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Vejez y revolución

Vejez y revolución

Detalle de la portada de Como viaja el agua, de Juan Díaz Canales.

Datos de un estudio realizado en la Unión Europea sobre 31.280 entrevistas, realizadas a personas a partir de 15 años de los 27 países miembros, confirman que, como media, pensamos que se deja de ser joven a los 41,8 años, y se es anciano a los 65,5 años.

De esta forma, observando nuestra cotidianidad y echando un ojo a los medios de comunicación, no les descubro nada nuevo si afirmo que si los jóvenes lo tienen complicado, no les voy a decir cómo lo tienen muchos de los abuelos y abuelas de este país.

Siguen gastando su tiempo y sus ahorros en cuidar de sus hijos e hijas (y los hijos e hijas de estos) que aún no pueden sacar la cabeza de la pobreza sistematizada que dejó la crisis. Estos ancianos inventan cómo mejorar los ingresos con alguna actividad: cuidan bebés, mascotas, ayudan a los mucho más ancianos o venden alguna propiedad para seguir al pie del cañón. Son el pulmón económico de muchas familias que siguen en el fango de las burbujas inmobiliarias, los recortes sociales y los despidos masivos.

"Ahí están, por ejemplo, los yayoflautas, esos valientes que consiguieron anular el insulto de “perroflauta” que popularizó Esperanza Aguirre durante el 15M"

Pero no se engañen, tienen experiencia suficiente y miles de horas cotizadas como para dejarse pisar el cuello bajo el zapato fino de nuestros mandatarios. Cuando les tocaba descansar y empezar una vida más tranquila, han decidido seguir dando la cara ante la clase política que abandonó a su suerte a los más débiles. Por algo son aquellos jóvenes que en los años 60 y 70 se oponían a la dictadura. Y ahora, como entonces, muchos toman parte de luchas sociales y políticas con el objetivo de defender sus derechos y los de sus hijos, hijas, nietos y nietas. No son todos, desde luego, pero los que se lanzan a pasar de las palabras a los hechos nos están dado una lección a los más jóvenes.

Ahí están, por ejemplo, los yayoflautas. Esos valientes que consiguieron anular el insulto de “perroflauta” que popularizó Esperanza Aguirre durante el 15M (tratando de identificar a los manifestantes como camorristas), y que muchos años después han parado desahucios y conseguido hacer temblar a un gobierno que les toreaba con las pensiones.

De hecho, nuestros ancianos han sido inspiración de numerosos autores y autoras. La reciente Premio Nacional del Cómic, Ana Penyas (1987, Valencia) asegura: «Creo que es un sentir generacional. Dar voz a quien no la tuvo es una preocupación no solo del cómic, sino de muchísimas vertientes de la cultura de nuestro país. De hecho, te podría decir de muchas compañeras de otras profesiones, gente que viene de la sociología o de la filología y que, siendo de mi generación, está investigando nuestro pasado. Estamos todas surcando historias de nuestras abuelas más que de nuestras madres«.

Ana Penyas ha logrado el Nacional de Cómic por Estamos todas bien, editado por Salamandra, con una historia en la que las protagonistas son mujeres ancianas. Un cómic que surge como un ejercicio en su carrera de Bellas Artes en Valencia, y termina como una novela gráfica inmensa en 2017. «Yo no había hecho un cómic en mi vida, pero resultó que acababa de volver de Alcorcón de visitar a mi abuela Maruja, una mujer que se veía por primera vez viviendo sola y que estaba perdiendo facultades… La vi muy triste. Decidí narrar cómo era un día en su vida”. Esta cotidianidad pronto terminó siendo mucho más. Una narración gráfica sobre la memoria familiar, la que cuenta la historia de nuestros seres queridos más mayores, que aviva los recuerdos guardados en álbumes de fotos y nos devuelven conversaciones y secretos de quienes definen quienes somos.

Ana Penyas separa mediante el color la narración del pasado de la del presente, y a su vez diferencia a las dos protagonistas. Una historia que nos da una visión de la historia de las mujeres en los últimos 60 años, su lucha callada, su forma de resiliencia, la sororidad entre semejantes, la manera en la que han sabido resistir hasta ahora. Partiendo de esa experiencia propia, Ana consigue retratar y dar voz a varias generaciones de mujeres cuya vida ha sido silenciada de la memoria histórica.

Juan Díaz Canales (1972, Madrid) también se vio inspirado por los mayores y la crisis en nuestro país, y con estos ingredientes creó una historia tremenda titulada Como viaja el agua, editada por Astiberri. Canales es uno de los grandes guionistas de este país, creador de maravillas como Blacksad o las nuevas aventuras de Corto Maltés. Además, en el libro Como viaja el agua también hace las veces de dibujante. El blanco y negro de sus ilustraciones, la mancha de tinta y los paisajes de un Madrid terrible convertido en el hogar de unos personajes preciosos encajan a la perfección con la trama de intriga y misterio que se desencadena entre los ancianos que no pueden llegar a fin de mes.

Una mezcla de reflexión filosófica y humor negro que presta atención al día a día de los ancianos. Niceto, su protagonista, es un nonagenario que contempla la vida desde la altura del tiempo: “Porque queremos pensar que nuestra vida es un viaje como el del agua. Que nunca desaparece del todo. Que siempre encuentra el camino de vuelta. Pero un buen día, cuando ya eres tan viejo que todo te da igual, llega la revelación. Sabes que ese camino no existe. Que la lluvia que te cae encima nunca es la misma”.

Nada más ver las primeras páginas, no quieres que el libro termine, porque no quieres que dejen de aparecer personajes, que dejen de producirse giros en el guión, dejar de ver fantásticas imágenes del Madrid urbano y detalles precisos sobre la miseria humana.

Miserias, las del cómic Presas fáciles, de Miguelanxo Prado (1958, La Coruña) editado por Norma, que retrata lo que ha sucedido (sucede) en nuestro país en los últimos años: corrupción, bancos depredadores, desahucios, personas machacadas por un sistema corrupto hasta vaciarlas de dignidad, banqueros millonarios, jubilados estafados, y miles de personas abocadas a la pobreza tras una vida de trabajo. Y lo hace en el único color que admite una sociedad derrotada por los gestores de su economía: en blanco y negro.

Pero no se alarme: Presas fáciles es una narración que, en cierta forma, le proporcionará paz. Es la historia de una venganza, donde la inspectora Tabares y su compañero Sotillo investigan los asesinatos de una serie de banqueros que van cayendo uno a uno en manos de un asesino en serie.

En un escenario donde los altos cargos que han llevado el país a la quiebra son recompensados con indemnizaciones millonarias y la ciudadanía sufre las consecuencias del fraude bancario por la venta de acciones preferentes, la Inspectora Tabares y el inspector Sotillo deben descubrir qué relación existe entre los crímenes recientes y la crisis financiera. “Inspectora, ya habrá deducido que todo este penoso asunto está motivado por el execrable fraude de las preferentes y la repulsiva actitud depredadora de los desahucios… Alimañas, inspectora”, sentencia el policía Sotillo. Reconforta ver, aunque sea en la ficción, que la banca aquí no gana, se desangra cariñosamente sobre el mármol de sus mansiones.

Miguelanxo es especialista en libros como este, que utilizan la magia del cómic para enfocar a seres invisibles, zarandear conciencias y recordarnos que la pobreza es el lugar más desdichado del mundo. Una historia de venganza que gira en torno a dos temas que resuenan a diario en la prensa: los desahucios y la corrupción.

Es imposible no hablar de protagonistas mayores sin mentar a Paco Roca (1969, Valencia) y su cómic Arrugas, editado por Astiberri. Paco es uno de los grandes, autor de otras maravillas como Los surcos del azar o la reciente El tesoro del Cisne Negro. Arrugas ya ha pasado a la historia de la literatura por su forma de remover la cabeza y el corazón de los lectores, su fuerza narrativa y la perfección en su estructura. “Me planteé hacer esta historia por mis padres. Quería hablar sobre la vejez de las personas. Este es un tema demasiado amplio, así que me centré en las residencias de ancianos. Al tratar este tema era imposible no hacerlo también sobre el alzheimer. Emilio, el protagonista, está inspirado en el padre de un buen amigo”.

Arrugas no es un cómic cualquiera. Es el que ha demostrado que Paco Roca es un maestro, uno de esos fenómenos (como artista y como persona) que son capaces de elevar el cómic a la categoría de literatura fundamental, digna de aparecer en los libros de historia.

De hecho, otro de los grandes del cómic, Jiro Taniguchi, dijo de Arrugas: “Me ha sorprendido Paco Roca por su valentía y su técnica para tratar temas difíciles como la demencia senil y la vida en las residencias de ancianos. Su historia llega al corazón de los lectores de una manera inolvidable. Arrugas es una gran obra expresada por el poder que posee el arte del cómic”.

"Aunque no debemos olvidar que, sobre todo, Arrugas es un libro sobre la amistad al final del camino, narrado desde ese punto medio que abarca la broma y el drama a la vez"

Arrugas comienza hablándonos de Emilio, un antiguo empleado de banca de 72 años que empieza a padecer un principio de alzheimer, y cuya familia decide llevar a una residencia ante la imposibilidad de poder cuidarlo. De esta forma, desde la perspectiva de Emilio, conoceremos a Juan, un antiguo locutor que solo repite lo que escucha; Rosario, quien cree viajar en el Orient Express camino de Turquía; Sol, que busca desesperadamente un teléfono para llamar a su familia; y Dolores, Modesto y Antonia, con los que Emilio se sienta en la mesa del comedor. Todos le ayudarán en las actividades de la vida cotidiana y trazarán planes, en ocasiones un tanto descabellados, para superar el tedioso día a día de la residencia.

De esta forma, Paco consigue con absoluta naturalidad que reconozcamos los tipos de vejez a los que nos veremos abocados. Un espejo que nos gustará y que odiaremos a partes iguales. Aunque no debemos olvidar que, sobre todo, Arrugas es un libro sobre la amistad al final del camino, narrado desde ese punto medio que abarca la broma y el drama a la vez. Paco Roca nos invita a un saludable ejercicio de empatía para que no olvidemos que, en el mejor de los casos, las arrugas también nos aguardan.

Si te interesa alguno de los libros, puedes encontrarlos aquí:

Estamos todas bien, de Ana Penyas.

Como viaja el agua, de Juan Díaz Canales.

Presas fáciles, de Miguelanxo Prado.

Arrugas, de Paco Roca.

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