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Suárez y Carrillo: Dos espectros muy presentes

Suárez y Carrillo: Dos espectros muy presentes

Estamos en 1976: un niño de doce años oye hablar a sus padres sobre Adolfo Suárez y Santiago Carrillo. Aprovechando la prensa que corre por casa, empieza a recortar fotografías y reportajes de esos políticos, hasta el punto de llegar a conocerlos casi a la perfección.

En este making of Eloy Gayán cuenta cómo escribió El manifiesto Madelman (Elvo).

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La escritura surge como un acto instintivo ante las amenazas, y las palabras se orquestan como el más poderoso de los ejércitos. Ese es el sustento de El manifiesto Madelman, una novela que empleo como coartada para rebelarme contra la ausencia de diálogo, de consenso y de armonía en la sociedad actual. Recientemente, las redes sociales nos inundan con aplicaciones informáticas que dotan de movimiento a imágenes del pasado: abuelos que se aman con un tímido abrazo, paseos bajo la frondosidad de un bosque que da cobijo a conversaciones truncadas por el viento. En mi caso, no he necesitado esas aplicaciones para recuperar el pasado y redactar El manifiesto Madelman, porque la mente y la inteligencia, las propias y no las artificiales, permiten recobrar los hechos y los sentimientos, los auténticos, y dotar de movimiento y color a las imágenes en blanco y negro de la España convulsa de 1976 y 1977. Rememoro una parte esencial de nuestra historia, analizada bajo la óptica de Santi, un niño de doce años que sufre el desprecio y el acoso de sus amigos, que no encuentra acomodo en una familia comunista que le resulta distante, al que se le impide vivir su fe cristiana y celebrar una primera comunión de la que fue privado años atrás.

He considerado esencial invocar a dos espectros políticos cuya presencia resulta ineludible como ejemplo de diálogo, de entendimiento y de renuncia: Adolfo Suárez y Santiago Carrillo. Los discursos, las declaraciones y la vida del presidente Suárez constituyen uno de los ejes esenciales de la novela, junto a la moderación y serenidad de Santiago Carrillo, formas de hacer política que condicionan la niñez y la vida en familia de Santi, de los españoles. Dos políticos antagónicos que dieron muestras de generosidad, de una capacidad de renuncia que les permitió prescindir de parte de sus ideales, con el pueblo español como único destinatario de sus acciones; odiados y vilipendiados tanto por sus afines como por sus detractores, como le ocurre a Santi.

"Santi comparte protagonismo con un Madelman vestido de marinero, el mismo traje con el que sueña para celebrar esa primera comunión que se le resiste"

No he dudado en llevar a cabo un ejercicio de equilibrio y de moderación durante la escritura, el necesario para entrelazar el comunismo y la religión, el afecto y el desafecto, el amor y el odio. Tal entramado resulta aún más complicado de tejer cuando forma parte de él una niñez alejada de la inocencia que todos los padres deberían amparar. La búsqueda de ese equilibro me ha obligado a remontar en el tiempo, más allá de la Transición, con la fortuna de haber descubierto comportamientos y declaraciones que denotan sensatez y pensamiento crítico. Así me ocurrió con Jean Jaurès, político socialista francés que murió asesinado días antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial por reafirmar la paz, que le negó a su hijo la firma que este le pedía para eludir el estudio de la religión en el colegio. Jean Jaurès consideró que el conocimiento de la religión era necesario para poder debatir sobre ella con pleno criterio. El poder de la palabra frente al odio y la lucha queda patente con las declaraciones tardías de Napoleón, que no dudó en comparar a Jesucristo con Alejandro Magno, con Carlomagno, con César, con él mismo, y llegó a admitir que los poderosos adictos a la lucha se equivocaron, porque el imperio de Jesucristo, basado en el amor, perduró más allá de todos aquellos que solo causaron destrucción y muerte.

Santi comparte protagonismo con un Madelman vestido de marinero, el mismo traje con el que sueña para celebrar esa primera comunión que se le resiste. Un muñeco que articula a su antojo como reflejo de su propia vida, mientras descubre que los terroristas y los extremistas pretenden convertir a los españoles en nuevos muñecos y jugar con la esperanza, condicionar sus ideales e incitar a nuevas luchas fratricidas.

Los insultos, la falta de diálogo y la ordinariez reinantes en la sociedad y entre los políticos actuales me han obligado a buscar y recuperar ejemplos de convivencia, con la esperanza de que algún día se tomen en consideración en nuestro presente; un presente en el que la conflictividad, en algunos momentos, evoca episodios no deseados.

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Autor: Eloy Gayán. Título: El manifiesto Madelman. Editorial: Elvo. Venta: Todos tus libros.

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basurillas
basurillas
1 mes hace

¡Madelmanístas del mundo: Uníos! ¡Puedo madelmanear y madelmaneo!

Gran comentario y, probablemente, gran libro