Game Over, de Javier Ikaz: Retroceder para comprender el presente

Ahora nos sorprende con un nuevo libro, en este caso una novela sorprendente: Game Over. Publicada en Plaza & Janés, supone un cóctel narrativo donde caben las paradojas temporales, el mundo adolescente, la inteligencia artificial y el homenaje a una década única como fueron los ochenta del pasado siglo. Todo orquestado con sumo cuidado, conformando un engranaje perfecto y cuya lectura romperá esquemas.

Corre el año de 1984 en Zuloa, un barrio deprimido a las afueras de Bilbao. Llega el verano después de un curso en el colegio Viuda de Epalza. Un inicio de vacaciones que, a pesar de presentarse como tedioso para un grupo de adolescentes —tendrán que quedarse en ese lugar sin poder irse de vacaciones—, cambiará sus vidas para siempre. El conjunto protagonista estará compuesto por cinco chavales: Ava —con su aspecto de “chicazo” y su pasión por la tecnología y los videojuegos—, los hermanos Peio —el mayor de los “raritos”, hábil en los deportes pero escaso en el resto de estudios, además de secretamente enamorado de Ava— y Vera —la menor de todos, al no llegar a los doce años, pero de una gran madurez que le permite disfrutar quitándole a su hermano “la poca autoridad que podía despertar”—, Koldo —capaz de “despertar ternura a todo aquel que le conocía”, aplicado, de educación exquisita y con su pasión recién descubierta por las películas, alquiladas en el videoclub Zafiro próximo a su casa— y Pedro  —conocido como “Piti” por su obsesión por fumar al verlo hacer “a los mayores en la tele, en las pelis, en los bares, en el autobús e incluso el médico”—. Varios episodios inexplicables de corte paranormal subvertirán la realidad de estos personajes: el hallazgo de Ava de un smartphone en la tapia de un búnker abandonado de la Guerra Civil, durante la noche de San Juan; el intento de comunicación con ella del monitor de su cuarto, mientras cargaba el juego 6L1TCH 1984 —no perdamos de vista este nombre—; la aparición de imágenes y música en la pantalla del Telesketch de Peio. Como si se tratasen de Los Cinco de Enid Blyton o los personajes de una película de dibujos o de fantasía e, incluso, de un videojuego, este grupo de amigos se embarcarán en una aventura que cambiará para siempre sus vidas.

En torno a los protagonistas, giran otros personajes secundarios como Lucía, abuela de Ava y en quien su nieta más ha confiado siempre; José, padre de Vera y Peio y oriundo de Galicia, dueño del exitoso bar Mondoñedo; Rocky y su banda de matones, entre los que se encuentra Sergio; Ramiro, el dueño del videoclub; Baldomero (Baldo), borrachín del Mondoñedo y un auténtico erudito de las ciencias ocultas; Carmen, la madre sobreprotectora de Koldo; Alejandro, el hermano mayor de Pedro, que era el preferido de los padres y que falleció víctima de las drogas; y, por supuesto, el barrio de Zuloa y, en concreto, el búnker, convertido en un personaje más.

Ikaz nos sirve en bandeja de plata un auténtico festín, igual de apetitoso para cualquier tipo de público: desde el lector adolescente, pasando por el joven, el adulto e, incluso, el maduro. Cada edad obtendrá una interpretación diferente, sumándose capas de información con la experiencia de los años. La nostalgia se apoderará a buen seguro de todo aquel que vivió la década de los ochenta y su herencia en las siguientes décadas. Las referencias estéticas a la época no se hacen esperar, y en ello tiene mucho que ver el amor del autor por ese universo cultural que conforma Yo fui a EGB: desde alusiones musicales —grupos como Megadeth, Iron Maiden, Olé Olé, La Polla Records, Kortatu o Eskorbuto, cantantes como Miguel Bosé o canciones como “Hawái-Bombay”, de Mecano, “Lobo-hombre en París”, de La Unión, “El pistolero”, de Los Pistones, las coreografías a lo Vicky Larraz—, cinematográficas —Indiana Jones, To er mundo e güeno, Pelham 1, 2, 3, Aeropuerto 75 o En los límites de la realidad— o ambas —las películas de Parchís—, literarias —Caballo de Troya, de Juan José Benítez—, de videojuegos —las maquinitas de Game & Watch, el Spectrum o juegos como Donkey Kong— y otros juguetes —el hovercraft Ballena de G. I. Joe, el Telesketch, el armario de Nancy—, revistas de todo tipo, como las destinadas a adolescentes —Super Pop o Nuevo Vale—, de información televisiva —Teleindiscreta—, informática —MicroHobby— o de artes marciales —Décimo Dan o Dojo—, programas de televisión —La puerta del misterio, de Fernando Jiménez del Oso—, diccionarios como el pequeño Iter Sopena, tiendas como Galerías Preciados, helados como el Calippo, los flash o Colajet o artistas populares como Los Calatrava.

A estas referencias habrá que añadir otras más actuales, como la famosa serie de Netflix Stranger Things que, aunque no se menciona de forma explícita como las otras, permanecerá en la mente de quien se acerque a este libro. Tal vez sea porque Stranger Things no es sino resultado de tantas referencias cinematográficas ochenteras como Los Goonies o E.T. —que sí figuran en el libro—. No obstante, a pesar de que la mocedad y la ciencia ficción están presentes, no son los únicos temas. Sobre estos y otros sobrevuela una reflexión más compleja, que es la del paso del tiempo y cómo afecta a las personas y a su medio. Un libro sobre la pérdida de la inocencia, de las cosas que se van dejando atrás como único camino hacia la madurez. Para ello, Ikaz construye personajes sólidos y complejos, cada uno con sus historias, las cuales les modelan y explican, con las que empatizamos. En definitiva, supone una forma de retroceder para comprender el presente. El peso que los años van otorgando a todo individuo.

Game Over se convierte en una novela diferente a las escritas hasta este momento, representando un original combinado de elementos que dan lugar a un producto atractivo y contundente. No es sólo su capacidad de fascinar al lector por lo que en ella se cuenta, sino que además deja su poso reflexivo o su contenido filosófico. Aprendizaje vital convertido en ficción apasionante.

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Autor: Javier Ikaz. Título: Game Over. Editorial: Plaza & Janés. Venta: Todos tus libros