Eduardo Martínez Rico
Nació en Madrid en 1976. Se licenció en Filología Hispánica en 1999 por la Universidad Complutense de Madrid, y se doctoró en Filología, por la misma Universidad, en 2002. Es autor de 17 libros publicados, de novela, biografía y ensayo. Entre sus obras se pueden citar las novelas históricas Cid Campeador y Fernando el Católico. El destino del rey, su ensayo La guerra de las galaxias. El mito renovado y su biografía Pedro J. Tinta en las venas. Ha sido profesor del Instituto de Empresa y de la Universidad de Mayores del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras de Madrid (Literatura Española).
Publicaciones del autor
Noche de tangos
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Un haz de luz ilumina un ángulo del pasillo. La puerta está entreabierta. Siempre llegamos tarde a la última cita: uno nunca sabe cuándo...
Los pendientes
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—¿Qué tenéis, mi Reina? ¿Qué les ha pasado a vuestros ojos, que ya no brillan como estrellas, sino que parecen encharcados en lagos profundos?...
Las plagas de Egipto
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Pero siempre, casi siempre, me ha llamado la atención que en el telediario haya tan pocas noticias positivas. Casi entendemos que una “noticia” tiene...
La carta
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6 de julio de 1819. Napoleón escribe una carta en su palacio de Santa Elena. Él es su propio destinatario: “Querido Napoleón…”. En esta...
Escribir en el siglo XXI
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De todos modos, si lo pienso bien, yo suelo buscar dos cosas en lo que leo: diversión y aprendizaje. Sería maravilloso que todo ello,...
Las plumas de los ángeles
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Decía Aristóteles que el lenguaje literario aportaba algo como extranjero al lenguaje habitual, algo que lo enriquecía y lo volvía diferente. Yo creo que...
Una casa en la nieve
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Se oyeron gritos de júbilo. Una familia entera lo recibió alborozada: un matrimonio y sus dos hijos, un niño de once años y una...
Carta a los Reyes Magos de Oriente
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Como no sé muy bien cómo empezar esta carta he decidido hacerlo diciéndoos que en este año, en este año duro y terrible, no...
María cuenta
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—Cuando no estaba mirando el horizonte, el final del desierto —me dice María—, miraba las estrellas. Él sabía que era distinto a los demás...