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Pornografía, mascarillas e hipocresía

Pornografía, mascarillas e hipocresía

En ninguna de las muchas listas publicadas a finales de 2021 sobre las mejores películas del año figuraba la formidable producción rumana Un polvo desafortunado o porno loco (Babardeală cu bucluc sau porno balamuc), dirigida por Radu Jude. La razón es muy sencilla y, lamentablemente, bastante recurrente cuando se habla de cinematografías, digamos, exóticas y de propuestas que van más allá del mainstream comercial y los superhéroes: el filme no se había distribuido comercialmente en España. Y lo peor de todo es que tampoco se le esperaba para 2022. Por eso, es una grandiosa noticia que se pueda ver, a partir del 11 de febrero, en la plataforma Filmin. No es un estreno reglamentario en pantalla grande, pero menos da una piedra…

Ganadora del Oso de Oro en el Festival de Berlín 2021, Un polvo desafortunado o porno loco me parece, de lejos, la mejor de las más de 400 películas que vi a lo largo del año pasado y una de las más certeras y demoledoras radiografías de la sociedad contemporánea que se han rodado nunca. Un alegato feroz contra la hipocresía y la mediocridad y una defensa incondicional de esas libertades individuales que tanto ha costado conseguir y que cada vez están siendo más limitadas y constreñidas en beneficio de esa cosa tan repulsiva que es la corrección política.

"Con un estilo casi documental, Jude describe la vida cotidiana de una ciudad sometida a múltiples restricciones y donde campan a sus anchas las mascarillas y las paranoias"

Vaya por delante que no se trata de una cinta fácil de ver ni para todos los públicos, ya desde su mismo arranque, un explícito vídeo porno casero heterosexual de varios minutos rodado en plano fijo y subjetivo por el hombre (POV, en terminología del cine para adultos). Sus protagonistas son una profesora de secundaria y su marido, y la vida de la primera da un vuelco de 180º cuando se entera de que dicho vídeo ha sido colgado en internet contra su voluntad, poniendo en peligro su vida personal, social y, sobre todo, profesional.

A partir de ese prólogo, la película se estructura en tres partes, casi podríamos decir que en tres películas independientes entre sí que conforman un todo inolvidable. En la primera, la profesora, interpretada por una actriz de teatro independiente, Katia Pascariu, que se entrega al personaje más allá del deber, recorre frenéticamente las calles de una Bucarest literalmente tomada por la pandemia del Covid-19, en sus días más feroces. Su objetivo es recabar apoyos de amigos y conocidos para el «juicio» al que va a ser sometida en su colegio. Con un estilo casi documental, Jude describe la vida cotidiana de una ciudad sometida a múltiples restricciones y donde campan a sus anchas las mascarillas y las paranoias. Es una de las primeras, y muy pocas, ocasiones en que el cine actual refleja la mal llamada «nueva normalidad» pandémica con toda su crudeza y todas sus miserias.

"Consciente de que hay males de la sociedad que no tienen remedio, Jude cierra la película no con un final abierto, sino con varios finales, dándole la opción al espectador de que se quede con el que prefiera"

En la segunda parte, el director plantea un ensayo existencial y filosófico. A modo de glosario, y con un estilo que a veces recuerda a las gueguerías de Ramón Gómez de la Serna llevadas al límite, repasa los conceptos, las ideas, las normas, las cuestiones y las obsesiones que conforman el pan nuestro de cada día. Yendo mucho más allá de la sátira, Jude analiza de una forma corrosiva, hiriente y, a veces, hasta desagradable, pero siempre con mucho sentido del humor (negrísimo) la religión, la política, la economía, la moral, la historia, la justicia o las guerras. Y, por encima de todo, el sexo, que a su juicio es el verdadero motor de la existencia humana, el Deus Ex Machina que todo lo controla y todo lo mueve.

Después de este largo inciso, Jude vuelve a la profesora y sus cuitas. Ahora la encontramos en el patio del colegio, en una reunión con la dirección y los padres de los alumnos donde se debe decidir su futuro. Por supuesto, una reunión al aire libre, manteniendo distancias de seguridad y todos con mascarilla, que seguimos en pandemia, y que se acaba convirtiendo en una oda a la hipocresía y la falsedad. Mientras ella defiende que en su vida privada puede hacer lo que le dé la gana, sus acusadores van sacando a la luz sus miserias más despreciables y hasta se permiten comentar el vídeo y comparar su calidad con la de otros que consumen habitualmente. Es decir, les parece muy mal el porno pero son consumidores habituales, cuando no grandes expertos. Y las madres, mientras tanto, están más pendientes de las apariencias que de la realidad.

Para alcanzar la perfecta cuadratura del círculo, y consciente de que hay males de la sociedad que no tienen remedio, Jude cierra la película no con un final abierto, sino con varios finales, dándole la opción al espectador de que se quede con el que prefiera y descarte los demás. Es decir, una vez expuestos los hechos nos convierte en miembros del tribunal de ese juicio sumarísimo y nos pregunta si estamos dispuestos a dejar que las cosas sigan como están o tenemos la intención de hacer algo para cambiarlas. Y que cada barco aguante su vela.

Un polvo desafortunado o porno loco es una película incómoda, que nos invita a enfrentarnos a lo que somos, a lo que deberíamos ser y a lo que queremos ser. Es una película universal, que se desarrolla en Bucarest pero plenamente extrapolable a cualquier otra ciudad del mundo capitalista. Y es una película necesaria, casi imprescindible, porque, en tiempos de superproducciones descerebradas basadas en efectos especiales, nos recuerda que el Cine, como todas las artes, tiene que tener un compromiso social y ético e invitar a la reflexión. Y vaya si esta película lo hace.

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