Cinco años después de la impactante El consentimiento, la escritora Vanessa Springora llega a las librerías españolas con la novela de no ficción El nombre del padre, donde a partir de la figura de su progenitor y de su abuelo reflexiona en torno a lo que se “hereda con un apellido”, sobre la identidad.
En una entrevista con Efe, ha rememorado este martes en Barcelona que su segunda obra nace un poco de la “concatenación” de varios acontecimientos, el primero de ellos la muerte de su padre, un hombre mentiroso patológico, que “ocupaba” desde hacía años el piso de sus abuelos en la periferia de París, un lugar pequeño, que atestó de objetos y documentos, convirtiéndolo en una suerte de tugurio.
En medio de la conmoción que provocó la publicación de El consentimiento, donde relata el abuso que sufrió siendo menor de edad por parte del conocido escritor Gabriel Matzneff, Vanessa Springora tuvo que vaciar ese habitáculo, apareciendo ante sus ojos una fotografía de su abuelo Joseph, a quien ella creía un desertor checo que desobedeció a los alemanes y huyó de la dictadura soviética para instalarse en Francia, vestido con una ropa con símbolos nazis.
Publicado por Lumen en castellano y Empúries en catalán, en El nombre del padre Springora, cual “arqueóloga de la intimidad”, muestra los resultados de sus investigaciones tanto en Francia como en la actual República Checa, construyendo una obra que va de lo personal a la trágica historia de Europa del siglo XX.
Una impresión perturbadora
No rehúye que la primera impresión que tuvo al ver aquella imagen de su abuelo fue perturbadora.
“Ver sobre el cuerpo de una persona querida, de alguien que fue como mi otro padre, del que conservo imágenes luminosas, el símbolo del mal absoluto, no pudo ser sino una sorpresa muy desagradable, tanto en lo afectivo como en lo intelectual, pero, al mismo tiempo fue pensar: “Ah, este era el secreto que había”: la respuesta a preguntas que llevaba años haciéndome sobre los orígenes de mi abuelo y de mi apellido”.
En el libro, que la ha llevado a entrevistarse con familiares en Moravia y a visitar archivos de allí, se pregunta por qué no destruyó esas fotografías, por qué las guardó toda su vida y luego las heredó su padre. “Una explicación es que quería, de alguna manera, legarnos una verdad, que averiguáramos las dudas que teníamos sobre su pasado, pero también me planteo que tal vez sintiera un vínculo afectivo por lo que muestran las fotos, cuando era joven, guapo, en sus primeros años de compromiso político, en los Sudetes, una zona donde hablaban en alemán”. La escritora tampoco descarta que para su abuelo destruir esas instantáneas hubiera supuesto “destruir una parte de sí mismo, de sus creencias” y no puede evitar pensar, asimismo, que no lo hizo porque “sentía cierto orgullo de aquello”. Por otra parte, cree que esas imágenes, así como los documentos guardados configuraron un piso de apenas dos habitaciones que “contenía” toda la historia del siglo XX, “todos los sucesos que lo sacudieron”.
Springora considera, además, que todo aquello que quedó allí guardado es la constatación de que, en un momento de su juventud, su abuelo “se vio seducido por los ideales nazis, creyó que había una serie de jerarquías sociales y étnicas, creyó que había demasiados extranjeros y que merecían ser exterminados porque no se integraban. Creo que ahora hay que ser muy prudentes y, a la vez, muy conscientes de que el fascismo cada vez es más tentador para mucha gente, de la misma forma que lo fue en la época de mi abuelo. Nos encontramos ahora mismo con una oleada que amenaza con arrastrarlo todo en Europa”.
Aunque no cree en la literatura con mensaje, Vanessa Springora sí cree en el compromiso y en que hay concomitancias con aquel momento. En su opinión, “nos encontramos en un momento muy peligroso, en el que pesan amenazas sobre la democracia y el futuro de la Unión Europea”, y la situación de Ucrania “guarda unos paralelismos muy parecidos” con aquel período, antes de la Segunda Guerra Mundial. Se considera pacifista y favorable a “agotar” todos los medios antes de entrar en una guerra, pero, al mismo tiempo, aboga para que se “paren los pies al imperialismo”.




El fascismo es cada vez más tentador para mucha gente por psicología inversa. Si los antifascistas viven en los mundos de Yupi, es normal que la gente huya de ellos.
La señora Vanessa quizás está un poco condicionada por su historia personal. Pero si que es cierto que hay una cierta deriva social hacia posturas autoritarias.
Por otra parte, el sr. Herra lleva razón. El buenismo es una maldición muy perturbadora.
Pero hay más causas. Confundir autoridad con autoritarismo es una de ellas. Quizás la gente sienta que sus derechos a la propiedad privada y a la integridad de sus personas y de sus bienes es un tema importante y prioritario y se decanta por quienes se los asegura. Estos derechos y la autoridad no tendrían que estar en contraposición al ejercicio normal de las democracias.
Como dice el sr. Herra, unas derivas llevan a otras.
El Fascismo tiene como padre fundador al ex comunista y Dictador italiano Benito Mussolini y nació como una reacción de la extrema derecha para enfrentar al Comunismo Marxista. Mussolini fue un hombre con educación universitaria, un periodista pionero en el uso de la radio como instrumento político y un hábil demagogo, exitoso en alcanzar el poder. Decidió nutrirse del Espejismo Espartano para construir su modelo político y por esto las similitudes totalitarias del Comunismo Marxista con el Fascismo (y su hijo más despreciable, el Nazismo, un Fascismo de Racismo Genocida), porque ambos se nutrieron del Espejismo Espartano. Hoy en Italia gobierna un partido político que reivindica a Mussolini, un partido neofascista, en Alemania hay un resurgir de los descerebrados neonazis y en Francia se asoman los peligrosos extremistas de la derecha más disparatadas. Son los peligros que debe soportar la Democracia, cuya esencia permite que se organicen sus enemigos jurados. Y los demagogos aprovechan toda oportunidad. El fracaso que significó la Gran Guerra de Europa (después rebautizada Primera Guerra Mundial) fue el caldo de cultivo del Fascismo y su variante más degenerada, el Nazismo. Las graves fallas del Capitalismo Salvaje potenció el Comunismo Marxista. Hoy Europa y Estados Unidos enfrentan una crisis por el éxodo masivo de migrantes de países empobrecidos, de sociedades fracasada y renacen o se fortalecen los movimientos de extrema derecha con simpatías por el autoritarismo porque sus gobernantes democráticos no quieren ver las raíces del problema: Es necesario promover la Democracia en el mundo y combatir a los dictadores que tiranizan a los desgraciados habitantes de muchos países de África, Asía y América Latina, quienes gozan de impunidad por sus nexos con Europa y Estados Unidos, donde esconden sus riquezas robadas a sus naciones oprimidas, donde estudian y vacaciones sus hijos, donde ellos logran un exilio dorado sí son desplazados del poder. Sí algo podemos aprender de libros como el reseñado es que la falta de brújula moral no es cosa exclusiva del pasado, que aún no encontramos el rumbo. Afortunadamente la Unión Europea estable la Democracia como requisito para sus miembros, sin esta limitante quién sabe cuántos países de Europa ya vivirían la vergüenza de nuevas dictaduras, porque los demagogos (categoría aplicable también a Trump) siempre han sido arriesgados aventureros sin mesura y los demócratas muchas veces timoratos incapaces, por educación y cortesía, de decirle al pan, pan, y al vino, vino. ?Cuántos políticos rusos fueron incapaces de decirle a tiempo al pueblo ruso las verdades sobre Putin, el antiguo jefe de la KGB en la Alemania Comunista? Rusia no es Europa, aunque es su incómodo vecino y le duró poco su experimento democrático. Y el drama familiar que refleja el libro reseñado puede ser un espejo para ver los peligros que cercan a la Democracia, porque los terribles criminales que integraron el Totalitarismo Comunista, Fascista y Nazi no llegaron de otro planeta, surgieron de aquí, de Europa, de Italia, de Alemania, de Austria, de Rusia, y no olvidemos que Karl Marx y Engels eran alemanes exiliados en Inglaterra. Hombres como Lenin, Trotsky y Stalin tampoco llegaron de las Islas de los Mares del Sur, de la Patagonia o del Delta del Nilo
Y no olvidemos que destruir la democracia desde dentro (por acción de los demagogos, como explicó Aristóteles) no solo fue una lección aprendida por el italiano Benito Mussolini en 1922 y su admirador e imitador austríaco-alemán Adolfo Hitler en 1933, ya lo hicieron en el siglo 21 Hugo Chávez en Venezuela, Vladimir Putin en Rusia, Víctor Orban en Hungría y se empecinan en Estados Unidos Donald Trump y Lula da Silva en Brasil. Éste último tiene la cachaza de tratar de delincuente a Bolsonaro (quien hizo honor a su apellido), de delincuente procesado, enjuiciado y condenado por los “impolutos” tribunales del Brasil, como si todos olvidaron que Lula Da Silva fue procesado, enjuiciado y condenado por los “impolutos” tribunales de Brasil por corrupción por las numerosas pruebas en su contra (hasta recibió un lujoso apartamento en Río de Janeiro como soborno, cuya titularidad como propietaria decidió poner a nombre de su esposa, porque el ignorante no sabía que a los fines legales su esposa y él tienen un patrimonio común, como cualquier matrimonio), pruebas que ya no existen en el mundo judicial porque “anularon el juicio” aunque continúan existiendo en la realidad de los hechos. Y así vimos como una arbitrariedad judicial, una vil maniobra de tinterillos y delincuentes disfrazados de jueces, determinó que sacaron de la cárcel al convicto y confeso delincuente de cuello blanco Lula da Silva y disfrazado otra vez de “Presidente Obrero” fue electo Presidente otra vez por el pueblo brasilero, en una encrucijada de mediocridad absoluta, entre reelegir al incapaz de Bolsonaro con su estúpida imitación de un demagogo de derechas o al delincuente probado Da Silva, con su teatral exhibición de demagogo de izquierdas. Y allí inició la agonía de la Democracia en Brasil. Quiera Dios que Estados Unidos, con su Democracia ininterrumpida por más de dos siglos y ejemplo que inspiró a los franceses para iniciar su Revolución contra la Monarquía Absoluta y su trágico Rey Luís XVI y a los republicanos de la América Española en el siglo 19 y a muchos otros países del mundo, no ceda ante el avasallante Donald Trump, un oportunista metido a político para desatar las fuerzas destructoras de la demagogia, porque su lema es “Hacer grande otra vez a América” aunque en realidad quiere revivir lo peor del racismo, del clasismo, del imperialismo y de la opresión de la historia de Estados Unidos y extinguir la Democracia. Así lo demuestran sus veleidades de dictadorzuelo tercermundista mezcladas con delirios de promotor inmobiliario
?Esta malsana unión explicará que quiera apoderarse de Groenlandia?
?Y también apropiarse de la Franja de Gaza, expulsar a los palestinos y construir una “Riviera del Medio Oriente” para disfrute de los ricos y poderosos del mundo, a costa de perpetrar o apoyar la perpetración de crímenes contra la Humanidad con su aliado Benjamín Netanyahu, El Carnicero de Gaza?
El libro que nos llevó a estas reflexiones trata del Fascismo como una terrible experiencia del pasado, aunque en realidad el Fascismo no es la única propuesta política de los demagogos contemporáneos y todos buscan un mismo fin: Destruir la democracia, implantar un yugo monstruoso y restablecer la tiranía de un hombre sobre millones.