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Salvemos Velintonia

Foto: EFE/Chema Moya

La Guerra Civil había llegado a Madrid tan rápido que algunos apenas habían tenido ocasión de refugiarse debidamente. Entre ellos se encuentra Vicente Aleixandre, cuya casa en «Velintonia, 3» se levantaba en un enclave tan idílico que sólo podía terminar triturada, como todo lo hermoso en este conflicto atroz, por las mandíbulas de la guerra. La cercanía con el frente era tal que no tuvo más remedio que abandonar su hogar para refugiarse en la céntrica calle Españoleto, en el domicilio de sus tíos. Meses más tarde, volvió Aleixandre a Velintonia con un salvoconducto expedido por su amigo Miguel Hernández. El propio poeta oriolano decidió acompañar a Vicente. Tiraba de un carro de mano que sólo soltó cuando, al llegar a la casa, Aleixandre rompió a llorar. Cascotes, escombros, páginas rotas, libros quemados. Cuentan que pudo salvar una primera edición de Canciones, dedicada por Lorca, y un manuscrito de lo que más tarde sería la versión aumentada de Pasión de la Tierra en Adonais, entre otros tesoros. No sólo de cadáveres humanos se alimenta la guerra.

"Décadas llevan las distintas formaciones políticas peloteando con la complicada situación jurídica de Velintonia"

Ha pasado ya casi un siglo de aquello, y pese a que aquel templo de la poesía sobrevivió a la guerra finalmente, no está tan claro que vaya a hacerlo a la desidia burocrática. Décadas llevan las distintas formaciones políticas peloteando con la complicada situación jurídica de Velintonia, sin que se llegue a ninguna decisión concreta, más allá de una triste certeza: la casa sigue en venta por un valor de cuatro millones de euros. Sin embargo, algo parece cambiar de repente. Días atrás, visitó la casa el ministro de Cultura, Rodríguez Uribes, que señaló la necesidad de que Velintonia sea declarada Bien de Interés Cultural. Esta visita ha enfadado a la consejera de Cultura en Madrid, Rivera de la Cruz, que argumenta que ya había escrito a Uribes para tratar la cuestión, sin respuesta ministerial. Se ha herido el orgullo de poltrona, y nada dispara con más fuerza contra una necesidad como una vanidad política arañada.

"Ojalá este sea el comienzo de una hermosa enemistad que acabe con Velintonia declarada BIC"

Ojalá este sea el comienzo de una hermosa enemistad que acabe con Velintonia declarada BIC. Porque entre esos muros se fraguó el Veintisiete, con su acento andaluz y su aire gongorino. Allí el propio Federico leyó por primera vez sus Sonetos de Amor Oscuro, allí introdujo Dámaso Alonso la teoría literaria que acabaría enganchando a Vicente a la poesía. El piano de su hermana sonaba a altas horas de la madrugada al son de la palabra de aquellos jóvenes poetas. Después de la guerra, pese al gris, la situación no distaba demasiado. Todo aquel que quisiera dedicarse a la poesía debía visitar a don Vicente en su amada Velintonia. Así lo cuenta Ángel González, quien se quedó abrumado por la sombra del poeta la primera vez que pisó Madrid. Llegó la democracia, y la academia sueca decidió entregarle el premio Nobel a Aleixandre precisamente por eso: su figura era un símbolo de unión y consenso. La misma unión y el mismo consenso que necesitamos hoy para salvar Velintonia. Háganlo, por favor. Háganlo.

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