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10 aforismos de Octavio Paz

Octavio Paz fue un poeta, ensayista y diplomático nacido en Mixcoac, México D.F., en 1914. Comprometido social y políticamente desde muy joven, realizó un viaje en 1937 a Yucatán con la intención de crear una escuela para hijos de trabajadores y en junio de ese mismo año realizó un viaje a Europa que sería fundamental en toda su trayectoria vital e intelectual. En París entró en contacto con César Vallejo y Pablo Neruda y fue invitado al Congreso de Escritores Antifascistas de Valencia. Hasta finales de septiembre de 1937 permaneció en España, donde conoció personalmente a Vicente Huidobro, Antonio Machadoy a poetas de la generación del 27 como Rafael Alberti, Luis Cernuda o Miguel Hernández. Visitó el frente durante la Guerra Civil española y escribió numerosos artículos en apoyo de la causa republicana. En 1938 regresó a México y colaboró intensamente con los refugiados republicanos españoles, especialmente con los poetas del grupo Hora de España. En 1942 fundó las revistas Tierra Nueva y El Hijo Pródigo. En 1944, con una beca Guggenheim, pasó un año en Estados Unidos y el año siguiente entró en el Servicio Exterior Mexicano, siendo enviado a París. Durante este periodo se aleja del marxismo por influencia de los autores surrealistas. En la década de los 60 volvió al Servicio Exterior, siendo destinado como funcionario de la embajada mexicana en París y más tarde en la de la India. Cerró su actividad diplomática en 1968, cuando renunció a su puesto como protesta frente a la política represiva del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz contra el movimiento democrático estudiantil, que culminó con la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. En 1981 fue galardonado con el Premio Cervantes y en 1990 recibió el Premio Nobel de Literatura. Algunos de sus libros más destacados son Libertad bajo palabra (1949), El laberinto de la soledad (1950), Cuadrivio (1965), Ladera este (1968), Toponemas (1969), El signo y el garabato (1973), Mono gramático (1974), Pasado en claro (1975), Sombras de obras (1983) o La llama doble (1993).

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Luchar contra el mal es luchar contra nosotros mismos.

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La libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces.

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Leer un poema es oírlo con los ojos; oírlo, es verlo con los oídos.

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Dime cómo mueres, y te diré quién eres.

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El agua habla sin cesar y nunca se repite.

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Toda dictadura, sea de un hombre o de un partido, desemboca en las dos formas predilectas de la esquizofrenia: el monólogo y el mausoleo.

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Perder nuestro nombre es como perder nuestra sombra; ser sólo nuestro nombre es reducirnos a ser sombra.

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Estamos condenados a matar al tiempo: así morimos, poco a poco.

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La mucha luz es como la mucha sombra: no deja ver.

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Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio.

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