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Van Morrison: la plegaria infinita

Van Morrison: la plegaria infinita

El músico irlandés cumple 75 años

Más de medio siglo después de Astral Weeks (Warner Bros. Records), el álbum con el que deslumbró a una edad aún tierna para expresiones artísticas de tal magnitud, Van Morrison sigue en pie de guerra. En estas horas inciertas, cuando todo parece desvanecerse, mantiene los poderes taumatúrgicos y la capacidad para trascender las heridas del tiempo. El irlandés cumple este 31 de agosto 75 años sin mostrar indicios crepusculares. Edita discos con mayor afán que en cualquier otro momento de su carrera y los exhibe con regulares actuaciones en directo. La pandemia frustró su presencia en Pedralbes los días 22 y 23 de julio, pero se le espera en el WiZink Center de Madrid el 24 de octubre.

La historia de Morrison es un dilatado viaje interior que le ha permitido transitar por diversos géneros musicales donde encuentra cauces interpretativos de extraordinario ardor y singularidad. “Lo que yo hago es conducir a la gente a través de un proceso de meditación, y no es nada fácil”, explica. Si bien las composiciones, al igual que los conciertos, emiten síntomas de un cierto acomodamiento, defiende con suma dignidad el prestigio adquirido a lo largo de casi seis décadas.

"Desde la tradición del folklore irlandés estableció puentes con el blues, el jazz y el soul, hasta amalgamar todas sus influencias en un mensaje personal, sincero, fecundo"

Frente a las figuras efímeras del pop, ajeno a una época donde predomina la banalidad, su arquitectura intelectual tiene sólidos anclajes literarios que plasma en una íntima plegaria. Van es un hombre en busca de la redención, que invoca a John Donne, poeta metafísico del siglo XVI, establece en su exilio interior complicidades con Samuel Beckett y James Joyce, y se nutre también de visionarios como William Blake, a quien le une la vocación autodidacta y el origen proletario. William Yeats, T. S. Eliot o Tennessee Williams tampoco escapan de su imaginario.

Lejos de quedar derrotado por su propia obra, por la admiración que despertó Astral Weeks, grabado en 1968 en tan sólo 48 horas junto a algunos músicos de jazz, entre los que se encontraba Connie Kay, batería de Modern Jazz Quartet,  creció en una exploración constante. Desde la tradición del folklore irlandés estableció puentes con el blues, el jazz y el soul, hasta amalgamar todas sus influencias en un mensaje personal, sincero, fecundo. Morrison altera melodías de pocos acordes mediante genuinas improvisaciones, meciéndose en un monólogo desde el que suele alcanzar las mayores cotas de conexión con sus devotos de toda la vida. Lead Belly, Ray Charles y Hank Williams son sólo algunos de los referentes musicales de quien descubrió desde niño sus inquietudes gracias a la generosa colección de discos de su progenitor.

“He conversado largamente con él sobre el carácter espiritual de la música. La concibe como una oración,  no necesariamente desde la perspectiva religiosa sino como un rezo que expresa el deseo más profundo de su corazón”, me comentaba Ben Sidran, pianista, cantante, productor y musicólogo. Sidran mantiene una buena relación con Van desde que grabaron en 1996, junto a Georgie Fame y Mose Allison, Tell Me Something: The Songs of Mose Allison (Verve).

"Siempre por libre, sin plegarse a las servidumbres de la industria, emprendió pronto una beligerante cruzada para proteger su esencia"

Es ésta una de las razones que explican la intransigencia frente a todo aquello que pueda contaminar su pureza artística. Siempre por libre, sin plegarse a las servidumbres de la industria, emprendió pronto una beligerante cruzada para proteger su esencia. Es renuente a las entrevistas y opaco en el trato con sus fieles, además de situarse al margen de los supuestos imperativos que pudieran derivarse de su condición de estrella.

“Creo que un artista no pertenece al público, sino a sí mismo. No quiero que nadie sepa nada de mi vida, porque es mía y hago con ella lo que quiero, como cualquier otra persona. Cuando un trabajador vuelve a casa en la noche del viernes, lo que hace el sábado y el domingo sólo le corresponde a él”, argumenta. También ha explicitado la rotunda defensa de su privacidad en temas como Why Must I Always Explain? o Songwriter.

Tras los precoces inicios a finales de los cincuenta como solista de Deanie Sounds and The Javelines para formar a continuación The Monarchs y dar paso después a Them, con quienes dejó el celebérrimo Gloria, inició una trayectoria en solitario que cuenta con 41 álbumes en estudio. El más reciente, editado en 2019, es Three Chords & the Truth (Caroline Records). Un año antes sorprendió con tres discos en el mercado en sólo ocho meses. A ellos añadió un DVD en directo, Van Morrison in Concert, que incluye 59 minutos del concierto ofrecido en Cyprus Avenue, el barrio de Belfast cercano a donde pasó su infancia que ha inspirado algunas de sus mejores canciones, para conmemorar sus 70 años.

Hace tiempo que se ganó la categoría de mito en la música popular del último medio siglo, un rango que le permite sentarse en la misma mesa que Bob Dylan o Neil Young, por citar dos de sus contemporáneos, también distinguidos por su integridad. “En casos como el de los Rolling Stones u otros artistas, tienes la impresión de que continúan por dinero. Nada que ver con Van. Todo es sólo música para él. La música lo mantiene vivo”, apunta Sidran.

"Honesto, riguroso, no concibe su vigencia sin renovar el compromiso artístico a partir de nuevos temas y de su plasmación en el escenario"

Dedicado a la música desde muy joven, con las tempranas responsabilidades de grabaciones y giras, arrancado de la bucólica existencia entre Hyndford Street y Cyprus Avenue, hay desde sus inicios una búsqueda obsesiva del paraíso perdido. Todo en Van es la reconstrucción metafórica de un tiempo idealizado en la memoria. Este hombre que ahora aparece impertérrito sobre las tablas fue un potro desbocado que dejó imágenes arrebatadoras. Basta volverle a ver en The Last Waltz, interpretando Caravan en estado de trance. O detenerse en It’s Too Late to Stop Now (Warner Bros. Records), el monumental directo de 1974 que se remasterizó hace pocos años con temas no editados en su momento.

Pero el músico de vocación proustiana nunca ha querido sostenerse gracias a los réditos de  su extraordinaria cosecha. Honesto, riguroso, no concibe su vigencia sin renovar el compromiso artístico a partir de nuevos temas y de su plasmación en el escenario. Son muchos los integrantes de distintas generaciones que se han sumado a los incombustibles aliados de siempre. “Van Morrison incluye en su voz la humanidad entera. Sus melodías incluyen el canto de una vieja, una mujer, un niño y un hombre. La voz de un hombre. A él le seguiré hasta el final, mi final o su final. Cuando vi las primeras películas de Gerard Dépardieu o de Robert de Niro pensé que vería todas las demás. Muy pronto rompí mi promesa. Sólo he seguido a Van Morrison. Es imposible no creer en el sentido de algo cantado por él”, ha dicho Peter Handke, Premio Nobel de Literatura en 2019.

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