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5 poemas de El undécimo mandamiento, de Antonio Pérez Río

5 poemas de El undécimo mandamiento, de Antonio Pérez Río

Un libro cargado de emoción que reflexiona sobre la vida y la muerte, a través de la experiencia del acompañamiento a un padre enfermo y el progresivo deterioro del cuerpo y de la mente. En el texto se suceden conceptos metafísicos y médicos en un diálogo con el dolor y la memoria. El undécimo mandamiento está escrito desde los ojos asombrados de un hijo que contempla “el abrazo del dios de la demencia / la batalla de un hombre contra el cielo”.

Zenda comparte cinco poemas de El undécimo mandamiento, de Antonio Pérez Río (Diputación Provincial de Huelva).

***

Resumen de antecedentes
(poema a dos voces)

Hipertensión arterial

para que tiemble el fondo del mar.

Diabetes mellitus tipo dos

para que brille el hijo de Dios.

Hipercolesterolemia

para que arda toda blasfemia.

Miocardiopatía hipertensiva

para que la sangre se quede dormida.

Ictus lacunar

para que el cielo vuelva a cantar.

Sospecha de adenocarcinoma

para el grito de una paloma.

***

La salvación

Mi padre se dirige a un lugar desconocido.
Contemplo su cuerpo en la cabina de una nave extraviada,
como si alguien le hubiese preparado,
entre una constelación de pitidos y cables,
para la hibernación definitiva.
Mi sueño entrecortado
es el eco de su respiración,
que ha perdido el compás del mundo.

Él me mira y mi nombre se convierte
en el cordón que le une al fuselaje,
cuando abre la penúltima compuerta
y emprende su paseo en el espacio.
Si dejase de ver los rostros que ama,
desaparecería para siempre en el cosmos,
como si el amor designase los puntos cardinales,
como si el amor emitiese sus propias señales de radio
y restableciera la ley de la gravedad en la memoria.

Él me mira y la misión se interrumpe
al encenderse las luces de la galaxia.
Unos extraños le arrastran de vuelta,
antes de partir con destino
a lugares incomprensibles.
No entiende de dónde vienen
y no imagina hacia dónde van,
ni qué fin tiene este asalto de su cuerpo
olvidado en mitad de la noche.

En las constelaciones del instante
se apagan las estrellas del insomnio.
El alba nos atraviesa a la velocidad de la luz,
como si la noche en un box de Urgencias
demostrase la teoría de la relatividad
y la mañana inaugurase un mundo
menos envejecido que nosotros.
No puedo apartar el miedo de su trayectoria
ni alejarle del horizonte de la desaparición,
pero la voz que se levanta como un abrazo,
como el campo magnético
que protege a la rosa de los vientos solares,
puede salvarle de la soledad.
Yo te protegeré.

***

[Tercer diagnóstico

Mi padre es un maestro sufí.
Gira el mundo, gira el hombre.
Y la tierra sigue firme
mientras recuerde mi nombre.]

***

El vértigo

Como un hombre agarrado en un saliente
con el abismo al fondo, sin testigos
ni cuerdas que permitan la esperanza,
con dedos como arañas, como garfios
cada hora más gastados, cada día
más cercana la rigidez del vértigo,
hay algo en su interior que se desata,
que se sabe perdido y no es ambición,
es algo más profundo, es algo ingobernable,
la fuerza que defiende las fronteras del cuerpo,
la voluntad de vivir aquí y ahora
y de ser contemplado con amor
una vez más, la vida
que late por debajo de la vida,
que se agarra en las láminas del córtex
y busca demorar lo inevitable.
El abrazo del dios de la demencia.
La batalla de un hombre contra el cielo.

***

Las cosas

Esta cueva de antiguas posesiones
se extiende como el mudo yacimiento
de una civilización olvidada.
Los dientes de un arado cronológico
mastican los centímetros del aire,
los fetiches de un orden necesario
vencidos por el óxido y sus dogmas,
y lanzan sobre cosas sin espíritu
un manto de tristeza agropecuaria.
Como si la jurisdicción del cuerpo
fuera abolida más allá del cuerpo,
volviese a las fronteras de su carne,
rindiese las colonias de ultramar,
las que fueron el orgullo de un hombre
y de su propia nación soberana:
los objetos que hallaron un sentido,
un amable rincón bajo este techo,
e hicieron de su mundo una luz habitable.
Las formas han perdido su materia.
Ellas son la señal del cataclismo,
la primera señal de la última vejez.
Todos los padres del mundo lo saben.
Todos los hijos del mundo lo saben.
Una llave inglesa es una clase de filosofía.
Una caja de herramientas es una tormenta metafísica.

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Autor: Antonio Pérez Río. Título: El undécimo mandamiento. Editorial: Diputación de Huelva. Venta: Todos tus libros.

BIO

Antonio Pérez Río (Madrid, 1972) es poeta, fotógrafo y educador. Ganador del XLV Premio Iberoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez con el libro El undécimo mandamiento (Diputación de Huelva, 2025). Fundador y director de LENS Escuela de Artes Visuales (Madrid). Ha publicado dos obras heterodoxas entre el libro de artista y el ensayo poético: Obras maestras (premio Libro de artista Ciudad de Móstoles 2018) y Las metamorfosis (Cuaderno de la Kursala de la Universidad de Cádiz, 2023). Ganador del segundo premio de fotografía Fundación Enaire 2019, su obra visual ha sido expuesta en centros de arte dentro y fuera de España. Según su carta astral, es un anarquista tradicional, un revolucionario conservador y un iconoclasta benigno. Quizás sea cierto.

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