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Bendito Instagram

Bendito Instagram

Hubo un momento en la historia, entre los años 60 y el nacimiento de Instagram, en que el dandy estuvo solo. Una revolución de las costumbres se había desatado y la excelencia indumentaria fue de las primeras sacrificadas en el altar. Reinaba un nuevo orden y ser dandy ya no molaba. No molar es lo peor que le puede pasar a un dandy.

Fueron décadas de incomprensión y destierro social. El dandy, único espécimen de su barrio, vagaba entre las cenizas de su mundo sintiendo cada vez más el ánimo flaquear. Fue entonces cuando llegó una red social que nos abrió una puerta a la esperanza y nos mostró a cientos de cofrades en barrios de Polonia, Japón o Rumanía.

Para los dandys anónimos del mundo, Instagram fue como el llamamiento del general De Gaulle, el 18 de junio de 1940, en la radio de Londres. Desde ese día, supimos que no estábamos solos, que la derrota no era definitiva y que la llama de la elegancia no se apagaría jamás. Se había abierto un nuevo frente contra la vulgaridad imperante y los dandys estábamos llamados a combatir. No éramos un ejército regular ni coordinado, sino células individuales que realizaban acciones de sabotaje mostrando al mundo nuestros atuendos en cada post. Tal vez sucumbiésemos en el intento, pero ahora sabíamos que miles de hermanos se alzarían para continuar nuestra lucha. Éramos partisanos de la elegancia. Éramos la Resistencia.

"Lo más fascinante de todo, no obstante, es la elegancia que desprende a pesar de haber cruzado tres de mis líneas rojas, y es que Lino lleva cinturón con hebillaca gorda, cincuenta mil pulseras y camisa con bolsillo"

Son varios los dandys que he descubierto gracias a Instagram, pero en esta pajarita os hablaré de tan solo dos. El primero de ellos es Lino Ieluzzi, que regenta en Milán una tienda de indumentaria masculina y que es el clásico italiano que te vende lo que sea. Por fortuna, lo que sea, en el caso de Lino, es una ropa maravillosa.

Lino se ha creado una suerte de uniforme cuyos fundamentos permanecen inalterados desde hace décadas y que nos permite distinguirlo entre la medianía circundante, del mismo modo que sabríamos identificar a Borges en cualquier poema suyo que escuchásemos por vez primera. El dandy, como el escritor, ha de ser reconocible por su estilo.

El atuendo de Lino consiste en unos zapatos monkstrap de dos o tres colores (con una hebilla desabrochada), pantalones estrechos con vuelta, reloj de bolsillo, americana cruzada 6×2 (que es aquella con seis botones y de los cuales se podrían abrochar dos, aunque el último se suele dejar suelto) y una corbata con el número 7, simplemente porque a Lino le gusta este número. Lo más fascinante de todo, no obstante, es la elegancia que desprende a pesar de haber cruzado tres de mis líneas rojas, y es que Lino lleva cinturón con hebillaca gorda, cincuenta mil pulseras y camisa con bolsillo. Con cualquier otro, estos elementos (y no digamos ya los tres juntos) serían motivo de expulsión directa, pero a él no solo se los tolero, sino que incluso se los alabo. Como todo buen dandy, Lino tiene patente de corso.

"Nunca, sin embargo, me pondré una corbata con el número 7, porque es una creación tan personal de Lino que cualquiera que pretenda replicarla parecerá una copia burda del dandy original"

Si no sabéis italiano, no os preocupéis porque Lino no destaca por su amplio repertorio léxico. De hecho, para comprender sus vídeos tan solo hace falta saber estas palabras: Buongiorno, ragazzi; divertente; particolare; sdrammatizzare y senza problemi. El tío te presenta unos conjuntos espectaculares y siempre te dice: Questo te lo metti senza problemi (Esto te lo pones sin problema).

Estos conjuntos que Lino compone pieza a pieza en el mostrador son una fuente permanente de inspiración porque siempre te saca una prenda del color que no te esperas (creando esos contrastes cromáticos que nadie armoniza mejor que los italianos). Son, además, la mejor carta de presentación de su tienda, y estoy deseando hacer un viaje a Milán solo para saludar a Lino y comprarme una chaqueta cruzada de color rosa. Nunca, sin embargo, me pondré una corbata con el número 7, porque es una creación tan personal de Lino que cualquiera que pretenda replicarla parecerá una copia burda del dandy original. Lo que sí haré es añadirle un trazo horizontal a ese 7 para transformarlo en una Z y forjar así mi corbata de caballero de la Orden de Zenda.

El segundo dandy del que os quiero hablar es Hugo Jacomet, gran amante de Madrid, del vino español y de El Quijote (que un franchute hable bien de España siempre nos enternece). Hugo es el creador de la revista Parisian Gentleman y, además de su Instagram, tiene dos canales de YouTube dedicados al dandismo: uno en francés (Discussions sartoriales) y otro en inglés (Sartorial talks). En este último aparece también su mujer, Sonya Glyn, que es a su vez una dandyzette de pro.

"Hugo no se ha montado sus canales de YouTube para explicarnos cómo se anuda una corbata o cómo se pliega el pañuelo de bolsillo, sino para hacer lo que mejor se les da a los franceses: soltarnos la chapa"

Si Lino Ieluzzi es el rey de las chaquetas cruzadas 6×2, Hugo Jacomet lo es de las 6×1 (aquellas en las que se abrocha únicamente el botón de abajo). En este tipo de americanas, las solapas tienen de por sí una mayor extensión, pero además las de Hugo son más anchas de lo que puede soñar vuestra filosofía. Sus solapas son como los gases, que se expanden hasta ocupar todo el espacio disponible. Quevedo podría dedicarle a Hugo un soneto titulado Un dandy a unas solapas pegado.

Lino me enamora por italiano y Hugo me fascina por francés. Porque Hugo no se ha montado sus canales de YouTube para explicarnos cómo se anuda una corbata o cómo se pliega el pañuelo de bolsillo, sino para hacer lo que mejor se les da a los franceses: soltarnos la chapa. Todo francés cultiva una pasión, ya sea chorra o sublime, y todo francés, ya sea obtuso o agudo, es capaz de canalizar esa pasión en discurso. Las chapas de Hugo son fuente de doctrina para librar la batalla cultural por el dandismo.

En uno de sus vídeos, Hugo cuenta que, cuando llegó a París con 19 años, como un héroe de novela que aspira a conquistar la capital, se quedó prendado de unos zapatos Alessandro One Cut, de Berluti, que descubrió en un escaparate de la Rue Marbeuf. Para no llamar la atención de los dependientes, se iba a la tienda los domingos por la tarde, cuando estaba cerrada, y se pasaba horas contemplando los zapatos y preguntándose cuando lograría reunir el dinero para agenciárselos.

Sé muy bien de lo que habla Hugo porque no he olvidado el día en el que, tras varios meses soñando con ellos, me atreví por primera vez a comprarme unos zapatos caros (aunque mucho menos caros que los suyos). Fue en la Sapataria do Carmo de Lisboa, y recuerdo la vergüenza que sentí al cruzar el umbral con el calzado tan poco distinguido que llevaba, pero no me quedaba otra que dar el paso. Como en Pretty Woman, para poder engalanarte como una dama, en algún momento tienes que entrar a una tienda vestida como una puta barata.

Otro de los vídeos de Hugo, titulado Elegancia indumentaria: diez consejos para empezar, comienza así:

El consejo número 1 es: prepárate. ¿Para qué? Para afrontar la mirada de los demás. Prepárate para que te lancen pullas, para que te hagan observaciones, para que hablen a tus espaldas, también para recibir la sonrisa de ciertas mujeres hermosas. Tienes que estar preparado para todo esto. Pero al final verás que el periodo de adaptación pasa bastante rápido, que la gente se acaba acostumbrando y que los dividendos que obtendrás son enormes. Hay que hacer un esfuerzo al principio y ser capaz de afirmarse. De afirmar tu personalidad y tu libertad de expresión, porque de esto se trata. Los que dicen que la corbata está muerta y que es un instrumento de sometimiento del empleado al patrón son gente con 25 años de retraso, porque hoy es justo lo contrario. Llevar corbata al trabajo se ha convertido casi en un gesto militante. Hoy somos una contracultura, y si quieres iniciar este proceso, prepárate mentalmente para afrontar la mirada de los demás. Te prometo que va a valer la pena.

Hugo Jacomet es el coach de los dandys. Es el tipo que te insufla la confianza necesaria para salir cada día a partirte la cara por la elegancia.

He de confesar que tardé un poco en cogerle cariño a Hugo porque al principio su aspecto me daba un poco de repelús. Veía a ese tipo de rostro cadavérico y pelo largo canoso, hablando desde el lujoso salón de su casa de Borgoña, y me parecía el conde Drácula en su castillo de Transilvania. Yo me encuentro a Hugo Jacomet en un callejón a oscuras y me acojono. Ya puede ir todo lo elegante que quiera, que me cago de miedo.

"De los cuatro gatos que me siguen, son varios los que me han recriminado que publique mis stories en un escenario tan impropio del glamour de esta red social: el baño de mi facultad"

Las caras de Hugo y de Lino (y la mía también, para qué nos vamos a engañar) ponen de manifiesto una verdad incontestable: qué difícil es encontrar un dandy guapo. El que ha sido auspiciado por los dioses no tiene que hacer el menor esfuerzo indumentario para seducir, pero al dandy le ha tocado currárselo para que alguien se digne fijarse en él. A Hugo y a Lino les quitas sus trajes y son dos señores que pasaban por allí, pero con ellos desprenden un poderoso halo de atracción. El dandismo es el triunfo de la meritocracia.

Lino Ieluzzi y Hugo Jacomet son generales de 5 estrellas del arte indumentario. Yo a su lado no soy más que un simple guerrillero, pero no por ello renuncio a cumplir con mi deber, sino que planto cara con fiereza a la ordinariez desde mi cuenta de Instagram. Es, eso sí, una cuenta humilde y rudimentaria, pero cada uno lucha con las armas de que dispone.

De los cuatro gatos que me siguen, son varios los que me han recriminado que publique mis stories en un escenario tan impropio del glamour de esta red social: el baño de mi facultad. Reconozco que es cutre grabarse en un espejo lleno de salpicaduras y con varios retretes a mi espalda, pero en mi defensa diré que en ese sitio he encontrado la mejor luz para retratarme (dedico buena parte de mi existencia a componer mis atuendos; no me pidáis que encima sea un experto en fotografía).

Y en último término, ese baño es una parte fundamental de mi mensaje, porque esos vídeos muestran que no tengo un equipo detrás y que no puedo dedicar la tarde entera a buscar el mejor encuadre bajo los soportales de una plaza, sino que soy un tipo que se ha levantado a las seis de la mañana para ir a trabajar, que se ha tomado la molestia de vestirse de puta madre (senza problemi) cuando lo que de verdad le apetecía era seguir durmiendo y que, entre clase y clase, ha encontrado un momento para mostrarle al mundo su atuendo. Lo que esas stories documentan es mi heroísmo cotidiano. Así que dejad de criticar mi maldito baño, que como diría hoy Antonio Machado: “Al cabo nada os debo. Debeisme cuanto posteo”.

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