Inicio > Firmas > El bar de Zenda > Nunca terminas, sólo abandonas

Nunca terminas, sólo abandonas

Nunca terminas, sólo abandonas

Muchas veces me han preguntado cómo se escribe una novela, y siempre respondo lo mismo: leyendo mucho, o habiendo leído antes. No hay manera más cierta ni más noble. No siempre tengo ocasión de conversar con esos jóvenes —o no tan jóvenes, pero también inocentes— que se acercan con la ilusión intacta, buscando el consejo veterano que oriente sus pasos. Los escucho y atiendo, cuando puedo, con cierta ternura, porque reconozco en algunos de ellos al reportero novato, al novelista bisoño que después fui, con la creencia ingenua de que en algún lugar debían existir la clave, el secreto, la solución, la fórmula.

La verdad es más dura y más hermosa: la escritura no se enseña, se vive. No se aprende en manuales ni en academias, sino en los libros leídos, la vida vivida, las páginas propias que se pierden como barcos naufragados y otras, las felices, que llegan a puerto. Escribir novelas es sobrevivir a tempestades cuando el mar quiere tragarte. También yo busqué consejo en los que navegaron antes, y en ellos aprendí algo igual de valioso que una técnica: la convicción de que la página perfecta es una trampa que paraliza al escritor. Porque la literatura, como la vida, no se mide en victorias limpias, sino en el coraje de avanzar, incluso a riesgo de equivocarse.

No tengo certezas, pues casi todas las perdí. Pero con el tiempo salvé algunas intuiciones y experiencias; entre ellas, hacerme novelista a golpe de errores y algún acierto. En eso pensaba ayer mientras corregía unas páginas escritas por la mañana, cuando me sorprendí pensando que tal vez sí haya una fórmula, al menos para la clase de novelista de infantería que quise ser. La página perfecta —ésa es una de mis pocas certezas— es el mar de los Sargazos del escritor. Quien se queda atrapado en ella languidece en un océano sin vientos ni corrientes. Como aquellos barcos inmóviles y atrapados entre algas, quien confunde perfección con destino se detiene para siempre, pues una novela es más travesía que final. A menudo los planes se alteran cuando los pones en marcha. El que se demora perfeccionándolo todo pierde el impulso. Quien se lanza adelante, jugándosela, puede tal vez conquistar la colina.

Permítanme ponerme estupendo con citas de autoridad. Paul Valéry lo advirtió con una frase demoledora: «Una obra nunca se termina, sólo se abandona». Dicho en clave militar, esas batallas nunca se ganan; sólo se aguanta lo suficiente para salir vivo de ellas. Excepto si eres un talento indiscutible —algunos genios hay, pero no es frecuente—, pretender páginas pulquérrimas es un espejismo peligroso. Nietzsche, que habría sido eficaz oficial de tropa si no hubiera preferido filosofar a martillazos, lo resumió en su incitación a vivir peligrosamente. Vivir obsesionado con lo intachable es morir petrificado en el ideal. Avanzar entre errores, barro y sangre, es afirmar la vida del relato. También Clausewitz, militar curtido en lo real y no en los desfiles, lo explicó: la guerra —eso vale para la novela y para la vida— es niebla e incertidumbre; y no hay plan que sobreviva al contacto con el enemigo.

Escribir es exactamente eso: avanzar casi a ciegas, tanteando en la bruma del lenguaje. Y cuanta más vida y más lecturas lleves en la mochila, mejores serán tus intuiciones. Quien más que una buena historia por contar pretende palabras bonitas, música impecable, ritmo absoluto, postureo literario, no dispara un tiro y a menudo lo achicharran sin salir de la trinchera. Flaubert empleaba semanas en un párrafo hasta que lo dejaba bruñido como el acero y logró páginas perfectas, pero también el veneno de esa obsesión: el creador prisionero de sí mismo. Faulkner, en cambio, aconsejaba lo opuesto: «El escritor nunca debe sentirse satisfecho. Siempre imagina más allá de lo que puede alcanzar». Escribir una novela no es un desfile de gala, sino barro, fatiga y que te peguen tiros en cada página. Quien se atrinchera en el párrafo perfecto puede perecer en él, pues ignora el antiguo consejo militar: «Nunca demasiado tiempo y nunca en el mismo sitio».

Hay, en fin, escritores convencidos de que una novela —la poesía es otra cosa— se gana en la retaguardia de lo impecable. Y allí se quedan muchos, enredados en los sargazos de su propia sintaxis, construyendo fortificaciones perfectas mientras el enemigo atraviesa el bosque por otro lado. La página absoluta, si existe, pocas veces se fabrica con orfebrería: se conquista en el calor del combate, como un altozano tomado a la carrera, y suele aparecer cuando estás exhausto y manchado de barro. Quien la busca como objetivo final, quien confunde contar buenas historias con hacer encaje de bolillos, se condena desde el principio. Igual que los viejos legionarios, el narrador de infantería sólo tiene dos opciones: o marchas, o mueres.

____________

Publicado el 3 de octubre de 2025 en XL Semanal.

4.8/5 (502 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

31 Comentarios
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
ricarrob
ricarrob
1 mes hace

Creo que fórmulas no hay. Sólo en matemáticas o física. Quien busque fórmulas debe dedicarse a alguna ingeniería. Y a estos también se les caen los edificios y los puentes. Como los edificios, las obras, sean literarias o ingenieriles, si se deterioran (me refiero al deterioro conceptual, no físico que es inevitable, lo mismo que cualquier libro envejece, no así su contenido; lo mismo que el acueducto de Segovia envejece, no así su concepto, su idea, su alma) con el paso del tiempo, es que no eran tales.

Porque creo que lo que dice don Arturo es cierto pero no del todo. Leer mucho es condición necesaria pero no suficiente. Muchos leemos mucho, nos lo leemos todo, desde siempre, y sin embargo somos unos auténticos tochos escribiendo. Somos legión. Por eso es tan difícil.

Surge así el viejo tema de si el escritor, como en otras muchas actividades, nace o se hace. Y, como dice don Arturo, se vive. Quizás, en mi opinión, las tres cosas. Por eso es tan difícil.

Pero quizás hay otra cosa más. Tener la sensibilidad extrema de captar las esencias de la sociedad en la que vives, lo que implica también captarlas de aquello que nos precedió y captar las esencias, aunque sólo sea de manera intuitiva, sin raciocinio, del alma humana. Diseccionar el alma humana que se dice. Por eso es tan difícil.

Aunque luego está la observación del panorama. Literario, me refiero. Editarse se edita mucho. Pero observen ustedes que mucho imbécil escribe tonterías y mucho listo hace que le escriban tonterías. Es lo más. En un principio, cuando salen al mercado, el nombre lo es todo. Se vende por famoseo aunque no sé si se lee. El panorama de este mes de octubre es así, por ejemplo. Pero esto no resiste al tiempo. El tiempo lo cura todo, lo decanta todo, los sedimentos van cubriendo las tonterías con una pátina de olvido total. Están de moda las memorias de personajillos que no interesan a casi nadie. Libros escritos por estúpidos y para estúpidos.

Yo, sin ser un experto, solamente un lector compulsivo, tengo una regla: si una obra la vuelvo a leer, una o más veces, es que, además de resultarme satisfactoria, es buena. Es simple. Con las novelas de don Arturo me sucede eso. Con casi todas. Una de las cosas que siempre hace es cuidar y mimar a todos sus protagonistas, no sólo a los principales (quizás incluso se puede decir que no hay principales). Todos ellos tienen un rico perfil humano, vital, un alma propia. En su último Alatriste, incluso a Athos no lo habría descrito mejor Alejandro Dumas. Con cuatro pinceladas, nos trae a la mente, de nuevo, a los cuatro personajes más famosos de toda la literatura Occidental. No soy fan del Alatriste pero en esta última entrega me he regodeado recorriendo las particularidades idiosincrásicas de todos los personajes intervinientes. Quizñas, para mi gusto, hasta la aventura es lo de menos. Por eso es tan difícil.

Sí, por eso es tan difícil. Muy difícil.

Saludos a todos.

Juan A.
Juan A.
1 mes hace

“Il vaut mieux fait que parfait” dicen los vecinos. No caigo ahora en el equivalente castizo, pero el asunto lo enlazo con el “horror vaccui”. ¿Cómo se escribe una novela, maestro? Pues escribiendo. Y leyendo cómo escribieron otros antes. Caminante no hay camino y todo eso. No temas y emprende la marcha, que así se aprende.
Pero también nunca se parte de cero. La cultura está ahí, lo que nos envuelve, desde la oralidad hasta el verso.
Lo mismo podríamos a la creación de un arquitecto, con la fortuna de que el proyectista parte hoy de tantas restricciones que podría pensarse que todo está decidido desde un principio y que la IA de turno puede incluso debe remplazarlo.
Y de la música, qué decir. Tres cuartas partes de lo mismo, si no peor.
Asistimos al eclecticismo de las máquinas, creadoras de nuevo viejo a partir de pastiches de corpus.
Viva la creación humana. Visca Sant Donís!

Aguijón
Aguijón
1 mes hace

Leer kilómetros para escribir centímetros y vivir para contarlo.

El mismo final

En el alcorque del tilo,
Sentado, marcando estilo,
Divisando la caterva
Que a su vez también le observa,
El bueno de don Cirilo
Con su pañuelo de hilo
Y la boina gran reserva
Que su dignidad conserva
Pues por nadie se descubre,
Pasa las tardes de Octubre.
Desde la jubilación
Ya no cruza el Rubicón.
Apoyado en ese poyo
Se entretiene con su rollo.
Y no me dirán que miento
Si sólo sus pensamientos,
Sin palabra ni omisión,
Obran en este varón.
No cometeré el pecado
De por querer ser osado
Interrumpir su silencio
Ni el del amigo Florencio,
Hombre de pocas palabras,
Como buen pastor de cabras,
Que de la sierra bajó
Para aliviar su dolor.
Arrimandose a la lumbre,
Para no perder costumbre,
En un asilo de ancianos
Que un pariente lejano,
Sobrino de su cuñada,
Apenas pagando nada
Por enchufe le encontró
Para aliviar su dolor.
Y cuando llega la hora
De la oscuridad traidora
Con cachava y con bastón
Se levanta la afición.
Ya se despiden por tanto
El que fuera un tiracantos
Y el industrial maderero
Que recorrió el mundo entero,
Esperando que, mañana,
Si al tiempo le da la gana,
Puedan volverse a sentar
Para poder conversar.

PD:
Estamos en pleno otoño,
Algo que a nadie le extraña,
Si del higo no hay retoño
Pronto vendrá la castaña.

Saludos amigos.

Javier
Javier
1 mes hace

He de confesar que mi amor por la literatura me ha llevado a escribir. Para mí, para nadie más. Mi conducta tímida e introvertida me conducen a ello. También lo hace la falta de ese arrojo del que usted habla: el miedo al que dirán, al ridículo, a la crítica, a no tener, como sospecho, la suficiente aptitud para la escritura, para la narrativa, para la poesía, y que mis escritos sirvan de mofa.
Me conformo con leer, con disfrutar haciéndolo. Aunque mis lecturas de los autores actuales son contadas, se lo confieso. Me contento con leer la narrativa de un periodista de usted; con leer la narrativa burlesca, socarrona y gamberra de Eduardo Mendoza; con leer la narrativa con mayúsculas que Muñoz Molina despliega en El Jinete Polaco o en Sefarad. A Gala, Vázquez Montalbán, a Ruiz Zafón, y algun que otro autor extranjero, como Khaled Housseinni, Amin Malouf y pare usted de contar.
Y sin embargo me gustaría tanto intentarlo…
Saludos.

David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
1 mes hace
Responder a  Javier

Inténtelo usted ¡Qué diablos! ¿Tiene algo que perder? ¡Pecho a las balas y a la bayoneta, caramba! Lo peor que puede pasar es que se muera ¿Y qué? ¿Creía que saldría vivo de la vida? (Eso último es de Monty Python, pero cae al callo).

Rosario
1 mes hace

Estoy de acuerdo, de verdad. Llevo ya dos novelas, hasta donde llega mi alcance todos la leen y me animan a seguir. Si no le perturba emplear su tiempo a sabiendas de que puede no traerle mayor beneficio que encontrar su propia paz, siga adelante. Si intuye que tomará el no hacerse conocido y publicado como un soberano fracaso y se hunda en la miseria, no continúe. Pues es duro de cojones estar segura de que tienes algo digno de que llegue a la gente, y no encuentras la manera correcta de hacerlo llegar a más. Yo no sé vivir sin escribir, es para mi como ir muriendo a jirones, así que prefiero morir escribiendo, que al menos soy feliz.

Juan Antonio
Juan Antonio
11 ddís hace
Responder a  Javier

Si uno escribe sólo para sí (que es fundamental) y tiene miedo de las opiniones, de las críticas, es mejor que use el papel para hacer avioncitos, por ejemplo!!!

Basurillas
Basurillas
1 mes hace

Escribir, creo, es como la educación, como la existencia. Es sacar fuera. Esas ideas que surgen y almacenas en tu mente y tu alma y, en especial, el conseguir atreverse a dejarlas para el porvenir e incluso para otros -esto no es indispensable- porque te atormentan dentro si no lo haces. Lo demás es técnica que vas aprendiendo de muchos modos (lecturas, experiencias propias, trabajos que desarrollas, noticias, ideas que te surgen sin saber de donde, horrores que presencias, murmullos de la gente que te taladran el espíritu, conversaciones que te llenan y disfrutas, amistades y amores que sientes y te muestran vivencias…así hasta el infinito. La materia es inagotable).
Pero al final todo se resume, en mi opinión, en algo muy concreto y muy amplio a la vez: hablemos de la vida y de la muerte ¿Quién empieza?
Y un saludo a todos y todas. Por escrito.

ricarrob
ricarrob
1 mes hace
Responder a  Basurillas

Hoy en dìa se ha hecho difícil incluso hablar de la muerte. Unos la niegan y otros la ignoran. Y, hay quién, la niegan y la ignoran.

Nuevas terapias gerontológicas, nuevos medicamentos, nuevos tratamientos, cirugías, recomposiciones, transplantes de órganos, miembros artificiales… en suma, el transhumanismo al alcance de algunos.

¿Mefistófeles? Miren ustedes a Putin, al Chimpin e incluso al Trump, más viejos que Matusalen y ahí los tienes con cara de parecer que tienen siempre 50 añitos o menos.

Un abrazo.

David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
1 mes hace

Me acaba de llegar la Octavo libro del Capitán Alatriste y pienso zampármelo hoy por la tarde. De inmediato. Sin anestesia.
Y allí les cuento.

ricarrob
ricarrob
1 mes hace

Ya nos dirá, don David…

basurillas
basurillas
1 mes hace

Buen regalo de cumpleaños. Que aproveche y felicidades retrasadas.

José Prats Sariol
José Prats Sariol
1 mes hace

La sagacidad inteligente, el talento pícaro, la elusión que flexibiliza cuando pone entre plecas a la poesía, que es, dice muy bien: otra cosa. Pregúntenle a Federico García Lorca… Entra lo inefable.

John P. Herra
John P. Herra
1 mes hace

Todo eso es cierto, en la medida que la vida misma es una lucha diaria contra los elementos y las miserias, un constante caer y levantarse, una inmersión en el lodo en el que uno se pregunta qué queda de aquella persona que fuimos y de las ilusiones del principio. Lo que cuenta es seguir en pie, aunque nos hayan dado una paliza de muerte, sonreír con la cabeza alta y estar preparado para lo que venga. La literatura persigue la vida, pero la vida es demasiado terrible, demasiado dura y escurridiza para atraparla en unas palabras. Por eso me encanta conocer gente. Cada persona tiene algo de la mejor novela que no se ha escrito, ni se escribirá jamás

Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace
Responder a  John P. Herra

Cada persona es un mundo, a veces sondeable y a veces insondable. Pero hay gente previsible, superficial y hay gente imprevisible y complicada. Esta es la más interesante. En los matices está el arte y… el alma.
Saludos.

John P. Herra
John P. Herra
1 mes hace
Responder a  Ricarrob

Imprevisible, interesante… Y si es guapa, mejor aún.

Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace
Responder a  John P. Herra

Por supuesto…
Aunque los heteros no estamos de moda.

John P. Herra
John P. Herra
1 mes hace
Responder a  Ricarrob

Sí, por lo visto tampoco lo estaban entre los genios literarios del siglo XVI.

Carlos
Carlos
1 mes hace

Me pregunto si este mismo mensaje es el de Tolkien en Su historia corral “Hoja de Niggle”, dónde el personaje principal, Niggle, Nunca termina su cuadro de un bosque por retratar a la perfección una hoja…

Francisco Menéndez
Francisco Menéndez
1 mes hace

No tengo claro si estoy de acuerdo hoy con Pérez Reverte. Si quiero hacer una gran novela, sí. Pero si quiero hacer pequeño relato o un cuento, entiendo que debería de buscarse la perfección en cierta medida, para apalancarse en lo que está bien construido. No lo sé

Juan Antonio
Juan Antonio
11 ddís hace
Responder a  Francisco Menéndez

Y qué es la perfección, sino la excusa de quien no se atreve con lo contingente de la vida y sus épocas.

Álex
Álex
1 mes hace

Diez años tardó Marguerite Yourcenar para cerrar Memorias de Adriano. Su primera página, perfecta, la he imaginado mil veces…

Rosa
Rosa
1 mes hace

Me importa poco que los párrafos sean pulquérrimos, lo que me interesa es que la historia sea interesante.

Juan Antonio
Juan Antonio
11 ddís hace
Responder a  Rosa

Ahí mismo está la vida de la literatura, y no en la impecable escritura. El interés de lo narrado inventa su propia mistura de palabras, estilo, formas.

Rosario
1 mes hace

Gracias por la consejos Don Arturo!
Estoy de acuerdo, de verdad. Llevo ya dos novelas, hasta donde llega mi alcance todos la leen y me animan a seguir. Si no le perturba emplear su tiempo a sabiendas de que puede no traerle mayor beneficio que encontrar su propia paz, siga adelante. Si intuye que tomará el no hacerse conocido y publicado como un soberano fracaso y se hunda en la miseria, no continúe. Pues es duro de cojones estar segura de que tienes algo digno de que llegue a la gente, y no encuentras la manera correcta de hacerlo llegar a más. Yo no sé vivir sin escribir, es para mi como ir muriendo a jirones, así que prefiero morir escribiendo, que al menos soy feliz.

Rafa
Rafa
1 mes hace

Con el paso de los años más convencido estoy de no poseer esa madera de escritor necesaria para escribir una novela. Sin embargo, la idea continúa en mi mente como algo a lo que tengo que agarrarme para no terminar por naufragar

basurillas
basurillas
1 mes hace
Responder a  Rafa

Buenas tardes. ¡Ánimo! Naufragar nunca, y jamás de propia mano dejando desatendido el timón. A lo sumo se permite un grito, una maldición de vez en cuando, y un ratito de acariciar malas ideas. Claro que es más fácil decirlo que pervivir luchando contra las circunstancias desagradables -muchas- de la vida, pero hay que conseguirlo como un reto. Muchas veces un reto es lo único que nos queda, ¡Escriba usted!

Rafa
Rafa
1 mes hace
Responder a  basurillas

En eso estamos. Muchas gracias

Rafa
Rafa
1 mes hace

Es verdad lo que habla el Sr. Reverte, pero en mi caso nunca me ha servido aplicarlo. Siempre me ha sucedido al sentarme a escribir un fuerte rechazo al relato, teniendo la excusa para continuar, esa búsqueda de perfección imposible

José Carlos Peña
José Carlos Peña
1 mes hace

Siempre he pensado que para escribir hay que tener algo que contar, algo que decir sin recrearse demasiado escuchándose a uno mismo. Y que para tener algo que contar hay que haber vivido, lo mismo que para saber cómo contarlo es imprescindible arrastrar un abultado bagaje de buenas lecturas. Porque a escribir no se puede empezar desde cero.

Juan Antonio
Juan Antonio
11 ddís hace
Responder a  José Carlos Peña

“Porque a escribir no se puede empezar desde cero.” Y esto, dónde está escrito?