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Recordaré su nombre

Hay historias que nos recuerdan a las propias, y te hacen regresar a esas fotos en blanco y negro a las que algunos de condición sentimental acudimos con cierta frecuencia, quizá para conocernos mejor a nosotros mismos. Si entre esos que nos anteceden reconoces ejemplos de honestidad y valentía, el recuerdo se transmuta en orgullo. Eso es lo que me sucede cuando leo a Lorenzo Silva y su pormenorizado relato novelado sobre el general de la brigada de la Guardia Civil José Aranguren Roldán. Hay un homenaje allí a los que se fueron y confeccionaron la línea de nuestra propia existencia. O de la misma Historia, como en este caso.

Es éste un relato triste en el que es posible rescatar luz, la que representan algunos hombres buenos dispuestos a mantenerse íntegros en tiempos difíciles. Escritores como Silva los ponen en el lugar justo que les corresponde. A Aranguren se le entregó a la derecha más vil y fue deliberada y mezquinamente olvidado por historiadores de ambos signos, incluso dentro del Cuerpo al que perteneció por el aniquilamiento feroz que hubo contra la Guardia Civil durante mucho tiempo, y no se le había dedicado ninguna página literaria, hasta ahora.

«No pretendo ser aséptico [….] He vivido en mi país lo suficiente para juzgar cómicos los argumentos de quienes tratan de hacer ver que no ser férreo partidario de algo es un comportamiento dictado por la conveniencia, cuando a la vista está que en el solar hispano, ya desde antes del 36, quienes han recaudado las más jugosas plusvalías económicas y de otra índole son justamente quienes con más ahínco levantaban el brazo, fuera cual fuera la forma que adoptaba la mano en el extremo».

(Lorenzo Silva)

Dice el autor que ésta es una historia que le estaba predestinada. Ya se había tropezado con la mirada limpia y profunda de Aranguren revisando documentación en el año 2009, y entonces decidió escribir un libro sobre él. Lo mencionó en La marca del Meridiano y en el 2013 recibió una carta del biznieto de Aranguren, Lorenzo Rubio, en la que le agradecía el recuerdo de su bisabuelo y le ofreció ayuda de su familia para documentarse. Entonces, como dice Silva, “José Aranguren Roldán, el ser humano, empezó a dibujarse ante mí”.

Siempre hay razones personales en un relato y para Silva es importante para «entender desde dónde narra quien esto escribe» . Por ello la novela parte con el recuerdo de sus abuelos, Manuel y Lorenzo.  El honor y el sentido de la justicia están en Aranguren  como lo estuvieron en los abuelos de Silva, aquellos por los que pasó encima “la apisonadora de la historia” y quedaron “en tierra de nadie”. Silva hace justicia a estos “actores secundarios de la Historia, llamados, por eso mismo, a convertirse en literatura”.

Lorenzo recupera el papel histórico de Aranguren como veterano militar y africanista en las campañas de Marruecos desde el desembarco en la playa de Alhucemas en 1925 hasta 1927, donde luchó contra el líder rifeño Abd el-Krim bajo las órdenes del general Goded y tuvo como compañeros de armas a figuras que iban a cambiar el curso de la historia, como Mola, Sanjurjo y Franco.  Aquel fue el golpe definitivo a la resistencia contra el protectorado español, pero la guerra no terminó allí y de eso no se ha hablado tanto. Goded y Aranguren se quedaron allí hasta reducir, montaña tras montaña, a los marroquíes aún amotinados.

Aranguren en África © José A.Cobreros

“¿Puede haber absurdo mayor que una empresa colonial de España en África? Más tarde recibiríamos el pago: un desastre económico, una guerra civil y otro ensayo republicano”

(Reflexiones premonitorias de Angel Ganivet, en “Idearium español” )

Esta es también la novela que explica la Barcelona de 1936 y el papel de la Guardia Civil en aquellos días. Aranguren había sido trasladado en 1930 a la jefatura superior de policía de Madrid por Mola en plenas elecciones que el 14 de abril supusieron el triunfo de la Segunda República. Fue entonces cuando sucedió uno de los momentos más significativos de su vida, del que por cierto fue testigo directo el abuelo de Lorenzo, cuando éste se negó a contener a los manifestantes que festejaban la victoria republicana. Aranguren coincidió poco tiempo después con Franco en La Coruña, donde las familias de ambos se reunieron con frecuencia. Quién le iba a decir que ese hombre iba a firmar su sentencia de muerte, no mucho tiempo después.

Familia Aranguren Lugo 1922 © José A.Cobreros

“El Ejército mantiene virtudes militares y no interviene por defender partidos ni intereses bastardos sino para causas justas y bien de la Patria”

(Declaraciones de Aranguren durante su procesamiento por causa militar 1/39, abril de 1939)

Fue una conversación telefónica en las antiguas Aduanas en Barcelona lo que selló su suerte en julio de 1936, cuando Aranguren, en aquel entonces general de la Brigada de la Guardia Civil al servicio de la Generalitat, desafió las órdenes de su antiguo camarada de armas Goded, cabecilla de la sublevación, quien le exigió unirse a su causa. Su negativa y respuesta fue clara: “Aquí no hay más rebeldes que ustedes”. Su determinación, y la fuerza que representaba en aquel momento la Guardia Civil, junto con los Mossos, coordinadas ambas por el responsable de orden público Frederic Escofet, contuvieron a los sublevados. Al menos durante un tiempo.

«Si mañana me fusilan fusilarán a un general que ha hecho honor a su palabra y a sus juramentos militares. Si mañana le fusilan a usted, fusilarán a un general que ha faltado a su palabra, y a su honor»

(General Aranguren, en su conversación con el general Goded)

Los años siguientes Aranguren tuvo que trabajar entre los excesos cometidos por el bando republicano, y la defensa del gobierno legítimo al que se había consagrado, pero sin la autoridad de la que había gozado en su día, tratando de “actuar donde podía hacer algún bien o aminorar algún mal”. Finalmente fue acusado  de rebelión militar, y por ello mismo, condenado a muerte. De nada sirvió la brillante defensa de su abogado Francisco Eyré, ni sus propias declaraciones, ni la clemencia que obtuvo su familia del Papa Pío XII:

“Que lo fusilen aunque sea atado a la camilla”

(Palabras de Franco)

Lamentablemente España arrastra todavía, después de tantos años, esa división que aparenta ser irreconciliable por la ausencia de un diálogo que no culpabilice, sino que analice. Y todo ello tiene una historia, intensa, apasionante, que Silva nos ofrece en este libro tan honesto, tan honrado con el lector. Este portentoso escritor, distinguido con el título de Guardia Civil Honorario y conocido por las novelas protagonizadas por la pareja de guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, ha hecho una reconstrucción sorprendente que te atrapa por su integridad y claridad. Me ha parecido ver allí la misma disciplina que ha caracterizado a la Guardia Civil durante sus 173 años de existencia. No esa imagen manipulada por los poderes oscuros, sino la original.

“La Guardia Civil era una de las pocas cosas que funcionaban bien en España. Al español no le gusta que las cosas funcionen bien, porque si las cosas funcionan bien él tendrá que funcionar bien a su vez y este sistema no le ofrece ventaja ninguna. La Guardia Civil era honrada, era exacta y era insobornable”

(Julio Camba)

Juan Aranguren Ponte (segundo hijo de José Aranguren). Teniente de infantería, herido en combate en Marruecos © José A.Cobreros

El libro es a mi parecer un homenaje a nuestros mayores, gente anónima y no anónima que pasa y hace la historia que, para bien o para mal, es la nuestra.

“Es a la soledad poblada por gente como ellos a donde algunos sentimos que pertenecemos»

(L. Silva)

Es de justicia alabar el trabajo minucioso y artesanal que ha hecho Lorenzo Silva en la reconstrucción novelada de lo que fueron aquellos años, con documentación valiosísima. El libro es relato literario de los hechos, pero no hay fabulación alguna.  Se nutre de testimonios pero nace y hace literatura, se convierte en algo personal, simbólico, incluso poético. Nuestra memoria, nuestro pasado, es presente y es futuro.

“Y si no se apropian de esa memoria los novelistas, o los poetas, ¿cómo va a continuar?”

(Jorge Semprún)

Adelante, lector. He aquí la historia rescatada de un hombre valiente,  honesto, sin dobleces ni trastienda. Esos que ocupan el segundo término y que viven toda su existencia de una forma lineal, fieles a sí mismos. Todos ellos merecerían ser recordados y necesitaríamos un libro para cada uno de ellos.

Empecemos por éste. Les aseguro que recordarán su nombre.

Su historia.

Y su mirada.

Aranguren en Valencia. © José A.Cobreros

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Autor: Lorenzo Silva. Título: Recordarán tu nombre. Editorial: Destino. Venta: Amazon y Fnac 

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