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Una partida de ajedrez con el diablo

Una partida de ajedrez con el diablo

Poca gente se da cuenta de lo que tenemos entre las manos esta vez. Esta vez y las veces anteriores. Nueve libros en seis años dan para mucho análisis y lo primero es hacer balance de la situación.

"El concepto del que nos habla una y otra vez César Pérez Gellida en sus libros no es otro que la naturaleza del mal"

A César se le ve venir. Cada vez que se anuncia un nuevo libro o cualquier cosa que tenga que ver con algo que ha escrito se le ve venir. El problema es que no sabes con qué viene. Pero como decía, nueve libros en seis años dan para mucho análisis. Una trilogía de novela negra, una distopía bélica, tres novelas autoconclusivas conectadas entre sí y con los primeros cuatro libros, y un cierre magistral en un volumen con cuatro actos que son el golpe de mazo con el que el juez deja el caso visto para sentencia. Y la sentencia es firme: César Pérez Gellida es el mejor escritor de novela negra de este país.

Pero como en toda gran creación, en la obra de Gellida hay varias capas. Y una de ellas, la más importante a mi parecer, es la que vertebra toda su obra. Todas sus novelas hablan de este tema desde diferentes ópticas, y la novela negra es una herramienta muy conveniente para explotar este asunto. Al principio fue Augusto, luego los integrantes de la Congregación de los Hombres Puros, después Olek… y ahora es una persona cualquiera. Y es que cualquiera puede representar el concepto del que nos habla una y otra vez César Pérez Gellida en sus libros. Ese tema no es otro que la naturaleza del mal.

Victor Lavrov, el protagonista de la nueva entrega de Gellida Todo lo mejor, es un agente del KGB destinado en el Berlín Oriental de 1980 que hace de enlace entre la Unión Soviética y la República Democrática Alemana (RDA). A la salida de una reunión con el ministro para la Seguridad del Estado de Alemania del Este (Stasi), conoce accidentalmente a Otto Bauer, un inspector jefe de la Kriminalpolizei obsesionado por resolver las terribles muertes de cinco menores desconocidos cuyos cuerpos nadie reclama.

"El autor retrocede treinta años en el tiempo y rescata a uno de los personajes más inteligentes que ha dado la novela negra española: Armando Lopategui"

La trama que nos presenta César es tan dura como adictiva. Muy, muy negra. César nos esconde una novela negrísima con un impoluto maquillaje de espías. Asesinatos de niños, mucha sangre, crueldad extrema y una incursión en la hematodixia que vehiculizan un tránsito a través de la maldad del ser humano cuando cree que goza de impunidad. Pero nada es gratuito, y en este caso, para tener un adversario digno de entrar en liza en este lance, el autor retrocede treinta años en el tiempo y rescata a uno de los personajes más inteligentes que ha dado la novela negra española: Armando Lopategui.

Como es la tónica general, uno de los pilares que mantiene a César en la cima de la novela negra española es la creación de personajes. No sólo por personajes como Otto o Armando, sino por personajes como Birgit, su hermanastra. En esta novela es mi debilidad. Un personaje que vuelve a ser el capitán que maneja parte de la trama desde la sombra. Es muy complicado crear personajes tan creíbles y tan tangibles como los que describe César sin que ninguno adolezca de falta de profundidad.

“Birgit recortó la distancia con aquel funesto mural fotográfico.

 ―¿Cómo es posible que nadie haya reclamado sus cuerpos? ―prosiguió él―. ¡Son niños! ¿Es que nunca tuvieron padres? ¿Nadie los quiso alguna vez? ¡¿Cómo es posible?! ¿Nadie va a llorar por ellos? Necesito saber qué les pasó, cuál es su historia, quién decidió arrebatarles la vida… Tengo que…, tengo que devolverles su identidad ―añadió con la voz quebrada―. Eso es lo que necesito hacer: devolverles su identidad. Ahora, márchate. Vete a cuidar a tus hijos, hazles la cena, arrópalos en sus camas, cuéntales un cuento y duerme tranquila. Márchate tranquila, Birgit, pero no vuelvas a decirme que me olvide de ellos.

―Otto…

―Márchate, siento haberte robado tu precioso tiempo.

―¡Otto! ―le chilló volviéndose hacia él.

Este rehuyó su mirada.

―Dime qué necesitas de mí.

―Nada. Me equivoqué al pensar que…, no sé, que querrías embarcarte conmigo en esta mierda.

―No quiero, pero eres el único hermanastro imbécil que tengo. Explícame cómo.

Otto se tomó el tiempo que necesitó para licuar su exaltación.

―Consultar los archivos, revisar expedientes, cotejar…

―Vale, ya entiendo. Para que te ayude con el papeleo que tú odias hacer.

El inspector jefe se encogió de hombros.

―Lo imaginaba ―dijo recortando la distancia con la pared.

―¿Entonces?

Entonces ella fijó la vista en una de las fotos e inclinó la cabeza de forma progresiva hasta alcanzar casi los noventa grados. Acto seguido recortó la distancia para examinar el resto de imágenes.

―Cómo se nota que no eres padre. Ni vas a serlo ―añadió, cáustica.

―¿A qué viene eso ahora?”

"César siempre nos obliga a mirar atrás. A hacer una reflexión histórica sobre lo que estamos haciendo como especie"

En su sentido más profundo, César siempre nos está hablando del eterno conflicto del bien contra el mal. El talento de César es que siempre encuentra la manera de disfrazarlo convenientemente. Cuando hablamos del mal no podemos evitar referirnos al bien, ya que no existe uno sin el otro. Esto nos lleva a un problema en el que se juegan cuestiones éticas, morales y de cómo se construye la subjetividad. Es indudable que en la obra de César se trata un tema en el que vamos a encontrar una serie de fenómenos personales, sociales e históricos donde aparecen asesinatos, violaciones de toda índole, guerras, genocidios y todos aquellos actos que se caracterizan por poner en juego lo siniestro; es decir, la perversidad propia del ser humano. Todo esto lo encontramos en las diferentes novelas de César, y creo que lo seguiremos encontrando, pero si vamos un poco más allá encontraremos que, en opinión del autor, el mal no se combate con el bien. El mal se combate con inteligencia. Y eso es Armando Lopategui. Inteligencia pura. Históricamente se ha abordado la cuestión del mal tratando de fundamentarlo desde una fuerza diabólica sobrenatural o, por el contrario, formando parte de nuestra estructura genética. Sin embargo el mal y el bien todavía siguen teniendo resonancias teológicas asociadas a la fuerza del Demonio y de Dios. Esto también lo ha reflejado el autor en su segunda trilogía, pero es en Todo lo mejor donde el propio Gellida se define, y pone de manifiesto que para combatir el mal es más efectivo un cerebro que una Biblia. En este caso, Todo lo mejor es un tratado sobre la inteligencia. Una partida de ajedrez con el Diablo. Y una clase de escritura, por cierto:

“No obstante, el mero hecho de haber tenido que denunciar su desaparición en comisaría y de responder a las rutinarias preguntas del agente que le llamó por teléfono habían horadado su ya maltrecho equilibrio anímico por la omnipresente incógnita que giraba en torno a la suerte que habría corrido Niclas. La condenada incertidumbre, ese ente invisible que acechaba las más firmes voluntades con el objeto de caer sobre ellas y devorarlas. Si bien la hipótesis de que Athos hubiera solucionado el problema por su cuenta ganaba enteros conforme pasaban los días, le consumía no tener la certeza absoluta de que el lance hubiera terminado así. Y ahí no terminaban sus cuitas.”

Gellida es profundamente kantiano en sus desarrollos. Resumiendo mucho, la lógica kantiana se divide en dos partes: analítica y dialéctica. Si nos fijamos bien, esas son las dos grandes fortalezas del “estilo Gellida”: análisis/documentación e inteligencia/brillantez en los diálogos.

César, al igual que Kant en La Religión dentro de los límites de la mera Razón (1793) nos dice que “el hombre es por naturaleza malo”. No obstante, es en el mismo texto de La Religión donde Kant afirma categóricamente que la sensibilidad del ser humano es la que nos constituye para el bien. Esa dicotomía también se da en los textos de Gellida. En este caso, no es casual que la trama discurra en el Berlín de los años 80, en pleno apogeo de la guerra fría, con el muro de Berlín dividiendo la ciudad en dos. Un paralelismo dentro de otro. Otra vez el bien contra el mal. Dentro de la novela. Es casi algo obsesivo.

Dice el autor que todo lo que se cuenta en Todo lo mejor desde el punto de vista político tuvo sus consecuencias en el futuro, en lo que hoy tenemos en el planeta, y lo que vamos a tener. César siempre nos obliga a mirar atrás. A hacer una reflexión histórica sobre lo que estamos haciendo como especie y nos invita a imaginar dónde comenzó todo. Es decir: ¿dónde reside la fuente del mal? Escondida tras la razón, sería la respuesta de Kant. Pero Gellida nos lo explica de otra manera. Éste acude a la respuesta del escritor John Milton, autor de El paraíso perdido, quien analizaba precisamente esta dualidad, ofreciendo una respuesta actualizada a nuestros días: nuestro libre albedrío. El mal existe porque somos libres. Ese es el precio que pagamos por la facultad de elegir qué queremos hacer o ser.

"Después del éxito de Todo lo mejor, lo único que puedo desear es que experimente cuanto antes en mis carnes Todo lo peor"

Schopenhauer defendía que la maldad se reconoce en el egoísmo que atraviesa y determina a la voluntad humana. En consecuencia, aquella afirmación que hiciera Hobbes acerca de que el hombre es lobo para el hombre se explica con la inclinación al mal inherente en nosotros, los seres humanos. Todo es libre albedrío y César Pérez Gellida ha elegido escribir. En su ejercicio de la libertad decidió dejar el marketing por aporrear el teclado, y esta es su manera de ejercer el mal: haciendo que entornemos los ojos al leer, robándonos horas de sueño y torturándonos con la eterna espera entre un libro y otro. Creando novelas como ésta que te absorben, te envuelven y no te dejan respirar. Novelas con las que aprendes filosofía, literatura e historia. Lo que os decía: crueldad extrema para los días modernos en los que hemos cambiado tronos inteligentes por tronistas estúpidos.

Por todo lo anterior yo te maldigo, César Pérez Gellida. Así que después del éxito de Todo lo mejor, lo único que puedo desear es que experimente cuanto antes en mis carnes Todo lo peor.

Sed buenos.

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Autor: César Pérez Gellida. TítuloTodo lo mejor. Editorial: Suma. VentaAmazonFnac y Casa del libro

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