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‘Un marido ideal’ o nadie es perfecto

‘Un marido ideal’ o nadie es perfecto

Lord Arthur Goring (un soberbio y wildeano Rupert Everett) comienza la jornada comentando a su fiel mayordomo Phipps (Peter Vaughan) que quererse a sí mismo es la manera de vivir un romance eterno. Lady Chiltern (Cate Blanchett, luchadora, inflexible y enamorada, y lejos del exhibicionismo de Tár) adora a su marido ideal, Lord Robert Chiltern (Jeremy Northam, torturado y frágil en su triunfo social) tanto como se muestra inflexible sobre la moralidad que debe imperar en la vida. Justo lo contrario de Mrs. Laura Chively (seductora y peligrosa Julianne Moore, en uno de sus mejores personajes), antiguo compromiso de Goring, roto por su insaciable avidez por ser tan rica como influyente, que posee una comprometedora carta de Lord Chiltern en un fraude bursátil que hizo su fortuna. Ahora quiere su apoyo parlamentario para un proyecto argentino de un canal, que es un nuevo fraude. Miss Mabel Chiltern (encantadora Minnie Driver) vigila el dandismo decadente de Goring con la misma impertinente perspicacia de una ornitóloga en un parque público enamorada del encanto imprevisto de un adornado jilguero. Lord Caversham (John Wood, exacto en su rutilante victorianismo), un pilar victoriano del más rancio conservadurismo, no comprende ni entiende a su hijo; ni cómo habla, ni por qué dilapida su vida en fiestas sin fin ni por qué demonios no se casa, a sus treinta y seis años.

"¿Qué es el amor sino un tablero cuyas reglas inmutables infringen todos?"

Es la season londinense del año de gracia de 1895. La gente bien pasea, monta a caballo y se cita en la promenade de Hyde Park, celebra La importancia de llamarse Ernesto, justo cuando Wilde ignora que su vida camina hacia el abismo de esa sociedad que le aclama sin sentirse reconocida en sus obras, baila, conspira y murmura en saraos milimétricamente programados mientras mira de reojo al Parlamento, cuyas sesiones nocturnas pueden hacer tambalear al gobierno de turno. Inmoralidad privada y moralidad pública, el viejo axioma dramático de las comedias de Oscar Wilde, que estrenó esta obra con ruidoso éxito el 3 de enero de 1895. Matrimonio, quizás amor, y corrupción personal y social. ¿Qué es el amor sino un tablero cuyas reglas inmutables infringen todos? El sofisticado cinismo wildeano es el de un conservador reformista cuya lengua sacude epigramáticamente una sociedad victoriana revestida de pompa y circunstancia exterior, mientras que ninguno de los cimientos sociales resiste un escrutinio banal.

"Un matrimonio puede sobrevivir a algún secreto, a algunas mentiras porque, como descubre Lady Chiltern en modo Billy Wilder, nadie entre nosotros es perfecto, ni siquiera su marido ideal"

Oliver Parker filma maravillosamente, aún mejor que lo hizo Alexander Korda en su versión de 1947 con Paulette Goddard, la comedia de Wilde, valseando el ritmo con una romántica banda sonora de Charlie Mole y una deslumbrante puesta en escena de sabor clásico, con una precisa ambientación y un montaje que privilegia miradas, silencios y secretos. Parker triunfa, además, a la hora de transformar en guion la brillantez epigramática de los diálogos de Wilde, la punzante descripción, interna y externa, de sus personajes y la complejidad del mecanismo de carpintería teatral del último acto de la comedia, en el que se entretejen equívocos, maniobras sentimentales, venganzas, apuestas amorosas, suspense político, derrotas que son triunfos y triunfos que son derrotas. La sofisticación empero natural de los intérpretes se alía a la perfecta ubicación moral de sus idas y venidas, cartas, invitaciones de saraos, puertas de gabinetes imprudente y deliberadamente abiertas, sospechas de traiciones e infidelidades. Si la trama en Wilde es compleja, si su moral es transparente, si su cinismo es romántico, si sus personajes buscan la felicidad en una jungla de mentiras, si conviene ser earnest, si el abanico, como el de Lady Windermere, olvidado en un salón oculta un pasado que siempre vuelve, si la intrigante Mrs. Chevely aún piensa en reconquistar a Lord Goring sacrificando su mejor baza porque la vieja pasión amorosa nunca se ha extinguido y si una carrera política puede sustentarse sobre un fraude, entonces un matrimonio puede sobrevivir a algún secreto, a algunas mentiras, porque como descubre Lady Chiltern en modo Billy Wilder, otro romántico caché disfrazado de cínico, nadie entre nosotros es perfecto, ni siquiera su marido ideal. Lord Caversham advierte a su disoluto hijo que no se merece a Mable Chiltern, con la que del brazo abandona la iglesia en la que se han casado. Lord Goring, por una vez, parece coincidir con su padre, mientras sentencia que “si los hombres nos casáramos con quien realmente nos merecemos, estaríamos llevando una vida miserable”.

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Un marido ideal (An Ideal Husband, 1999). Producida por Barnaby Thompson, Bruce Davey y Uri Fruchtmann. Dirigida por Oliver Parker. Guion de Oliver Parker, adaptando la comedia Un marido ideal, de Oscar Wilde. Fotografía de David Johnson, en color y Panavision. Montaje de Guy Bensley. Música de Charlie Mole. Interpretada por Cate Blanchett, Minnie Driver, Rupert Everett. Julianne Moore, Jeremy Northam, John Wood, Peter Vaughan, Ben Pullen, Lindsay Duncan, Nickolas Grace, Simon Russell Beale, Neville Phillips, Ann Patrick, Delia Lindsay. Duración: 97 minutos.

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