Robert Creeley fue un poeta nacido en Arlington, Massachusetts, en 1926. Autor de más de sesenta libros, normalmente se le asocia con los poetas de Black Mountain, aunque la estética de sus versos diverge de los de esta escuela. Fue cercano a Charles Olson, Robert Duncan, Allen Ginsberg, John Wieners y Ed Dorn. Trabajó como profesor de poesía y humanidades en la Universidad de Búfalo y vivió en Waldoboro (Maine), Búfalo (Nueva York) y Providence (Rhode Island), donde enseñó en la Universidad de Brown. Recibió el Premio literario Lanna. En toda su poesía se encuentra tanto una delicada concisión como una fuerza emocional que nos arrastra a pensar en cierta y no equivocada cercanía con otro gran poeta norteamericano, con quien Creeley mantuvo una gran amistad, William Carlos Williams. Murió en Odessa, Texas, en 2005. En nuestro país se han publicado obras suyas como Pedazos (Bartleby, 2000). Presentamos una selección de textos con traducciones de Frank Báez, Luis Eduardo García, Luna Marina Companioni y Jonio González.
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Algún Eco
Algún eco,
pedacitos,
cayendo, un polvo,
rayo de luz, en la
ventana, en
los ojos. Tu
pelo mientras
te lo peinas,
la luz
detrás
de los ojos,
es lo que queda.
***
Música Acuática
Las palabras son una hermosa música.
Las palabras rebotan como en el agua.
Música acuática,
lenta al alejarse
barcos,
pájaros, hojas.
Ellas buscan un sitio
para sentarse y comer –
sin sentido,
sin importancia.
***
Algo
Me aproximo con un temblor
tan cauteloso, sintiendo
como siempre la definitiva
tonta pregunta de cómo estuvo,
qué tal se sintió,
y quién lo ha de preguntar. Recuerdo
una vez en un cuarto alquilado
en la Calle 27, la mujer que amaba
entonces, literalmente, después
que habíamos hecho el amor en la espaciosa
cama, sentada sobre
un lavadero de dos grifos, ella
tenía que orinar pero estaba nerviosa,
avergonzada supongo de que
la viera a ella quien
hace sólo un momento estuvo completamente
abierta a mí, desnuda, en
la misma cama. En cuclillas, su
cabeza reflejada en el espejo,
el pelo oscuro ahí, su cara
completa, los hombros,
sentada con las piernas abiertas, abrió
un grifo y temerosa orinó. Qué
el amor podría aprender de tal atisbo.
***
Advertencia
Por amor—
abriría tu cabeza y pondría
una vela
detrás de tus ojos.
Se muere el amor en nosotros
si olvidamos
las virtudes de un amuleto
y su breve sorpresa.
***
Cuevas
Gran parte de mi infancia parece
haber transcurrido en habitaciones—
al menos en la memoria, las persianas
bajas para hacerla más oscura, el
rayo de sol en el borde de la ventana.
Podía escuchar las abejas reuniéndose
alrededor de las lilas, el gorjeo de los pájaros
mientras el sol, todavía alto, empezaba a caer.
Era verano, en el paraíso del pequeño pueblo,
campos de heno, crujidos y graznidos
de troncos, de casa, de árboles, perros,
ancianos hablando, el solitario coche girando en alguna
esquina lejana de la calle Elm
lejos del ancho prado.
Abríamos cuevas o las encontrábamos,
bajando por el campo hacia el bosque. Teníamos
cabañas que construimos luego de sacudir
árboles, para conseguir ramas-
como recintos, frondosos, densos e in-
sustanciales. La memoria es la cueva
en la que uno finalmente vive, se arrastra
de manos y rodillas para entrar.
Si la Madre dice que no dibujes
las páginas del libro, que no colorees
a esa pequeña persona en la foto, entonces
no lo haces a menos que la compulsión, la distracción
te lo dicten y estés flotando
en alas de la fantasía, de la visión persistente
de lo que se ha visto aquí también, justo aquí,
en esta página abstracta. ¿Puedo usar el verde
cuando hayas terminado? Qué se supone que sea eso,
dice alguien. Todos los niños se agolpan
en lo que había sido una habitación vacía
donde uno intentaba al menos
dormir la siesta, estar callado, pensar
en nada más que en uno mismo.
***
Eco
Toda la memoria
cuelga del árbol
para ver
un pájaro ser—
pero ahora tartamudea
para trabajar, cierra
las ventanas, se estremece
se sienta y murmura—
porque no puede
volver atrás, todavía
no puede
salir. Todavía no puede.
***
Lugar
Tu rostro
en la mente, lento amor,
lento crecer, lento
para aprender lo suficiente.
Paciencia para aprender
a estar aquí, a saborear
lo que sea que haya
ahí fuera, aquí
sin ti, aquí
solo.
***
De nuevo
Un día más acabado,
hecho, encontrado en
la forma de los días.
Comenzó,
terminó, estuvo
delante, detrás,
fue lento, rápido un
sol resplandeció, nubes,
alto en el aire estuve
un rato con otros,
después bajamos
a la tierra de nuevo.
Sin luna. Una habitación
de hotel: para empezar
de nuevo.


Poesía para ti, para tu, Par mi y…. Yo, que…..