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Silencios que abren el tiempo

Silencios que abren el tiempo

[29 septiembre – 12 octubre]

San Miguel. El día en que más echas de menos la llamada de tu madre. Para ella era más importante el santo que el cumpleaños. Lo que se debía celebrar. El nombre que te marcaba, el que había decidido para ti. Te felicitaba siempre la primera. Han pasado más de quince años. Pero siempre la recuerdas hoy. Incluso más que en el día de su muerte —los últimos años, en medio de viajes y atosigado por el trabajo, has llegado a olvidarlo—. Pero el día de tu santo se hace presente. El teléfono que no suena hace más ruido que nunca. Y la ausencia se hace cuerpo.

Es curioso cómo funciona la memoria. Por lo general, hay objetos, imágenes, sonidos, olores que nos llevan al pasado. Vemos, oímos, sentimos algo e inmediatamente recordamos a quienes hemos perdido. Pero a veces también ocurre al revés. Algo que no suena, que no vemos, que no olemos. Hay silencios que se imponen y abren el tiempo.

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Consultoría de guion. Os hacen una lectura profunda de lo que habéis escrito. Sabíais a lo que os enfrentabais. Era excesivo y ahora hay que recortar. También reformular el planteamiento. Sobre todo los modos en los que entra el pasado en el presente. Queda aún mucho trabajo por delante. Ahora también es el momento de hacerte a un lado y dejar que trabajen Joaquín y Salvador, que son los profesionales de esto. Te viene bien, además, para centrarte ahora en la novela. Volverás después y así podrás mirar con otros ojos. ¡Qué diferente la escritura de una novela de la de un guion! Sobre todo los ritmos, el trabajo a cuatro y seis manos. No sabes si te adaptarías a esa dinámica. Nunca has sabido trabajar bien en equipo. Te gusta dominar tu mundo.

Por la noche, termináis la segunda temporada de Poquita fe. Es perfecta. El humor como radiografía del presente. La risa amarga de la precariedad. El mejor ejemplo de reírse por no llorar.

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El jueves te pinchan plaquetas en el codo y los antebrazos. Creías que iba a ser como el ozono, unas horas de incomodidad y ya está. Pero el PRP es diferente. El dolor es grande y se te inflaman los antebrazos. No puedes hacer nada en todo el día. Por supuesto, prohibido escribir y acercarte al ordenador.

"Era difícil, pero crees que no acaba de funcionar ni siquiera para quienes no han leído el libro"

Ves La buena letra, la película de Celia Rico que adapta la novela de Chirbes. Tienes muy reciente la lectura del libro. Y quizá por eso la película te decepciona. No solo porque omite tramas y personajes —por ejemplo, Gloria, hermana de Antonio, uno de los más ricos y complejos—, sino sobre todo porque no acaba de dar con el tono de la novela. El peso del silencio, que es central en la novela, aquí se rompe. Y la relación compleja entre la protagonista y su cuñada tampoco acaba de funcionar. Precisamente por exceso de lenguaje.

Era difícil —ahora sabes lo complejo que es una adaptación—, pero crees que no acaba de funcionar ni siquiera para quienes no han leído el libro. A pesar de la ambientación y los actores. O tal vez es que la novela sigue en tu cabeza. El tono que consigue Chirbes, la prosa justa y precisa, la manera de trabajar el fuera de campo, la crudeza y el abatimiento que transmite. Todo eso que, una vez leída la novela, se queda contigo para siempre. 

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El sábado, conversación con Álvaro de los Ángeles en la Universidad Politécnica de Valencia. Después de varios años recibiendo la invitación de Miguel Ángel Baixauli para los encuentros Mundos por venir, por fin este año puedes asistir. Charláis sobre arte y literatura y el tiempo pasa volando. Álvaro disecciona Yo estoy en la imagen y, a partir de ahí, la charla avanza incluso mejor de lo que esperabas. Es de los días que te sientes lúcido y encuentras las palabras que en otras ocasiones se te resisten.

"Las taquillas pintadas, intervenidas, como si fuera un espacio berlinés"

Al terminar, saludas a amigos que se han acercado a verte. Te encuentras con Bárbaro y Salomé, que os enseña la planta sótano de la Facultad de Bellas Artes. Las taquillas pintadas, intervenidas, como si fuera un espacio berlinés. Es curioso: la primera planta, limpia, pura, neutra, como una facultad de Derecho. Y la planta inferior, la resistencia, el inconsciente que late debajo. Lo que no puede borrarse. El verdadero corazón del arte.

Vuelves a casa después de la charla. Raquel te ha acompañado esta vez —no te fiabas de conducir con los brazos inflamados— y coméis de camino. Todavía llegas a tiempo para la siesta. Tramadol y a la cama.

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El domingo, por fin, puedes escribir otra vez. Avanzas con la novela. La reescritura es ahora más fluida. Son las páginas que escribiste en Art Omi. Se nota la diferencia. Todo está más depurado y el tono de la narradora más preciso. Mientras corriges, recuerdas el momento en que escribiste esos párrafos. Aquella tranquilidad que ahora añoras. Si tuvieras otro mes así, acabarías la novela.

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Durante la semana, te cuesta ahora sacar tiempo para la revisión. Clases en la universidad por la mañana y taller de escritura por la tarde. Intentas robar aunque sean dos horas. De siete a nueve. El resto del día, imposible escribir.

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El miércoles, a mediodía, casi sin tiempo para respirar, conferencia inaugural del curso en la Escuela Superior de Diseño. Narrar, mirar, resistir. Así la has titulado. No sale mal, aunque en algunos momentos sientes que no dices más que obviedades. Lo notas sobre todo cuando citas a Byung-Chul Han, que también dice unas cuantas. Re-citado suena aún más obvio. Aunque, en el fondo, algo de razón tiene. Hay que buscar formas complejas de narrar, hay que detenerse a mirar el arte y el mundo. Y eso es una forma de resistencia. Es cierto. Esos son algunos de los desafíos del presente. Pero conforme los enuncias, te sientes un poco vendehúmos. Quizá sobre todo porque la conferencia es de pie y con micro de diadema. Como si fuera una charla TED. En ese formato, todo suena a propaganda.

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Veis El portero de noche, el clásico de Liliana Cavani (1974). Te la recomendó Salvador por el modo en que integra el pasado y el presente. Te la recomendó Salvador por el modo en que integra pasado y presente. Los recuerdos del campo de concentración, los protagonistas que se reencuentran años después, la historia turbia de deseo y sumisión. Te perturba. Es sórdida, descarnada. Y te sorprende el modo en que la cámara mira con lascivia. La cámara también golpea, objetualiza, victimiza. Probablemente hoy no podría hacerse.

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Premio Nobel para László Krasznahorkai. No era tu apuesta. Es un autor en el que no has conseguido entrar del todo. El año pasado leíste Tango satánico y te costó bastante acabarla.

"Premio Nobel para László Krasznahorkai. No era tu apuesta. Es un autor en el que no has conseguido entrar del todo"

Lo conociste en el Premio Formentor de 2024, que se celebró en Marrakech. Te pareció un hombre encantador. Estaba feliz con el premio. Y la conferencia que leyó —el relato, en realidad—, fue brillante. En ese momento te arrepentiste de no haberlo leído más. O de no haber conseguido la sintonía precisa con su mundo. Y te propusiste leerlo de nuevo. Porque había algo especial allí. Algo que no habías sabido captar. Ahora volverás a intentarlo. Melancolía de la resistencia. Cuando pase un poco la vorágine de estos meses te acercarás ahí.

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Viernes. A las seis de la mañana coges el tren destino a León. Siete horas de viaje desde Murcia. Durante el trayecto, terminas el diario, que ayer —día de entrega— no pudiste enviar. Te ha tomado demasiado tiempo. También demasiado espacio. Casi tres mil palabras. Vas a reducir las entradas. Si es posible a la mitad. También para tratar de ganar algo más de ligereza.

En León, antes de la charla, pruebas el cocido montañés. Un verdadero disparate. Tienes que dormir una siesta de dos horas para digerirlo.

"Sólo hay dos tipos de novelas: las buenas y las malas. Las novelas en las que esa dimensión funciona y las que no"

Por la tarde, charla con Sofía Castañón en la librería Sputnik. Modera Rafael Rivas. Conversáis sobre la relación con el lenguaje. Sofía escribe en asturiano y habla de cómo elegir una lengua es también una decisión política. En tu caso, escribir en castellano te vino dado. Aunque es cierto que todo lenguaje son muchos lenguajes a la vez. Hablas del cambio de estructura —y de campo semántico— que se produjo tras El dolor de los demás. La novela está llena de palabras y giros huertanos que conviven con otros más cultos. El Yeguas y Walter Benjamin.

La conversación con Sofía es fluida y estáis de acuerdo en la mayoría de los temas que aparecen en el debate. Especialmente en la defensa de la escritura autobiográfica —y la mal llamada autoficción— como una escritura igual de creativa que la de la «ficción pura». Lo literario de un texto, su «imaginación», reside especialmente en la forma, el tratamiento, la estructura, la construcción de las frases, escenas, personajes… Y eso sucede igual en una autoficción que una ficción. Sólo hay dos tipos de novelas: las buenas y las malas. Las novelas en las que esa dimensión funciona y las que no.

Después de la charla, seguís conversando en el restaurante. Tú todavía llevas el cocido contigo, pero no haces ascos a todo lo que te ponen en el plato. No os priváis de nada. Tampoco de la polémica. Censura, cancelación, activismo… No se salva nadie. Daría para otra mesa redonda.

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El sábado, en el tren de vuelta a casa, lees El accidente, el librito de Blanca Lacasa (Asteroide). Una pequeña delicia. Ejemplo de naturalidad narrativa. Desde la primera frase estás dentro. Una historia de amor/amistad, de las fronteras entre una cosa y la otra, pero también de las oportunidades perdidas, de los trenes que pasan y uno no acaba de coger, el duelo por esas historias que no culminan. Te hace pensar en Los años nuevos, la serie de Rodrigo Sorogoyen. Un tipo de amor y narración que habla también de una época y unas circunstancias en las que te sientes reconocido. Y te deja con esa misma sensación.

Las apenas setenta páginas de la novela las terminas casi antes de que el tren pase por Madrid. El resto del viaje dormitas, lees periódicos, descansas, abres el documento de tu novela, cambias dos frases, vuelves a dormir. Te da tiempo a todo.

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Llegas a casa, te duchas y acudes al lanzamiento del nuevo disco de Viva Suecia, Hecho en tiempos de paz. Una barbaridad de disco. Hay canciones que escuchas en bucle. Estás orgulloso de tus amigos. Se merecen todo lo bueno que les pase. Alberto, Rafa, Jess y Fernando. No pueden ser más generosos. Hoy reúnen a la familia y a los amigos. Y aunque vienes reventado del viaje, te acercas a abrazarlos y a brindar con ellos. Lo haces hasta bien entrada la madrugada. La resaca del día siguiente merece la pena. Pocas cosas más hermosas que compartir —y sentir— la felicidad de los demás.

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Pablo75
Pablo75
1 mes hace

Una obra maestra la nouvelle “El accidente” de Blanca Lacasa, digna de Raymond Carver.

Gracias por el descubrimiento.