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5 poemas de Samantha San Romé

Samantha San Romé es una poeta y docente nacida en Chivilcoy, Buenos Aires, Argentina, en 1989. Es Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y estudió Guion de Cine y TV. Es Co-creadora del Festival del Libro de Chivilcoy (FLICH) y de varios ciclos de arte. Se especializó en Gestión Cultural (FLACSO) y Nuevas Tecnologías. Formó parte del colectivo de Poetas por el Derecho al Aborto Legal y Seguro en su país y del poemario Martes Verde (2018). Además, ideó varias intervenciones poéticas como “la poesía al poder” y encuentros públicos sobre escritura y mujeres poetas a lo largo de la historia. Su obra es principalmente poética y le interesa el diálogo de sus textos con los diferentes lenguajes, disciplinas artísticas, lo popular, político, cultural y sobre todo lo personal e íntimo. En ese sentido, trabaja sobre su propia autoficción. Su libro El cielo de los exnovios puede escucharse en las plataformas musicales. Publicó Permanente (Árbol Gordo, 2016), Ojalá el tiempo no fuera una prisión (El ojo del mármol, 2017), Todo lo que nos pasa (Hojas del Sur 2017), el cielo de los exnovios (Hojas del Sur, 2020), Kintsugi (autogestivo, 2021) y Un lugar en el mundo (Sudestada, 2023).

***

Amiga, ¿dónde te duele?
Vení que te pongo glitter.
Extraño nuestros pies libres
en el borde de la pileta.
Te paso esta canción
después de lo que me contaste
¿no es hermoso eso que dice
sobre nacer de nuevo?
Amiga, tengamos nuestros nunca más
y empecemos ahora:
nunca más llamar amor
a lo que nos deja sin hambre
nunca más una mujer
llorando sola en un baño
nunca más ninguna regla
que no hayamos inventado nosotras
nunca más arrepentirnos
de vivir como escribimos.
Y si tenemos una recaída
empezamos de nuevo.
Nosotras vimos al viento
convertirse en tormenta
nosotras vimos lo verde florecer sobre lo árido.
Amiga, sacale una foto a mi risa de ahora
y mandamela cuando vuelva el drama
recordame que estoy acá
para sentirlo todo.
Tomemos mates
en un montón de playas
seamos la esquina del grito de la media sanción
quememos obligaciones, sufrimientos y flores
tengamos nuestro vino
hagamos una estampita
con nuestros nombres
y rescatemos al amor
de los instantes de peligro.

***

Estoy parada frente al mar
y no es un mar paradisíaco
no es sereno ni tibio ni claro
pero tiene la belleza singular
de una arena sucia sin aristocracia
de una playa del Atlántico con pescadores
desbordada de familias consagradas
después de un año duro de trabajo
de heladeras de cerveza
de canchitas de tejo
de equipos conectados al bluetooth
de agua fría y nosotros
antes de las pilas de ropa en el pasillo
y los platos sin lavar
estoy parada frente al mar y quiero ser como vos
y meterme de lleno en su peligro
pero no es hoy sino hace un tiempo
y creo que un día te vas a ir
que me vas a mentir
que te vas a aburrir de mis sueños imposibles.
No me preguntes por qué
si te cuento sobre mis miedos y mis inseguridades
si yo misma les doy un lugar en mi lenguaje
se convierten en convicciones.
No me preguntes por qué
solo estoy parada frente al mar
con un sol ostentoso en la espalda
y una malla glamurosa y rosa
mirándote con esta forma violenta de cuidar
sonriéndote desde la orilla
con la certeza de que nos envuelve
un amor atávico
romántico
ancestral
que no puede ser tocado por la decadencia
del tiempo.
Estoy parada frente al mar
que se mueve igual a tu forma de amar
cuando te enojás de la nada con tanta rabia y
distancia
y yo igual
intento abrazarlo.
Estoy parada frente al mar
y quiero sembrarlo con las cosas perdidas
esperando que arrastre hasta mis pies
el rosario de plata que hace un minuto una
ola te arrancó del cuello
pidiendo perdón por no confiar en el cielo
buscando una prueba de amor
porque a veces yo también
necesito que los dioses me hablen.

***

Aunque el ejercicio de tu amor
tapó tus penas
no podés olvidar.
Estoy con vos
vengando el recuerdo de aquel verano ácido
cuando tu exnovio intentó ahogarte
en la pileta
y ahora se sienta al lado nuestro
en este restaurante
y me pedís cambiar de lugar.
Tantos años te sentiste responsable
porque la psicóloga te preguntó
por qué no quisiste acostarte con él.
Pase lo que pase
no los perdones.
Tu mano firme me salvó a mí
una y otra vez
y ahora esto es lo que vamos a hacer:
voy a ir con vos
madre e hija flotando en la pileta
yo voy a agarrar tu mano
y nadaremos hacia otro lugar
tu corazón va a arder
y una galaxia de mujeres
estallará con tus palabras:
que no parezca que sufrimos en vano.

***

Mi hermana y yo hablamos en la cocina
mientras mi hija duerme la siesta
pegada a mi cuerpo como un escudo de la
naturaleza.
Los suyos están despiertos
y el más grande me ve llorar
cuando hablo de nuestra madre:
“El otro día puse, imaginariamente,
a mamá enfrente mío
y la escolté con sus padres muertos.
En esa imagen
ella era mucho más pequeña que yo”.
Los ojos grandes de mi sobrino
me interrumpen:
no digamos estas cosas delante de nuestros
hijos
así es como se convierten en
nuestras víctimas
escuchando a sus madres hablar mientras
duermen
o llorar en la cocina como si ellos
no estuvieran.
De repente no podemos parar de reírnos
hasta que se nos deforma la mirada
y me quedo buscando en la cara
de mi hermana
la risa de antes
la risa con la que me subí al árbol de higos
la risa con la que jugaba en el tobogán
la risa con la que me fui de casa
la risa con la que me emborraché.
Esa risa ya no está,
tampoco la mía.
¿Cómo éramos en ese entonces,
cómo somos ahora
y a quiénes extrañamos?
Cuando éramos chicas
mi hermana y yo soñábamos lo mismo:
la tierra de nuestro pueblo se abría
todos se caían menos nosotras
explotaban meteoritos en el hospital
no encontrábamos a papá
mamá estaba en peligro.
En todas nuestras pesadillas
nosotras salvábamos a nuestros padres.
Aún hoy, todavía, soñamos con lo mismo
catástrofes, guerras y derrumbes.
Ahora llevamos a nuestros hijos en nuestros
sueños
corremos por el fuego
los perdemos en la playa
les salen pelotitas en la garganta
se nos caen de los brazos
intentamos agarrarlos, pero se resbalan
vuelan por el aire
son sus manos las que nos despiertan
y delante de los ojos
estallan los milagros.

***

Mi hija junta flores
y las apila sobre mis manos.
Cuando se aleja
intento mirarla como si no fuera mía
como si fuera una hija cualquiera
solo una nena con un vestido rojo
como si fuera de otra
por ejemplo,
de esa chica más joven que yo.
Pero ella siempre se acerca
trayendo flores hacia mí
como si yo no fuera una madre cualquiera
como si yo no fuera una madre peligrosa
como si confiara en mí.

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