El catedrático de Literatura inglesa de la Universidad de La Rioja Carlos Villar es un hombre de letras, y no solo las relacionadas con su profesión. Ha escrito poesía, relatos y novela. Ha traducido, entre otros, a Evelyn Waugh y Orwell. Es el alma de una atractiva revista literaria de esmerada factura, Fábula. También ha publicado un estudio de título bien explícito, Viajes con mi cura: las andanzas de Graham Greene por España y Portugal.
La novela arranca con una muerte violenta. Un joven estudioso español encuentra en el archivo documental de Greene en una universidad norteamericana documentos inéditos que siembran dudas sobre algunas personas a las que Green y Morán trataron a lo largo de sus correrías peninsulares. El estudioso es asesinado y se encarga de la investigación el subinspector Miguel Ángel Mariana, quien, perdido en un laberinto de referencias que lo desbordan a alguien poco versado en cultura, se socorre con la ayuda imprescindible de otro estudioso, el profesor Millán Ayuso. La trama, con numerosos meandros, se atiene a un hilo narrativo principal: el policía y su asesor visitan uno a uno y en diversos lugares a quienes tuvieron relación con los viajeros hace tiempo, en los pasados años 70 y 80. Su conjetura se basa en descubrir el qui prodest del asesinato, quién se beneficia con la muerte de alguien que conoce el manuscrito inédito del que pueden salir a luz secretos inconfesables.
Carlos Villar acude a los recursos tradicionales del noir. Presenta un entramado de sospechosos y sospechas variado, bastante complejo, incluso un poco retorcido. Entre aquellos figuran desde un catedrático pretencioso de la Complutense, aspirante al rectorado, hasta un acaudalado bodeguero con blasones aristocráticos. Un buen número de personas podrían tener interés en la muerte. Ello da lugar a reflexiones de ambos investigadores sesudas, a que devanen hipótesis que nos llevan a conocer la idiosincrasia de los personajes. Tal coro de sospechosos nos asoma a la naturaleza humana.
También recurre con buena mano a una sabida caracterización polar de la pareja de huelebraguetas —como llamaba Vázquez Montalbán a su detective Pepe Carvalho—. Mariana y Ayuso son por completo diferentes en todo, en carácter y en aficiones. Ello agrega a la novela una dimensión psicológica atractiva, y aporta otra nueva mirada a nuestra condición. Además, Villar hace que la novela avance hacia el desenlace esclarecedor del crimen de forma muy pausada, con ires y venires en la investigación que parecen abocarla al fracaso. Lo cual se convierte en un aliciente más al aportar intriga y suspense. Por supuesto, para el final deja la resolución del caso, que liquida con lógica.
La trama, en sí misma interesante, se expande en varias direcciones. Una, y básica, es la recreación literario-biográfica de Graham Geene, la reconstrucción de una personalidad muy singular, con especial atención a su prolífica vida amorosa, y, en cierto modo, un análisis de las novelas de aquel reiterado aspirante al Nobel, según se insiste en el libro. Los apuntes literarios resultan un plus para quien conozca obras populares del británico o sus exitosas versiones cinematográficas (recuérdese: las novelas El agente confidencial, El poder y la gloria, El tercer hombre o El factor humano; o la divertida Viajes con mi tía).
También contiene la novela, a su manera, una guía de viajes, porque Villar nos traslada a un buen número de lugares en cuya descripción se detiene y de los que da noticias paisajísticas, artísticas o gastronómicas en las que pone mucho empeño. Y que aprovecha, con motivo de una visita a Valladolid, para hacer un homenaje al Quijote (que a la vez podría servir de coartada a la reserva que ahora señalaré al reconocer que a la obra de Cervantes le sobran páginas). Asimismo, tiene el libro algo, no demasiado pero significativo, de novela de campus, con notas que ironizan sin hacer sangre sobre vicios del mundillo universitario.
Carlos Villar ha escrito una novela policial culta y amena, quizás un poco sobrepasada de extensión por el intrínseco gusto de añadir episodios atractivos y por su afición a narrar peripecias. Las hay muy afortunadas en sí mismas. Pienso en la relación de Ayuso con la prostituta Alda o Dulce. O en las pretensiones políticas del hijo de Tierno Galván (enmascarado como Telmo Guzmán). Esta afición a las anécdotas laterales o pegadizas (como califica Cervantes las de la historia de su hidalgo) dilata mucho el texto. Quizás un número menor habría aligerado la narración sin perjuicio del sentido general de la novela.
Rasgo fundamental de Tras las huellas de Greene es su fino humorismo, tanto verbal como de situaciones. De este recurso se desprende su cualidad de novela comunicativa que ofrece una visión crítica pero amable del mundo. Señala Villar muchas cosas que están mal en él, y fustiga a los malandrines, pero sobre ello se impone una mirada cordial que supone una celebración de la vida. Una corriente de templado vitalismo circula por toda la novela.
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Autor: Carlos Villar Flor. Título: Tras las huellas de Greene. Editorial: Menoscuarto. Venta: Todos tus libros.


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