Alexis Grohmann es catedrático de Literatura Española Contemporánea en la Universidad de Edimburgo y uno de los hispanistas más reconocidos a nivel internacional. Su obra académica, extensa y rigurosa, ha marcado un antes y un después en el estudio de autores como Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte, al tiempo que ha abierto nuevas perspectivas en torno a la novela contemporánea, la digresión literaria y el ensayo periodístico.
Estamos con él en Edimburgo, ciudad que inevitablemente nos lleva a hablar de Robert Louis Stevenson y, al hilo del escritor escocés, de los dos autores de lengua española que Grohmann más ha admirado: Arturo Pérez-Reverte y su gran amigo Javier Marías, cuya pérdida aún nos duele y de la que todavía no hemos logrado reponernos.
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—Estamos tomando un vino a modo de celebración, pues en Zenda-Edhasa hemos alcanzado la segunda edición de La Flecha negra, la aventura medieval de Stevenson. Estamos en su ciudad, en su clima, con su luz. Me acompaña Alexis, catedrático de Lengua y Literatura en la Universidad de Edimburgo. Te propongo que esta vez charlemos como lectores. ¿Te parece bien?
—Absolutamente. Ya hay suficientes análisis académicos sobre Stevenson. Lo interesante es volver a él con ojos frescos, con curiosidad y con gusto. Leerlo sin la obligación de encontrar teorías, sólo por el placer de descubrir su magia narrativa.
—Me hablaste de la correspondencia entre Stevenson y Henry James, y me pareció fascinante. ¿Qué podemos encontrar en esas cartas?
—Es una correspondencia realmente conmovedora. Fue recopilada, si no me equivoco, por una filóloga inglesa a mediados del siglo XX. No sé si incluye todas las cartas, pero sí una cantidad importante. Lo más sorprendente es el afecto que se profesaban. Eran estilos completamente opuestos —James introspectivo, detallista hasta el extremo; Stevenson ágil, aventurero, directo— pero se admiraban sin reservas. Por ejemplo, Stevenson se deshacía en elogios hacia novelas como Portrait of a Lady (Retrato de una dama) de James, mientras que este último se declaraba fanático de La isla del tesoro. Imagínate: un intelectual como James leyendo con entusiasmo una novela de piratas y considerándola una obra maestra del ritmo y la estructura.
—¿Y llegaron a conocerse en persona?
—Sí, aunque no tanto como hubieran querido. Se vieron varias veces en Londres y mantuvieron contacto también con Fanny, la esposa de Stevenson. Lo más desgarrador de la correspondencia es cuando Stevenson se marcha definitivamente al Pacífico. James sabe que no volverá a verlo. Se nota en las cartas una tristeza genuina. James sigue visitando a los parientes de Stevenson en Londres, pregunta por él constantemente, le escribe a Fanny… Se percibe un cariño fuera de lo común, una verdadera amistad literaria.
—Me decías que esto te recordaba a la relación, salvando las distancias, entre Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte.
—Sí. Se lo dije a ambos, y se rieron, por supuesto. Pero me parece que hay un paralelismo curioso. Marías, como James, es un escritor que analiza el pensamiento, que se detiene en la ambigüedad moral, en la introspección. Pérez-Reverte, como Stevenson, es más de acción, de narrativa clásica, aunque ambos tienen un nivel literario altísimo. Por ejemplo, en La carta esférica hay un pasaje donde el protagonista regresa a Cartagena. Esa descripción de la ciudad, cargada de emoción, de memoria, de sentido histórico… es pura literatura. No es simplemente “narrar una aventura”. Es usar la aventura para hablar del tiempo, del carácter, del destino.
—Aquí en Escocia, ¿se estudia a Stevenson?
—Sí, forma parte del currículum de secundaria. Es especialmente estudiado Dr. Jekyll y Mr. Hyde por su profundidad psicológica y su valor literario, pero también por su valor cultural escocés. Además, algunos de sus poemas infantiles, como los de A Child’s Garden of Verses, se siguen recitando de memoria. Es un autor muy querido aquí, aunque —esto hay que decirlo— fue durante muchos años subestimado en el ámbito académico, precisamente por su popularidad.
—¿Por qué se le subestimaba?
—Porque se lo asociaba con boys’ adventure stories, o sea, la literatura juvenil. Como si eso fuera algo menor. La isla del tesoro, Secuestrado, El señor de Ballantrae… se leían como entretenimiento, no como arte. Sin embargo, obras como Catriona, que es la continuación de Kidnapped, tienen una complejidad narrativa y estilística muy rica. Es una historia de amor escrita en lengua scots, con un nivel de belleza lingüística impresionante.
—Tú trabajas frente a la Universidad de Medicina de Edimburgo, donde estudió Conan Doyle. ¿Qué queda de Conan Doyle y de Stevenson en la ciudad?
—No mucho, sorprendentemente. Hay una placa en George Square, donde Stevenson vivió con su madre. Está su casa natal, ahora convertida en un bed and breakfast. En St. Giles, la catedral, hay una vidriera con su imagen. Y algunos objetos suyos están en el Writers’ Museum. Pero no hay un museo dedicado exclusivamente a él. Conan Doyle, por ejemplo, tiene una estatua de Sherlock Holmes, pero nada más. Ni siquiera hay un retrato suyo expuesto en la National Portrait Gallery de Edimburgo.
—Qué curioso. ¿Y eso por qué?
—En parte porque ni Stevenson ni Conan Doyle encajaban del todo en la narrativa nacionalista escocesa. Walter Scott, en cambio, sí. Él casi inventó el folklore escocés moderno. Tiene un monumento gótico gigantesco en Princes Street, tal vez el más alto dedicado a un escritor en el mundo… y quizás el más feo también.
—¿Crees que La Flecha Negra fue un intento de Stevenson de “walterizarse”?
—Puede ser. Es una novela histórica ambientada en la Guerra de las Dos Rosas. Tiene elementos que recuerdan a Walter Scott: un joven héroe, batallas, una causa noble… Pero aun así, la prosa de Stevenson es mucho más elegante. Scott, para mí, está un poco sobrevalorado. Tiene páginas que hoy resultan pesadas, con descripciones interminables. En cambio, abres cualquier página de Stevenson y encuentras música, ritmo, belleza.
—¿Tienes alguna obra favorita?
—Quizás Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Es compacta, simbólica, potente. Pero también me encantan sus ensayos. Hay uno sobre Edimburgo, Picturesque Notes, que es imprescindible. Stevenson describe la ciudad con amor, pero también con crítica. Dice que Edimburgo es bella, pero melancólica; noble, pero cerrada de mente. En otro ensayo habla de la clase media escocesa, de esa sensación de “misión cumplida” que sienten los padres cuando su hijo consigue un empleo respetable. Dice que eso mata la imaginación. Es brillante.
—¿Crees, como docente universitario, que tiene sentido hoy publicar y leer La Flecha Negra?
—Absolutamente. Siempre es buen momento para recuperar a Stevenson. Y ojalá los jóvenes lo descubran también. No solo como un escritor de aventuras, sino como lo que verdaderamente era: un autor profundo, con una mirada aguda y sensible sobre el mundo.





Excelente artículo y muy preparada la periodista, un bocho !
Bueno, Stevenson fue condenado en especial por el critico inglés F R Leavis en su canónico The Great Tradition” (1948), un libro que pretendía definir, una vez por todos, en el estilo de los pedantes catedráticos ingleses, quienes eran los más grandes de la novela inglesa” (Austen, James, George Eliot, Conrad, “Hard Times” de Dickens pero ninguno suyo más, y no me acuerdo que tres o cuatro nombres más; en todo caso no a Stevenson).
Luego es verdad que Chesterton acentuaba su faceta de escritor de aventuras para niños en su corta biografía, lo cual, por supuesto forma parte de su leyenda, pero no explica porque Donna Tartt de nuestros días llega a decir: “Daría mi vida por la prosa de RLS”…. sin hacer mención de Borges, que también hace hincapié en la palabra “prosa”…
La clave de Stevenson es la calidad de su prosa. No sus aventuras. Y su insaciable curiosidad. Se lo jugaba siempre.
Su carteo con James será mítico, pero es su correspondencia con Conrad que lleva a que la literatura inglesa dé un paso adelante hacia la modernidad. Del personaje de Atwater en “Ebb Tide” a Kurtz en “Corazòn de Las Tinieablas” hay un solo y muy corto paso…
Conrad lo sabía y se lo callaba. Un claro caso de “la ansiedad de la influencia” de la que hablaba Bloom…
Buscarán ustedes en vano en toda la prensa escocesa sobre un articulo sobre RLS en los últimos 10 0 15 años…
Luego la comparación de Alexis, me parece bastante acertada, aunque sin tomar la idea demasiado en serio, o sea, en líneas generales, si…
Pero hay que decir que Marías se servía de RLS perfectamente también. Sobre todo en cuanto al punto de vista…
Ese truco de Marías de posicionar al protagonista / narrador en una posición de observador escondido / eavesdropper es puro Stevenson en La Isla del Tesoro cuando Jim Hawkins esta en la trastienda y llegan los piratas a la posada por primera vez…
¡¡¡Formidable!!!
Yo lo que recuerdo de Stevenson es mi padre que me leía La Isla del Tesoro, yo sentado en sus rodillas. Una edición ilustrada de La Isla del Tesoro. Y de tener mucho miedo de Blind Pew, y “la mancha negra” / black spot… pero muchisimo miedo…
Es decir, era mucho más que un narrador de aventuras para niños, pero eso bien hecho tampoco es poca cosa…
Una experiencia nítida de la infancia como eso es impagable, ¿no?
Lo peor que se puede decir de RLS es que elegia muy mal a sus amigos. Colvin y Henley, por ejemplo, eran dos rancios imperialistas, abiertamente racistas, que le restaban… Y Fanny era muy complicada como mínimo…
El único que se salva es el leal y fiable Baxter, que nunca le fallaba….
Y el gran amor que tenía RLS por Escocia, por los Pentland Hills en las fueras de Edimburgo, donde tenían sus padres un cottage, cuyo recuerdo le atormentaba al final de su vida en Samoa…
Fui hace poco allí a Swanston, así es como se llama, se puede coger el autobús desde el centro de Edimburgo y estar allí en 20 minutos… de niños íbamos allí a esquiar en la pista artificial al lado…
También Duddingston Loch, que era un sitio que yo pateaba mucho durante mi infancia sin saber que había sido uno de los sitios predilectos de RLS en Edimburgo, iba allí en invierno a patinar sobre el hielo… hay el famoso cuadro de Raeburn, The Skating Minister, que lo capta perfectamente…
Si te curras un poco a Stevenson, Edimburgo se transforma totalmente, lo ves en todos los sitios…
Nadie ha escrito Edimburgo ni Escocia como RLS… Es el más grande de letras escocesas, no hay duda, aunque la mejor novela no es de él, sino de James Hogg y sus “Memorias Privadas y Confesiones de Un Pecador Justificado” que esta traducido al español por Nórdico creo…
Una novela posmoderna escrita en 1830 más o menos…
En cuanto a la cultura escocesa, se va muriendo poco a poco delante de las narices…
Cada día se es menos escoces y más ingles o americano…
Nadie apenas rompe una lanza por aquello ya…
Que triste la verdad…
En fin, la gente lee a Treasure Island y Jekyll y Hyde, igual Kidnapped, or The Master of Ballantrae incluso, pero pocos llegan a leer los cuentos que escribió en Samoa, recogidos como “The South Sea Tales”…. sobre todo “The Ebb Tide”…
Allí es donde RLS está intuyendo algo, tanteando a ciegas, contra los prejuicios y tópicos de su época… empieza ver una realidad que nosotros reconoceríamos como moderno, contemporáneo, real…
… es eso que Conrad coge y desarrolla…. y Cunningham Graeme también, Don Roberto, gran escoces hispanófilo aventurero y escritor, demasiado olvidado….era muy amigo de Conrad también….
En fin, basta de esto…