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Anatomía del miedo

Anatomía del miedo

Rosa ha cumplido un sueño largamente aplazado. Vivir en plena naturaleza en un lugar aislado y en una casa construida con sus propias manos. Un sueño compartido con su pareja, Gene, un irlandés trotamundos cuyo tono de piel le ha hecho consciente de que ella no es tan blanca como decía su abuela. Un hombre sin ataduras que es hábil con las manos. Situada en la costa del Pacífico, a cierta distancia de la ciudad de Cali, rodeada de la exuberante selva y relativamente cerca de un poblado de pescadores, la mayoría de raza negra, la casa domina una magnífica vista de la bahía, unas cuantas islas y los barcos que se adentran en ella. Todavía está a medio construir: paredes y techumbre, pero falta instalar puertas y ventanas, cuyos vanos cubren plásticos negros para proteger el interior de las frecuentes lluvias, cuando Gene debe ausentarse para resolver un asunto burocrático.

Al poco de quedarse sola, Rosa entra en una espiral de angustia, obsesiones, neurosis y demencia, mientras las noches se van haciendo cada vez más oscuras. Es la historia que cuenta Noche negra (Alfaguara, 2025), sexta novela de Pilar Quintana, con la que se revalida como la gran narradora que se dio a conocer con dos rotundos éxitos: La perra y El abismo, ganadores, respectivamente, del IV Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana en 2018 y del Premio Alfaguara en 2021. En este relato plantea temas recurrentes en su obra como el racismo, las relaciones familiares, la locura, las luchas políticas y la realidad de la mujer en su país.

"Quintana nos habla del miedo que experimentamos todos los seres humanos, especialmente las mujeres cuando caminamos por un callejón oscuro y oímos unos pasos acechantes"

Es un cuento de terror en un escenario fascinante y aterrador como es la selva virgen, que la autora experimentó durante varios años en sí misma cuando tenía 31 años y se instaló con su marido, por cierto, también irlandés, en una vivienda al borde de un acantilado sobre el océano. Una inmersión selvática que le ha permitido plasmar ese dramático ecosistema con vigor e intensidad. A lo largo de cuatro jornadas, de domingo a miércoles, desde la partida de Gene hasta la noche más oscura de luna nueva, seguimos la rutina de Rosa, que se esfuerza por controlar su inquietud ante la soledad y la negrura creciente.

A través de sus estados de ánimo, Quintana nos habla del miedo que experimentamos todos los seres humanos, especialmente las mujeres cuando caminamos por un callejón oscuro y oímos unos pasos acechantes. Nos habla del temor que nos inspira descubrir lo que ocultan los rincones más sombríos de nuestra naturaleza y del pánico ante la locura que puede arrastrarnos al caos. Y lo hace de una forma sutil y envolvente, sin cargar las tintas, con el poder de su potente prosa.

Rosa no está perdida ni prisionera. Dispone de libertad y medios materiales, un buen fajo de billetes oculto en un libro hueco, machetes y cuchillos y demás enseres de supervivencia. No es una mujer asustadiza, débil o timorata. Al contrario, logró graduarse en la universidad y ser socia de una agencia de publicidad. Ahora se enfrenta a la jungla y sus peligros con entereza, pero la soledad y el demasiado tiempo para pensar pasan factura. En realidad, no está totalmente sola. Cuida con amor de tres pollitos que le regalan, dos hembras y un macho (Amparo, León y Colombina se llaman), a los que les construyen un gallinero para protegerlos de los depredadores. Además, hay un sinfín de bichos cuya peligrosidad no es proporcional a su tamaño, desde el mosquito jenjén o las voraces termitas a los vampiros, tarántulas o víboras, como la temible equis. Rosa intenta convivir con ellos pacíficamente, pero cuando las temibles hordas de comején invaden su casa no duda en exterminarlas. «Su violencia es la misma de los niños. Si mata al comején es porque puede. Es la violencia del más fuerte. La violencia que los hombres ejercen contra ella. Como no puede contra ellos, porque es más débil, dirige su violencia contra otros aún más débiles».

"Ya no confía en ellos ni se cree nada de lo que le cuentan sobre lo que ocurre alrededor"

A medida que la luna mengua, afectando al ritmo de las mareas, Rosa se dedica a sus tareas de ama de casa, o mejor decir media casa. Barre el suelo, prepara las comidas, lava los platos —la vida es un lavar platos—, trajina con baldes, botas de agua, linternas y se acicala en la quebrada. «Desnuda en esa agua nueva, con las orejas sumergidas y la cara fuera, entre los dos lugares —el líquido, donde el tiempo se desacelera, y el aire, que cimbra—, ella flota indiferente a las pasiones humanas, al fuego, igual que la Ofelia del cuadro famoso que usaron en la agencia para una campaña de detergente».

Cuando su querido Leo, el joven gallo, desaparece sin dejar rastro, apunta la neurosis. Su ausencia la obsesiona y se pasa el día buscándolo: vivo o muerto. La presencia de los humanos, cuatro hombres que viven a cierta distancia, comienza a perturbarla. El viejo don Israel, que le regala pescado fresco, el enigmático ingeniero, el joven Rodrigo, que le recuerda un amor de juventud, y un negro gigante que porta la sierra mecánica sin esfuerzo. Al principio mantenía con ellos una relación cordial, agradable, pero desde que se ausentó el gringo, su esposo, percibe un cambio en su actitud: burlas e insinuaciones que la hacen sentir vulnerable como una casa sin puertas ni ventanas. Ya no confía en ellos ni se cree nada de lo que le cuentan sobre lo que ocurre alrededor.

"Al terminar esta historia de desenlace abierto y algo abrupto, tienes la impresión de haber tenido una especie de ensoñación, un episodio febril"

Convencida de que la acechan, nota ruidos extraños, ojos en la oscuridad, y se refugia en el altillo de su casa con un machete y un cuchillo. Nadie la ataca. Solo sus recuerdos, que como exuberantes enredaderas descontroladas se propagan por su mente. Así, sabemos de su abuela, que no la dejaba jugar con los niños de la calle porque eran negros y al final perdió la cabeza; de su padre biológico, un médico que tenía tres hijas legítimas y apenas les hacía caso; de Fermín, su novio de la universidad, un revolucionario que le inculcó la pasión por la naturaleza, que ahora por fin satisface. La selva más oscura y peligrosa crece dentro de su cabeza, abonada por la soledad y la negrura.

Al terminar esta historia de desenlace abierto y algo abrupto, tienes la impresión de haber tenido una especie de ensoñación, un episodio febril. ¿Qué le ha pasado realmente a Rosa? Y te das cuenta de que la autora te ha llevado por donde ella ha querido, sujeta por una traílla de palabras. Algunas desconocidas a este lado del Charco, que enriquecen el español con una extraordinaria gama de sonidos y colores: sancocho, totuma, melcochudo, amangualados, chumbilaco, trapichero… Dejarse llevar por las palabras: la magia de la buena literatura.

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Autora: Pilar Quintana. Título: Noche negraEditorial: Alfaguara. Venta: Todos tus libros.

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