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Pablo Rodríguez: «Estamos bastante cerca de Black Mirror, no de Westworld»

Pablo Rodríguez: «Estamos bastante cerca de Black Mirror, no de Westworld»

Leyendo Inteligencia Artificial. Cómo cambiará el mundo (y tu vida), ensayo de Pablo Rodríguez (Oviedo, 1972) publicado, a finales de junio, por Ediciones Deusto, recordé aquello que me dijo José Mota en una entrevista para Zenda: «Ahora mismo hay algo terrible: te has convertido en tu propio policía. Eres capaz de fotografiarte en todos los sitios y colgar tu vida. Orwell no imaginó eso nunca: que lo hagan terceros, vale; pero ¡que lo hagas tú mismo!».

Rodríguez, doctor en informática y experto en tecnologías de internet, y que ha desarrollado su labor profesional en compañías como Microsoft Research y Bell Labs, habla de un ecosistema cotidiano, fascinante y nuevo, que ya se conjuga en presente de indicativo, regido por conceptos como «macrodatos«, «Inteligencia Artificial» o «algoritmos«. Estos significantes, de mutante y trepidante significado, nos envuelven, se extienden por todas las cosas y por todos los ámbitos de nuestras vidas. No se libra ni la literatura: ahora, hasta las máquinas ganan concursos literarios.

La revolución tecnológica de la que habla el autor va tan más allá que genera y alberga conceptos como «alma digital«, «álter ego digital» o «inteligencia sobrehumana«. El asunto sorprende. E inquieta. ¿Cómo se digiere esto? ¿Estamos en la génesis de un mundo feliz? Responde Rodríguez:

P: Señor Rodríguez, le reconozco que, leyendo Inteligencia artificial. Cómo cambiará el mundo (y tu vida), me he sorprendido, me he maravillado y me he aterrorizado.

R: (Risas) Todos los cambios dan un poco de respeto, pero en estos cambios hay grandes oportunidades. Yo creo que la Inteligencia Artificial (IA) está aquí para quedarse, es algo que nos toca desde por la mañana hasta por la noche: la utilizamos en el teléfono móvil, cuando vamos de un punto de la ciudad a otro y el algoritmo nos calcula el trayecto más corto, o cuando buscamos en el motor de búsqueda y nos completa la frase antes de que la digamos, intentando adivinar qué es lo que estamos pensando. Esta es una fase de IA que está aquí, que está tocando todas las industrias: el mundo financiero, el de la salud, el de las telecomunicaciones… Y con los avances que está viviendo el mundo de la computación, y por la capacidad de los algoritmos, la IA cada vez está teniendo más oportunidades de transformarnos y de utilizarla para resolver los grandes retos que tenemos enfrente nuestro, que no son pocos. 

"La IA extenderá al hombre y creará una inteligencia avanzada. El borde entre estas dos inteligencias estará muy difuminado"

P: ¿En qué momento de la Humanidad el adjetivo “artificial” deja de chocar cuando acompaña al sustantivo “inteligencia”?

R: (Piensa) Ahora hay dos frentes: uno más apocalíptico, que dice que, en el futuro, veremos humanoides, Star Trek y los hombres seremos la nueva versión del simio; otro, apostólico, que dice que la IA nos salvará y nos convertiremos todos al dataísmo, etcétera. Yo prefiero una solución más integradora. La IA extenderá al hombre y creará una inteligencia avanzada. El borde entre estas dos inteligencias estará muy difuminado. 

P: ¿A más inteligencia artificial, menos inteligencias naturales?

R: Ya me han preguntado si se debería retardar el proceso de innovación de la IA porque parece que da miedo, pero, en verdad, estamos en fases muy tempranas. Falta mucho para tener un ordenador que tenga la capacidad de computación de un cerebro humano, más allá de lo que podría computar la Humanidad, todos con nuestra inteligencia colectiva. Cada vez que aparece un cambio tecnológico, nosotros, como humanos, nos adaptamos. Desarrollaremos otro tipo de inteligencia que requiera otra serie de habilidades. Probablemente, redefinirán el trabajo. La IA cubre como inteligencia como tal sólo un tanto por ciento de lo que definimos como inteligencia. Sólo cubre lo que se define como la percepción, pero hay otras cosas como el racionamiento, la analogía, la planificación, el sentido común, que hacemos de manera natural los humanos, y que a las máquinas les cuesta mucho. 

P: Escribe sobre los algoritmos: “Como niños curiosos, nos observan, imitan y experimentan”. Hay algoritmos hasta para las citas y para escribir literatura.

R: Creo que, en este momento, estamos viendo cómo estos algoritmos no sólo se nutren de buenos datos, que es muy importante, sino que estamos entendiendo cómo el cerebro humano es capaz de aprender de manera rápida. No hay nada mejor que el aprendizaje de un niño en sus dos primeros años. Hay varios equipos científicos en el mundo intentando replicar la capacidad de aprender de un niño de ocho meses, que intenta aprender un montón de cosas que nos parecen fáciles, pero que no son muy fáciles. Si somos capaces de aplicar esto en los robots, habremos avanzado un montón. Sobre las citas y la literatura: muchas veces creemos que la IA no puede ser creativa, pero sí lo puede ser. Trabajando con cocineros o equipos de fútbol les hemos ayudado a encontrar patrones que no conocían. Aun así, como decía antes, hay varias partes de la inteligencia humana que los algoritmos no cubren. Funcionan como complementos. 

"El amor y la empatía de los seres humanos va a ser difícil que lo reemplace una máquina, pero otras tareas sí las van a reemplazar"

P: También me inquieta lo que apunta sobre la “inteligencia sobrehumana”: “Los ordenadores están a punto de ver, hablar y razonar como nosotros, tras lo cual, muy pronto, nos dejarán atrás”.

R: En ciertas facetas, yo creo que los ordenadores ya han pasado el Test de Turing. Es el momento en que las máquinas empiecen a comportarse de una manera en que un humano no es capaz de distinguir si trata con una máquina o con una persona. Para que esto pase de manera general, en cualquier contexto, estamos a cien años. Lo que sí veremos es más progreso, por ejemplo, con los asistentes personales, que son capaces de tener conversaciones que parecen humanas. Lo siguiente será codificar emociones, cómo hacer que estas máquinas sean más empáticas. Pero las máquinas no sienten. El amor y la empatía de los seres humanos va a ser difícil que lo reemplace una máquina, pero otras tareas sí las van a reemplazar. El 40% de los trabajos que tendremos en el 2030 no existen hoy. Los empleos estarán enfocados en otros tipos de habilidades: en el trabajo crítico, en la creatividad…, y se reemplazarán tareas. Por ejemplo, la tarea de un radiólogo de encontrar un tumor en una radiografía, probablemente, habrá una máquina que vea mejor ese tumor, y el radiólogo tenga que hacer otra tarea. 

P: ¿Cómo será la revolución del Internet de las Cosas?

R: El Internet de las Cosas ya está con nosotros. Cada vez tenemos más cosas conectadas. De hecho, las máquinas generan casi la mitad del tráfico de internet. Tenemos una cantidad grande de objetos conectados, desde la televisión al reloj, los asistentes personales… El reto es que todavía no hablan entre ellos para coordinarse, y esa será la próxima fase. Uno de los retos que tenemos es el tema de la seguridad. Hasta ahora, nos habíamos preocupado de garantizar la seguridad de los datos en dispositivos como el teléfono móvil o en el ordenador; ahora nos tenemos que preocupar del coche o de la puerta de casa, si tiene cerradura digital. 

P: ¿Y cómo es eso de que los “datos personales contienen tu alma”? Habla de Eterni.me, una empresa sacada como de Black Mirror.

R: (Risas) Estamos bastante cerca de Black Mirror, no de Westworld. Con los datos, cada vez que interactuamos en la red, cada vez que compramos un libro, que estamos en una web, dejamos un rastro digital de lo que hacemos. Estos rastros digitales agregados, y puestos conjuntos en un sitio, en una base de datos personal, en un repositorio tuyo, se convierten en tu alma de datos. Puede saber más de ti de lo que sabes tú mismo, y en el futuro podrás utilizarlo para poder recrear partes de ti, partes de tu vida, y que podrías tratarlo como tratas hoy tu físico: qué partes quieres guardar, qué parte quieres dar a la familia, qué parte quieres dar a la ciencia… Podríamos donar parte de nuestra alma digital a la ciencia. 

P: Escribe que, con el aprendizaje automático, la IA creará un “álter ego digital”, “un modelo en 360 grados de ti y del alma de tus registros”. “Te preguntarás –añade– cómo has podido vivir sin el alma de tus datos, y la economía del mundo girará a tu alrededor”.

R: Sí. Cada vez somos más capaces de crear avatares más detallados, más realistas, que nos pueden acompañar en nuestra vida, que pueden tomar decisiones por nosotros, que pueden comprar productos por nosotros, que nos pueden recomendar, aconsejar, que pueden ser nuestro psicólogo y recomendar comportamientos. De esto no estamos tan lejos. Estamos viendo a actores muertos que han vuelto al cine. Creo que el reto en este viaje es el de seguir siendo dueños de nuestra vida digital, que haya más transparencia. Y que sigamos teniendo el control en estos días. 

"Últimamente, con la regulación europea de los datos, hemos visto que se quiere tener más transparencia y más control"

P: “De media —escribe—, cada día se crean 2.500 millones de gigabytes, y cada mes se hacen 200 millones de tuits y se comparten 30.000 millones de contenidos en Facebook. Observando las proyecciones de las que disponemos, vemos que los datos creados en el año 2020 alcanzarán la imponente cifra de 43 billones de gigabytes, y 6.000 millones de personas dispondrán de teléfono móvil”. ¿Cómo se digiere esto?

R: Se digiere con la capacidad que tienen las máquinas de acelerar su computación, que está progresando de manera exponencial cada año, y se digiere teniendo buenas conversaciones entre nosotros sobre cómo queremos que esa información sea usada. Últimamente, con la regulación europea de los datos, hemos visto que se quiere tener más transparencia y más control. En las últimas semanas, todos hemos recibido correos preguntándonos si las compañías pueden seguir utilizando nuestros datos o no. Por otro lado, están los algoritmos. Cada vez son capaces de hacer más cosas y de manera más compleja. Por ejemplo: gracias a los avances de los videojuegos, de los procesadores que se habían hecho para acelerar la capacidad gráfica del realismo de los videojuegos, la comunidad científica se dio cuenta que se podían utilizar para acelerar la computación y tener más datos. 

P: ¿Hay riesgo de colapso?

R: Riesgo de colapso… Diría que hay riesgo de que nos enfoquemos solamente en una definición de la IA espacial, que es lo que llamamos la percepción. Como comentaba antes, hay otros tipos de inteligencia que son necesarios para definir una inteligencia general artificial: el sentido común, la planificación, el razonamiento, el lenguaje… 

P: Finalmente, señor Rodríguez: ¿cuál es el algoritmo de ese Real Madrid que ha ganado las últimas tres Champions League?

R: (Risas) En el libro hablo de cómo la ciencia de los datos y la IA han entrado en muchas partes de nuestra vida, también en el deporte. Permite ver más allá de los ojos del entrenador y analizar cientos de miles de jugadas en segundos, y entender qué tipo de jugador puede jugar en tal o cual parte del campo. Pero, como comentaba antes, estos son complementos a la genialidad de los jugadores. En el campo pasan muchas cosas que nadie puede predecir. Y ahí está la magia del entrenador y del equipo.

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