El ruido de un beso no es tan retumbante
como el de un cañón, pero su eco dura mucho más.
Oliver Wendell Holmes
¿Puede el beso convertirse en un arma? Sí puede. Últimamente el beso ha encendido una ardorosa contienda no sólo en el mundo futbolístico. El beso, como el fuego, se ha expandido en distintos ámbitos y ha removido los cimientos morales, culturales, sociopolíticos y religiosos hasta despertar algunos demonios ocultos. En este caso, ha sobrepasado los límites, la tolerancia, el respeto, el consentimiento y ha entrado en el terreno ofensivo y de agravio. El beso, como la expresión humana más universal y compleja, tiene variadas formas y colores, según las artes: literatura, pintura, escultura, música, cine. Sea como fuere, por su significativa carga simbólica, siempre ha sido un tema polémico, por sus muchas formas de ser, desde tiempos inmemoriales. Inclusive, ha servido como recompensa o moneda de pago, en los juegos infantiles o juveniles.
Hace unos días, y precisamente cuando el beso es un tema de conflicto, me he topado con Eros y Psique en un enorme mural de mosaicos al estilo bizantino: un vestigio romano conservado entre las paredes del Alcázar de los Reyes Cristianos en Córdoba, frente al río Guadalquivir. Estos personajes míticos de la cultura griega han sido representados por el arte en sus diferentes manifestaciones. La escultura El beso o Psique reanimada por el beso, de Antonio Canova, es una pieza neoclásica de gran valor que encierra esta historia de amor y, quizás, sería el origen del beso en La Bella Durmiente, aunque existen muchas variaciones. Igual El beso, del escultor francés Augusto Rodin, inspirado en dos personajes de la Divina comedia, está plasmado en distintas versiones y materiales, mármol, yeso o bronce. A diferencia de estas esculturas delgadas y atléticas, El beso que esculpe Víctor Delfín representa a una pareja gigante y corpulenta. La obra mide aproximadamente 30 metros y está ubicada en Lima, frente al océano Pacífico. Lo que queda claro es que los tres artistas inmortalizan el beso en tres estadios distintos de la vida.
En la pintura simbolista, El beso, de Gustav Klimt, es un autorretrato en el que mujer y hombre se funden en un solo bloque que parece reflejar la época dorada del amor. En el surrealismo de Picasso, El beso no solo está retratado desde distintos ángulos posibles e imposibles, sino en distintos colores y formas, que resaltan las distintas caras, expresiones y matices que tiene el beso.
Gustavo Adolfo Bécquer, en una brevísima rima, expresa el summum del beso como condición: “Por una mirada un mundo, / por una sonrisa un cielo, / por un beso… yo no sé / qué te diera por un beso”. Por el contrario, César Vallejo, en El poeta a su amada, describe el beso como sacrificio, un acto de amor y muerte a la vez:
“Amada, en esta noche tú te has crucificado / sobre los dos maderos curvados de mi beso / y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado, / y que hay un viernes santo más dulce que ese beso… En esta noche de setiembre se ha oficiado / mi segunda caída y el más humano beso”. Mario Benedetti, en Itinerario de vida y literatura, da una descripción más sencilla, pero clarividente: “Yo prefiero el viejo beso artesanal que desde siempre comunica tanto”. Aunque, de todas las formas de explicar los significados y tipos de beso, Gabriela Mistral nos alcanza el mayor compendio, en su poema Besos:
Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
enigmáticos, sinceros,
hay besos que se dan sólo las almas,
prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado…
En la historia del cine, los besos icónicos, de las películas clásicas o no, han quedado impregnados en el inconsciente colectivo de los cinéfilos: Casablanca, Lo que el viento se llevó, La bella y la bestia, Un tranvía llamado deseo, Encadenados, El sueño eterno, Desayuno con diamantes y muchas más. Cinema Paradiso es la película que compendia los besos robados, a través de Alfredo, personaje que, en silencio y tras el telón, recopila todos los besos censurados del cine clásico de los años 50-60. Un merecido tributo al beso que, a su vez, será el regalo que recibe Totó de adulto cuando regresa al pueblo muchos años después. La dama y el vagabundo es otro elogio sutil y delicado al beso, a través de dos personajes de dibujos animados. El beso tuvo y tiene muchos modos de mostrarse en los relatos, cuentos, cómics, historietas y tebeos.

Mural de Eros y Psique
En La forja de un ladrón, Francisco Umbral confiesa su devoción por el cine español, europeo y norteamericano del siglo XX, desde el primer capítulo, titulado “El cine de mamá”, a través del personaje adolescente que se resiste a crecer y se refugia en el “calor uterino del cine”. Como buen cinéfilo, descubre, siente e imagina los mejores besos con aquellas supermujeres de la pantalla grande, cuyo rostro y su voz lo habrían marcado: Ingrid Bergman, Greta Garbo, Rita Hayworth, Katharine Hepburn, Raquel Welch, Sophia Loren, Ingrid Bergman, Brigitte Bardot, Marilyn Monroe, Lana Turner, Ava Gardner, etc. En El hijo de Greta Garbo transmuta la figura de la actriz en su madre para recorrer los ambientes de su niñez, en su provincia de “tedio y plateresco” y los cines de barrio, siempre del brazo de su madre.
En la música, el beso no se ha quedado atrás, y quizás ha dado lugar a más composiciones en diversos géneros musicales de todos los tiempos. Una de las canciones favoritas que mi padre le dedicaba a mi madre, imitando la voz de Javier Solís, Lucho Gatica, Pedro Infante o de Los Panchos, era “Bésame mucho”. Este bolero compuesto por la pianista y compositora mexicana Consuelo Velázquez fue el más conocido del siglo XX y tuvo diversas interpretaciones en distintos idiomas. Lo compuso cuando todavía era una adolescente, inspirada en La maja y el ruiseñor y en el teatro. Durante la Segunda Guerra Mundial se convirtió en la canción icónica de las despedidas. En España, casi al mismo tiempo, en 1948, Adrián Ortega escribía el pasodoble más representativo, “El beso en España” o “La española cuando besa”, interpretado por Celia Gámez, Paquita Rico, Lola Flores, Carmen Sevilla y otras muchas artistas españolas. Quizás en este momento crucial, en el que se ha puesto en tela de juicio el tema del beso “problemático que encierra una clave que nadie ha descifrado”, habría que recordar esta canción-himno, que encierra la esencia del beso de la mujer española:
En España, bendita tierra
donde puso su trono el amor
solo en ella el beso encierra
almoneda, sentido y valor.
La española cuando besa
es que besa de verdad
y a ninguna le interesa
besar por frivolidad
el beso, el beso…
Le puede usted besar usted en la mano
o puede darle un beso de hermano…
Pero un beso de amor, no se lo dan a cualquiera
En El sentido olvidado: Ensayos sobre el tacto, Pablo Maurette nos recuerda que el beso es la segunda forma más íntima de tocar: es horizontal, recíproca, multisensorial e integra todo el cuerpo. El tacto es un relato que se construye desde el interior del cuerpo para identificarnos y aceptarnos, a partir de la piel. Ahora que vivimos en una sociedad cada vez más indiferente, se hace necesario profundizar en este sentido, para comprender más nuestra condición humana. Preguntarnos cuántos besos y abrazos que no hemos dado siguen esperando el momento estelar. ¡Cuán importante es el tacto en nuestra vida y no lo percibimos! Nietzsche decía que la piel es la primera y última capa por la que descubrimos el camino del conocer. Ahora más que nunca necesitamos retomar la ruta del tacto, para reconocernos a nosotros mismos y volver a plantearnos la pregunta inicial. ¿De qué besos y abrazos venimos? Quizás necesitamos alimentarnos más de abrazos, besos y menos palabras. Fundirnos en el silencio, sentir otras manos, otras pieles que nos revistan de otros colores.
Hablar del beso es tan complejo que puede derivar en un tratado teórico-práctico, a partir de la variedad y multiplicidad de besos pintados, filmados, narrados, cantados, poéticos o sentidos. En la canción infantil “Madre”, de Enrique y Ana, el beso es ternura y amor infinito: “Madre, madre, hoy te quiero cantar, / madre, madre, hoy te quiero besar”. Para Jarabe de Palo un beso es el bien más deseado: “Por un beso de la flaca daría lo que fuera, por un beso de ella, aunque sólo uno fuera”. Mientras que para El Canto del Loco la esencia de la vida está en los besos ilimitados: “Lo bueno y lo que importa está en los besos. Que todas las mañanas me despierten besos, sea por la tarde y siga habiendo besos”. En cambio, para Nino Bravo el beso es sinónimo de un “te quiero, una caricia y un adiós”, y por eso al partir nos entrega un beso y una flor. En realidad, el beso es un acto sublime, un premio, un homenaje, una recompensa.
¡Mis besos volados para todas las mujeres del planeta, por el Día Internacional de la Mujer! Y para mi madre, a modo de Bécquer diré:
Hoy sentí a mi madre, a través de su lápiz labial,
me dio un beso y oí su voz.
Hoy mis palabras llevan su perfume.
¡Hoy creo en Dios!


La referencia a Gabriela Mistral es falsa. No lo escribió ella