Llega a las librerías el tercer volumen de la obra cumbre de la biografía antigua. En esta ocasión, las vidas reseñadas son las de Coriolano, Alcibíades, Paulo Emilio, Timoleón, Pelópidas y Marcelo. Una gran oportunidad para acercarse a uno de los moralistas más elegantes de la Antigüedad.
En Zenda reproducimos el arranque de la biografía de Coriolano, presente en Vidas paralelas III (Gredos), de Plutarco.
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CORIOLANO
La casa de los Marcios en Roma, perteneciente a los patricios, proporcionó muchos hombres famosos; entre ellos estaba Anco Marcio, nieto de Numa por parte de madre, que sucedió como rey a Tulo Hostilio. Marcios eran también Publio y Quinto, que trajeron a Roma agua más abundante y mejor, y Censorino a quien el pueblo de los romanos de signó dos veces censor; luego, persuadido por él, votó y dictó una ley que prohibía a cualquiera desempeñar ese cargo dos veces sobre el que versa esta obra, al haber sido criado por su madre, huérfano de padre, demostró que la orfandad, aunque encierra otros males, no es obstáculo para convertirse en un hombre importante y superior a la mayoría y que, sin razón, sirve de pretexto a la gente vulgar para echarle la culpa y criticarla como responsable de su corrupción por falta de cuidados. Este mismo varón sirvió de prueba a quienes creen que la naturaleza, cuando es noble y buena, si está falta de educación, produce muchas cosas malas mezcladas con las buenas, igual que, en la agricultura, un buen campo cuando no se cultiva. En efecto, la solidez y fortaleza de su decisión en cualquier trance producía grandes impulsos cuyo resultado eran nobles acciones; pero, a su vez, como se movía por violentas pasiones y enconadas rivalidades, hacía su trato con las personas nada fácil e inadecuado; sin embargo, la gente admiraba su impasibilidad en el placer y el sufrimiento y ante las riquezas, a la que daban los nombres de templanza, justicia y fortaleza; en cambio, en las relaciones públicas, les molestaba, como desagradable, ruda y propia de un oligarca. Y es que ningún otro fruto mayor sacan los hombres del favor de las musas que el atemperamiento por la razón y la enseñanza de la naturaleza, que se somete así a la moderación y pierde el exceso. Pues bien, en general entonces Roma, de la virtud, primaba lo relativo a las acciones de guerra y militares y así lo demuestra el hecho de que se refieren a la virtud con el mismo nombre que al valor y que el término común es precisamente aquél con que designaban en concreto al valor.
Tomó parte en su primera expedición siendo todavía un adolescente, cuando a Tarquinio, el que había reinado en Roma, después de muchos combates y derrotas y de echar, por así decirlo, sus últimos dados, se unieron la mayoría de los latinos y muchos de los demás italiotas y juntos atacaron Roma, no tanto por complacerlo como por miedo, tratando de hundir la creciente potencia de los romanos, y por envidia. En esta batalla, que presentaba muchos cambios en ambos sentidos, Marcio estaba combatiendo con fuerza; entonces, ante los ojos del dictador, vio caer a su lado a un soldado romano y, en vez de despreocuparse de él, se puso delante y lo defendió, matando a cualquier enemigo que pretendía atacarlo. Por ello, tras la victoria, el general lo coronó entre los primeros con una corona de encina.
Y es que la ley concede esta corona a quien salva a un ciudadano, ya sea quizá para honrar la encina por los arcadios, pues en un oráculo el dios los llamó ‘comedores de bellotas’, o porque enseguida y por todas partes encuentran abundancia de encinas en las expediciones, o bien porque, al estar consagrada a Zeus Polieo, consideraba que la corona de encina era la más adecuada que se podía conceder por salvar a un ciudadano. Es la encina el árbol silvestre de mejores frutos y el más robusto de los cultivados. De él se obtenía como comida la bellota y como bebida el hidromiel y proporcionaba como vianda la mayoría de las aves, al llevar el muérdago, que se utilizaba para la caza.
En aquella batalla dicen que se aparecieron también los Dioscuros y que, inmediatamente después de la batalla, se les vio con sus caballos chorreando de sudor anunciar la victoria en el foro, donde ahora está, junto a la fuente, el templo levantado en su honor. Por eso aquel victorioso día, que fue el de los Idus del mes de julio, lo han consagrado a los Dioscuros.
En los hombres jóvenes, el lustre y los honores cuando llegan antes de tiempo apagan las naturalezas poco ambiciosas y satisfacen enseguida su ardiente sed y los llenan de inapetencia; pero a los caracteres fuertes y sólidos los estimulan los honores y los hacen brillar, como empujados por un viento hacia la belleza que se les ofrece. Pues no como si los recibieran en pago, sino como si se les dieran a cuenta, se avergüenzan de no estar a la altura de su gloria y no superarse con las nuevas hazañas. Con esta sensación, Marcio se propuso a sí mismo como modelo de valor, deseando siempre renovarse en las acciones, e iba ligando premios con premios y añadía despojos a despojos; y a los jefes del día siguiente siempre los tenía rivalizando en aventajar a los del día anterior en honores y muestras de reconocimiento hacia él. Pese a que entonces los romanos celebraron muchos combates y guerras, de ninguna regresó sin corona ni premio. Para los demás la gloria era la meta de su virtud, pero para aquél la meta de la gloria era la alegría de su madre. Pues que aquélla oyera las alabanzas que se le rendían y lo viera coronado y lo abrazara llorando de placer, pensaba que lo colmaba de honores y felicidad. Este mismo sentimiento lo confesó también, según dicen, Epaminondas: que consideraba su mayor dicha el que su padre y su madre vieron todavía en vida su expedición y victoria en Leuctra. Pero aquél disfrutó de que sus dos progenitores compartieran su felicidad y su éxito, mientras que Marcio creía que a la madre le debía también la gratitud a su padre y por ello no se cansaba de dar alegrías y honrar a Volumnia, sino que incluso se casó con la mujer que aquélla deseaba y le propuso y siguió compartiendo su casa con la madre cuando tuvieron hijos.
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Autor: Plutarco. Título: Vidas paralelas, III. Traducción: Aurelio Pérez Jiménez y Paloma Ortiz García. Editorial: Gredos. Venta: Todostuslibros


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