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Pemán, un hombre de buena voluntad

Pemán, un hombre de buena voluntad

Sepan cuantos este escrito vieren que está dedicado a las personas de buena voluntad. Lo escribí hace quince años y no le quito nada.

La memoria histórica no siempre se da la mano con la investigación histórica. José María Pemán es un buen ejemplo de cómo se puede ser víctima de un espejismo que a veces, más de lo razonablemente esperado, se produce en el acontecer de la historia. El carácter amable, culto, la caballerosidad, la cortesía y, en definitiva, su absoluta falta de mala fe, hicieron de este eximio gaditano un hombre de buena voluntad.

No creo que le preocupara gran cosa el olvido a que ha sido sometido. Pemán era de los que, como decía el gran poeta hindú, prefería no llorar a que las lágrimas no le dejaran ver las estrellas.

Fue un hombre monárquico que evolucionó de un concepto demasiado contaminado de muchas personas y circunstancias que rodearon el trance monárquico que precedió a la segunda república, a otro más trascendental y de servicio a la comunidad adecuado al nuevo signo de los tiempos.

"Siempre he tenido la impresión de que la evolución hacia la democracia del fino escritor gaditano no solamente fue sincera, sino decisiva y sobre todo adecuada a las circunstancias"

Se trató de una evolución nada traumática, carente de reconversiones retorcidas fruto de frustraciones políticas: una aceptación de la democracia como elemento necesario de la salvaguarda de la dignidad humana, de la ciudadanía y, en último término, de los derechos y libertades de la persona. Por ello, y porque la monarquía la entendió como un legado histórico inseparable de la identidad nacional que debía aparecer ante los españoles como un servicio, Pemán careció de ambición política personal. Esta fue su mejor virtud, la que le dio recorrido vital a su actividad.

Siempre he tenido la impresión de que la evolución hacia la democracia del fino escritor gaditano no solamente fue sincera, sino decisiva y sobre todo adecuada a las circunstancias, pues desde el régimen que defendía consiguió ver mejor que nadie su imposible continuidad, siendo así que su gestión fue, como decimos, clave, para facilitar la función esencial de la monarquía. De todos los protagonistas —que fueron muchos— de este largo camino recorrido, fue el único que en 1981 recibió el Toisón de Oro como complemento nada casual de la abdicación de don Juan. Una foto de juventud con correajes ha sido posiblemente más llamativa que este rol indiscutible y que espera aún ser debidamente estudiado.

En la construcción de la España contemporánea son muchos los españoles que han jugado un papel relevante a la hora de buscar la concordia nacional y sobre todo devolviendo al país a la Europa democrática.

"Pemán supo captar la realidad tal como era, no como algunos se la representaban o como otros la querían transformar"

Un lugar destacado hay que dejárselo a José María Pemán (1897-1981), especialmente ahora, a los 40 años de su desaparición. Así la lente histórica se puede enfocar mejor y recobrar una imagen que para muchos ha sido injustamente distorsionada. Incluso los que nos dedicamos a la historia como profesión nos hemos dejado llevar por la memoria histórica y no por la investigación, creyendo que la llegada de la democracia se debió exclusivamente a determinadas personas y no queriendo ver las características de nuestro exitoso tránsito a la recuperación de las libertades.

Quisiera resaltar a modo de ejemplo varias características que vehicularon su actuación. En primer lugar cabe destacar las cualidades que le hicieron idóneo para servir de cadena de transmisión entre la institución monárquica y el régimen franquista. Me refiero, claro está, a la ya mencionada falta de ambiciones personales políticas, al hecho de no vivir constantemente en Madrid y, sobre todo, no tener la antipatía de Franco ni serle él antipático al dictador. Su sentido del humor le ayudó bastante también: sabía que Franco era cauteloso, sinuoso y habilísimo, y a través de ocho conversaciones pudo ratificarlo. Del mismo modo, desde la perspectiva de su nombramiento como presidente del Consejo Privado de Don Juan, estas cualidades “negativas”, que le caracterizaron como mero escritor, nada soberbio, nada altivo, nada severo, nada inmisericorde, le habilitaban para dialogar con un poder que tenía de todo menos de interinidad. “No hay nada —decía— como no ser peligroso para que los todopoderosos sean tolerantes con uno”, sin olvidar en modo alguno su éxito a la hora de salvaguardar la autonomía extra política de la Real Academia de la Lengua Española.

Veamos, pues, cómo Pemán supo captar la realidad tal como era, no como algunos se la representaban o como otros la querían transformar; el primer paso era reconocer el punto exacto, la hora en que España se encontraba. La monarquía era una institución que tenía por delante una carrera de obstáculos, así que la condescendencia con el régimen franquista fue conditio sine qua non para un diálogo “transitivo”.

"Nada peor que un hombre inspirado por Dios cuando Dios no lo inspira, decía Pemán"

Si la Guerra Civil para el sabio de Cádiz había sido una continuación de un estado pasional agudizado, no menos hiperbólico era el recién estrenado régimen franquista. Muchos monárquicos se negaban a aceptar una premisa que iba a resultar inamovible: Franco solo traería una monarquía que tomara su legitimidad de la sustancia del 18 de julio. Esto suponía un largo camino, un camino de mucho tardar, y, si de tardar se trataba, Franco pudo ser objeto de un tratado científico-político sobre las diferentes maneras de “tardar”. Y para muestra un botón: el dictador-caudillo se reservaba el señalamiento de persona que la ley no había hecho, es decir, escoger a un príncipe de mejor derecho. Es así como el franquismo se convirtió en un armatoste doctrinal y jurídico de lo más confuso; tan solo ofrecía una pieza fundamental en la maniobra sucesoria: un príncipe, y Pemán, con gran pesar, intuyó desde el primer momento que los planes eran no para Don Juan, sino para Don Juan Carlos.

Nada peor que un hombre inspirado por Dios cuando Dios no lo inspira, decía Pemán, y pienso que se refería al general gallego que había empleado un método reactivo de supresión de las libertades y dignidad de la persona. Por ello debía adaptarse primeramente al tono del interlocutor para establecer siquiera un mínimo diálogo a ras del episodio y concebir esperanzas de rectificar el vacío jurídico del subsuelo del régimen franquista.

Pemán ofreció un Consejo Privado consultivo, no como órgano político sino como mera lista de personas. Sabía además que se movía entre gentes sin criterio propio, leales hasta la irracionalidad con un régimen en el que todos miraban al mismo sitio como los girasoles, y por tanto sabía también iba a tardar mucho en secársele al régimen dictatorial la pintura del presente.

"Utilizando un símil marino, el generalísimo, durante los casi cuarenta años en que gobernó España, realizó una maniobra sucesoria"

Esta historia corta, que a veces tarda mucho en contarse, parte, en otro orden de cosas, de una tremenda incorrección dinástica, porque se prometía una institución y una dinastía, pero no se le ponía nombre a la persona. Pemán a este respecto decía de López Rodó en Mis encuentros con Franco: “con su mente concreta, como un sastre catalán con su cinta métrica colgada al cuello en el gabinete de pruebas, resumía las medidas del cliente en este escalafón: qué más quieren los monárquicos, Franco les ha concedido de tres cosas, dos: la institución y la dinastía; únicamente no ha concedido, por lo menos de momento, la persona”.

Así podría empezar el preámbulo de un segundo aspecto a resaltar que no es otro que lo que podríamos llamar las sucesivas “chapuzas” monárquicas de Franco. Utilizando un símil marino, el generalísimo, durante los casi cuarenta años en que gobernó España, realizó una “maniobra sucesoria”. Es así que la ley de sucesión por la que España se convertía en Reino sin rey, se transformó en mecanismo de instauración monárquica, un modo de resorte para que mientras viviera Franco no se le escapara de las manos la propia ley y evitar que fuera plataforma de una expansión de democratización. Don Juan representaba esto último, y por eso el dictador, de forma cautelosa pero firme, inició desde la primera hora la maniobra sucesoria dejando clara la falta de respeto y denigración por el excluido.

"Pemán fue un sincero convertido a la democracia por la vía cultural, la que deviene de la dignificación de las libertades de la persona"

Pemán intentó en las mismas narices de Franco provocar la restauración de una monarquía que el mismo Franco decía que iba a instaurar. La cocina gubernativa franquista se encargó de proveer palabras y conceptos monárquicos descomprometidos, como reino, corona, sucesor a título de rey, regente, príncipe de mejor derecho, príncipe de España… y proclamaciones monárquicas que demostraban tanto que no había prisa como que se aceptaría a regañadientes. El denominador común era, de todas formas, el ataque constante a la figura del Conde de Barcelona. Esta era la manera de soltar arenilla en los cojinetes de la máquina institucional del futuro, un programa de desinformación e ignorancia de la institución y en definitiva una sucesión de calumnias acerca de las personas, y así propiciar más y más un río revuelto al que se le añadía una especie de concurso-oposición de príncipes que no era más que “propincuos estorbos confusionistas”.

Pemán fue un sincero convertido a la democracia por la vía cultural, la que deviene de la dignificación de las libertades de la persona, la que persigue la reconciliación de los hombres y la que reivindica el honor colectivo. Con humor supo dispersar ciertas dudas: cuando se le achacó que formó parte del Consejo Nacional del Movimiento, explicaba la verdadera naturaleza de éste: “el trabajo se reducía a congregarse una vez al año a escuchar un discurso del aconsejado” (sin comentarios). Quizás el olvido de Pemán por parte de los demócratas venga exclusivamente del desconocimiento de su actividad. Fue víctima de lo que denunció: ¿alguien recuerda que firmó en 1977 un manifiesto a favor de la legalización del partido comunista y que así se lo explicó a sus lectores? ¿Alguien se pregunta por qué abrazó a su paisano Rafael Alberti cuando volvió a España? ¿Y por qué fue invitado de excepción al acto de renuncia de los derechos de sucesión de Don Juan? Quizás hayamos tenido una visión mecanizada, memorística más que analizada, mimetizada por no condenar desde el primer momento un régimen, sino por exigir su transición. Pemán no puede ser despachado por una vieja diapositiva en la que aparece con correajes, y menos como asesino y fascista —¡qué disparate!— sino como alguien que supo esperar a que se secara la pintura del presente para dar el paso decisivo a la concordia y a la democracia.

POEMA INÉDITO DE FRANCISCO RABAL DEDICADO A JOSÉ MÁRIA PEMÁN

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