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Sabiduría de Yu

Imagen de portada: Riveras de los ríos Xiao y  Xiang, Dong Yuan, siglo X.

Gun robó los secretos de los dioses. Burló al Emperador del Cielo y robó la arcilla xirang que se expande. Así contenía por medios artificiales la gran inundación bajo la cual hubiera podido perecer el género humano. Aunque Gun quería hacer el bien y salvar a todos los padres, las madres, sus hijos y sus hijas, las ciudades, las aldeas y los sembrados, el Dragón Luminoso lo mató. Sólo con ingeniería, solo con técnica Gun no venció a las aguas, sino que empeoró su acción y labró la perdición de su nombre. La obra de sus manos fue inútil. Las aguas se contenían aquí y se desbordaban allá. Ni los diques, ni los malecones, ni las presas controlaron las olas cuando eran embravecidas e intimidatorias, ni siquiera cuando eran plácidas dejaban de ser traicioneras, a fuerza de profundas. Siempre fluyentes, en constante cambio, cambio que era imperceptible al ojo humano unas veces, pero otras veloz como el parpadeo de los ojos. Toda intrusión humana enfurecía al agua y despertaba fuerzas contrarias.

"Yu era muy sabio, conocía los misterios de las cosas, sabía que para la humanidad no muriera, había que imitar el agua, ser como ella, reconocer su poder"

El ingeniero fracasó y murió. Los antiguos decían que de su vientre fue extraído su hijo, Yu. Yu era muy sabio, conocía los misterios de las cosas, sabía que para la humanidad no muriera, había que imitar el agua, ser como ella, reconocer su poder, su capacidad de transformación, su facultad para acomodarse a las formas. El agua sabía filtrarse por las grietas y evadirse como si fuera débil y temerosa, pero a la vez tenía una fuerza capaz de concentrar el poder de mil puños valientes, su golpe podía ser mortal. Yu aceptó ese poder, no quiso poner límites opresivos al agua, aceptó su cauce, llamó a dragones que drenaran el suelo para liberar las corrientes, a tortugas gigantes que arrastraran los lodos para abrir el paso a los cauces.

El agua corría libre y escapaba entre los dedos de los hombres; y cuando quería, colmaba las palmas que adoptaban la forma de un cuenco. La principalía del agua fue restaurada y los ríos se levantaron para ayudar a Yu, lo llevaron en sus corrientes por las tierras antes devastadas, y a las que ahora les era concedida la bendición de la clemencia. No forzando las aguas, las aguas seguían su curso y no invadían el curso de los otros seres. La inacción en la contemplación resultó mejor que la acción sin contemplaciones. Yu llegó a ser rey y su estirpe pobló los siglos.

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