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Todo esto podría ser real

Todo esto podría ser real

Si en Pequeños fuegos por todas partes Celeste Ng nos presentaba un mundo reducido a poco más de dos familias y un vecindario, en Corazones perdidos da un paso más para acariciar la palabra distopía en un mundo que tiene demasiados rasgos comunes con el que habitamos.

La autora parte de un gobierno totalitario y ultraproteccionista que busca ensalzar el patriotismo norteamericano por la fuerza. Ambientada en Estados Unidos, presenta un mundo lleno de rasgos reconocibles como los conflictos raciales, la tortuosa salida de una crisis o el pensamiento dirigido, utilizando incluso la cultura para ir mostrando un punto que no parece tan lejano en el camino a nuestro futuro.

"Bird ahora tiene preguntas, se fija en la represión y la violencia pública contra los asiáticos, se cuestiona situaciones en las que antes no parecía reparar o tal vez no le importaban"

La novela comienza cuando Bird, un niño de doce años, recibe una carta compuesta por una página llena de dibujos. Como sucede con los niños abandonados, Bird se pregunta si la carta es algún tipo de mensaje de su madre, y comienza a hacer preguntas que bordean la peligrosidad. Porque una de las amenazas del mundo de Bird son los asiáticos y su madre lo es, así que seguir el camino que pueda llevarlo a su madre es mucho más peligroso que mantenerse en la sumisa tranquilidad del hogar paterno, un lugar en el que se le educa para pasar desapercibido. Si no lo hace, corre el riesgo de ser denunciado por algún vecino patriótico e incluso separado de su padre para ser educado de la forma adecuada. Y Bird ha cumplido su parte del trato hasta el momento en el que recibe la carta. Solo sus rasgos desvelan su origen en un hogar en el que su progenitor está dispuesto a sacrificarse más allá de lo razonable para proteger a su hijo. Sin embargo, la llegada de la carta da lugar a que se produzca el más viejo de los actos de revolución: la curiosidad, la duda.

Bird ahora tiene preguntas, se fija en la represión y la violencia pública contra los asiáticos, se cuestiona situaciones en las que antes no parecía reparar o tal vez no le importaban, pese a que él mismo podría haber sido objeto de esa violencia. De alguna manera pierde el miedo y se deja llevar por lo que llamó una enfermedad peligrosa: La Verdad. Ng no pierde mucho tiempo en decidir por Bird lo que tiene que hacer, y tampoco en dar solución a esa parte de la novela, ya que lo que realmente parece importarle es la representación de este mundo en el que la cultura, la oralidad, la literatura y el homenaje a la poeta Anna Akhmatova va más allá del fragmento y se extiende a un paralelismo palpable al comienzo de la historia de Bird. Las palabras son, en muchos sentidos, el arma mejor representada de esta novela en la que se aprecia cierto lirismo y cuidado en las formas que, si bien hay quien puede pensar que va en detrimento de la fuerza del mensaje, lo cierto es que elevan la historia llevando de la mano continente y contenido.

Bird es el héroe que no busca serlo, al igual que lo es su madre de una forma diferente, y es que en la vida no todos nacen con la etiqueta de valientes, pero todos somos capaces de encontrar una parte de lucha si miramos en nuestro interior. En la nueva distopía de Celeste Ng, los niños actúan de denunciantes, los padres son sometidos a juicio y los libros, en lugar de quemarse, se convierten en papel higiénico. Y aún así, la parte más oscura de la historia es la capacidad de la autora para que el lector la perciba como una posibilidad demasiado real.

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Autora: Celeste Ng. Título: Corazones perdidos. Traductora: Laura Vidal. Editorial: Alba. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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