Fui a ver la nueva de Superman solo para descubrir lo mala que era. Me había aparecido un tráiler en YouTube y pensé que se trataba de una parodia. Luego resultó que no, que era una película de verdad y que alguna compañía había invertido una millonada en producirla. Me quedé tan desconcertado que me entraron unas ganas irrefrenables de verla. Una peli mala es una pérdida de tiempo, pero una peli TAN mala es algo extraordinario. Sentía un estupor similar al de los primeros europeos que se toparon con el ornitorrinco. ¿Qué cojones era aquello? ¿Cómo algo así podía existir?
Me fui, pues, al cine de El Corte Inglés de Lisboa. Hacía muchos años que no veía una película de este tipo porque no tengo edad para superhéroes. Ya solo tengo edad para superperros.
Al llegar, vi que estaba en cartelera otra película con un perro: El juicio del perro. Ahí me invadió la duda y pensé: “A ver si esta otra es todavía peor y me la voy a perder”. Pero después me dije: “¿Qué probabilidad hay de encontrar dos ornitorrincos? Ornitorrinco solo hay uno”. Y me compré la entrada para Superman.
Antes de entrar a la sala, le envié un whatsapp a mi amigo Ruse:
—¿Vas a ir a ver la última de Superman?
Y él me respondió:
—Ni de broma. He visto el tráiler y apesta.
Esto os lo cuento solo porque Ruse siempre se queja de que nunca aparece en mis contrafajas, así que aquí queda su contribución. No es que sea especialmente ocurrente, pero es lo que hay. Curraos los whatsapps que me enviéis porque nunca sabéis cuándo van a acabar en Zenda.
Si el tráiler de Superman apestaba, no olían mejor los que me tuve que comer antes de la película. Los trailers del cine funcionan como el algoritmo de Amazon: “Si has venido a ver esta bazofia de película, te gustarán estas otras”.
Finalmente, empezó la peli, que desde un principio se reveló cutre en todos los aspectos. Es una vergüenza que a esta inmundicia le hayan puesto el mismo título que al peliculón que protagonizó Christopher Reeve en 1978, así que, para no confundirlas, a esta versión —escrita y dirigida por James Gunn— la denominaré Cutreman.
En Cutreman, son cutres, para empezar, los actores. Todo el mundo sabe, por ejemplo, que Lex Luthor es calvo. Solo que aquí, en vez de un calvazo, han puesto un calvito, que no es lo mismo. Un calvazo destila virilidad e infunde temor. Un calvito, en cambio, es siempre un moñas. Un calvazo puede ser desde portero de discoteca a villano internacional, pero un calvito no está para destruir el mundo. Si acaso para presidir la Asociación de Padres y Madres de un colegio, pero poco más. Un calvito no tiene épica. Principios y valores, todos los que tú quieras. Pero épica, ninguna.
El único buen actor de Cutreman es Wendell Pierce, que estuvo magnífico en The Wire y que aquí solo dice tres frases porque no había dinero para más. De hecho, su papel en esta película es que el espectador se diga antes de ir a verla: “Hombre, tan mala no será si sale el actor de The Wire”. Para que te quede claro que es el actor de The Wire, sale fumándose el mismo puro que se fumaba en The Wire.
Es cutre también el vestuario. El traje de Cutreman parece un mono sucio de obrero. Salen también unos superhéroes vestidos de motoristas y hay uno que lleva una peluca de los chinos. Luego está Lex Moñas, que se supone que está forradísimo y va con ropa del Lefties. Imagínate ser milmillonario y llevar una corbata de poliéster de 15 euros.
Es cutre y mil veces cutre el guión, que es una acumulación de patochadas y de escenas inconexas. Se diría que esta peli está hecha de principio a fin por una IA fuera de control. Salen universos de bolsillo, una Catwoman de imitación con manos de motosierra, un monstruo pequeñito que en la siguiente escena es gigantesco y un tipo al que le pegan un tiro porque una vez le vendió un falafel a Cutreman. Eso sí, mientras se sucede un disparate tras otro, se van rompiendo muchas cosas, que es algo que siempre gusta al populacho. Esto es el cine para James Gunn: amor, romper cosas y un perro.
El perro, por cierto, está puesto como todo en la película: al tuntún. Vamos a poner un perro, se dirían, a ver qué es lo que pasa. Pasa que esta peli es una puta mierda, eso es lo que pasa.
Durante las 2 horas y 9 minutos de Cutreman, me hice dos preguntas. La primera era: “¿Es esta la peor película que he visto en mi vida?”. Y a cada escena me respondí: “Sin duda”.
La segunda pregunta era: “¿Esto es en broma o en serio?”. Aquí me quedé sin respuesta. De hecho, aún no tengo claro si esta es una versión cutre de Superman o una versión premium de Superlópez.
Lo más llamativo, sin embargo, más allá de la gansada del guion, es constatar que los efectos especiales de 2025 son peores que los de 1978. “Creerás que un hombre puede volar”, rezaba la publicidad de la primera de Christopher Reeve. Y en efecto, ves esa película (en las siguientes entregas baja ostensiblemente el nivel) y te lo crees. En Cutreman, por el contrario, no te crees nada de nada porque ves por todas partes el ordenador. Para esto, prefiero que me pongan dibujos animados.
Hubo un momento en que dejé de ver la película y me puse a observar a los espectadores. Pensé que llegaría un punto en que la indignación se apoderaría de ellos por la basura que les estaban proyectando y arrancarían los asientos y los arrojarían contra la pantalla, y después le prenderían fuego al cine. Pero la película avanzaba y la gente seguía muy tranquila, comiendo sus palomitas y sorbiendo su Coca-Cola King Size. De vez en cuando, también se reían con el perro. Ahí comprendí que la humanidad está condenada. Si esta película no hace estallar la revolución, nada lo hará.
Así llegamos al final, en el que Cutreman logra salir triunfante, y Lois, como buena periodista, le pregunta: “¿Me concedes una entrevista?”, y Cutreman dice: “Claro”. Y entonces se dan un beso.
—Vamos a poner el beso de Iker Casillas y Sara Carbonero, a ver qué es lo que pasa.
—Vale, pero que sea ella la que le dé el beso. Y, ya de paso, que sea también ella la que vaya a salvarlo a él, para que se vea que es una mujer empoderada y pasen por caja los woke.
El que no volverá a pasar por caja seré yo. No veré ninguna película más de este tipo porque ya he satisfecho mi curiosidad por ver la más infame de todas. Si hicieran, por tanto, una continuación, no iría a verla. Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas, pero en este caso no sería verdad. Esta peli es tan mala que una segunda parte solo podría ser mejor.




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