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Soy Catalina de Salazar, mujer de Miguel de Cervantes

Soy Catalina de Salazar, mujer de Miguel de Cervantes

En el 2019 se publicó el tercer tomo de mi biografía cervantina: La plenitud de Cervantes (Madrid, EDAF). Y en ese momento tuve conciencia de que la suerte estaba echada: Cervantes, la vida de Cervantes, había venido para quedarse entrelazada con mi propia vida. Tres años antes había publicado los dos primeros volúmenes: La juventud de Cervantes y La madurez de Cervantes. Lo que había comenzado siendo un encargo editorial en el 2014, cinco años después se volvía una parte esencial de mi investigación, de mi escritura, de mi vida.

En el último volumen de mi biografía cervantina tuve claro desde un principio que las mujeres del entorno de Cervantes merecían un capítulo, que era necesario rescatar su figura, en especial la de sus hermanas Andrea y Magdalena, de las sombras y las dudas que habían caído sobre ellas como una fosa común por parte de un cervantismo decimonónico que las miraba con la aprensión de ser un lastre para el honor de la familia. Nada más lejos de la realidad: las mujeres de Cervantes no solo son una parte esencial de su entorno familiar, sino que son ellas las que van a sustentarlo de una manera continua, frente a los vaivenes económicos de Miguel de Cervantes.

"Catalina exigió tener su voz, y dársela, e intentar recuperar su voz me pareció un desafío digno de tenerse en cuenta"

Y será en este año 2019 cuando comencé a escribir Yo soy Catalina de Salazar, antes de saber que lo iba a escribir. El 5 de diciembre de este año di el pregón inaugural de las XL Jornadas Cervantinas en Esquivias. Y allí me acerqué, por primera vez, a Catalina de Salazar, la más famosa de las esquivianas, de una manera independiente, intentando seguir el camino crítico que había ido construyendo los trazos de su biografía: una vida creada a golpe de descubrimiento de documentos y siempre a la sombra de Miguel de Cervantes, como un medio para comprender mejor a su marido. Una biografía que “comenzaba” en el primer documento en que aparecía Miguel en Esquivias (en septiembre de 1584) y que “terminaba” cuando muere el escritor alcalaíno en Madrid el 22 de abril de 1616. Por aquellos tiempos estaba escribiendo junto a Ricard Borrás mi primera obra de teatro, Cervantes y el juego de la oca, y decidimos incluir una escena en que Catalina conversa con su marido antes de que este se vaya a Sevilla para ser Comisario Real de Abastos, una escena en que Catalina no se muestra como una mujer sumisa, sombra de la sombra de su marido, sino como la mujer de carácter, la mujer manchega que ha de hacerse cargo de la hacienda familiar como ya comenzaba a imaginarla, a descubrirla.

Y si mi acercamiento a la vida de Cervantes parte de un encargo editorial, con el nombre de Melquiades Prieto como impulsor —y de aquí se ha convertido en eje esencial de mi carrera profesional y de desafío personal—, Yo soy Catalina de Salazar, mujer de Cervantes tiene el mismo origen: el encargo de Marifé Santiago Bolaños, que preparaba por el año 2020 los primeros títulos de la colección “Palabras hilanderas” de la editorial HUSO. Marifé me propuso incorporar a la colección un libro sobre Cervantes, sobre ese constructor de palabras que ha unido a tantas geografías y lectores a lo largo de los siglos. Y de pronto, Catalina se hizo presente. Catalina exigió tener su voz, y dársela, e intentar recuperar su voz me pareció un desafío digno de tenerse en cuenta. Y dicho y hecho. Cervantes dejó paso a su mujer: el foco cambiaba de protagonista. ¡Y no sabía dónde me estaba metiendo!

"Las mujeres de Cervantes al desnudo, que nos miran cara a cara, que nos interpelan, que nos hablan, que ríen y lloran con nosotros"

Y así comenzó la andadura de este libro, de un proyecto más ambicioso en que sigo queriendo poner voz a las diferentes mujeres de Cervantes, a ir recuperando su cotidianidad para intentar comprenderlas y hacerlas comprensibles para los lectores del siglo XXI… Las mujeres de Cervantes al desnudo, que nos miran cara a cara, que nos interpelan, que nos hablan, que ríen y lloran con nosotros.

El viaje de la escritura de este libro fue apasionante y partía de una única idea, de una única convicción: no podía escribir un ensayo, un estudio sobre Catalina de Salazar. Ella tenía que hablarnos en primera persona, y en este recuperar su voz surgió el género de la obra: un monólogo teatral, que en principio debía rescatar a Catalina en cuatro momentos de su vida, cuatro espacios que nos permitieran comprenderla en su complejidad.

Siguiendo el ejemplo de José Luis Sampedro, dediqué los primeros meses a poner en orden todo lo que sabíamos de Catalina, a situar en una línea del tiempo sus datos biográficos en paralelo a los de Miguel de Cervantes y su familia y a los de la familia de Catalina: sus padres y sus hermanos. Solo teniendo claro estos nudos de relación podía luego escribir sobre su vida con cierta libertad, con cierta seguridad.

"¿Cómo conoció a Miguel de Cervantes? ¿Qué sueños y esperanzas eran las suyas antes de conocerle?"

Lo segundo que tenía que plantearme era llenar de imágenes, de sensaciones y de explicaciones los espacios de sombra que la documentación dejaba en la vida de Catalina. ¿Cómo conoció a Miguel de Cervantes? ¿Qué sueños y esperanzas eran las suyas antes de conocerle? ¿Qué sintió al llegar por primera vez a la Corte? ¿Por qué no se volvió a Esquivias cuando se quedó sola en Madrid después de 1616 y de la muerte de Constanza, la hija de Andrea? ¿Por qué decidió ser enterrada en las Trinitarias en Madrid y no en la Iglesia de Santa María en Esquivias, junto a sus padres? Las preguntas se me agolpaban, y el género del monólogo teatral permitía imaginar respuestas más allá de la necesidad de una documentación exigida por el ensayo académico.

Y comencé a intentar dar respuesta a tantos porqués… a ese porqué que ha sido uno de los principios motores a la hora de acercarme a la biografía cervantina… y dejé volar la imaginación a partir de los datos conocidos; y comencé a plantear mis propias hipótesis que, ahora escritas, me parecen cada vez más defendibles. Solo rescato dos, que me parecen las más novedosas, las que ninguno otro antes ha indicado: por un lado, Cervantes conoció a Catalina mucho antes de esa fecha de septiembre de 1584 cuando aparece su nombre como testigo de un documento fechado en Esquivias. Cervantes no fue a Esquivias para ayudar a Juana Gaitán a editar las poesías de su difundo marido Pedro Laínez. Cervantes visitó Esquivias, como tantos otros pueblos de la comarca, para hacer negocios con el vino, como agente de negocios. Y entre estos posibles negocios, ¿por qué no imaginar que lo intentara con el padre de Catalina, que era un tarambana? Y allí se conocieron… y allí me imagino que se conocieron, en la casa de Catalina, cuando Cervantes fue recibido por su padre y despedido de malas maneras, pues no se fiaba de la gente que venía de la Corte… y menos de un antiguo soldado tullido con ínfulas de poeta. Y allí Miguel conoció a Catalina, que estaba en edad casadera, pero que todavía no había conseguido unir su nombre a algunos de los “famosos linajes” de aquel lugar toledano… una Catalina que se acercaba peligrosamente al destino de ser una solterona… ¿Por qué no imaginar el matrimonio con Miguel como una liberación, una posibilidad de salir de la cárcel de una vida que estaba ya escrita, diseñada según los parámetros de la época?

Y en segundo lugar, como he indicado, ¿por qué se quedó Catalina en Madrid sola a la muerte de su marido? Y aquí un dato biográfico que se conocía, pero que era citado de manera secundaria, se volvió iluminador: la pertenencia de Catalina a la Venerable Orden Tercera de San Francisco le daba un sentido a su vida en Madrid. Acompañar a los enfermos en los hospitales y a los presos más pobres, a los que llevaban comida y compañía, se convirtió en la vida de Catalina desde que profesara, años antes de la muerte de Miguel. ¿Por qué renunciar a su vida, a la vida que ella había construido en Madrid a la muerte de su marido? Una vez más, Catalina se me revelaba como única, independiente, autónoma… y así tenía que ser.

"Tenemos que seguir transitando y conociendo cómo son los Siglos de Oro"

Y el final de la escritura fue lo más sencillo, lo más rápido: en una semana Catalina tomó la voz y no dejó de hablar, no dejó de dictarme sus palabras en el momento en que la situé en un espacio y en un tiempo: la mañana de aquel septiembre de 1626 en que se disponía a firmar su testamento, dada su enfermedad y las pocas esperanzas de vida. Una mañana madrileña en que evoca sus recuerdos, en que su vida vuelve, como la risa de Miguel, a iluminar su cara.

Yo soy Catalina de Salazar, mujer de Miguel de Cervantes nace del impulso de dos mujeres, como son Marifé Santiago Bolaños y Mayda Bustamante, la editora de HUSO, y lo hace entrelazando los recuerdos de Catalina con los de mi madre y mis abuelas. Sus historias son las historias de Catalina, como las experiencias y las emociones de Catalina son las que comparten las mujeres de mi familia, las de tantas y tantas familias.

Y aquí está la apuesta. Y aquí está el poder inmenso de la literatura, de la ficción, que nos permite acercarnos de otra manera a la realidad de una época, de un momento apasionante, que tenemos que seguir transitando y conociendo, como son los Siglos de Oro. Y hacerlo también desde la mirada de las mujeres, de esas mujeres silenciadas, convertidas en sombra, que todavía tienen tanto que revelarnos. Solo tenemos que estar dispuestos a escucharlas, a seguir la senda de sus palabras hilanderas.

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Autor: Juan Manuel Lucía Megías. Título: Soy Catalina de Salazar, mujer de Miguel de Cervantes. Editorial: Huso. Venta: Todostuslibros y Amazon

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