La directora de la serie de literatura eslava que la editorial Akal está publicando en su colección de Clásicos de la Literatura, Gala Arias, escribe en este artículo sobre tres hitos de la narrativa rusa: ¿Qué hacer? (Nikolái Chernyshevski, 1863), Petersburgo (Andréi Biely, 1913) y El hiperboloide del ingeniero Garin (Alexéi Tolstói, 1927)
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Cualquier aproximación breve a la literatura rusa es una quimera. Es como intentar describir el océano con solo unas gotas de agua salada, pero necesariamente hay que desmenuzar el todo para poderlo enseñar y aprender, y ese es el sentido de esta contribución. Aunque 100 años de literatura rusa se podrían intentar ilustrar con muchas tríadas literarias, hemos optado por una un poco atípica, pero suficientemente significativa para un primer acercamiento a la grandiosidad de esta literatura y a la complejidad de la historia del pueblo ruso, que marca en gran medida las obras que hemos seleccionado.
Pero volvamos a Dostoievski y a Chernyshevski. El primero no podía soportar al segundo y lo criticaba duramente en sus artículos, aunque nosotros no nos vamos a dejar llevar por el criterio del genio de Dostoievski y reivindicamos el valor literario y el profundo valor moral de esta obra. Primero, es una reivindicación del papel de la mujer en la sociedad rusa, de su independencia emocional, laboral y sexual, lo que la convierte en una obra verdaderamente subversiva, ya que las subsiguientes revoluciones rusas, como muchas otras revoluciones, se olvidaron ostensiblemente de los derechos de las mujeres. Por otro lado, es una representación práctica de qué podemos hacer con nuestras vidas para cambiar la realidad que nos rodea, cuál es nuestro aporte y nuestras posibilidades para favorecer la revolución social. Chernyshevski decía que el arte y la literatura debían ser utilitarios, por lo tanto, ¿Qué hacer? es una novela política, sí, pero todo arte es político. Y si este planteamiento no nos convence, también tenemos ocasión de disfrutar en esta misma colección de la agria respuesta literaria que Dostoievski preparó a ¿Qué hacer?, los Apuntes del subsuelo (1864), que presenta un personaje muy alejado de los luminosos protagonistas de Chernyshevski, un ser irracional que encuentra placer en el látigo y que cree que la amistad se basa en la humillación (sic).
Tampoco hay ni rastro de Gógol en nuestra triada, pero sí de un gran admirador suyo, tan humorístico y complejo como este, Andréi Biely. Petersburgo es la obra cumbre del simbolismo ruso y una de las novelas más importantes del siglo XX. Es una novela llena de elementos oníricos y de humor, con la fantasía omnipresente del parricidio, y el paisaje de la ciudad de San Petersburgo como telón de fondo, que subvierte la estructura literaria tradicional y se convierte en un lienzo sorprendente, evocador, angustioso, en ocasiones repetitivo, plagado de leitmotivs, como una pieza de música. Petersburgo es una novela que imita la forma musical, como hicieron muchos de los artistas rusos contemporáneos de Biely (Blok, Kandinsky…), no en vano Biely llamaba a una parte de sus obras “sinfonías”, pero que nadie espere un deleite en ella por esta razón: tanto su forma literaria como la historia que narra y la filosofía subyacente son capaces, como decía Trotsky en Literatura y revolución, de envenenar la existencia de aquellos que la lean. La novela transcurre en un corto periodo de tiempo en el que un joven nihilista tiene que enfrentarse al dilema de seguir los mandatos revolucionarios y asesinar a su padre, o hundir la bomba en el Neva, y oculta una valiosa reflexión sobre el desgarro que el ejercicio de la violencia causa en el ser humano. Novela fundamental del periodo entre las dos revoluciones rusas, la de 1905 y la de 1917, a la que Biely se sumó no sin muchas dudas y contradicciones propias del carácter enormemente complejo de este autor.
Y finalmente, nuestra triada, como decimos, no tiene rastro de Dostoievski, pero sí de Tolstói, aunque no de Lev, sino de Alexéi, un pariente lejano del autor de Guerra y paz. Porque la literatura rusa no nos ha dado un Tolstói, sino tres, y el más contemporáneo de todos era un escritor interesantísimo por muchas razones. La primera, por su trayectoria política anómala, ya que rechazó la Revolución Rusa en un primer momento y se marchó al exilio, aunque luego volvió a su país para convertirse en uno de los mayores propagandistas entre los literatos al servicio del gobierno. La segunda, por su trabajo profundo en el estudio de la historia rusa y sus múltiples publicaciones de índole histórica. Y la tercera por ser uno de los más significativos ejemplos de la ciencia ficción soviética, un género muy representativo dentro de la literatura de la época, al servicio del cual Alexéi Tolstói puso todo su genio literario porque, y esta es la razón más importante de todas, disponía de un talento y una destreza artísticas innegables. El hiperboloide del ingeniero Garin es una novela de aventuras trepidante, con escenarios variados y maravillosamente descritos, con personajes inolvidables, parlamentos que cortan la respiración, héroes de la clase obrera y millonarios corruptos y decadentes. La novela nos lleva a un momento histórico concreto, el periodo que transcurre entre las dos guerras mundiales, y nos muestra el esfuerzo del régimen para acercar la ciencia al pueblo a través de las novelas de ciencia ficción, que eran herramientas muy útiles para la difusión del ideario político y para inculcar en este el amor por el conocimiento científico.
Estos casi 100 años de literatura han estado marcados por textos y autores revolucionarios del siglo XIX y XX, como Chernyshevski y Biely, y por el advenimiento del hombre nuevo nacido de la Revolución, un hombre nuevo no tan ejemplar como se esperaba en un principio, un hombre lleno de contradicciones y misterios, como Alexéi Tolstói, pero lleno también de astucia y talento literario.




Iré a Moscú pronto, un país precioso que siempre he querido conocer.
Cierto: La Iglesia Católica en el Concilio de Trento decidió usar las Artes como instrumentos al servicio de la hegemonía religiosa, así El Barroco estaba inscrito en dicha concepción utilitaria de las Artes, especialmente la Literatura y el gran enemigo de toda religión, el Comunismo Marxista y su expresión política triunfante El Socialismo Real, resultado del intento de materializar la utopía marxista, también concibió y usó las Artes con fines utilitarios, especialmente la Literatura, el Teatro, el Cine y la Arquitectura. Nada extraña tal confluencia porque la Iglesia y el Socialismo Real también comparten una vocación totalitaria.
El Comunismo Marxista es enemigo de toda religión y las calificó de “opio del pueblo”.
Y casi todas las religiones (hay sopotocientas, están extintas otras sopotocientas y siempre existen “avispados” que quieren ser “profetas” o heresiarcas y fundar sus propias religiones) tienen una vocación totalitaria, casi siempre sus fundadores buscan disfrutar de los privilegios del poder político y económico y llaman a sus creyentes, prosélitos o fieles, “grey, ovejas, rebaño, ganado, siervos, sirvientes” (en resumen, animales, seres no pensantes, destinados a ser explotados) y las hay de todo tipo: Desde las que buscan la cohesión étnica hasta aquéllas que priorizan el control político de las masas por sus gobernantes y hasta proclaman como dogma que un mortal monarca es un “Dios Viviente”. Nuestra religión, el Cristianismo, tiene como dogma que Dios es Uno y Trino, uno y tres, (uno es igual a tres, como en 1984 de George Orwell, el Gran Hermano estableció que dos más dos son cinco) la Santísima Trinidad, una negación de la lógica, de la racionalidad, porque toda Religión se basa en la Fe y generalmente sus dogmas son irracionales. Sin contar que perviven atavismos del mundo pagano de la religiosidad politeísta de los antiguos griegos y romanos y las más primitivas religiones bárbaras.
?Qué es El Cáliz Sagrado o El Santo Grial? Una muestra del Animismo, de la Ignorancia y la Superchería en el mundo cristiano. Según los ignorantes Jesuscristo perdió el tiempo predicando su Doctrina de Amor al Prójimo como prueba del Amor a Dios y la Solidaridad Humana, de la Igualdad Humana como Hijos de Dios y el Camino de la Virtud para ganar el Cielo y “la vida eterna”, y quién sabe cuántas otras maravillas, está en poseer un vaso, una copa o cualquier otra cosa “mágica” que usó Jesuscristo, quien vivió 33 años y comió y bebió sopotocientas veces.
Y Roma reescribió mucho de los libros sagrados del Cristianismo (“la más exitosa herejía de la religión judía”, como certeramente acuñó un sabio cuyo nombre no recuerdo y que seguro está registrado en la Internet) y se aseguró del reconocimiento del poder de los Emperadores (“Dad al César lo que es del César”), de limitar la peligrosa tentación totalitaria de la Iglesia (“Mi Reino no es de éste mundo”) y de impedir los excesos de los fanáticos en impedir las alegrías de la vida (por eso no se prohibió las bebidas alcohólicas y hasta se reportó el milagro de Jesús de convertir el agua en vino para celebrar una fiesta), porque los teólogos de la época fundacional entendieron que amargarle la vida al pueblo podía desencadenar insurrecciones. Todo ésto facilitó la separación de la Iglesia del Estado, paso inicial para lograr el progreso y una sociedad respetuosa de la dignidad humana.
Si una religión no busca mejorar la vida de sus creyentes y solo es un instrumento para asegurar el poder arbitrario de sus jerarcas, es la hora de plantearse sí los llamados “representantes de Dios” tienen firmado y notariado el documento que los acredita como tales. Será interesante conocer la firma de Dios, porque Él no puede ser tratado como un menor de edad, un inhabilitado o entredicho civil, que necesita de un representante o tutor, lo que es totalmente incompatible con su condición de Todopoderoso. Y ya no continúo con “tologías” como dijo un personaje de “Rinconete y Cortadillo” del genial Miguel de Cervantes, me acojo a la tesis del “Dios Ausente” de Aristóteles y me proclamo creyente en Dios y la Virgen, y a Dios le pido que mire para acá y se conduela de la Humanidad sufriente, de los Palestinos, de los Ucranianos, de los Costromeros, de los Cubanos, Nicaragüenses, Venezolanos y Haitianos, de los Coreanos del Norte, de todas las víctimas de las Guerras, de todos los presos políticos de las sopotocientas Dictaduras, de las niñas y mujeres víctimas de las Teocracias Cavernícolas, de los inmigrantes perseguidos en Estados Unidos y en Europa, de los Uigures en la China Comunista, de los rusos de buena voluntad que sufren a Putin, de los gringos de buena voluntad que sufren a Trump, de los alemanes que no son racistas ni creen en el disparate de apoyar a Natanyahu por “Razón de Estado” y de medio mundo que sufrimos el egoísmo suicida de los poderosos del mundo empecinados en destruir el planeta con la contaminación ambiental que ya extermina especies vegetales y animales y está matando los océanos y calentando el mundo, porque el cambio climático es solo un efecto, no la causa.
Y para aquellos que se preguntan ?Qué tiene que ver la Literatura Rusa con tanta religión? Casi todo. Casi todos los grandes literatos rusos escribieron desde la angustia religiosa. La religión no pudo ser sacada del alma rusa por más de 70 años de ateísmo oficial del Comunismo Marxista. En Costromo tenemos muchos defectos y sufrimos muchos males pero nuestro mestizaje nos libra de ser racistas y nuestra tolerancia religiosa nos hace ver a las guerras de religión y todo fanatismo como expresión de la suprema estupidez humana. Somos formalmente cristianos católicos la mayoría, aunque poco nos importan las encíclicas papales (ni las leemos), nos espantan las guerras santas, las inquisiciones de cualquier tipo, nos fastidia tanta rezadera, no nos importa sí para mucha gente Dios es uno y tres, uno y sopotocientos o un cero a la izquierda !Cada quien que piense lo que quiera! Tampoco creemos en la infalibilidad del Papa aunque no reaccionamos con un cisma como algunos católicos franceses en el siglo XIX. Lo que nunca entendemos es a la gente que deja de creer en una religión para voluntariamente creer en otra, es como un divorciado que se vuelve a casar, la primera vez que se casó fue por inocente, ?Pero la segunda? Y casi olvido, porque tampoco creemos en ella, la bendita culpa judeocristiana. Con nosotros eso de la culpa no va. Si hay culpables que los busquen entre Dios, Satán y sus huestes. Nosotros, los seres humanos no somos culpables de nada distinto a nuestros propios actos. Y no hay Dios que nos haga desistir de nuestra convicción. Quien creó el mundo lo creó muy mal, muy injusto, muy salvaje, así que todo apunta a Dios. Quizás por sentir culpa y vergüenza por todo éste mundo salvaje no quiere dar la cara y por eso es un Dios Ausente, como dijo Aristóteles cuando se percató que le tendían una trampa para condenarlo a beber la cicuta como antes a Sócrates, por estar éste último condenando la Guerra del Peloponeso. Y Sócrates tenía razón: Atenas perdió la guerra de 50 años y terminó como protectorado de Esparta. Un Costromero jamás podría escribir “Crimen y Castigo” ni “Los Hermanos Karamazov” porque Dostoyevski nació ruso y no costromero.
?Y por qué somos Cristianos Católicos? Porque valoramos los esfuerzos de tanta gente buena -misioneros, monjas, hermanitas de la caridad y carmelitas descalzas, principalmente- dedicada a la caridad y solidaridad cristianas en la Iglesia Católica, aunque detestamos a los pedófilos, violadores y pájaros bravos que también existen y merecen el paredón de fusilamiento (donde existe la pena de muerte) o la prisión perpetua. Y criticamos mucho los privilegios económicos de Papas, Cardenales y Arzobispos, que viven como magnates y se olvidaron de los más pobres y desamparados. Y en lo fundamental creemos en la Doctrina de Cristo, que nos separa de los bestiales creyentes en el regreso al salvajismo primitivo. Lo único primitivo que nos entusiasma es el Cristianismo Primitivo, como también la Religiosidad Interior de Erasmo de Rotterdam, que tanto inspiró a nuestro Narrador Predilecto, Miguel de Cervantes, genio español y universal.
ars gratia artis. Eso de la política…