Es un pensamiento recurrente: lo extraño, lo milagroso, lo verdaderamente incomprensible es que sigamos vivos. Vivos y más o menos cuerdos. La vida, amén del tempestuoso momento sociopolítico —aunque un amigo siempre me dice: «¿Y cuándo no es Corpus?»—, tiende al proceso acumulativo: a los traumas de infancia les siguen las decepciones de juventud, amplificadas por las frustraciones de la madurez, y todo ello rematado por las impotencias propias de la senectud. Sumémosle que, más veces de las que pensamos, caminamos sobre el filo de una cuchilla afiladísima —o, como cantaban los Fabulosos Cadillacs con un endiablado ritmo swing, bailamos «en la cornisa»—; si nuestro peso se descompensa, caeremos. Y si seguimos andando, si nos empeñamos en que esa hoja finísima corte la planta de nuestros pies… es muy posible que terminemos partidos en dos.
Bajo un muy sugerente título, extraído de un poema del simbolista Juan Eduardo Cirlot (1916-1957), el autor madrileño recoge almas descarriadas como una suerte de Caronte literario: vigilias malsanas y padres asesinos, viejas actrices atrapadas en su último papel, plagas de cucarachas que se instalan en nuestra espalda, madres que asoman por el inodoro, amores inmortales de juventud, entes ultraterrenos camuflados en la salsa de pesto, ratas degolladas a dentelladas, monstruos interiores que emergen con el tiempo, prostitutas con piernas de metal y escritores que dicen no serlo.
Si en su última obra Pascual plantaba bandera en tierras oníricas y espectrales, en Con pájaros muertos dibujo coronas ahonda —no hay verbo que le siente mejor— en su arteria kafkiana, cada vez más palpitante y gloriosamente marcada. El desconcierto surgido del todos contra uno, la sensación de que el mundo se ha dado la vuelta —y sigue funcionando— o la imposibilidad de romper la barrera del otro están más que presentes en estos trece cuentos breves. También lo están la brutalidad telúrica y morbosa de Mónica Ojeda (1988), el atrevimiento anticlimático y fatalista de Kurt Vonnegut (1922-2007) o la adusta inclemencia de Cormac McCarthy (1933-2023). El uso desacomplejado de lo sobrenatural nos lleva a pensar que, como en los mejores mangas de Junji Ito (1963), el horror está ahí, sin más, sin pedir permiso; una vez hemos interactuado con él, nada se puede hacer para combatirlo o escapar a su negro abrazo.
Los personajes de esta colección podrían ser víctimas de graves afecciones mentales o estar atrapados en el bucle que conforman las consecuencias lacerantes del trauma. Y, sin ir más lejos, podrían haberse tornado hormigas ante la inmensidad de una bota que pronto las aplastará, y cuya naturaleza e intenciones no están capacitadas para entender. Pascual le sostiene el pulso a la mejor ambigüedad interpretativa, esa que solo un selecto grupo de creadores es capaz de aplicar a su obra.
El libro viene avalado por la potencia arrolladora del diseño made in Pez de Plata, editorial insumisa y deslumbrante por definición; fondo y forma caminan de la mano para ofrecer una de esas raras piezas literarias que deslumbran por su singularidad.
Levantarse cada mañana y comprobar ante el espejo que seguimos teniendo ojeras, que nos duelen las articulaciones y estamos perdiendo pelo no es un plato de gusto, no. Puestos a elegir, yo preferiría, por ejemplo, que en ese espejo en el que nos miramos, unos pasos por detrás, hubiese una figura que nos observase silenciosa y sonriente. Día tras día. Porque significaría que, aún aterrados, aún confusos, seguimos respirando. Y créanme: en lengua castellana, no hay muchos nombres que aterren y se adentren en los más recónditos rincones de la mente con la calma y la naturalidad de José Luis Pascual.
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Autor: José Luis Pascual. Título: Con pájaros muertos dibujo coronas. Editorial: Pez de Plata. Venta: Todos tus libros.


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