Vuelve Jo Nesbø con una novela negra ambientada en el frío corazón de Estados Unidos: Minnesota. El autor noruego aprovecha el asesinato de un delincuente habitual y la llegada de un misterioso europeo para retratar la América contemporánea al borde del precipicio.
En Zenda ofrecemos las primeras páginas de Minnesota (Reservoir Books), de Jo Nesbø.
***
1
LLEGADA, SEPTIEMBRE DE 2022
—¿Cuál es el propósito de su visita, señor Holger Rudi?
—Investigar —respondo.
—¿Y qué va a investigar?
He volado desde Oslo, vía Reikiavik, hasta Mineápolis, la diferencia horaria es de siete horas y mi cuerpo me dice que hace mucho que debería haberme acostado ya, así que, en lugar de seguir mi impulso inicial de contestar «Un asesinato» y acabar en una sala de interrogatorios, respondo que voy a escribir sobre un policía de origen noruego.
—Entonces ¿es usted escritor?
Me apetece contestar que soy taxidermista. Disecador. Que he venido a buscar la piel necesaria para vestir al personaje, que la historia ya la tengo clara en mi mente. Es una imagen que hace meses que me persigue, un título que me he concedido. Pero, como ya he dicho, estoy cansado.
—Sí —respondo.
—Interesante. Da la casualidad de que me bautizaron en The Norwegian Lutheran Memorial Church. —El agente me sonríe y me devuelve mi pasaporte noruego—. Aquí, en Minnesota, estamos por todas partes.
*
Desde el taxi que me lleva a la ciudad noto enseguida que ha cambiado. Hay carreteras nuevas y construcciones que no estaban ahí hace ocho años, cuando visité Mineápolis por última vez. Veo el perfil del centro dibujarse ante nosotros. Salimos de la autopista hacia el área empresarial. Entre los rascacielos asoma una mole angulosa que refleja el sol del atardecer.
—¿Qué es esa cosa de vidrio? —pregunto al conductor.
—¿Eso? Es el U.S. Bank Stadium. Ahí juegan los Vikings.
—¡Vaya!
—¿Le gusta el fútbol?
Me encojo de hombros.
—Vi jugar a los Vikings. En el estadio antiguo. Tal vez debería hacerme con una entrada.
—Suerte con eso.
—¿Suerte?
El taxista, un hombre al que le echo unos cincuenta y tantos, me mira por el retrovisor a través de unas gafas de montura almendrada.
—Son difíciles de conseguir. Ayer me ofrecieron una entrada que no era nada del otro mundo por 350 dólares.
—¿En serio?
—En serio. Antes podías ir al fútbol con tu hijo, pero ahora es como todo en este país: solo para ricos.
Miro por la ventanilla. Cuando veníamos de visita a Estados Unidos, a casa de mis tíos, rara vez bajábamos a Downtown, el centro. Comprábamos lo necesario en la tienda de la esquina o en Southdale Mall. Me choca lo silencioso que parece, la poca gente que hay por las calles. Ocho años atrás, mi primo me llevó a un restaurante en una azotea de Hennepin Avenue y era un hervidero de gente. Sobre todo la siguiente avenida que cruzamos, Nicollet Mall.
—¿Dónde está todo el mundo?
—¿Se refiere a la gente?
—Sí.
—Ah, nada ha vuelto a ser igual después de lo que ocurrió.
«Lo que ocurrió». Para mí, «lo que ocurrió» son los asesinatos de hace seis años, mientras que, para él y el resto de Mineápolis, se trata de la muerte de George Floyd hace dos, por supuesto. En el recorrido desde el aeropuerto al centro hemos pasado por delante de tres grafitis con la imagen del hombre negro asesinado por la policía de Mineápolis.
—Hace mucho de eso —digo.
—No da esa sensación —contesta el conductor—. Hubo quien creyó que serviría para unir a la gente. Todos contra la policía racista, ¿no? Si quiere que le diga lo que pienso, destrozaron esta ciudad. Coincidió con la pandemia y se formó la tormenta perfecta…
Nos detenemos ante el hotel Hilton, pago en efectivo y le doy una buena propina. Antes de que se marche le digo que necesito a alguien que me lleve por la ciudad y le pregunto si le interesa. Negociamos una tarifa por hora, acordamos que puedo llamarlo cuando esté listo y me da su número de teléfono.
En el amplio vestíbulo del hotel y en el restaurante apenas hay gente. Supongo que la recepcionista me sonríe bajo la mascarilla. Le entrego mi pasaporte y, cuando ve que mi reserva es de más de una semana, me advierte de que la habitación solo se limpia cada cinco días. Me da una tarjeta para la habitación 2406, casi el último piso, tal como había solicitado.
—¿La planta de las hemorragias nasales?
Un hombre con sombrero de vaquero me sonríe en el ascensor al ver que presiono el número 24. Lo dice de esa manera casual, bromista y a la vez amable que, en mi experiencia, solo dominan los norteamericanos y los habitantes del extremo más septentrional de Noruega. Intento pensar en algo ocurrente y divertido para responder, pero soy del sur de Noruega. En su lugar, opto por soplar para intentar compensar la presión de los oídos.
La cama es grande, mullida, y me duermo al instante.
(…)
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Autor: Jo Nesbø. Título: Minnesota. Traducción: Lotte Katrine Tollefsen. Editorial: Roja & Negra. Venta: Todos tus libros.


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