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5 poemas de La acción es el frío, de Alfredo Saldaña

5 poemas de La acción es el frío, de Alfredo Saldaña

Como señala Celia Carrasco Gil en el prólogo, «este libro amanece en el no-lugar del frío». Alfredo Saldaña publica La acción es el frío, un poemario en el que «la voz es un carámbano de verbo» y en el que «su llanto es una astilla en torno al cielo». Entre los versos, ecos de José Ángel Valente o María Zambrano, y entre las páginas, versos que se deshacen en los labios como cubitos de hielo.

En Zenda reproducimos cinco poemas de La acción es el frío (Olifante), de Alfredo Saldaña.

***

INVIERNO

La palabra que se da
es la misma que nos pierde.
Deshacerse en la promesa
que se empeña,
darse por vencido
y, al abrir los ojos,
comenzar otra vez a cerrarlos,
encontrar en el asombro helado
el gesto que calma
y la fuente que perdura.
Encaramarse a lo alto
de una rama escrita sobre el agua
y dejarse arrastrar con ella
por la corriente
en el invierno asolado
de los muertos.
Entregarse a espuertas
retirándose hacia dentro,
lastimarse en el corazón del bosque
que los hombres ignoran,
seguir el curso del manantial
hacia la desembocadura
para encontrar el lugar
en donde sea posible
que hasta el centro
se sostenga en un vacío
La acción es el frío,
y el final como agua
desaparezca entre las manos.
Lo que es no está.

***

HUMAHUACA

Pensar es habitar el desierto.
Pensar y caminar comparten un aliento frío e insobornable sostenido
sobre la transformación de la escritura, el sentido, la vida;
surgen de un temblor desolado y letal, de la incertidumbre y
la extraña serenidad que calman las noches de las quebradas;
trabajan a la intemperie por la demolición de aquellos símbolos
que se han encastrado en lo más profundo de nuestras conciencias
y no cesan de generar oportunidades inéditas de realidad
que solo el viento y la quena pueden destapar.
Pensar en una búsqueda impostergable y encontrar a quienes se
adentran por esos valles tratando de localizar en el pucará una
cabeza que llora, una palabra en el cielo o un corazón anómalo
que dé nombre al pálpito que precede a cualquier aparición.
Pensar en un hombre que cae al caminar es mitigar su caída.

***

PENSAR EN UN HOMBRE

Al extremo de la quebrada
ha llegado un hombre
y se ha quedado sin lugar,
como si le faltara el aire
o un horizonte ante el que detenerse
y cerrar sus ojos,
como si intuyera que el trayecto
ha llegado a su fin
o imaginara que ese pedacito de tierra
está ahí para abrazarlo,
como si encontrara
el sentido de la migración
en el fondo de un cajón
olvidado y vacío.
Es un hombre que piensa
que algo ha terminado
para dar paso a otro aliento
que comienza en ese instante.
Pero hay otro hombre
que cae y, de alguna manera,
la temperatura del abismo
lo cuida y lo salva,
otro hombre
que con sus manos despedaza
las palabras y se consuela
con los fragmentos pisoteados
que encuentra bajo la hierba.
Pensar en un hombre
que se hunde
con los ojos abiertos
es velar su naufragio,
detener el vendaval que estalla
entre sus brazos quemados.
Pensar en ese o en otro hombre
al desplomarse
es acompañar su alud,
reunir algunas palabras
para colocarlas sobre las pérdidas
que sin quererlo caen al suelo
y nos abandonan,
se pisan, se rompen y se olvidan.

***

EL DIFÍCIL ARTE DE CAMINAR

Vaga por una orilla entre la vida y la muerte.
Avanza como quien del camino ha hecho su casa e intuye que
esa y no otra es ya su pertenencia, la identidad que lo declara
y expone en campo abierto: soltar lastre hasta reconciliarse con
el calor de todas las pérdidas, olvidar el lenguaje aciago de los
hombres y sus aviesas costumbres, convertirse en el extranjero
de sí mismo, poner tierra de por medio, liberarse de todas sus
aflicciones y embriagarse en las tabernas con agua y no con
vino. En su corazón guarda lo que la lluvia y el viento de la
montaña trajeron consigo, aquello que el caudal de la pobreza
le permite conservar: el céfiro y el aroma de los senderos, una
memoria quebrada y la sal del sudor al caminar.
Vaga y su trémula sombra es alguien que casi lo acompaña.

***

VIDA

Ser cruce en el sendero,
punto de fuga, ala que
al doblarse sostiene la caída.
Vivir es abandonarse,
abrir paso al desaliento
en el que resiste la plenitud de la nada,
pensar en una soledad lacustre
y sin regreso, liberarse
de la biografía al desertar
de ese país imaginario
que es el pasado, soltar lastre,
vencer la gravedad al tocar la luz,
estriar el cuerpo o la dirección
y retratarse en un marco vacío
suspendido en la pared,
sostener con la mirada
un mundo que se abisma
o perforar un pozo donde aguardan
las palabras que han brotado
para estar solas,
calmar la exigencia
de ser alguien.
Vivir es perderse
en el corazón pedregoso
del adentro,
caminar sin estrategia
La acción es el frío,
y sin un objetivo trazado,
como quien hace mucho tiempo
que ha renunciado
a marcar sus huellas
sobre el sendero, respirar
en el espacio que se abre
entre la pregunta y la respuesta,
escribir sin escribir
o transformarse en un texto rupestre
que pueda leerse bajo la lluvia,
a la intemperie,
demorar el relato
que ha de sellar
la piel rugosa y áspera
del acontecimiento.
Vivir es ausentarse,
desaparecer como quien
anochece entre las nubes,
se olvida de sí mismo
y se lastima al tropezar,
derrumbarse al romper el equilibrio
entre hablar o callar algo,
anidar como un pájaro
que aún se sostiene
entre las ramas de los árboles
al calor de una mudez
persistente y lacerada,
activar las células del frío
en la oquedad del páramo,
encontrar un lugar
donde nada quepa
La acción es el frío
en ningún sitio,
todo se borre al leerse
y un hombre
no sea más que un hombre
al acostarse sobre
la luminosa piel de la devastación.
Ser un anónimo,
el nombre de nadie, el sello
más extraño y más seguro.

—————————————

Autor: Alfredo Saldaña. Título: La acción es el frío. Editorial: Olifante. Venta: Todos tus libros, Amazon y Casa del Libro.

BIO

Alfredo Saldaña Sagredo (Toledo, 1962) vive en Zaragoza, ciudad en cuya universidad trabaja como profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Ha publicado los libros de poesía Fragmentos para una arquitectura de las ruinas (PUZ, 1989), Pasar de largo (PUZ, 2003), Palabras que hablan de la muerte del pensamiento (Olifante, 2003), Humus (Eclipsados, 2008), Sin contar. Poesía 1983-2010 (Ediciones del 4 de agosto,  2010) y Malpaís (La Isla de Siltolá, 2015). Parte de su obra ha sido traducida al búlgaro, checo, esloveno, estonio y rumano. Es autor, entre otros, de los ensayos Modernidad y posmodernidad: filosofía de la cultura y teoría estética (Episteme, 1997), El texto del mundo. Crítica de la imaginación literaria (Anexos de Tropelías, 2003), Hay alguien ahí (Olifante, 2008), La huella en el margen. Literatura y pensamiento crítico (Mira Editores, 2013), La práctica de la teoría. Elementos para una crítica de la cultura contemporánea (RIL Editores, 2018) y Romper el límite. La poesía de Roberto Juarroz (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2022)

Alfredo Saldaña por Fernando Saldaña.

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