Inicio > Poesía > La blanca y luminosa oscuridad de Suma noche

La blanca y luminosa oscuridad de Suma noche

La blanca y luminosa oscuridad de Suma noche

La Noche nació del Caos y ella misma engendró al Hado, a la Parca, a Thánatos y a Hipnos. Madre de la Muerte y el Sueño —así aparece en la Teogonía de Hesíodo (124s. y 211-225)—, la noche ha sido uno de los grandes símbolos poéticos. Territorio de refugio e intimidad mística en San Juan de la Cruz; tiempo para el amor, la melancolía o lo misterioso en el romanticismo de Novalis o Bécquer; espacio onírico y sensorial para el simbolismo y el modernismo de Juan Ramón Jiménez o Rubén Darío; materia fugitiva donde se disuelve la realidad y la imaginación, boca oscura que transustancia el silencio o la soledad; momento para el encuentro con la memoria y la identidad; espejo del yo y metáfora de lo indecible en Alejandra Pizarnik o Blanca Varela… Vigilia o insomnio para la escritura y el pensamiento… Y todo ello es Suma noche (Godall Ediciones, 2025) de la poeta Blanca Morel.

Blanca Morel se sumergió en una intencionada noche durante seis días para escribir este insólito poemario. Oscureció un pequeño apartamento junto al mar aislándose de la realidad más allá de las paredes con el fin de alcanzar un cierto estado extático en la negación de sentidos y estímulos en la búsqueda de una conexión de raigambre espiritual próxima al nirvana. Se ayudó durante la escritura de un nictógrafo, una tarjeta rectangular con dieciséis cuadrados ideada por Lewis Carroll para escribir en la noche a partir del alfabeto taquigráfico de Julien Leroy. El libro se completa con las decalcomanías y cronoespacios dibujados y pintados que nos adentran en la atmósfera creada durante el proceso de escritura, enhebrando con esa intencionalidad performativa, característica de su poesía.

En esta noche deliberada la poeta enfrenta la luz y la noche en una antagonía irresoluble que afirma y niega su identidad: “oscuridad oscuridad / contundencia de mí  abolición de mí”, mientras una voz en off guía la escritura de la poeta: “he preguntado quién me guía en este viaje (…) escribe, dice”. Los elementos transformados en símbolos dimensionan las sombras, así el espejo, que en la oscuridad no refleja más que oscuridad “o no existe el espejo sin la luz”. Si la luz blinda la existencia, la oscuridad de la noche nos envuelve en una suposición existencial de ese mundo material. Como si del gato de de Schrödinger se tratase, la penumbra cuestiona no sólo las cosas materiales sino su propio cuerpo y ser. Acomodada a la negritud nocturnal, tantea su materialidad: “mi cuerpo enterrado en la oscuridad es oscuridad pero existo”. La noche desdobla la opacidad de las sombras, pero ello no impide un retorno a sí:

“Por primera vez entiendo mi nombre

eres blanca en la oscuridad, dice

 

y esto significa algo

juro que esto significa algo.”

"En la negrura no existen los límites y se alimenta el infinito. Escribe como poseída por una divinidad"

Esta poesía enceguece la luz para revelar la verdad oculta y se armoniza, de este modo, su “yo” con un conocimiento arcano, con referencias a Osiris, tótem, talmud o divinidad. Entonces, se desnuda al presentimiento, una brecha luminosa y blanca, cuyo origen no emana de fuera sino de dentro, y la impulsa hacia una percepción de la realidad transformada. Refutado el mundo exterior sostenido en la visión, se permean sus restantes sentidos a lo que está más allá: “No puedo ver lo inmenso y oscuro / pero yo amo de lo oscuro al que escucho cantar”, de quien más tarde se convertirá en el propio canto. El diálogo con la voz en off se interrumpe. Se retoma. La vagarosa presencia fragmenta la soledad: “sola y / alguien me observa” y la hace dueña del territorio. En la animalización en loba y lobo germina un ritual de liberación ancestral: “permanezco desnuda / hay un poder en no protegerse”.

“la que ama no conoce el infierno

el infierno es de la que ama y desea ser amada

 

entre dos aguas

amando y deseando

 

sedienta es

la noche oscura”

En la negrura no existen los límites y se alimenta el infinito. Escribe como poseída por una divinidad. Bacante en estado orgiástico, sus versos se susurran como mantra para inducirnos a un estado hipnagógico, a un pensamiento escópico, al que alude Emilia Conejo en su literario epílogo, donde nos habla de “esa oscuridad que es un ecosistema rebosante de vida, y que ella decide habitar como un ser más”, aunque esté de paso en este mundo de oscuridad: “digo, soy / la mujer de la oscuridad, y / ahora estoy en la luz”.

La oscuridad es inmensa. Y blanca. Y luminosa. En ella la poeta Blanca Morel unifica el día y la noche y suspende la razón y el pensamiento, el tiempo y el espacio, determinados por una claridad que es transformada en el interior como intuición, certeza visionaria para contemplarse, para contemplar una realidad límpida del ruido exterior, onírica y mutable. Sólo así es posible entregar el cuerpo a la intemperie, a la lúcida inconsciencia que abreva en la insondable noche. De nuevo, Blanca Morel nos convoca con su palabra poética a interrogarnos sobre nuestra identidad y existencia, ahora desde el abismo de la belleza nocturna para adentrarnos donde lo desconocido y lo espiritual afloran y romper la predecible luz. Porque este poemario es una fractura afilada que abre la oscuridad.

_________________________

Autor: Blanca Morel. Título: Suma noche. Editorial: Godall. Venta: Todostuslibros

4.1/5 (34 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios