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5 poemas de La trama de los días, de Ramón Bascuñana

5 poemas de La trama de los días, de Ramón Bascuñana

El escritor alicantino Ramón Bascuñana se hizo con el X Premio de Poesía Juana de Castro gracias a su poemario La trama de los días. El jurado destacó la solidez en la estructura del libro, los finales redondos de sus piezas y la capacidad del autor para evocar a poetas, ciudades y películas.

En Zenda reproducimos cinco poemas de La trampa de los días (Renacimiento), de Ramón Bascuñana.

***

LA TRAMA DE LOS DÍAS

Un viaje a parte alguna o a ninguna parte,
el ver cómo envejecen nuestros padres,
cómo pasos y gestos, palabras y recuerdos,
se vuelven dolorosamente lentos
y cómo van creciendo nuestros hijos
y se van derrumbando nuestros sueños;
un intentar recuperar la infancia
entre los viejos cómics que guardamos
en una estantería del pasado,
el precio que se paga por seguir adelante,
las pequeñas traiciones que siempre son aquellas
que luego más nos duelen y dejan una herida
abierta en la memoria que jamás cicatriza,
los libros que leemos y aquellos que pensamos
que podríamos, mas no lo hicimos,
por pudor o desidia o por falta de tiempo,
los versos que escribimos a modo de plegaria
para espantar el miedo a lo desconocido,
y las noches en blanco de nuestra adolescencia,
y los cuerpos que solo fueron nuestros
soñándolos después de haberlos poseído
y que ya forman parte de las ruinas
junto a nuestros errores, nuestros pasos en falso,
nuestras claudicaciones y esos breves instantes
de plenitud y dicha y esperanza
que también son ceniza tras el fuego,
y que conforman al confuso tapiz
que llamamos la trama de la vida.

***

RETRATO APENAS ESBOZADO DE ZENOBIA EN PUERTO RICO HACIA 1955

Mañana silenciosa en un barrio tranquilo.
Ella se asoma al porche del chalet a la sombra
de un incendio de flores
–las lujosas flores del flamboyán–.
Después de un rato vuelve a la penumbra fresca,
grata y limpia, de su hogar antillano.
Los cuadros y los libros la protegen.
Puede que mucho más que los recuerdos.
Hay un orden sereno en su vida,
un mirar con distancia lo vivido
ahora que presiente el final de la dicha.
Esboza una sonrisa de madre protectora
al ver aparecer a su marido
–la figura encorvada, magra, la barba blanca,
abatida la frente, los ojos tristes–.
Se pregunta qué será de él cuando ella falte
y recuerda aquel lejano día
en que se conocieron.
Está segura de una sola cosa:
el poeta se enamoró de su risa clara.
Esta es la única certeza que posee.
Todo se agolpa bajo la levedad
de una memoria herida.
Rememora su boda neoyorquina
y tantos momentos de felicidad
pasajera, sacrificio y dolor,
que parece que no hubiera pasado,
misericordioso y feroz, el tiempo.
Pero el tiempo ha pasado, se lo dice el espejo
al reflejar, como un eco lejano,
el cansancio de sus ojos azules
y la rubia ceniza del cabello
con sus primeras canas.
Presiente que pronto todo habrá concluido,
pero mientras tanto, mientras la hora
funesta del olvido llega, ella sonríe
desde la fortaleza de sus sueños,
confiada en el tiempo que le queda.

***

EL PUENTE

«Hoy como cada día he de cruzar
el puente».

José Luis García Martín

«A punto de cruzar
ese puente del medio del camino».

Aurora Luque

Escapando de la ciudad en llamas
–símbolo de un ayer que ya no vuelve–
has llegado a la mitad del viaje,
a ese puente del medio del camino
que marca una frontera sin retorno.
Empiezas a cruzarlo lentamente.
Estás cruzando el puente que separa
las dos mitades que han de ser tu vida.
No es un puente consistente ni robusto.
Se compone de dudas razonables
y temores que nunca hemos vencido;
mas hemos de cruzarlo si queremos
vivir el resto de lo que nos queda.
Miras atrás para ver qué has dejado
en los bordes oscuros del camino,
qué has perdido al tiempo que avanzabas:
la inocencia, la infancia, los amigos,
algunas ilusiones, mil proyectos,
cosas sin importancia, bagatelas
que al final son lo único importante.
Pero en este momento, mientras cruzas
el puente que separa del pasado
el futuro, sientes cómo la angustia
pesa como un castigo y que bajo
su peso este puente de invencibles
temores y dudas razonables
podría derrumbarse sin esfuerzo.
Pero tú ya sabías que era un riesgo
que había que asumir y así lo has hecho.
Si logras alcanzar el otro lado
podrás cantar victoria. De momento
no mires más atrás, por si las moscas,
que siempre arde Sodoma a nuestra espalda
y resulta difícil resistirse
al brillo portentoso de sus llamas
y vivir con la vista en el pasado.

***

ANTONIO MACHADO A ORILLAS DEL DUERO

«Mediaba el mes de julio, tras un hermoso día».

Antonio Machado

En un hermoso día de mediados de julio
caminaba el poeta, buscando lentamente
la sombra de las sombras. A ratos se paraba
enjugando su frente y dándose un respiro,
apoyada la diestra y el peso de su cuerpo,
echado hacia delante, en un bastón severo.
El olor de las hierbas embriagaba la tarde.
En los campos ardía el fuego del verano.
Resultaría fácil seguir con el poema
y rescatar al buitre de vuelo majestuoso
cruzando solitario el puro azul del cielo,
o decir que el poeta divisaba a lo lejos
un monte alto y agudo y cárdenos alcores;
o ponerme solemne, como él se ponía,
hablando de Castilla, dominadora y terca,
astuta y miserable; pero prefiero el verso
callado que susurra la canción del exilio
para evocar al hombre vencido y derrotado
que presiente su muerte en un país extraño
y que a pesar de ello es capaz de escribir
un verso que resume la trama de la vida:
estos días azules y este sol de la infancia.

***

TRIESTE

Llego a Trieste con los versos de Rilke
resonando de nuevo en la memoria
de aquel adolescente que yo era:
Los amantes podrían, si entendieran esto,
hablar extrañamente…
Pero tú ya no estás y no podemos
contemplar nuevamente la bahía.
He llegado en un tren desde Venecia
para recuperar un imposible;
un engaño de calles luminosas
y versos compartidos: en ningún
lugar, amada, habrá mundo si no es dentro.
En ningún lugar salvo en el interior
de nosotros mismos, voy repitiendo
como el eco vacío de mis pasos
sobre los adoquines de la cuesta
que conduce a san Giusto.
Como el ojo
de Dios me observa el rosetón.
Pero tú ya no estás para contarte
que Stendhal se paseó por estas calles
y Magris iba mucho por el café san Marcos
o que aquí vivió doce años o más
James Joyce, trabajando como profesor de inglés
y escribiendo fragmentos del Ulises.
Una ciudad de náufragos parece.
Pero tú ya no estás para salvarme
y se hace tarde debajo de las farolas
de la Piazza de l’Unità d’Italia
y tomo el autobús cuarenta y cuatro
que lleva hasta el castillo del recuerdo
y en el jardín el tiempo retrocede
y pienso, como Rilke, que lo bello
no es más que el principio de lo terrible.

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Autor: Ramón Bascuñana. Título: La trama de los días. Editorial: Renacimiento. Venta: Todos tus libros.

BIO

Ramón Bascuñana (Alicante, 1963). Licenciado en Geografía e Historia. Ha publicado Hasta ya no más nunca (1999), Quedan las palabras (2000), Tal vez como si nunca (2001), Los días del tiempo (2002), Liturgia de la profanación (2002), Retrato de poeta con familia al fondo (2003), Ángel de luz caído (2005), Vera Efigies (2005), Las avenidas de la muerte (2005), Impostura (2006), La piel del alma (2006), Donde nunca ya nadie (2008), El gesto del escriba (Antología, 2009), El centro de la sombra (2014), Cincuenta por ciento (2014), El humo de los versos (2016), Desnuda luz de la melancolía (2016), Cuaderno de preposiciones (2017), 6seis6 (2018), El dueño del fracaso (2019), Artículos de primera necesidad (2020), Voz en Over (2023), Anotaciones a pie de página (2023).

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