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Aprende a escribir con… Mariana Travacio

Foto de portada: Alejandro Jandry

Mariana Travacio escribe con vino y corrige con café. Durante cuatro meses al año, normalmente de septiembre a enero, redacta el primer borrador de su nueva novela, y como en esta fase del proceso lo que prima es la imaginación, la autora alimenta su creatividad con un cabernet de los buenos. Se sirve la copita a las seis de la tarde, que es cuando se encierra en su estudio para trabajar, y la saborea hasta las seis de la mañana, que es cuando su cerebro dice hasta aquí hemos llegado y exige su ración de sueño. Tomó la costumbre de acompañar la literatura con un tinto hace ya algunos años, en concreto cuando una amiga le regaló una caja de seis botellas de las bodegas Arístides, y como aquel día escribió del tirón un relato que le quedó perfecto, decidió que, a partir de entonces, siempre iluminaría sus neuronas con un buchito.

Pero ojo, Travacio no se pasa el día empinando el codo. Ni mucho menos. Porque, después de esos cuatro meses de actividad exclusivamente creativa, sustituye el alcohol por la cafeína. Cuando ya ha concluido el primer borrador y, por tanto, cuando considera que la historia ya está al menos montada, inicia el proceso de corrección estilística y, como sabe que en esta etapa conviene prestar una atención absoluta, se bebe unas tazas de café tan cargadas que luego sus ojos parecen faros. Y oigan, que no detecte una coma mal puesta, porque tiene los nervios tan crispados que podría pegar un bote y agarrarse a la lámpara.

"Cuando decide arrancar un nuevo proyecto, entra en un estado de efervescencia que le lleva a aporrear el teclado durante doce horas seguidas"

Travacio escribe el primer borrador del tirón porque dice que la voracidad le puede. Cuando decide arrancar un nuevo proyecto, entra en un estado de efervescencia que le lleva a aporrear el teclado durante doce horas seguidas. De hecho, hay días en que la pulsión creativa es tan intensa que ni siquiera puede dormir tranquila. Se acuesta a las seis de la mañana, de acuerdo, pero luego resulta que a las nueve abre bruscamente los ojos porque le ha sobrevenido una idea, y se abalanza sobre el ordenador, y añade la ocurrencia al texto, y se vuelve a meter en la cama, y al cabo de un rato se despierta de golpe otra vez, y vuelta a empezar de nuevo. Así pasa los primeros cuatro meses esta escritora, con un horario de locos y una actividad nocturna de no te menees, y solo consigue relajarse cuando ya ha armado el esqueleto de su narración y entra en ese periodo festivo (sic) que es la corrección de estilo.

Foto: Alejandro Jandry

Tal vez el motivo de la escritura compulsiva —y acaso desordenada— que caracteriza a Mariana Travacio se deba a que no planifica nada antes de sentarse a la mesa. Se coloca frente al ordenador sin saber de qué irá la novela y avanza por el argumento con las mismas incertidumbres que si estuviera metida en un túnel con tan solo un fósforo: no sabría en ningún momento qué tiene delante, únicamente vislumbraría aquello que está pisando, le rodearían las sombras y acaso el sonido de un goteo. Pues eso le ocurre cuando escribe, que avanza por el texto así como a tientas, que desconoce el destino que la vida deparará a sus personajes, que sólo se preocupa por la escena que está concibiendo en ese momento.

"Mariana Travacio asegura que cuando arranca un nuevo proyecto se siente igual de desamparada que cuando era una autora novel"

Es más, la oscuridad que rodea a Travacio durante la primera fase de su trabajo es tan densa que ni siquiera le permite encontrar las herramientas que usó en sus otras novelas. Porque, como dice la autora de Como si existiese el perdón o Quebrada, la desgracia de los escritores es que la literatura no es una ciencia que acumule conocimientos. La experiencia adquirida al escribir un libro no sirve para nada a la hora de construir el siguiente, y todos los trucos del oficio aplicados en las ficciones anteriores se escurren entre los dedos como si no fueran más que puñados de arena. Es por todo esto que Mariana Travacio asegura que cuando arranca un nuevo proyecto se siente igual de desamparada que cuando era una autora novel, y se nos ocurre pensar que tal vez ahí es donde puede ser útil una copa de vino. Porque oigan, hay momentos en la vida en los que uno necesita un empujoncito. Sobre todo cuando tiene que tomar la decisión de invertir un par de años de su vida en lo que puede acabar siendo un naufragio absoluto. La misma Travacio guarda en su ordenador una carpeta titulada «Empieces» en la que hay más de un centenar de novelas o cuentos desamarrados que, cosas de la mar, nunca llegaron a puerto.

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La última novela de Mariana Travacio es Quebrada (Las Afueras).

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