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Te has enamorado del malo, imbécil

Te has enamorado del malo, imbécil

Pocas cosas tan angustiosas como un tren de Cercanías parado —a oscuras— en medio de la vía. Avisan por megafonía: «Atención, señoras y señores. Ehh… Hemos tenido un imprevisto y no podemos seguir. Como ya se habrán dado cuenta, estamos detenidos a mitad de la estación». Un encargado de seguridad dará las indicaciones pertinentes antes de abrir las puertas del convoy: para llegar al andén se deben cruzar dos vagones. «¿Qué pasa», pregunta alguien. «Pues un señor, que se ha tirado a la vía, y lo hemos atropellado». Aconseja el segurata no mirar; el suicida está partido en dos.

Nadie puede ver el cuerpo desde el andén (estación Doce de octubre, por cierto). No solo porque el guardia no lo permita, sino porque la cámara (subjetiva) no lo enseña. Así comenzaba Tesis (1996), el primer largometraje de Alejandro Amenábar. «Esa escena la viví yo cuando iba a la facultad», cuenta el director a Zenda en un coloquio organizado en la Academia del Cine para celebrar el vigésimo quinto aniversario del estreno del filme. «Soy muy sensible a la sangre y ese era un mundo en el que no me interesaba entrar. Pero por otro lado me llamaba la atención esa fila de gente que no podía mirar y gente que quería mirar», admitía.

«¿De qué color son mis ojos?»

El guión de la película narra la historia de Ángela Márquez (Ana Torrent), una estudiante de Imagen que está trabajando en su tesis sobre la violencia audiovisual. Ángela conoce a Chema (Fele Martínez), un compañero introvertido que puede procurarle películas violentas además de un surtido de pornografía de todo tipo: light, gore, sado, oriental… Chema le pone Fresh blood, una película «muy bonita y educativa» de atentados, fusilamientos y linchamientos.

"Alguien que había visto una snuff hacía tiempo le comentó a Amenábar que lo que más le había impresionado no eran las imágenes, sino el sonido, en concreto los gritos"

Por querer obtener documentación «delicada», Ángela descubre —de manera traumática— en una de las salas de proyecciones de la facultad la existencia de una cinta con el asesinato y previa tortura de una chica. Después mucho meditarlo, comparte con Chema el hallazgo. Ella no se ha atrevido a revisar el contenido del vídeo, salvo a escucharlo con auriculares y con el contraste del televisor al mínimo. Gritos, súplicas, y más gritos. Suficiente.

Alguien que había visto una snuff hacía tiempo le comentó a Amenábar que lo que más le había impresionado no eran las imágenes, sino el sonido, en concreto los gritos.

"El método utilizado por Amenábar, una regla clásica, producía más terror en el espectador por el hecho de no ver claramente qué es lo que estaban viendo los personajes"

A Chema eso no le importa. Después de mucho insistirle a Ángela, ella accede ir a su casa con la cinta. «Empieza la diversión», exclama el joven introduciendo el VHS en el reproductor antes de darle al play. Los dos están expectantes ante la pantalla, que emite por unos segundos la carta de ajuste. Ángela se raja. Se da la vuelta. No se atreve a mirar. «Tú te lo pierdes», le avisa Chema. Otra vez los mismos gritos y súplicas. Chema está atónito. Una chica en ropa interior atada a una silla es machacada por alguien que lleva pasamontañas. Incluso para Chema es demasiado fuerte. Ante lo atroz de las imágenes, le pide a Ángela que no mire. Craso error, porque Ángela mira, y lo que ella observa lo muestra también la cámara con un plano de vídeo, pero no completamente, porque la clave de Tesis está en lo que no se enseña.

El método utilizado por Amenábar, una regla clásica, producía más terror en el espectador por el hecho de no ver claramente qué es lo que estaban viendo los personajes. Lo único que podía verse era la cara ensangrentada de la víctima y la cabeza cubierta del verdugo. «A veces provocas algo mucho más inquietante y más elegante si no lo ves».

Se intuye penetración con arma blanca por los movimientos del criminal. Ángela se vuelve a cubrir el rostro con las manos, pero no deja de mirar por entre sus dedos. Chema conoce a la víctima. Es Vanessa Romero (Olga Margallo), estudiante de la facultad que había desaparecido un par de años atrás.

"Incluso descubre que hay cortes que parecen ocultar el nombre del asesino. Por lo tanto, Vanessa lo conocía. El objetivo ahora consistía en investigar las amistades de la estudiante"

Para rodar la escena de la snuff, Olga pasó entre dos y tres horas sentada a la silla, gritando y cubierta por la sangre del maquillaje. Walter Prieto, actor y asistente del director, se acercó a Amenábar y le dijo: «Tengo una hija y estoy muy jodido con esto». Fue un momento muy duro para el equipo, pese a ser aquello la simulación de una tortura.

Además de saber quién era la chica, Chema acaba averiguando el tipo de cámara que se había utilizado: una Sony XT-500, de las pocas que tenían zoom digital cuando se perdió el rastro de Vanessa. Incluso descubre que hay cortes que parecen ocultar el nombre del asesino. Por lo tanto, Vanessa lo conocía. El objetivo ahora consistía en investigar las amistades de la estudiante. A todo esto, Ángela continuaba trabajando en su tesis, que pasaba a ser un asunto más personal. «Tiene una atracción hacia la violencia y hacia la muerte. Quiere saber por qué decimos que no queremos ver unas imágenes pero miramos; qué hay en la violencia que la atrae; y por qué le puede atraer alguien con un lado violento», describía Ana Torrent sobre su papel en el making of de Tesis.

"Esta presentación del personaje de Bosco es similar a la de Cary Grant en Encadenados, dicho sea de paso, pues los guiños y referencias a otros títulos cinematográficos son constantes en Tesis"

«Uno de los aciertos de la película es que prácticamente no se ve nada de snuff movies, sino que casi siempre está con los ojos del espectador que la está mirando a través del personaje de Fele o el de Ana. Alejandro está jugando todo el tiempo con las ganas de ver eso pero sin quererlo ver. Creo que esa era la única secuencia de snuff movie que se rodó», concreta Eduardo Noriega, cuyo personaje es Bosco Herranz, un amigo de Vanessa. Ángela tropieza con él en la cafetería al darse cuenta de que tiene una XT-500. Cree haber pasado desapercibida, pero Bosco se ha fijado en ella. Se lo hace notar con una mirada furtiva al girarse y recoger la funda del aparato.

Esta presentación del personaje de Bosco es similar a la de Cary Grant en Encadenados, dicho sea de paso, pues los guiños y referencias a otros títulos cinematográficos son constantes en Tesis. Véase la icónica persecución —como en The French Connection— por los pasillos de la brutalista facultad de Ciencias de la Información de la Ciudad Universitaria de Madrid.

A partir de aquí hay un sospechoso, pero no indicios, salvo la hipotética red de películas snuff que Ángela y Chema han destapado. El guión se encargará de confundir al espectador, bastante turbado al ser consciente de la posibilidad de que un zumbado pueda rodar su muerte. «En cuanto que cualquiera pude ser el asesino o la asesina, es probable que haya demasiado juego entre el personaje de Eduardo y el de Fele. Hay un momento donde también quería dibujar un poco de sospecha sobre el padre de Ángela», recuerda Amenábar, lector de las novelas de Agatha Christie cuando era niño. «Ana vino un día a casa convencida de que Ángela tenía que matar a alguien en la historia, pero eso era impensable. Cuando estás jugando con todos estos elementos y con un tema tan duro como éste, no solo —por un lado— tenía claro que era una película en la que no podías ver, sino en la que tú tenías que ver la cara de los personajes o los ojos de Ana mirando. Ella no podía [matar a nadie], porque no hay manera ya de redimir el personaje. Si no estoy con Ana, ya me voy de la película», aclara.

Criterios de autenticidad

Domingo 21 de febrero de 1993. Carmen Villar Mir firmaba desde Estocolmo el siguiente titular. «Asesinan a una niña en un bosque sueco tras someterla a prácticas de zoofilia». «Se cree que es una víctima más de la red de vídeos “porno”», dice el subtítulo.

"Destacaba el escritor e historiador catalán en su ensayo que la puesta en escena común de las cintas snuff era minimalista"

El caso de la misteriosa desaparición de más de medio centenar de niños en la capital sueca estaba todavía por resolver. Una de las hipótesis que manejaban las autoridades abría la posibilidad de que los menores estuvieran siendo protagonistas de «crueles vídeos pornográficos». Un par de individuos afirmaron haber visto una filmación donde una «pandilla de bandidos» asesinaban a una niña pequeña. Por su parte, otra víctima de abusos sexuales atestiguó ver cómo violaban y torturaban hasta la muerte a una criatura de ocho años delante de una videocámara que «recogía su agonía» antes de ir a por ella.

Sin embargo, Román Gubern explicaba en La imagen pornográfica que en los relatos sobre «presuntos o reales snuff» raramente se daba cuenta de escenas de violación, «pues su punto focal es la tortura física y la muerte, de modo que el cuchillo que penetra el cuerpo de la víctima sustituye al falo y la mueca agónica de la víctima constituye la contrapartida trágica de la dislocación facial durante el orgasmo».

Destacaba el escritor e historiador catalán en su ensayo que la puesta en escena común de las cintas snuff era minimalista (la pared del garaje en Tesis donde se graban las ejecuciones), pasando luego a citar a Sarah Finger: «El amateurismo se erige en criterios de autenticidad». Gubern supo de este género —«necrófilo y sádico»— por primera vez viviendo en Los Angeles, en 1977, cuando el telediario mostró las imágenes de la detención de un padre de familia que martirizaba prostitutas hasta matarlas frente a una cámara en un apartado bungalow.

Fele Martínez en ‘Tesis’.

Alejandro Amenábar había estado leyendo La imagen pornográfica antes de descubrir la citada nota de los sucesos en Estocolmo. «En realidad, las snuff movies no dejan de ser una leyenda. Tampoco quise hurgar mucho más en el tema que me sirvió casi como metáfora para hablar del cine y desarrollar un thriller». Estos hechos fueron, según palabras del director, una excusa narrativa —«lo que Alfred Hitchcock llamaba el McGuffin»—. El argumento fue construido por Amenábar y por el guionista Mateo Gil. «Supongo que esas eran las cosas que a José Luis le atraían del proyecto. Si hubiera sido un thriller sin más no creo que Cuerda se hubiera metido en esto».

"El director de Amanece, que no es poco llamó a casa de Alejandro, que entonces vivía con sus padres, y le invitó a un rodaje"

Tesis fue la primera película de José Luis Cuerda como productor. Hasta ese momento, antes de Tesis, Alejandro Amenábar había hecho tres cortos: La cabeza, Himenóptero y Luna. Cuerda se interesó por el segundo título, Himenóptero, en el que unos estudiantes planean grabar un corto de terror en un instituto vacío. Aquí ya aparece el personaje de Bosco (interpretado en esta ocasión por el mismo Amenábar), un cámara obsesionado con el sadismo que usa (también) una XT-500. Himenóptero, por tanto, puede ser considerado como un paso previo a Tesis.

El director de Amanece, que no es poco llamó a casa de Alejandro, que entonces vivía con sus padres, y le invitó a un rodaje. Allí le sugirió que escribiera un largometraje. «Tesis significa un punto de vista bastante inusual —en el cine que se está haciendo— sobre un tema que el cine trata pero sobre el que no reflexiona. Y como además se está usted divirtiendo y pasándolo muy buen, pues miel sobre hojuelas», contaba Cuerda en el documental de la película.

La cofradía del morbo

Escribía Susan Sontag en Ante el dolor de los demás que eran múltiples los usos «para las incontables oportunidades que depara la vida moderna de mirar […] el dolor de otras personas». Una gran verdad.

"Al menos en esta cara de la red, y a nivel usuario, hay muy pocas noticias de este calado en España. Alcàsser es el nombre más repetido"

José María Seara, portavoz de la policía nacional, aseguraba en el año 2000 que la policía española no conocía —de momento— la realización o distribución de films de esta naturaleza, en los que las prácticas sadomasoquistas alcanzaban un grado, un contenido, que podían ocasionar la muerte de una persona. «Lo único que se ha practicado es una serie de averiguaciones e investigaciones en relación con el hallazgo de vídeos en los que aparecían una serie de escenas con prácticas sadomasoquistas», exponía Seara. «En la red de distribución a través de Internet es también bastante complicado que se produzcan este tipo de escenas, puesto que existe un control específico o un barrido de esa red por parte de la policía de los distintos países».

Una simple búsqueda en Google —“Snuff + movies + España”— revela 816.000 resultados aproximados. Los primeros enlaces conducen a Wikipedia, artículos del snuff en el cine y teorías varias. Al menos en esta cara de la red, y a nivel usuario, hay muy pocas noticias de este calado en España. Alcàsser es el nombre más repetido. Hay teorías en blogs, hilos de Forocoches —que luego fueron borrados– y titulares en cabeceras generalistas, pero pocos datos oficiales. Con relación al snuff movie, el buscador remite a El Confidencial: «Un millón de euros por las cintas del crimen de Alcàsser (que nadie va a cobrar nunca)». Dentro, Carlos Prieto pone en orden los hechos ocurridos el 29 de enero de 1997 en el late show Esta noche cruzamos el Mississippi (presentado por Pepe Navarro) dedicado a las investigaciones acerca del triple asesinato de Míriam García, Toñi Gómez y Desirée Hernández.

Esa noche, Fernando García, padre de Míriam, y el criminólogo y periodista Juan Ignacio Blanco revelaron que ni Antonio Anglés ni Miguel Ricart fueron los criminales que secuestraron, violaron y torturaron hasta la muerte a las tres chicas, sino varios hombres relacionados con la producción de snuff movies y vinculados al Partido Socialista. Pregunta Pepe Navarro:

—Juan Ignacio, ¿es verdad que se han dado nombres en los medios de comunicación valencianos ya de posibles responsables de este tremendo hecho?

—Sí. Bueno, en una emisora de radio en Valencia ya se ha dado el nombre de Alfonso Calvé, ex gobernador civil de Alicante, como presunto responsable de esta trama. Se ha barajado también el nombre de don Luis Solana [ex director de RTVE y ex presidente de Telefónica] como participante en estas aberraciones que se cometen. Pero lógicamente estamos hablando de unos medios de comunicación que han sacado unos nombres de personas que, efectivamente, podemos nosotros constatar que están siendo investigados. Lo cual no quiere decir, ni muchísimo menos…

El presentador no sale de su asombro e interrumpe: «¿Cómo es posible que se lancen así, tan alegremente, esos nombres?». Juan Ignacio Blanco contesta alegando que «esa gente» que se había lanzado a desvelar nombres lo hacía sin conocer los datos que estaban en su poder y que además podían implicar a muchísimas más personas. Pero valoraban que era prudente no sacarlos a la luz. Sin embargo, no tuvo reparos en señalar a continuación a José Luis Bermúdez de Castro («un productor de cine que vive en La Moraleja, al igual que Alfonso Calvé») y a Francisco Laína, Secretario de Estado para la Seguridad del Estado. «Estamos hablando de personas muy importantes con altos cargos políticos […] y con un poder económico grande que están siendo investigadas en estos momentos no solo por las fuerzas de seguridad, sino también por el servicio de espionaje del Ejército como es el CESID», describía el que fuera redactor de El caso, añadiendo otro miembro más a la lista: Carlos Granados, delegado del Gobierno en la Comunidad Valencia.

"Cuando salían sus hijas, los padres se quedaban angustiados en la sala de estar tragándose reportajes sensacionalistas acerca de furgonetas blancas que raptaban niñas"

A pesar de que el criminólogo incidía en que no estaba haciendo acusaciones gratuitas, las confesiones en directo por televisión iban a derivar en una lluvia de demandas contra el programa, Pepe Navarro y los dos invitados: Fernando García y Juan Ignacio Blanco, que decía conservar una cinta snuff del crimen. Pero nunca se supo de la existencia del contenido de ese vídeo ni si lo tenía de verdad en su poder. Fallecido el 3 de julio de 2019, Blanco se llevó el secreto a la tumba.

A mediados de los noventa en España, los medios hablaban de «olas» de desapariciones de chicas jóvenes y en las farolas del barrio se pegaban carteles fotocopiados con la fotografía de una muchacha. Cuando salían sus hijas, los padres se quedaban angustiados en la sala de estar tragándose reportajes sensacionalistas acerca de furgonetas blancas que raptaban niñas. El concepto snuff movies sonaba a chino y casi era irrelevante como dato en los informativos. Sirva de ejemplo la escena de Tesis en la que Ángela llega a su casa y sus padres están viendo el telediario en el salón. La voz en off de la locutora hablaba de una desaparición.

Al por entonces joven Amenábar, que estaba en cuarto de carrera cuando escribió el largo, le llamaba la atención que se hablara tan poco del tema de las snuff movies y que nadie se lo creyera. «En esa época, España estaba con el caso Alcàsser, que fue un antes y un después en los programas amarillistas. Yo pensaba que, en la televisión, el mundo del espectáculo televisivo iba a ir por ese camino», discurre Alejandro, que en aquel momento se preguntaba —hace crítica de ello en Tesis— hasta dónde iba a llegar la sociedad con el tema de las imágenes en televisión. «En realidad, todo eso se ha trasladado a internet, donde puedes ver lo que quieras».

Quien avisa no es traidor

En la película, el personaje de Jorge Castro (Xabier Elorriaga) exponía a sus alumnos que en el cine español no se entendía el concepto de industria como sí lo hacían los norteamericanos, y que solo había un modo de competir con ellos: dándole al público lo que quiere ver.

"Pero el director no cree que el cine tenga un poder tan fuerte de transmisión como para provocar un comportamiento violento en la gente, aunque en ocasiones la sociedad y la cultura se retroalimenten"

De vuelta a la rueda de preguntas posterior a la proyección de Tesis en la Academia del Cine, alguien del público pregunta dónde está el límite de la violencia en el cine, si un guión podía justificarlo. Amenábar responde que depende del destinatario, teniendo en cuenta la calificación de las películas: «No es lo mismo que te veas una película de Tarantino con veinte años que con seis o con siete. Aparte de eso, es verdad que en aquel momento el debate de la violencia televisiva estaba ahí y de alguna manera ha sido tristemente superado».

Pero el director no cree que el cine tenga un poder tan fuerte de transmisión como para provocar un comportamiento violento en la gente, aunque en ocasiones la sociedad y la cultura se retroalimenten. «Que haya cine violento no significa que vaya a haber gente violenta. Evidentemente no es bueno que un niño o una niña vea una película que no está destinada para ellos, supongo, pero no creo que haya una relación causa–efecto entre la violencia en el cine y la violencia en la calle».

"Ni Alejandro Amenábar, ni Eduardo Noriega, ni Ana Torrent, ni Fele Martínez tuvieron interés alguno en investigar más acerca de las snuff movies después del rodaje de Tesis"

En ese sentido, es muy significativo el final de la película, cuando dos de los protagonistas avanzan por el pasillo del hospital mientras observan a los enfermos tumbados en sus camas con la mirada perdida en la pantalla del televisor. «¿Existe realmente un público que demande y que consuma este tipo de cine?», pregunta a la audiencia la presentadora del telediario Teresa Castanedo, que anuncia el momento de emitir la snuff movie de Vanessa: «No resulta para nosotros fácil emitir esas imágenes, pero su interés como documento nos parece incuestionable. Sin duda, su crudeza y su violencia hablarán por sí solas». A continuación, la imagen se funde a negro y en rojo reza un aviso para los televidentes: «ADVERTIMOS que las imágenes que van a ver a continuación pueden herir la sensibilidad del espectador». Es, sin duda, una llamada con campanillas.

Ni Alejandro Amenábar, ni Eduardo Noriega, ni Ana Torrent, ni Fele Martínez tuvieron interés alguno en investigar más acerca de las snuff movies después del rodaje de Tesis. «Solo por esa representación que hicimos con Olga Margallo, en aquel garaje, y por el mal cuerpo que nos dejó», dice Eduardo. Amenábar, que también coincide con Noriega, cuenta que dejó de ver en los créditos iniciales una cinta de Faces of dead.

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