Hay una reflexión en A cuatro patas, la nueva novela de Miranda July, que se va a quedar conmigo durante un tiempo. Y es que Harris, el marido de la protagonista, dice: “En esta vida hay Aparcadores y Conductores. El Conductor es capaz de mantener la concentración y el compromiso cuando la vida es aburrida, no necesita que le aplaudan por cada nimiedad; le hace feliz acariciar a un perro o pasar un rato con su hijo, y eso le basta. Pues bien, este tipo de persona puede hacer largos trayectos en coche. Por el contrario, el Aparcador necesita de una tarea discreta que parezca irrealizable, algo que exija la máxima concentración y que puede ser motivo para el aplauso. Bravo, dirá alguien si el Aparcador consigue introducir el vehículo en una plaza particularmente estrecha. El resto del tiempo se aburre como una ostra y se siente básicamente decepcionado. Un Aparcador no puede atravesar el país al volante. Sin embargo, se le dan bien las emergencias. Le gusta sacar de apuros al prójimo”.
July liga la vida al sexo, pero porque el sexo es vida en realidad. Hay un momento en el que su protagonista reflexiona sobre la maternidad y las mujeres una vez que ya no pueden tener hijos, lo que la lleva a los cambios físicos asociados a la vejez y también a la muerte. La aceptación de la transición a esa otra edad es difícil, y quizás por eso su cuerpo se revela mostrándose más receptivo a la pasión que nunca. No es que Claire no tenga hijos: está Sam, no binario, con el que tiene una relación especial y sobre el que reflexiona desde un punto de vista tan íntimo como para que solo una mujer pueda entenderlo. Hay un momento en el que dice que, mientras fueron uno, ella era la única que no podía oír su latido, mientras que el resto del mundo solo tenía que acercar la oreja a su barriga para escuchar sus movimientos, y tiene esa frase la capacidad de concentrar todos los miedos de una futura madre sobre el entendimiento que tendrá con el hijo que va a tener.
En su viaje Claire busca una nueva vida, busca que le importe, vincularse a sí misma y de ese modo también a lo que les rodean. Descubre que le quedan caminos que elegir y opciones a considerar. Incluso a su regreso tiene que replantearse la vida una vez habla con Harris y le confiesa sus vivencias en ese viaje: Claire ha encontrado una parcela de libertad y el lector espera que le llegue el momento de pagar el precio. Y ahí es donde la novela vuelve a brillar. Claire paga, pero no de forma brutal y descarnada, no se le castiga cosiéndole una letra escarlata; se le castiga con la vida, con la fachada social, la personal, la sonrisa como tirita cuando uno tiene que seguir adelante sin poder gritar que no puede más.
A cuatro patas es la historia de una mujer de mediana edad que decide construirse Una habitación propia en este mundo complicado por el que transitamos. Virginia Woolf estaría orgullosa de Claire.
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Autora: Miranda July. Título: A cuatro patas. Traducción: Luis Murillo Fort. Editorial: Random House. Venta: Todos tus libros.


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