrecho. Don Rodrigo vuelve a ser traicionado en la batalla de Guadalete cuando, en medio del combate, las huestes de los descendientes de Witiza desertan, pasándose al bando musulmán. Con la derrota de don Rodrigo desaparece el reino Visigodo. Los invasores no tienen oposición para conquistar Hispania, al asumir los godos la derrota, ya que una parte de ellos decide convivir con los musulmanes y pagar el tributo que les exigen; otros convertirse en vasallos o bien refugiarse en el norte de la Península.

Ignacio del Valle

"Alfonso supo aprovechar los periodos de conflictos en Al-Andalus para hacer correrías hasta Lisboa y estableció una alianza con Carlomagno, que era el monarca más poderoso de Europa"

La siguiente conferencia la dictó Isabel San Sebastián: “Alfonso II, el primer peregrino”, en la que afirmó que el viaje que realizó Alfonso II El Casto hasta el Campus Stelae “se inicia a escasos metros”, ya que en la plaza de la catedral estaba situado el palacio de Alfonso, hijo del rey Fruela y de Munia. Su padre, viendo los peligros existentes en Cangas de Onís, capital del Reino de Asturias, consideró que no era un sitio seguro para ellos, por lo que se alejan de la corte. Considera que el paraje de Ovetao es un lugar seguro y ordena construir una casa, una iglesia y un convento. Cuando pasa el peligro para Alfonso, el rey Silo, por influencia de su esposa Adosinda, tía de Alfonso, decide que es el momento de que aprenda las tareas de gobierno, por lo que le asocia al trono. A la muerte de Silo, Alfonso es el candidato para ser proclamado rey, pero sufre un golpe palaciego por parte de su tío Mauregato que le aparta del trono. Mauregato inicia la serie de los denominados “reyes holgazanes”, ya que decidieron hacerse tributarios del califa de Córdoba y pagar en vez de combatir. Adosinda, viendo que Alfonso vuelve a estar en peligro, decide ocultarlo en el monasterio de San Julián de Samos. A Mauregato le sucede Aurelio, y a su muerte Bermudo I, llamado “el diácono”, fraile que ante su incapacidad para gobernar y guerrear decide abandonar el trono. En el 791, al quedar vacío el trono, los nobles proclaman rey a Alfonso. En esos tiempos, los reyes de la monarquía asturiana eran elegidos entre los candidatos con legitimación de los derechos al trono que les correspondía dar a las mujeres. Adosinda era hija de Alfonso I y nieta de Pelayo, por lo que legitima el derecho de su sobrino Alfonso al trono, quien restaura el orden gótico en el reino restableciendo el “fuero juzgo” en base a la lex gotorum. Alfonso supo aprovechar los periodos de conflictos en Al-Ándalus para hacer correrías hasta Lisboa y Toledo. Con su política de pactos estableció una alianza con Carlomagno, que era el monarca más poderoso de Europa.

Isabel San Sebastián

"El papa considera una prueba indiciaria de autenticidad de ambos restos, al ser veneradas en dos sitios distintos, reliquias complementarias y pertenecientes al mismo santo"

El obispo Teodomiro puso en conocimiento de Alfonso II que en una localidad cercana a Iria Flavia un ermitaño había encontrado una tumba romana con un hombre decapitado sobre la que había un campo de estrellas, y que ese hombre era Santiago de Zebedeo, conocido como Santiago el Mayor. Alfonso, inmediatamente, se pone en marcha hasta el lugar, en donde se encuentra con una tumba y tres sarcófagos, ocupados por los restos de Santiago y de sus discípulos, Atanasio y Teodoro. Convencido de la veracidad del hallazgo, ordena que se construya allí una iglesia que, con el paso de los siglos, se convertirá en lo que hoy es la catedral de Santiago de Compostela. Al recorrido que siguió en su viaje el rey Alfonso se lo conoció como el Camino Primitivo, y al rey como el “Primer Peregrino”. La noticia del descubrimiento de la tumba del Apóstol es conocida en toda Europa en solo cuarenta años, gracias al testimonio de los primeros viajeros, conformándose el denominado Camino Jacobeo que vertebró Europa y constituyó una autopista cultural y de fe sin parangón. El peregrino, al realizar el Camino Primitivo, puede apreciar que la cordillera que sirvió de refugio a los astures frente al dominador de la Península son las auténticas “Murallas de Dios”. En el año 785 se decretó que el apóstol Santiago se convirtiese en el Santo Patrón de España. En el siglo XIX un médico independiente recibe el encargo del papa León XIII de investigar los restos de Santiago, y en sus conclusiones dice “que a la calavera del varón decapitado le falta una apófisis mastoidea”. A la vista de este descubrimiento, se comprueba que la reliquia atribuida a Santiago que se venera en la ciudad de Pistoia es la apófisis que le falta a los restos que se hallan en Compostela. El Papa considera una prueba indiciaria de autenticidad de ambos restos, al ser veneradas en dos sitios distintos, reliquias complementarias y pertenecientes al mismo santo. Los peregrinos que durante siglos recorren el camino lo hacen como un ejercicio de fe para implorar al Apóstol el perdón de sus pecados, cumplir una promesa, solicitar su amparo o ganar las indulgencias plenarias. Con referencia al Camino Jacobeo y al Camino Primitivo no debemos olvidar el dicho popular referido a Oviedo y su catedral consagrada al Salvador, que dice: “Quien va a Santiago y no va al Salvador, visita al Criado y no al Señor”.

"La expansión del reino de Asturias junto con el reino de Navarra y las Marcas Hispánicas, impulsadas por Carlomagno, formaron una amplia franja de terreno que a partir de entonces los musulmanes no podrán conquistar"

La tercera conferencia corrió a cargo de Antonio Pérez Henares, que disertó sobre “La resistencia de un reino heroico ante el gigante musulmán”. Enlazando con la conferencia anterior, Pérez Henares considera que la expresión acuñada por Isabel San Sebastián con respecto a la cordillera Cantábrica las Murallas de Dios es una expresión llena de poesía, y afirma que al periodo de tiempo comprendido entre la batalla de Covadonga (hecho histórico del que este año se cumple el mil trescientos aniversario, según la fecha fijada por el historiador Claudio Sánchez Albornoz) y la caída de Granada, se le denominó por todos los historiadores como “La Reconquista”. Las consecuencias de la batalla de Covadonga tienen unos innegables resultados. El detalle más importante de la batalla es que los cristianos tienen que salir victoriosos, ya que su derrota significaría la desaparición de toda esperanza de revertir la conquista y expulsar a los musulmanes; ese es el principal motivo por el que los cristianos lucharon de manera desesperada. Los reyes sucesores de Pelayo, ante la falta de soldados y colonos, deben aprovechar los momentos de debilidad de los invasores. Alfonso II el Casto fue capaz de consolidar el reino, a pesar de las constantes aceifas de castigo por parte musulmana. La expansión del reino de Asturias junto con el reino de Navarra y las Marcas Hispánicas, impulsadas por Carlomagno, formaron una amplia franja de terreno que a partir de entonces los musulmanes no podrán conquistar. El reino de Asturias se sobrepone a las intrigas y golpes de Estado contra los legítimos reyes, consiguiendo que Ramiro, Ordoño y Alfonso III el Magno fuesen capaces de avanzar la frontera hacia el sur y ocupar la franja de tierra arrasada hasta el Duero (campus gotorum). Ordoño II, cuando se establece la frontera en el Duero, decide trasladar la capital de Oviedo a León para defender la tierra fronteriza recuperada por la reconquista. En esos siglos la vida estaba regida por el concepto de que Dios era el principio de todo, tanto en la vida diaria como en la paz y en la guerra. Poco a poco los conceptos de guerrear van cambiando, y cada día los ejércitos cristianos son más potentes, con una caballería pesada que hace decantarse la victoria hacia el bando cristiano.

"María Teresa Álvarez repasa una serie de mujeres que en la antigüedad desempeñaron labores destinadas a los varones o influyeron en la política desde su posición como esposas y madres de reyes"

El ciclo lo cierra la escritora y periodista María Teresa Álvarez, quien trató sobre “Alfonso, Urraca la asturiana y otras reinas de la monarquía astur”, centrándose en la personalidad histórica de doña Urraca, “la asturiana”. En una visita al cementerio de los poetas, en Roma, a María Teresa Álvarez le llamó la atención el epitafio grabado en la tumba de Keats, que decía: “Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en agua”, epitafio que se podría aplicar a las reinas asturianas, pocas y desconocidas, dada su insignificancia histórica. ¿Qué se sabe de Gaudíosa, aparte de que fue esposa de Pelayo; de Frauliova, esposa de Fruela; de Hermesinda, esposa de Alfonso I, o de Munia, que fue esposa de Fruela? Solamente que daban legitimidad, como reyes, a los varones por línea materna. Hasta el siglo X la única reina importante, por su interés por el bienestar y la política del reino, siendo su papel de protección y tutelaje de su sobrino Alfonso II, fue Adosinda, hija de Alfonso I, media hermana de Mauregato y nieta de Pelayo, que se casó con Silo, quien asoció a las tareas de gobierno a su sobrino Alfonso. Hasta Ramiro la monarquía asturiana era electiva (los nobles elegían al rey caudillo), y a partir de la muerte sin descendencia de Alfonso II se convierte en una monarquía dinástica. María Teresa Álvarez repasa una serie de mujeres que en la antigüedad desempeñaron labores destinadas a los varones o influyeron en la política desde su posición como esposas y madres de reyes. Enumera casos como el de Débora, juez de la antigüedad, o Catalina de Lancaster, primera princesa de Asturias que se manifestó en contra de las guerras y se declaró pacifista. Pone especial énfasis en recordar que todo lo que pudieron hacer las mujeres en tiempos pasados es engullido como si caminaran sobre las arenas movedizas del olvido. Las mujeres, a lo largo de la historia, han estado menospreciadas. Cuenta las anécdotas de que cuando a mediados del siglo XIX la reina Isabel II encarga a Madrazo pintar los cuadros de las reinas Hermesinda y Adosinda, los académicos de la Real Academia de la Historia quieren que se destruyan los cuadros de estas reinas y, al no conseguirlo, exigen que figure en lugar destacado que son “consortes”. Incluso Emilia Pardo Bazán, a la que se le negó su entrada en la Academia de la Lengua por ser mujer.

La reina de Asturias más importante ha sido “Urraca, la asturiana”, nieta de Urraca, la esposa de Alfonso el Batallador. “Urraquina” fue educada por su tía la infanta Sancha Raimúndez, que gracias a sus habilidades políticas terminó siendo asociada al trono por su padre, Alfonso. A la muerte del Emperador, sin desgajar Asturias del reino de León, nombra a Urraca con el cargo honorífico de reina de Asturias, permitiéndole tener una corte, atender los asuntos del reino y tomar decisiones, con la condición de someterlas al refrendo de su hermano, el rey. Se instala en Oviedo, rodeándose de buenos consejeros que le permiten conocer el reino, involucrándose en el bienestar del pueblo, en sus problemas y en hacer suyas las reivindicaciones de los súbditos. Enterado su hermano de todo esto, realiza una visita sorpresa a Oviedo y a partir de ese día, Urraca y su esposo desaparecen de Asturias. Desde ese momento no se sabe dónde vivieron, ni lo que hicieron, solo se sabe que sus restos descansan en Palencia.

La Asociación Escritores con la Historia impartirá en Covadonga y Cangas de Onís, los días 27 y 28 de mayo, un ciclo de conferencias con objeto de conmemorar el mil trescientos aniversario de la batalla de Covadonga.

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Bibliografía de los conferenciantes:

Autor: Ignacio del Valle. Título: Cuando giran los muertos Editorial: Algaida.

Autora: Isabel San Sebastián. Título: Astur. Editorial: Plaza y Janés.

Autor: Antonio Pérez Henares. Título: La tierra de Álvar Fañez. Editorial: Almuzara.

Autora. María Teresa Álvarez Título: Urraca. Editorial: La Esfera de los Libros.

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