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Sostenible

De un tiempo a esta parte viene apareciendo en artículos de periódicos, en anuncios de televisión, en tertulias políticas y hasta en productos alimenticios el adjetivo “sostenible”, procedente del verbo “sostener”, con diferentes significados incomprensibles.

Es una palabra que, a fuerza de ser metida con calzador, se ha puesto de moda. Pero suele estar aplicada al buen tuntún y confunde al personal castellano-hablante. Los lingüistas suelen hablar de “palabras polisémicas” cuando una misma palabra puede tener varios significados. Y ésta debe serlo.

He aquí lo que dice la vigésimo segunda edición del Diccionario de la Real Academia Española acerca de la palabra “sostenible”: 1. adj. Dicho de un proceso: Que puede mantenerse por sí mismo, como lo hace, p. ej., un desarrollo económico sin ayuda exterior ni merma de los recursos existentes”.

Veamos algunos ejemplos del poco caso que se le hace al diccionario de nuestra lengua y de la velocidad de crucero que toma una palabra inventada y aplicada al buen tuntún.

En uno de los periódicos digitales que suelo leer por las mañanas aparece la fotografía de una señora, llamada Marta Larsen, una bióloga que diseña pañuelos de seda “sostenibles” inspirados en la Naturaleza.

En el bote de cacao soluble, muy útil para el desayuno de quienes gustamos de mojar galletas en leche chocolateada, podemos leer: “Cacao natural obtenido de forma sostenible”.

En el recipiente de cartón que contiene un litro de leche comercializada por ese señor tan simpático de Aranda de Duero puede leerse: “Envase sostenible”.

En un anuncio de televisión que promociona la venta de coches se aconseja la compra de uno eléctrico para ser “más sostenible”. No queda claro si el sostenible es el coche o el comprador.

Recientemente hemos oído en la radio al simpático Goyito decir que el bacalao es uno de los peces denominados salvajes que suele pescarse con “artes sostenibles”.

He aquí lo leído en distintos periódicos: “La obsesión sostenible deja a Europa sin calderas de gas y al borde del abismo energético”.

“ACS presenta a sus accionistas un futuro más sostenible y digital”.

En el anuncio de televisión del niño que impide que su padre arroje al mar una botella de plástico con las coordenadas de la isla en la que han naufragado, el muchacho le grita: “Plástico, no”. Luego la voz del narrador dice: “El mundo nos está pidiendo una comunicación más sostenible”.

Poco después, en esa misma tanda de anuncios, apareció otro que hablaba de “camisetas hechas con materiales sostenibles”.

Y usted, agobiado por lo que parece insostenible, apagará la tele.

La Comisión Nacional del Mercado de Valores critica el ecopostureo: Ningún fondo cumple la transparencia exigida para ser “sostenible”.

En el diario El Norte de Castilla del día 28 de diciembre (pág.15), se publica una noticia encabezada por el siguiente titular: “Los helicópteros de Castilla y León estrenan vuelos con fuel sostenible”. ¿Qué quiere decir eso de fuel sostenible? ¿Qué está sostenido en el aire cuando el helicóptero está volando? No. Sencillamente, que se aminoran las emisiones de CO2, pero dicho al modo moderno.

Estamos terminando. He aquí una pieza cazada en un periódico digital: “El papel higiénico ya tiene fecha de caducidad. Éste será su sustituto y es más sostenible».

Estamos acabando: “…galletas hechas con trigo más sostenible”.

Estamos acabando, pero con la paciencia del lector: el Ministerio de Trabajo en realidad se llama Ministerio de Trabajo y Movilidad Sostenible.

Y última. En un periódico antes citado aparece una noticia facilitada por la entidad bancaria que administra mis cuatro perras, en la que se dice que dicho banco mejora la financiación para la compra de viviendas sostenibles; y aclara que se refiere a “viviendas energéticamente eficientes” (¿es que existen viviendas que no lo sean?).

Al principio del “chaparrón de sostenibles”, pensamos nosotros, ingenuamente, que se trataba de un neologismo picarón relacionado con “lo sostenible” en la anatomía femenina. Pero no. Era una palabra polivalente usada y abusada por tierra, mar y aire. Es decir, “valente” para todo y para nada.

La conclusión es que, si queremos parecer ampulosos en el hablar, en el escribir y en el vender, conviene meter el palabro “sostenible” para aparentar que decimos algo importante, aunque en realidad no digamos nada, sino confusión y marear la perdiz.

Me alegro de haber escrito este artículo, que no se sostiene.

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