En este cuento infantil un anciano que pasea por el monte se encuentra una nube atrapada en una zarza. Esa nube, de nombre Lucinda, le llevará a surcar los cielos y a recordar lo mucho que disfrutaba cuando, siendo un niño, dejaba que la vida guiara sus pasos.
En Zenda ofrecemos un adelanto de El abuelo Elo y la nube Lucinda (Edebé), de Álvaro Colomer. Con ilustraciones de Eva Poyato.
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Hay personas tan afortunadas que salen a dar un paseo y regresan después a casa con un nuevo amigo. Eso le pasó al abuelo Elo: que no se lo esperaba y le cayó un regalo del cielo.
Uno
Era una mañana estupenda. Tan estupenda que los niños jugaban en la calle sin que circularan los coches; tan estupenda que los perros movían la cola y sacaban la lengua; tan estupenda que los padres no se enfadaban si sus hijos dejaban su habitación un poco desordenada y los deberes para otro momento. Fijaos, pues, en lo estupenda que era aquella mañana.
Y como cada día a la misma hora, el abuelo Elo salió a dar un paseo. Se ajustó la mochila y empuñó el bastón, abrió la puerta de casa y saludó a sus vecinos, recorrió la avenida principal y superó la linde del municipio. Entonces tomó el sendero de la izquierda y se adentró en el monte.
Llevaba unos prismáticos para estudiar los pájaros y una navaja para cortar queso. También llevaba una cantimplora, crema solar y un frasco con mercromina. Y llevaba además el teléfono móvil por si sufría un percance y necesitaba que fueran a rescatarlo.
Sí, el abuelo Elo había preparado aquella excursión a conciencia, pero no había previsto lo que estaba a punto de sucederle. Y es que, tras superar un repecho y sentarse a recuperar el aliento, vislumbró en la distancia lo que parecía una oveja enredada en una zarza.
Se incorporó y caminó hacia el arbusto. Desconfiaba de lo que veían sus ojos y, cuanto más se acercaba, más dudas le asaltaban: ¿era aquello realmente una oveja o algo que simplemente se le parecía? Tenía el cuerpo lanoso y así como desgreñado, y un tono arrebolado en el contorno pero grisáceo en el centro. Y, aunque todo invitaba a pensar que se trataba de un borreguito, había un detalle que lo desmentía: no tenía ni cabeza ni patas.
En un principio, el abuelo Elo supuso que el animal se había hecho un ovillo, quedando sus extremidades ocultas bajo la panza, pero cambió de opinión cuando se puso a su lado y lo tanteó con la punta de su bastón. Cuando la caña se hundió en el cuerpo y lo atravesó sin por ello causarle ningún desgarro, el anciano supo que no se trataba de una oveja, sino de una de esas nubes que surcan el cielo.
[…]



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Autor: Álvaro Colomer y Eva Poyato. Título: El abuelo Elo y la nube Lucinda. Editorial: Edebé. Venta: Todos tus libros.



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