Inicio > Blogs > Ruritania > Presentación de Antonio de Nebrija y su origen judeoconverso, de Diego Moldes

Presentación de Antonio de Nebrija y su origen judeoconverso, de Diego Moldes

Presentación de Antonio de Nebrija y su origen judeoconverso, de Diego Moldes

Zenda comparte un texto de Juan Pedro Sánchez Méndez acerca de Antonio de Nebrija y su origen judeoconverso, la obra de Diego Moldes publicada en el año 2023 por la editorial Gedisa. Lo leyó en la presentación que hizo ante hispanistas internacionales en el Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, del que él fue el director el pasado año.

***

Neuchâtel, Suiza

Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas

Agradezco a Diego Moldes que me haya otorgado la confianza de presentar su libro, sobre todo porque hay muchos otros con mucha más competencia que yo para hablar sobre la vida y obra de nuestro insigne humanista. Por ello, plantearé mi intervención no como un especialista, sino, primero, como un lector, y, luego, como un filólogo conocedor de Nebrija.

Se podría decir que llevo más de 25 años viviendo entre los siglos XV y XVI como americanista historiador de la lengua, interesado en la manera en que la lengua española, en su tránsito medieval al moderno, se hizo también americana. Castellano medieval y español clásico son mis dos polos lingüístico-históricos, y en ambos aparece la figura ineludible de Nebrija: un hombre nacido en una Castilla medieval en su tránsito a la Renacentista y con algunas ideas y planteamientos tan muy por delante de su época que no volverán a replantearse hasta la Ilustración y, si se me apura, más allá. La historia americana del español, y con ella su globalización, comienza en 1492, justo el año que Nebrija publica su Gramática. No es, por tanto, casual que me haya encontrado no pocas veces con sus trabajos y su influencia. Nebrija está siempre presente de alguna u otra forma.

El libro de Diego Moldes ofrece una nueva faceta (otra más) de Nebrija. Y es una invitación a la reflexión sobre aspectos que transcienden al propio libro y aun al mismo gramático. Por ello, aunque no puedo hablar con autoridad de Nebrija, sí lo puedo hacer como filólogo y como lector ávido y curioso que ha topado con un buen libro, situado entre la monografía y el ensayo, sugerente, inteligente y bien documentado.

El libro tiene varios méritos, uno de ellos es la consolidación de una perspectiva sobre nuestro humanista que hasta ahora se había tratado discretamente entre los estudiosos: su posible origen judeoconverso. Es algo que añade nuevos matices y notas a la biografía de Nebrija. Pero también, y hablo ahora como si fuera un mero lector, me gusta pensar que coincide en algo, en otra escala, con la intriga propia de esos libros de lomo grueso en que aparece un misterio inesperado e ignoto, centenario, que se ha de resolver manteniendo en vilo al lector. Así es. Fíjense en la trama: varios siglos después de Nebrija, el historiador y filólogo Américo Castro comienza a sospechar algo que Nebrija había ocultado de forma subrepticia. Y lo hizo tan bien que pasó desapercibido en su época. Comienza a tirar del hijo y cada vez está más convencido de poder evidenciar un secreto oculto de más de cuatro siglos. Ciertamente Nebrija era magistral y siglos después todavía se le escurre. El mero planteamiento de esta sospecha provoca o el silencio o la contraargumentación, cuando no el ataque directo, de otros estudiosos en una polémica que se mantiene en tono discreto y circunscrita a los expertos. Pronto a Américo Castro se unen otros autores con idéntica sospecha para ahondar en ella, como Pedro Martín Baños, Juan Gil o, como es nuestro caso, Diego Moldes. El secreto guardado está a punto de descubrirse.

Pero somos filólogos y hablo ahora como tal. Nuestros misterios puede que no parezca para nada apasionantes, si es que lo son en algo. Sin embargo, para nosotros son estimulantes, sugerentes, incitadores de la curiosidad y de la reflexión. ¿Era judeoconverso Nebrija? Hay argumentos en contra y otros a favor. Lo que no hay entre los expertos son pruebas concluyentes, sino argumentos más o menos incisivos en uno u otro sentido a partir de no pocos indicios sospechosos. Aquí se impone el principio metodológico de la Navaja de Ockham: Pluralitas non est ponenda sine necessitate. O dicho en román paladino: ante dos explicaciones opuestas de un fenómeno, la más probable es la explicación completa más simple, esto es, la que exige menos causas o entidades. Un ejemplo: para explicar la existencia de los fósiles, es más probable que se deba a que la vida en la tierra es muchísimo más antigua de lo que sugiere la Biblia que a que se deba a que la tierra tenga exactamente los años que se deducen de la Biblia, pero que Dios llenara el mundo de fósiles para que los librepensadores, al hallarlos, se condenaran.

Aplicando este principio a nuestro problema, como tan convincentemente demuestra Diego Moldes en su libro, es mucho más fácil explicar determinados hechos de la vida de Nebrija desde su consideración como judeoconverso que desde su presunto origen cristiano-viejo, que exige la multiplicación de causas. Expresado con sus palabras: “Es mucho más difícil probar el origen cristiano-viejo de Nebrija que su origen judeoconverso. Dicho de otro modo, probar que Nebrija era hijo y nieto de cristianos viejos es casi imposible y, documentalmente, imposible del todo”.

Es un libro que se lee de un tirón y tiene la ventaja de que cualquiera puede acercarse a él sin necesidad de conocimientos amplios previos. Va guiando al lector a través de una argumentación ágil y presentada de manera estructurada, clara y sencilla, que lleva a conclusiones convincentes. Parece, pues, que es muy probable que Nebrija tuviera un origen judeoconverso. Esto no implica en absoluto que fuese criptojudío. Significa sencillamente que Nebrija se inserta en una tradición polifacética, poliédrica y discreta, que, si se me permite el atrevimiento, define muy bien la cultura española en su conformación a medida que transitaba hacia la modernidad. Esto es, forma parte de lo hispánico en su base, justo antes de que lo hispánico se viera enriquecido profusamente y robustecido con la incorporación de América.

Desarrollo más esta idea, fruto de la reflexión y los aspectos que la lectura de Diego Moldes evoca. Él mismo concluye su libro con la pregunta que todo lector puede hacerse: Nebrija era probablemente de origen judeoconverso, de acuerdo, ¿y qué? ¿En qué cambia eso la consideración y estudio de su obra, sus ideas y sus méritos? Pues ciertamente en nada, pero sí que aporta más argumentos a otro aspecto importante que Diego Moldes sugiere y es que define más nítidamente lo hispánico de Nebrija. Me aproximaré desde el lado de la gran aportación que los judíos han hecho a la historia de la lengua española.

Vayamos unos siglos atrás. La conquista de Toledo en 1085 por Alfonso VI, convertiría esta ciudad en un importante centro de intercambio cultural a través de la denominada Escuela de Traductores de Toledo. Se dice que allí convivían en harmonía cristianos, musulmanes y judíos, las tres culturas fundamentales que definen la península medieval. Se dice que la tolerancia de los reyes castellanos hacia los tres facilitó el intercambio cultural que permitió una notable e influyente actividad teológica, filosófica y científica. Hay historiadores que ven un mito en esta harmonía, no faltan quienes la defienden y a ellos se unen los escépticos en uno y otro sentido. Al margen de esto, lo cierto es que esta Escuela de Traductores existió y conocerá un auge amplio y fecundo bajo la tutela de Alfonso X el Sabio, quien, en cierta manera, la institucionalizará. Gracias a esta escuela, muchos textos perdidos del mundo clásico y conservados en su versión árabe se reintroducirían en la Europa cristiana, junto con los tratados, traducidos también del árabe, de medicina, óptica, hidráulica, filosofía, astronomía, química o matemáticas que producía el mundo musulmán. Como en el proceso que iba del árabe al latín se recurría a una versión intermedia previa en romance, hecho de aquella manera, el segundo gran aporte de esta escuela es que le proporcionará a Alfonso X materiales para llevar el romance a la escritura, hasta entonces solo una lengua hablada, de manera que el romance conquistaría ámbitos hasta entonces vedados. Y junto con la literatura se escribirá también en romance historia, ciencia y filosofía. El castellano escrito comenzaba su andadura

En esta actividad se sabe que fueron fundamentales y numerosos los sabios judíos, muchas veces un triple puente entre el árabe de musulmanes, el romance de los cristianos y el latín o griego de los textos. Son los tres pilares sobre los que se iría forjando la Península medieval frente a la europea contemporánea. El pilar árabe se fue debilitando hasta casi desaparecer en los siglos siguientes. El judío, en cambio, siguió con vitalidad conformando la península medieval hasta 1492 con su expulsión. Tras ella, la Península medieval se adentraba en el Renacimiento únicamente con el pilar cristiano, aunque ciertamente muy permeado por los otros dos. O tal vez no del todo.

Podemos constatar la inmensa pérdida que para la cultura española supuso esta expulsión. Sin embargo, no desapareció del todo. Continuó vigente, pero ahora de manera discreta, camuflada, a través de los judeoconversos que continuaron la tradición cultural heredada desde la Edad Media. Así, desde otros derroteros continuaron conformando lo hispánico. Y a fe que es considerable la nómina de grandes nombres que enriquecieron el llamado siglo de Oro desde el lado judeoconverso. A intelectuales como Fernando del Pulgar, Fernando de Rojas, Luis Vives, Santa teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León se uniría ahora el de Elio Antonio de Nebrija.

Nebrija, pues, está inserto en una tradición que, aunque mudada, sigue operando a través de personalidades de talla desmedida. En este sentido, demostrar el origen judeoconverso de Nebrija no cambia nada respecto a sus ideas y su obra; sencillamente enriquece más esta tradición y es perfectamente coherente con ella. Su legado transciende el de la Filología y la lingüística y abarca también la historia del español.

Tres gramáticas jalonan la historia del español y cada una de ellas profundiza y desarrolla aspectos que esboza la anterior: la Gramática castellana de Nebrija, la Gramática castellana de Bello y la reciente Nueva Gramática de la Academia española que consolida el policentrismo de la norma española. Con las dos primeras el castellano se libera de otras lenguas para describirse a sí mismo. Con la tercera la gramática se hace hispánica, recogiendo el espíritu ya presente en el Diccionario de Autoridades. Escritura y gramática son los instrumentos fundamentales con los que una lengua alcanza la cultura y se expresa en ella.

En el surgimiento de ambas encontramos la vigorosa contribución judía a la cultura española: judíos fueron los que en gran medida ayudaron a Alfonso X a crear la primera scripta en castellano. Judeoconverso es el autor de su primera gramática. Con Nebrija, el castellano se convirtió en la primera lengua vulgar, esto es, no clásica y prestigiosa, como el latín, el griego o el hebreo, en contar con una gramática. Visto desde la óptica actual, puede parecer una cuestión baladí, pero no lo es en absoluto. Muchos pueden sentir indiferencia ante este hecho, al igual que la que mostró la reina Isabel cuando le presentaron la Gramática: “¿y esto para qué?”. Pero la indiferencia de la reina es muy distinta de la actual y encierra en sí misma la gran dimensión de lo que había logrado Nebrija. Veamos esto con un poco más de detalle para entenderlo mejor.

La novedad de Nebrija es que puso todo su inmenso saber filológico humanista, extraído de las lenguas clásicas, y toda su capacidad científica para describir y codificar una lengua romance. Esto es, lo que hacía para el latín y el griego, tan inmensos ellos, tan institucionalizados, tan gigantescos, lo aplica a ahora a una lengua vulgar corriente y moliente para resaltarla, hacerla única, ponerla al mismo nivel. La novedad es que nadie entonces en su sano juicio habría pensado en semejante tontería. Una lengua vulgar la hablan hasta los niños. ¿Para qué requiere de gramática algo que ya aprenden todos de manera natural desde la cuna sin más artificio? ¿Cómo puede tener arte y reglas gramaticales similares a la perfección y grácil flexibilidad del griego o la majestuosidad grave del latín algo tan común y vulgar?

Toda la ciencia empleada para las lenguas clásicas Nebrija la volcó en un humilde romance. Y comenzaron a surgir las sorpresas. Y no tardó en ser imitado pocas décadas después por otras lenguas de cultura. No solo había dotado al vulgar de la misma complejidad y dignidad que tenían las lenguas clásicas, sino que también marcaba nítidamente la frontera entre lo que es latín y lo que son romances y la especificidad de cada uno como lengua. Puso el humanismo y toda su ciencia en desentrañar el funcionamiento de nuestro idioma. Y, además, justo en el momento en que el castellano comenzaba su gran expansión por tierras americanas, lo dotaba de unas normas fijadas para darle consistencia. Hubo también otra consecuencia, no sospechada por el mismo Nebrija, de gran trascendencia, cuyos efectos llegan con vigor a nuestros días. La Gramática de Nebrija se convirtió en un modelo de cómo aplicar la ciencia filológica, reservada hasta entonces a las lenguas clásicas, a otras lenguas, fuesen cuales fuesen. Cuando años después se creó en Salamanca la cátedra de lenguas indígenas americanas, muchos de los frailes que codificaron las principales lenguas amerindias utilizadas como lenguas generales para la evangelización de los indígenas (por tanto, lenguas oficiales de la iglesia católica: el quechua, el náhuatl, el guaraní o el chibcha), se basaron en Nebrija y su método para la elaboración de gramáticas y diccionarios que sirvieran a otros frailes para aprenderlas. Y así no solo estas lenguas, hasta hacia poco totalmente ágrafas, tuvieron una gramática antes que otras lenguas europeas, sino que también esto contribuirá a su preservación en el tiempo llegando a la actualidad.

Porque había otro interés humanista en Nebrija cuando confeccionó su gramática. Pretendía que, al igual el latín y el griego, el castellano tuviese la suficiente consistencia a fin de que las generaciones futuras dispusieran igualmente de esta lengua. Se trata del afán de perpetuidad netamente renacentista y puramente clásico.

En nada cambia estos logros que Nebrija fuese de ascendencia cristiano-vieja o judeoconversa. Era un gran humanista. Y esto consuena bien con la labor de otros humanistas judeocristianos y una tradición que arrancaba en la misma Escuela de Traductores de Toledo. Se trata, al fin y al cabo, como Diego Moldes concluye con perspicacia elegante, de cultura española, que no es fruto de una sola tendencia, sino del mestizaje, la hibridación que define a lo hispánico y su cultura, sus logros, sus defectos y también sus grandezas. El mundo hispánico es mestizo, multilingüe, multirracial y multicultural. En su base constituyente encontró Nebrija un acogedor cobijo que ya era multisecular.

Juan Pedro Sánchez Méndez

Université de Neuchâtel, julio de 2023

5/5 (5 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

1 Comentario
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
Raúl
Raúl
7 meses hace

No soy experto como para valorar tan interesante escrito pero, como el Dr. Sánchez Méndez conoce bien el español en América, intentaré saludarlo con una copla en lunfardo bonaerense.
La lengua ducha española
se aquerenció en estos pagos:
de lengua del Fraile Luis
se hizo chamuyo en el tango.

Saludos,
Raúl