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Un monstruo en la familia

Un monstruo en la familia

Mathilda es una novela corta escrita un año después que Frankenstein y que no llegó a ver la luz mientras Mary Shelley estaba viva. Perturbadora y angustiosa a partes iguales, se percibe en ella un momento autobiográfico al hablar la protagonista de sus primeros años. Shelley, como Mathilda, fueron hijas únicas cuya madre falleció al poco tiempo de dar a luz, y en ambos casos sus padres las enviaron con un pariente, alejándose de ellas. Y hasta aquí los rasgos autobiográficos de una historia que, en la novela, se convierte en la confesión velada de la protagonista sobre aquello que hizo que su vida cambiara drásticamente.

Mathilda toma la voz cuando le falta poco para morir y decide relatar su vida, creyendo que solo será leída por su único amigo, Woodville. Será el receptor de los secretos de una vida que Shelley dibuja desde un romanticismo casi exagerado, de sentimientos exaltados por la edad que la vida no ha logrado sosegar. Mathilda habla de sus padres centrándose en él desde el primer momento, dibujando el carácter de un hombre que parecía tenerlo todo, incluso el amor. Fruto de este nace la protagonista y narradora, que ve cómo a los pocos días le es arrebatada su familia y es enviada a vivir con una tía a la que acusa de falta de cariño. Por eso su corazón se transforma cuando su padre regresa, pareciendo dispuesto a pasar todo su tiempo con ella. La novela se abre en esos momentos a la obsesión de una joven por un padre al que acaba de reconocer y en el que busca amor en cada gesto, logrando que su corazón salte con cada mirada, buscando el cariño y la aprobación constante de una forma que el lector puede llegar a considerar enfermiza, sin darse cuenta de que el terror está a punto de llegar. Se torna en retorcido lo agradable, la mirada del padre cambia mientras observa a una hija que le recuerda el amor perdido, y la sombra de la atracción incestuosa comienza a planear sobre la historia, mientras la joven no comprende el cambio que se produce en su recién estrenada relación. Shelley retuerce la paternidad (ya lo hizo en Frankenstein), y resucita aquí otro monstruo de los más perturbadores para la sociedad, que sigue hoy en día mirando con espanto y sobre el que la autora deja planear otro de los grandes fantasmas de los que no se habla: el suicidio. El relato se oscurece, y donde el padre dice “espero no haberte destruido” el lector asiste al derrumbe de la joven, que decide fingir su muerte para planearla mejor: la muerte se convierte en camino y fin último, mientras el melodrama se cierra cada vez más en una historia cuya polémica reside tanto en los temas tratados como en la reacción de los propios protagonistas a estos temas. Shelley deja que Mathilda se deprima tras saber del interés de su padre, y ella no lo rechaza: no hay espanto en sus palabras, solo amor. No abandona el romanticismo, no ceja en su empeño por trasladar los sentimientos de una protagonista a la que la escritora se había encargado de que el lector tomara cariño al relatar su infancia y que ahora lo mira mientras expone sus secretos.

Existen muchos tipos de monstruos, parece decirnos Shelley desde su novela.

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Autora: Mary Shelley. Título: Mathilda. Traducción: Anne-Marie Lecouté. Editorial: Nórdica. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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