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5 poemas de Mary Jo Bang

Foto: Alex Heuer.

Mary Jo Bang es una poeta nacida en Missouri, Estados Unidos, en 1946. Vive en la en la ciudad de St. Louis, donde es profesora de inglés y dirige el programa de Escritura Creativa de Washington University. Es autora de numerosos libros de poesía, entre ellos Apology for Want (1997), que recibió el premio Katherine Bakeless Nason; Louise in Love (2001); The Downstream Extremity of the Isle of Swans (2001); Elegy (2007), ganador tanto del National Book Critics Circle Award como del Alice Fay di Castagnola Award; y The Bride of E (2009). En España se ha publicado Elegía (Bartleby, 2010) traducido por Jaime Priede, la antología El claroscuro del pingüino (Kriller71, 2013) y Una muñeca para tirar (Kriller71, 2019), traducidos ambos por Patricio Grinberg y Aníbal Cristobo.

***

EN LA CALLE

Aquí estamos, en lo alto del arco de las utopías. El
agua no es profunda. Una mancha de aceite brilla
en la superficie como una lente toma la luz y la
multiplica frente a un espejo. Si alguien se detiene
cerca tuyo, allí están ellos – aunque no aparezcan
en la foto. Lo que hace que la oscuridad total se
vincule a la suerte y cosas así. La arquitectura, a
diferencia de la ley, perdura. Una fachada, como
un ideal, puede ser opresiva a menos que esté
compensada con un balcón al que puedes asomarte
para reprender a los que están en la calle: venid
aquí y miradnos a los ojos. ¿No somos exactamente
aquello en lo que queríais creer?

***

EN EL BALCÓN DEL EDIFICIO

Nada de dormir ahora. Ya no hay pacto de sueño
con morfina y la noche como aguja. Estamos
despiertos, empujados el uno por el otro como
si lo que quedara es todo lo que habrá. Nos
necesitamos como si estuviéramos en una rama
frágil que está siendo podada. Veo la huella
de una cicatriz tenue sobre tu ceja izquierda.
Entonces supe lo que era sentir. La caída
agonizante.

***

ADMISIÓN

Mi madre era sofisticada de una forma en la que
yo sabía que nunca lo sería. Hebilla del cinturón
de terciopelo. Rímel. Lápiz de labio carmesí en
curva de su boca entrelazándose para siempre
a un pañuelo. Yo nunca usaría esa blusa negra
transparente, botones de nácar dibujando el
camino descendente de su columna, toda mujer era
su rival. Podrías decir, la solemnidad me convirtió
en alguien insoportable, exactamente de la misma
forma en que la belleza lo hizo con ella. Entiendo
a los hombres. Algunos quieren tener a una mujer
entre sus brazos mientras otra permanece de pie
en una concha, ambas continuamente pasando de
ser a ser vistas. Incluso cuando era una niña, sabía
qué había anzuelos eróticos que no se podían ver.
Aprendí a usar una cámara para ver aquello que yo
podría ser.

***

AUTOPSIA DE UNA ERA

Así era entonces, un cuchillo
a través del cartílago, un fracturado cuerpo. Animal
y animal, cenizas. Una ventana hecha añicos.
El aullido colectivo en señal de alarma,
seguida de silencio.

Noche negra como una bota,
zumbido halógeno. Cinta serpenteando al interior
de sigiloso aparato. Después, vidrios destrozados
y una joya de Checkpoint—el cierre
de un brazalete trampa-de-turista. Un brazo. Una bagatela.

Plap hace el broche. El filme
en el cráneo preserva la sensación
de ahogo, el ángulo de la correa,
el collar que las conecta. Vista panorámica.
Llegada de la oscuridad provinciana.

***

DISFRACES CRUZANDO MIRADAS

Luces de bisutería pestañean, intermitentes.
Falsas estrellas.
Estoy harta de explicaciones. Una vida es como lo que Russell
dijo de la electricidad, no una cosa sino la forma en que las cosas funcionan.
Una ciencia del movimiento hacia cierta superficie plana,
algo de calor, algo de frío. Algunas luces
pueden dejar algo de post-imagen, pero esta dura poco.
¿No es eso lo que dicen? Eso, y además que los
hechos históricos se ven a los ojos con la nada.

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