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Alan Sepinwall: «La cantidad de contenido televisivo hoy en día no es sostenible»

Alan Sepinwall: «La cantidad de contenido televisivo hoy en día no es sostenible»

Alan Sepinwall es uno de los mejores críticos de televisión de Estados Unidos, y en este artículo lo entrevistamos, nos da algunos consejos, elige la mejor serie de la historia y reseñamos uno sus libros.

Nacido en 1973, Alan Sepinwall lleva casi un cuarto de siglo como crítico de televisión, en la actualidad para la página Uproxx, tras haber pasado antes por HitFix. Además, tiene un detalle en su currículum realmente cool para los teleadictos, y es que durante la emisión de Los Soprano él era el crítico televisivo en el Star-Ledger de Nueva Jersey, el periódico que Tony Soprano recoge cada mañana a la puerta de su casa. Ahora que está de moda en algunas series hacer detalladas recapitulaciones de cada nuevo y esperado episodio (la costumbre en España quizá cogió carrerilla con el boom de Perdidos, hasta el actual de Juego de tronos o incluso El Ministerio del Tiempo), hay que decir que Sepinwall fue uno de sus principales impulsores a mediados de los 90 con los textos que empezó a escribir durante sus años universitarios sobre Policías de Nueva York (NYPD Blue) para los primeros foros de Usenet. Esa labor lo llevó al Star-Ledger, y tras 14 años en el periódico se pasó al mundo digital en 2010.

Sus entrevistas con los creadores de las principales series y sus reseñas episodio a episodio de las que va cubriendo son de lo mejor que se puede leer al respecto: entretenidas, informativas, incluso divertidas a menudo, y para nada plúmbeas o pretenciosas. Además, goza de gran prestigio entre los lectores norteamericanos, entre otros críticos e incluso entre la propia industria televisiva. Al acabar Los Soprano, con ese famoso y polémico final del fundido a negro, su creador, David Chase, concedió solamente una entrevista, y fue a Sepinwall, debido a la calidad de sus artículos semanales sobre la serie. También fue de los defensores más entusiastas de The Wire desde cuando no la veía (o comprendía) nadie, es uno de los entrevistados para los documentales en los extras de los DVDs y fue el maestro de ceremonias en una reunión de los actores y el creador de la serie, David Simon, en 2014. También ha aparecido como extra en un episodio de Community y se le puede conceder incluso el crédito de haber ayudado decisivamente a salvar una serie de la cancelación, la comedia de acción y espías Chuck, al fomentar la idea de que sus fans compraran más productos de las marcas que patrocinaban la serie, en particular los bocadillos de la franquicia Subway. E incluso hay un episodio de The Leftovers en el que se cambia la música de los créditos inciales por el de otra serie anterior, y ese detalle está hecho, según admisión de su creador, Damon Lindelof, como si fuera «una bicicleta de regalo» para Sepinwall, uno de los más fervientes admiradores de esta serie.

Aparte de los artículos que escribe, también graba regularmente un podcast de audio (primero fue Firewall and Iceberg, con Dan Fienberg hasta 2015, y ahora TV Avalanche, con Brian Grubb), e incluso tiene una sección en vídeo, llamada Ask Alan, respondiendo preguntas de los lectores «sobre el presente, el pasado y el futuro de la televisión». Hoy en día, Sepinwall es uno de los profesionales que más y mejor trabajo produce sobre la televisión norteamericana (incluyendo series extranjeras estrenadas en las pantallas estadounidenses), e incluso encuentra el tiempo para escribir libros. Lamentablemente, ninguno de ellos ha sido traducido al español, pero si algún seriéfilo ha leído alguno de los muchos títulos que ya va habiendo escritos en castellano sobre televisión norteamericana por autores de habla española, seguramente se habrá encontrado en ellos con citas traducidas de Sepinwall, en particular sobre Los Soprano, Mad Men, The Wire o Breaking Bad, lo cual demuestra aún más su prestigio incluso a nivel internacional. Si hay algún editor que esté buscando algo que publicar de nivel sobresaliente en este campo, esta es una buena oportunidad.

—Ha publicado usted cinco libros hasta ahora. ¿Puede presentárselos a nuestros lectores?

—He escrito estos libros: Stop Being a Hater and Learn to Love The OC, escrito al final de la primera temporada de esta serie de adolescentes en la Fox. Es corto y es el tipo de libro de venta rápida, escrito por encargo, que se hace siempre que hay algo que se convierte en un éxito inesperado. Lo escribí en tres semanas y con él me pagué una lavadora y una secadora. The Revolution Was Televised es un repaso a la transformación por la que pasó la televisión en la primera década del siglo XXI, yendo de pasatiempo popular a convertirse en quizá nuestro medio más respetado. Se cuenta principalmente a través de doce series diferentes (entre ellas Los Soprano, The Wire, Mad Men o Perdidos) que ayudan a relatar distintas partes de esa historia. TV (The Book), coescrito con Matt Zoller Seitz, es un libro donde elegimos y clasificamos las cien series más grandes [greatest] de la historia de la televisión estadounidense. Breaking Bad 101 es una colección de entrevistas y recapitulaciones episodio a episodio, primero publicadas en internet y luego rehechas específicamente para el libro, que cubren la totalidad de esta serie. Y por último hasta ahora, The Sopranos Sessions, también coescrito con Matt, que saldrá el año próximo, siguiendo el mismo principio que el anterior, pero con nuevas entrevistas a David Chase.

—¿Qué etiqueta prefiere colocarle a su trabajo: crítico, reseñador, alguna otra…? Para mí casi cualquier persona puede reseñar cualquier cosa, pero entiendo que un «crítico» haciendo una «crítica» es algo más serio, profundo, analizado, hecho por alguien con sólidos conocimientos y experiencia.

—Yo siempre me he llamado «crítico de televisión». No estoy seguro de si hay una distinción muy grande, como tampoco de si la hay sobre «reseña» y «recapitulación» [recap] hoy en día, pero ese es el nombre del empleo en el que pensaba cuando crecí y es el que uso ahora.

—¿Puede describir el día a día de su trabajo? ¿Le echa muchas horas? Además, está usted casado y tiene dos hijos. ¿Es difícil conciliarlo con la vida familiar?

—Realmente, varía mucho de un día a otro. Algunos días solo veo cosas y otros solo escribo. Depende de mi horario, mi humor, etcétera. Pero trabajo muchas horas, y a menudo continúo después de que se hayan acostado mis hijos. Como habrás oído en alguna parte, hay MUCHA televisión hoy en día.

—¿Trabaja usted desde casa, o tiene que ir a alguna oficina?

—Cuando estaba en el Star-Ledger, iba a la redacción la mayor parte de las veces. Desde que empecé a trabajar en HitFix y ahora Uproxx hay unas pequeñas oficinas a las que voy, a veces solamente para poder salir de casa, y también para no molestar a otra gente con los sonidos de personajes diciendo tacos, asesinándose, protagonizando ruidosas escenas sexuales u otras ocurrencias habituales en la era Peak TV.

—¿Cuál cree que debe ser el papel de un crítico: árbitro de modas y gustos, descubridor de cosas nuevas o detalles que puedan haber pasado desapercibidos para el público, iluminador de lo que acabo de ver…? ¿Hacia cuál de ellos apunta usted?

—Depende del crítico. No deberíamos hacer todos lo mismo. Hubo un periodo en el que yo era principalmente un «recapper» [recapitulador de episodios], pero últimamente he vuelto más hacia el intentar ayudar a la gente a navegar por la abrumadora cantidad de contenidos que existe. Alyssa Rosenberg, del Washington Post, escribe sobre televisión desde un punto de vista político, mi colega Matt Zoller Seitz se concentra más en los aspectos del cómo se ruedan las cosas, etcétera. La gente debería escribir sobre lo que le apasione.

Alan Sepinwall (a la derecha), con David Simon y varios de los actores de The Wire en 2014

Alan Sepinwall (a la derecha), con David Simon y varios de los actores de The Wire en 2014.

—¿Cómo ha cambiado el mundo de la televisión desde que usted empezó? ¿Lo prefiere como era antes o como es ahora?

—Francamente, se tardaría menos en decir lo que no ha cambiado desde 1996, cuando empecé profesionalmente. Es MUY diferente. Los datos de audiencia actuales de las «broadcast networks» tradicionales horrizarían a un viajero en el tiempo que llegara a ahora desde los tiempos de Friends o Seinfeld. Se siguen haciendo «upfronts», [presentaciones oficiales para el otoño siguiente] en abril y mayo, aunque son ya una reliquia, dado que ahora se estrenan contenidos nuevos todo el año. Las ruedas de prensa de la TCA (Television Critics Association) todavía ocurren dos veces al año, aunque Twitter ha destruido casi por completo su función original, y ahora acuden más representantes de medios online que de medios de prensa impresa. Si a mi yo de 1996 le dieran un iPhone donde pudiera ver en streaming una temporada entera de Daredevil se llevaría una sorpresa solo ligeramente inferior que si le dieran un «transponder» de Star Trek que funcionara de verdad. Tu serie favorita sería probablemente lo que dieran el jueves en la NBC, y Frasier arrasaba en los Emmys cada año. Había que estar a la hora exacta en casa para verla, y nada de pausar, rebobinar o saltarse los anuncios. Todo estaba rodado en formato 4:3, y cuando Urgencias (ER) empezó a emitirse en pantalla ancha, la gente se quejaba de esas barras negras arriba y abajo que les quitaban espacio. Si no habías grabado tú mismo algo en cinta de vídeo, comprar una serie era caro, limitado y ocupaba mucho sitio. Cuando era adolescente, me grabé CADA episodio de Canción triste de Hill Street (Hill Street Blues), pero ese nivel de obsesión era raro. Las propias encuestas de las cadenas decían que incluso el fan más apasionado de una serie veía de media solo uno de cada cuatro episodios. Esto afectaba a los guiones, porque se preferían series con episodios autoconclusivos (compárese Expediente X con Fringe, por ejemplo), y los derechos de reemisión eran una mina. En aquel entonces, a quien presentara The Walking Dead diciendo que iba a ser la serie más popular en televisión lo echarían de la reunión a carcajadas. Amazon ya vendía libros por internet, pero Netflix no existía siquiera como videoclub por correo, que fue como nació.

—¿Y cómo ha cambiado su labor como crítico?

—Ahora es probablemente más divertido, pero hay MUCHO más trabajo. Lo de comentar la jugada tras los visionados, eso solo podías hacerlo en persona, y eso solamente con quien viera lo mismo que tú, o como mucho por teléfono con otros críticos (yo lo hacía mucho desde la redacción del Star-Ledger). Yo empecé muy pronto a escribir en internet, y cuando vi la gran respuesta que tenían mis resúmenes de Los Soprano vi claro que había un gran hambre, de ganas de hablar de las cosas después de verlas, en vez de especular sobre lo que aún no se había estrenado. Hoy hay pistas de comentarios en los DVDs, podcasts, entrevistas post mortem y hasta showrunners y actores escribiendo en Twitter. En definitiva, hoy hay más de CUATROCIENTAS series diferentes en emisión cada año, y nadie puede mantener ese ritmo, ni siquiera un crítico profesional.

—¿Qué aspecto de su trabajo disfruta más: reseñar episodios, discutir sobre una serie globalmente, entrevistar a los responsables, escribir libros, presentar mesas redondas, grabar vídeos y podcasts, otros…?

—Me gusta todo. Este es un gran empleo. Lo que más me motiva probablemente sea cuando escribo un análisis de un episodio que me encanta (Mad Men o The Leftovers eran estupendas para esto), pero también está muy bien hablar con gente inteligente, hacer el ganso en el podcast, etcétera.

—Sobre el tema de ir en persona a convenciones y otros acontecimientos, desde fuera parece el sueño de todo friki, pero ¿después de un tiempo no resulta una faena pesada? ¿Qué evento es en el que más merece la pena el viaje, la estancia y el tiempo dedicado?

—Un trabajo siempre es un trabajo, en algún nivel. Si noto que no le saco tanto provecho a un evento, como Comic-Con, simplemente dejo de ir. La TCA sigue siendo una gran oportunidad de hablar con mucha gente de muchas series.

—Dice usted que esta respuesta cambia todo el tiempo, dependiendo del día y el humor, así que en este momento ¿cuál es para usted la mejor serie de televisión de todos los tiempos?

—Los Simpson.

Las razones para ello se cuentan detalladamente en TV: The Book, que se publicó en septiembre de 2016. Echando un vistazo al Top 20, ¿incluiría en él ahora alguna serie que haya terminado desde entonces? ¿Cómo de difícil va a ser para una serie nueva meter la cabeza ahí?

—Si hiciéramos la clasificación de nuevo, The Leftovers podría entrar. Y dependiendo de cómo sea la última temporada de The Americans, quizá tenga posibilidades. Pero sí, será duro a partir de ahora.

—Mucha gente ahora usa páginas agregadoras de críticas y comentarios, como Metacritic o Rotten Tomatoes (o en español Filmaffinity). En ellas a menudo los artículos aparecen recopilados en una lista, pero luego resumidos a una puntuación de 0 a 100, por ejemplo. ¿Qué opina de estas páginas y de que hagan esto con el trabajo de ustedes?

—Es un tanto extraño cómo esas páginas llegan a esos números finales. A veces me pregunto cómo demonios llegan a ellos después de leer lo que hemos escrito. Pero no me importa usarlas cuando no quiero leer críticas antes de ver una serie o una película, pero sí hacerme una idea en una frase o dos de cómo han sido recibidas, sobre todo por otros críticos que me gustan. No tengo ningún problema con ellas, aunque sobre todo Metacritic puede resultar un tanto rara en sus números. Cuando escribimos, intentamos decir algo más acerca de una serie que resumirla en una cifra entre 0 y 100. Ni siquiera confío en ella cuando, por norma de la casa para la que escribo, doy una puntuación de A a F [basada en el sistema de notas escolares que se usa en Estados Unidos, con la A como la mejor].

—Con la llegada de Netflix y otros proveedores de contenidos por internet, ahora es más fácil acceder a series hechas en otros países y en otros idiomas. ¿Tiene tiempo para ver alguna?

—Veo alguna, pero no muchas. Simplemente, es muy duro hacer el triaje, y a menudo la oferta internacional es la más fácil de cortar.

—En su sección Ask Alan en Uproxx, responde usted preguntas «sobre el presente, el pasado y el futuro de la televisión». ¿Cómo ve ese futuro, entonces?

—No sé, en realidad. Estamos en un periodo de transición ahora mismo. No creo que la cantidad actual de contenidos sea sostenible, y me parece que el modelo de las cadenas tradicionales está irreparablemente dañado, pero aún tenemos que ver lo que pasa en los próximos cinco o diez años.

—¿Cómo llega uno a meterse en ese mundillo? ¿Cómo se llega a poder dedicarse uno profesionalmente a lo mismo que hace usted?

—Esto me lo preguntan mucho, y nunca creo tener una buena respuesta, en parte porque mi manera de entrar en este negocio fue muy extraña, con una serie de coincidencias mezcladas con el estar en el lugar correcto en el momento adecuado, y que detallo en la introducción de The Revolution Was Televised. Además, como hemos visto, esto ha cambiado muchísimo: el tipo de puesto de trabajo con el que yo empecé en los 90 (como becario de verano bien pagado, que luego llevó a un empleo fijo, también bien pagado, como novato en un periódico con un presupuesto saludable), ya no existe. Hoy tienes que estar preparado para la idea de que incluso aunque esto sea lo que de verdad quieres hacer, no va a ser de lo que puedas vivir, es decir, que se va a convertir en algo a lo que puedas dedicarle tiempo solo cuando termines de hacer otra cosa con la que pagar las facturas. Si al final puedes vivir de esto, fantástico, pero el camino hasta ahí hoy en día es mucho más duro. Conozco a muchos colegas que llevan años en esto y a los que no les llega, porque el panorama cambia a cada momento.

—¿Qué consejos daría a un incipiente crítico de televisión?

—Sobre el tema de cómo se mejora, cómo se convierte uno en un candidato mejor, mi respuesta es muy simple: escribe. Escribe cuanto puedas, aprovechando cualquier oportunidad. Yo empecé haciéndome un blog, por ejemplo. También se puede buscar un sitio donde te paguen, aunque sea poco o (odio decir esto) entrar en el modelo ese de «no te vamos a pagar en dinero, pero sí te pagaremos en oportunidad de darte a conocer». Al menos, establecerás relaciones con gente y tu trabajo se verá por ahí fuera. Pero incluso aunque escribas para un público compuesto solo por ti mismo esto es importante, porque la única manera de escribir mejor, y de convertirte en alguien que pueda interesar a quien pueda estar buscando personal, es seguir escribiendo, una vez y otra. Yo cuanto más lo he hecho mejor me ha ido saliendo. Cuando volví a leer lo que había escrito sobre Breaking Bad para mi último libro, vi que lo que escribí al principio de la serie no era tan bueno como lo que escribí hacia el final. Supongo que llegará un momento en el que será al revés, que no seré ahora tan bueno como era antes, pero por ahora siento que mejoro todo el tiempo. Practice makes perfect. Y si no perfect, por lo menos habrá improvement. Sé que no es una respuesta ideal, pero es la mejor que tengo.

Existen muchos libros sobre las mejores series de televisión, pero también existen muchos críticos a los que leer, y este volumen en concreto comparte todas las características que convierten en un placer la lectura de los textos de Alan Sepinwall: se le nota el conocimiento enciclopédico, la experiencia, la pasión, el disfrute y las ganas de divertirse, de aprender, de maravillarse de lo bueno y de denostar lo malo. Hace un par de años, junto a su excolega del Star-Ledger de Newark, Matt Zoller Seitz, concibió la idea de atreverse con un «cien mejores», limitándose a series solo estadounidenses, ya que que es lo que mejor conocen, y a series ya terminadas hasta junio de 2016. A pesar de que ambos dicen odiar este tipo de clasificaciones, están acostumbrados a hacerlas cada año, por ser gaje del oficio, y cuando lo hacen lo hacen bien. Aquí incluso desarrollaron todo un sistema de seis categorías, donde cada una de las cuales daba un máximo de diez puntos a cada serie: innovación, influencia, consistencia, actuaciones, guion y punto álgido. Es decir, que el máximo alcanzable era de 120 puntos con un 10 en todo. Ambos se pusieron manos a la obra por separado, hicieron la media de sus puntuaciones… y acabaron con un QUÍNTUPLE empate en cabeza, a 112 puntos, entre tres dramas (Los Soprano, The Wire y Breaking Bad) y dos comedias (Cheers y Los Simpson). Esto era un problema que resolver, y se pusieron a resolverlo como se resuelven estas cosas: con un largo debate de varios días, argumento por argumento.

Y así es como comienza el libro: tras el prólogo y la explicación de la metodología, los autores dedican las veinte primeras páginas a desempatar «manualmente» a estas cinco series en los lugares del uno al cinco en la clasificación, ilustrando de paso con su debate las categorías que habían elegido como criterio y parte de las consideraciones críticas que se ven involucradas en un empeño como este. El resultado final, a partir de la página 21. A esto sigue un pequeño artículo para todas y cada una de las cien series elegidas, de longitud variable, pero como eso no es suficiente, también hay una lista de Works in Progress (futuros candidatos a la lista principal que aún no habían acabado de emitirse), otra lista llamada A Certain Regard («otras series que nos gustan por una razón u otra»), otra lista de las 20 mejores miniseries, otra más de las 10 mejores películas para televisión, y para rizar el rizo, diez obras de teatro hechas para la pequeña pantalla. En total, unos doscientos TV shows, como los llaman allí, comentados con dedicación de orfebre.

Pero no se vayan todavía, que aún hay más: un verdadero friki de algo, como se puede ver y leer en Alta fidelidad, nunca deja de hacer listas de todo pelaje respecto a sus pasiones (quizá esto sea una cosa anglosajona, en el mundo hispanoparlante esto no se hace tanto), y así, intercalados por todo el libro a modo de sorpresa, hay otras listas digamos «serias», como los mejores primeros y últimos episodios de la historia, y otras más divertidas y para pasar el rato, como las mejores muertes de la historia televisiva (¿Ned Stark, Gus Fring, Omar Little, Kenny de South Park? Estos no conocen a Chanquete), las prendas de vestir más memorables (¿los trajes de Corrupción en Miami, la joyería de MA en El Equipo A, los corpiños de Xena?), los mejores bigotes (¿Gómez Addams, Ned Flanders, cualquiera de Tom Selleck?), los mejores peinados (¿Rachel de Friends, Farrah Fawcett en Los ángeles de Charlie, Kojak?), los mejores coches (¿KITT, el Batmobile, el Gran Torino de Starsky y Hutch, el de «piedales» de Los Picapiedra?), y varias más: los mejores padres, madres, profesores, jefes, espías, casas, apartamentos, música inicial o cliffhangers. El hecho de pensar, ejecutar y empaquetar todo esto en 400 páginas es todo un logro. Al final, se estará de acuerdo en algunas cosas con ellos y en desacuerdo con otras muchas, pero como dice Laura Lippman en una de las citas de la contraportada, si quieres debatir con ellos, «ven a jugar este partido hallándote en tu mejor forma, porque los autores lo están».

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