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5 poemas de escritoras del siglo XVIII

5 poemas de escritoras del siglo XVIII

En el siglo XVIII, la mujer alcanzó una capacidad de influencia mayor en el desarrollo cultural de España, al menos si la comparamos con la conseguida los siglos anteriores. Aun así, apenas conocemos el nombre —y no digamos la obra— de las que dedicaron su esfuerzo a la poesía. Esta antología trata de restaurar el nombre de autoras como Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa, Sor Ana de San Joaquín, Teresa Guerra, María Josefa de Rivadeneyra, Ana Verdugo y Castilla, Chicaba y otras.

En Zenda reproducimos cinco poemas de Poéticas. Antología de mujeres del siglo XVIII (Ya lo dijo Casimiro Parker).

***

TERESA GUERRA

RESPUESTA DE LA POETISA

Hacia el desvanecimiento
mi influencia camina,
de las expresiones tuyas
neciamente persuadida.
Sin conocer que la altura,
que tu atención le fabrica,
no asiento, en que le asegure,
escollo es en que peligra.
Los no debidos aplausos,
que a mi indignidad dedicas,
insignias son de tu ingenio,
triunfos de tu cortesía.
Logre en su ambición sedienta
mi anhelo tan repetidas
cláusulas tuyas, que sean
lisonja de su codicia.
Muchas edades florezca
tu ingenio, y sus flores viva,
sin aquella común frágil
pensión de las maravillas.
En cuyos aumentos logre
mi reverencia osadía
generosidades, en que
tu ingenio se desperdicia.
Lo que tus versos me cuestan
de desveladas fatigas,
ocioso es decirlo, cuando
ellos mismos lo publican.
Mi fatigada ignorancia
tendrá el peligro por dicha,
si una instrucción solamente
le merece a su doctrina.
¿Dónde aprendiste la rara,
artificiosa, exquisita
nunca practicada ciencia
muchas veces peregrina
de convertir (a pesar de
enemistad tan reñida)
en suma discreción tuya
la suma ignorancia mía?
Y en fin, pues docto, o piadoso
de las ignorancias mías,
borraste el delito: O culpa,
¡felizmente redimida!

CHICABA 

Ahí, Jesús, dónde te has ido
que un instante no puedo,
verme sin tigo;
ahí, Jesús de mi alma,
dónde te has ido,
que parece no vienes
y te has perdido.
Ahí, Jesús, qué diré yo,
si os vais con otras,
¿qué haré yo?
Clamaré, lloraré
hasta ver a Dios,
y si no, y si no,
morir de amor.
Y ya lo digo,
pues estoy tan sola
que no has venido.
Y si estás con otra,
yo ya lo he visto:
a Marta y María
las has querido.
Ahí, Jesús, dónde te
hallaré yo,
pues tan tonta me tiene
cuando te tengo;
a Dios, a Dios amor,
a Dios Señor,
a Dios corazón,
no más, no más, no más.

***

MARÍA GERTRUDIS HORE

AVISOS A UNA JOVEN QUE VA A SALIR AL MUNDO

¡Oh, qué desventurada
pasa su infeliz vida
la que sus días sacrifica al mundo!
De su brillo encantada,
en su engaño embebida,
el letargo la ocupa más profundo;
él, en tramas fecundo,
dispone sus prisiones
cubriendo con dulzuras
sus viles amarguras,
cebando los incautos corazones;
y cuando el mal advierte,
ya se halla el alma en brazos de la muerte.
¿Ves la joven doncella
que apenas ha salido
de una niñez, tal vez mal dirigida,
cuando se admira ella
dulce harpón de Cupido,
y pensando prender, queda prendida?
Mírala distraída,
vagando el pensamiento,
ya en el adorno bello
del traje y del cabello,
ya en darle al cuerpo airoso movimiento,
porque entre sus iguales
no encuentre, no, su mérito, rivales.
Si la mano no ociosa
a la labor aplica,
lo útil no elige, sí lo delicado;
y tal vez oficiosa
su trabajo dedica
para intérprete fiel de su cuidado.
Si acaso ha cultivado
algo su entendimiento,
se ve que siempre ha sido
no por verle instruido,
sino por adquirir algún talento
que a su amado apreciable
más le haga cada día y más amable.
O bien la pasión ciega
o el interés malvado
deciden su elección, fijan su suerte.
De la una el fin se llega,
el otro es disipado,
y el propio bien en daño se convierte.
Sus pesares divierte,
si en su ilusión acaso
conoce los pesares,
pues de estos a millares
los desvanece el gusto más escaso,
y aunque esté padeciendo,
que es feliz se está siempre persuadiendo.
Solamente ocupada
de una brillantez falsa
con que el mundo engañoso la acaricia,
corre precipitada
la peligrosa danza,
el teatro, que toda virtud vicia.
Ignora la malicia
de los ocultos lazos
que entre sus plantas trae,
tropieza, y al fin cae,
de la culpa encontrándose en los brazos;
floja, intenta librarse,
volviendo en dobles nudos a enredarse.
Así de día en día,
con yerros repetidos
eslabones añade a su cadena;
parece que a porfía
empeña sus sentidos
en la disipación que la enajena.
Si la virtud ajena
su conducta reprende,
en seducirla insiste,
y si se le resiste,
guerra implacable contra ella emprende,
porque la alma viciosa
no puede tolerar la virtuosa.
De su fin olvidada
ahoga el remordimiento
y pone más empeño en distraerse;
si de una amiga amada
la avisa el fin violento,
suele algún breve instante conmoverse;
mas por no entristecerse
se entrega placentera
a nuevas distracciones,
repite diversiones,
y cuando de sus gustos altanera
hace al mundo testigo,
halla en temprana muerte su castigo.
Esta es, Filena mía,
la ignorante ambición de nuestro sexo;
a esta su ruina impía
la incauta joven vuela
cuando al mundo se entrega con exceso.
Huye aquel su embeleso
con que al alma la abisma,
y cuando en él vivieres
evita sus placeres:
sé custodia severa de ti misma,
que si te encuentra fuerte
perderá la esperanza de vencerte.

***

CLARA JARA DE SOTO

I

¿Prólogo no llevas? No.
¿Dedicatoria? Tampoco.
Pues te tendrán hoy en poco.
Eso es lo que quiero yo;
no importará nada, no,
que el vulgo me satirice,
pues cuanto mi pluma dice
es la verdad sin pasión,
y así no será razón
que nadie me lo autorice.

***

MARGARITA HICKEY

II

Que el verdadero sabio, donde quiera
que la verdad y la razón encuentre,
allí sabe tomarla, y la aprovecha
sin nimio detenerse en quién la ofrece.
Porque ignorar no puede, si es que sabe,
que el alma, como espíritu, carece de sexo.
Pues cada día, instantes y momentos,
vemos aventajarse las mujeres
en las artes y ciencias a los hombres,
si con aplicación su estudio emprenden.

***

MARÍA ROSA DE GÁLVEZ

LA VANIDAD DE LOS PLACERES

Oigo del mundo el eco lisonjero
sonar gozoso en torno de mi mente,
y la insensata gente
veo correr en vano
sin poder alhagar ningún sentido:
¿Será, que la fortuna a los mortales
jamás otorgue algún placer cumplido;
o que el fastidio siga a las pasiones,
que no pueden saciar sus corazones?
Genio, que inspiras sin cesar mi canto,
yo me abandono a ti; guía mi acento;
vuela en pos del contento
que el hombre te presenta en su grandeza,
cuando engañado su vivir fatiga,
y sus tesoros por gozar prodiga.
Jamás el espectáculo pomposo
vio del sol al nacer, ni sus oídos
el canto de las aves melodioso
gozaron, cuando el orbe se ilumina;
sumido en ocio, de velar cansado,
la noche se avecina
cuando el lecho dejando lentamente,
torna de los placeres al bullicio
con que el mundo le encubre el precipicio.
Piensa que puede amar, y ser amado;
y los deleites del amor siguiendo,
un instante engañado
vivió de su ilusión encantadora;
pero nunca gozó: desconfianzas,
ingratitud, traiciones le atormentan;
celos devoradores
le acosan sin cesar con sus furores;
y si en la variedad busca delicias,
el interés le vende sus caricias.
El lujo le previene los banquetes
que la gula inventó; soberbio en ellos
adula su deseo caprichoso
con viandas exquisitas:
Naturaleza de su seno hermoso
los dones le presenta, que cultiva
bañado de sudor el desvalido,
allí desvanecido,
de falaces amigos rodeado,
con extraños licores lisonjea
su apetito estragado,
hasta que en el desorden ya beodo
pierde con la razón el placer todo.
Envilecido entonces, degradado
del nombre racional corre aturdido
del circo al espectáculo sangriento,
en él, igual a las sañudas fieras,
del hombre perseguidas,
tranquilo goza el bárbaro contento
de ver los inocentes animales
rabiando perecer; y si la suerte
no protege los diestros lidiadores,
también sin susto ve llegar su muerte.
Si asiste del teatro a las delicias,
solo es por vanidad; su entendimiento
desconoce del arte los encantos;
el vano lucimiento
ocupa su atención; no las pasiones
que ve representar; no las desgracias,
ni el castigo, que alcanza el vicio impío,
su corazón movieron,
de sentimientos y virtud vacío.
Alguna vez de estruendo venatorio
seguido al campo sale;
y en el placer de muerte embebecido
las libres aves su rigor destruye;
que el privilegio de volar no vale
contra el ronco estallido
de la pólvora atroz; ni el manso ciervo,
ni la tímida liebre,
ni el veloz gamo su vivir libraron;
todos perecen: ¡Ay!, cuando se aleja,
rastros de sangre por el valle deja.
Corre luego al festín; el atractivo
de la danza le ofrece sus deleites;
allí en tropel festivo
los mortales alegres se abandonan:
Quien, en vueltas acá y allá girando,
en sus brazos conduce la doncella;
quien, rápido saltando,
del bello sexo la pasión excita;
quien, por danzar se agita,
y a los espectadores atropella:
Los ojos se deleitan, los oídos;
y el tacto encanta los demás sentidos.
En vano este delirio pasajero
su languidez desvela,
mas poderoso objeto necesita
para gozar placer; al juego vuela,
al juego destructor; en él consume
su tiempo y su riqueza:
en sus falaces suertes pierde el oro,
que socorrer pudiera cien familias,
y deja entre las manos de un malvado,
lo que aliviar debiera al desdichado.
Si honoríficos puestos solicita,
¡cuánto a su orgullo que sufrir le espera!
la brillante carrera
de los premios emprende,
sin merecer ninguno; en ella ansioso
teme desaires, humillado ruega,
lisonjea, importuna,
y si acaso concede la fortuna
a su anhelar la injusta recompensa,
llega la senectud, y en pos la muerte
se presenta, seguida
del atormentador remordimiento,
de dolencia y terror; en vano entonces
remedios busca, por alivio clama;
el sepulcro lo llama;
baja a su seno, y su memoria en tanto
de nadie logra compasión ni llanto.
¿Y qué placer gozó? Todos huyeron
fugaces, del destino a la inconstancia;
todos en aflicción se convirtieron
cuando llegó su fin. ¿Acaso existe
algún placer durable cual la vida?
¿Acaso el mundo los consuelos niega
de recordar la dicha, aunque perdida?
No, débiles mortales;
la sagrada virtud en nuestros males
brilla, como la luz en las tinieblas;
ella conforta el corazón humano
contra la adversidad; y el poderoso,
que al triste socorrió con larga mano,
consigue venturoso
el supremo placer de hacer felices:
Este es solo el deleite duradero
hasta el instante de vivir postrero.

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Autora: VV.AA. Título: Poéticas. Antología de mujeres del siglo XVIII. Editorial: Ya lo dijo Casimiro Parker. Venta: Todos tus libros.

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